Clase n°2: «NEUROSIS, REPRESIÓN Y DEFENSA» Docentes: Gabriela Agostinelli, Sabrina Romera, Sebastián Ibañez.*

Clase n°2: "NEUROSIS, REPRESIÓN Y DEFENSA" Docentes: Gabriela Agostinelli, Sabrina Romera, Sebastián Ibañez.*

1° parte

Por Sabrina Romera

La primer referencia al tema se hará en relación a Freud, tomando un texto perteneciente al tomo Estudios sobre la histeria de 1893, llamado Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos: comunicación preliminar. En este texto Freud se halla investigando, junto a Breuer, qué es lo que ocasiona las formas y los síntomas histéricos, lo que lo lleva a desarrollar una primera noción de trauma, constituyéndose esto como una primera etapa en Freud. En relación a los desencadenantes de los síntomas histéricos, dirá que “suelen tratarse de vivencias que al enfermo le resultan desagradables comentar, pero principalmente, a que en realidad no las recuerda, y hartas veces ni vislumbra el nexo causal entre el proceso ocasionador y el fenómeno patológico”.

Hay un factor accidental, un trauma psíquico, que comanda la patología de la histérica y establece una analogía con las neurosis traumáticas, en cuanto al afecto de horror, de angustia, vergüenza, dolor psíquico que puede ocasionar una vivencia.

El trauma psíquico, entonces, sería el agente provocador que desencadenaría el síntoma. El trauma, o su recuerdo, dirá Freud que “obra al modo de un cuerpo extraño que aún mucho tiempo después de su intrusión tiene que ser considerado como de eficacia presente”.

En este período, Freud se encuentra aún experimentando con el método de la hipnosis, a la cual le da todo su valor sosteniendo que “los síntomas histéricos singulares desaparecían enseguida y sin retornar cuando se conseguía despertar el recuerdo del proceso ocasionador, convocando al mismo tiempo el afecto acompañante, y cuando luego el enfermo describía ese proceso de la manera más detallada posible y expresaba en palabras el afecto. Un recordar no acompañado de afecto es casi siempre totalmente ineficaz”.

Este recuerdo que Freud quiere despertar a través de la hipnosis, ese nexo, corresponde a esos traumas que, dice, no han sido suficientemente abreaccionados. No se lo abreaccionó o no ingresó a la cadena asociativa.

¿De qué depende la pérdida de afectividad de un recuerdo? Depende de muchos factores, pero lo que más importa, dice Freud, es si frente al hecho se tuvo o no reacción, si frente a una determinada vivencia el afecto fue sofocado, ya sea por la naturaleza del trauma –por ejemplo, la muerte de un persona amada– o por el estado psíquico en el cual sobrevino la vivencia -por ejemplo, un estado paralizante, de terror, que imposibilitó reaccionar frente a lo que sucedía-. “Ambas clases de condiciones pueden desde luego conjugarse, y lo hacen a menudo”.

En el primer caso, cuando se tuvo reacción frente al hecho, dirá Freud que también puede tratarse de cosas que el enfermo, por la naturaleza misma del trauma, quería olvidar y por eso “adrede” las reprimió, desalojó, de su pensar consciente, las inhibió y sofocó. Es la primera vez que aparece el verbo reprimir con el sentido que luego tendrá para el psicoanálisis, pero es un período en que represión es empleado como equivalente de defensa. Hasta aquí entonces, represión y defensa son equivalentes, y el verbo reprimir va acompañado por un adverbio en sentido de “adrede”, “intencionalmente”. El acto de represión es introducido por un empeño voluntario, hay un motivo, lo que no implica que haya una intención consciente. La represión entonces es entendida más bien como un “querer olvidar”.

Respecto al segundo caso, el estado psíquico en que sobrevino el trauma, lo lleva a diferenciar en la histeria un estado de conciencia normal y otro patológico. Lo cual le permite hablar de una escisión de la consciencia, una doble consciencia, que existe de manera rudimentaria en toda histeria. El fenómeno básico de toda histeria entonces es la inclinación hacia la disociación.

Pasamos ahora al siguiente texto con el que se trabajó, titulado Sobre la psicoterapia de la histérica del año 1895, también en el mismo tomo, donde Freud se va a referir a la noción de defensa concretamente, sin distinguir claramente este concepto del de represión.

Respecto de la defensa dirá que surge frente a una representación que resulta inconciliable para el enfermo. Son representaciones patógenas, “de naturaleza penosa, aptas para provocar los afectos de la vergüenza, el reproche, el dolor psíquico, la sensación de un menoscabo, todas ellas de tal índole que a uno le gustaría no haberlas vivenciado, preferiría olvidarlas”. ¿De qué se defiende el enfermo? De una representación inconciliable, dirá, que provocó una fuerza de repulsión del lado del yo.

Luego, esta defensa prevaleció de hecho y la representación correspondiente fue esforzada afuera de la consciencia y del recuerdo. Así, en apariencia, era ya imposible pesquisar su huella psíquica. La representación entonces se habría vuelto patógena a causa de la expulsión y represión, -dirá, esfuerzo de desalojo-. Y más adelante agrega que el no saber de los histéricos era en verdad un “no querer saber, más o menos consciente y la tarea del terapeuta consistía en superar esa resistencia de asociación mediante un trabajo psíquico.”

Si en el texto anterior entonces se hablaba de un querer olvidar, aquí podemos nombrarlo como un “no querer saber”.

Más adelante en su texto, estamos ahora en la página 286 donde se refiere a estas resistencias, especialmente a los casos en que aparece bajo la forma de un menosprecio, en el sentido de “ahora se me ha ocurrido algo pero no vale para nada”, esto no es importante, etc. Dirá que en estos casos siempre se debe agudizar de manera especial el oído, ya que es, en efecto, signo de “una defensa lograda” y agrega: “De ahí que uno pueda inferir en qué consistió el proceso de la defensa: en tornar débil la representación fuerte, arrancarle el afecto”.

Tenemos entonces hasta aquí el “no querer saber” y esto último que agrega, “arrancarle el afecto” a la representación como el proceso de la defensa.

Vamos ahora al texto Representaciones inconscientes e insusceptible de consciencia. Escisión de la psique. Este texto tiene su importancia ya que aquí va a plantear una diferencia con respecto a lo que se vio en la Comunicación preliminar, donde hablaba de una doble consciencia en los casos de histeria. Lo importante de este texto es cómo Freud detenta que existe esta escisión, pero que la misma no es con respecto a la consciencia sino a la psique. Es la psique la que está dividida, por eso algunas representaciones son inconscientes y otras insuceptibles de consciencia. Con respecto a estas representaciones insusceptibles de consciencia, que lo trabaja ya en Psicoterapia de la histérica, dirá que son patológicas:

la actividad psíquica representadora se les descompone en consciente e inconsciente, y las representaciones en susceptibles y insusceptibles de consciencia. No podemos entonces hablar de una escisión de la conciencia pero sí de una escisión de la psique.

El pensar consciente no pude influir sobre las representaciones subconscientes ni rectificarlas. Sin embargo, estas representaciones subconscientes provocan fenómenos somáticos, es decir que tienen una incidencia actual.

¿Por qué está condicionada esta escisión de la psique? Dice Freud que puede ser debido a la defensa:

el voluntario extrañamiento de la consciencia respecto de unas representaciones penosas. Pero ello sólo sucede en ciertas personas, a quienes por eso debemos atribuir una peculiaridad psíquica. El hombre normal consigue sofocar esas representaciones, y entonces ellas desaparecen por completo; o no lo consigue y entonces le vuelven a aflorar una y otra vez en la consciencia.

Y conjetura la posibilidad de que la defensa no sólo haría inconsciente unas representaciones singulares sino que consumaría una real y efectiva escisión de la psique.

 

2° parte 

Por Sebastián Ibañez

Los textos de Freud que se trabajarán en esta parte de la clase, son: Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa  (1896), Las neurosis de defensa (1896), La sexualidad en la etiología de las neurosis (1898), La represión (1914)

Durante este periodo de investigación y de elaboraciones teóricas, comprendido entre 1896 hasta 1914, Freud va diferenciando y cerniendo más aún sus  conceptos a medida que se va encontrando con los impasses y dificultades en la práctica y campo clínico. Asimismo, además de ir estableciendo diferenciaciones, va otorgando más valor y sentido a ciertos descubrimientos y va dejando de lado otros.

Especifica los mecanismos psíquicos de las neurosis, en su escrito Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa del año 1896, donde afirma: “he reunido la histeria, las representaciones obsesivas, así como ciertos casos de confusiones alucinatorias aguda, bajo el título ‘neuropsicosis de defensa’”, porque “se había obtenido para estas afecciones un punto de vista común a saber – ellas nacían mediante el mecanismo psíquico de la defensa (inconsciente) […]”.

Defensa que, como lo menciona Freud, sería la encargada de desligar el afecto de la representación. Dicho afecto emprendería los caminos del cuerpo en la histeria, o bien se mudaría en reproche en la obsesión. La noción de defensa constituye el centro nodal y alrededor del cual irá desplegando sus elaboraciones. Si bien en escritos anteriores la menciona, aquí logra otorgarle su justo lugar.

De este modo va ampliando los mecanismos desde la histeria hacia la neurosis obsesiva,  hasta llegar a la neurosis de angustia. Confiere un valor fundamental y un lugar esencial a lo sexual como etiológico y constitutivo de las neurosis. En su escrito La sexualidad en la etiología de la neurosis del año 1898, afirma: “He llegado en los últimos años al discernimiento de que unos factores de la vida sexual constituyen las causas más próximas y de mayor sustantividad practica en todos los casos de afecciones neuróticas […]”.

Tal como se mencionó, le confiere una alta importancia a lo sexual, en tanto que a esta altura Freud sentenciaba que para la constitución de las neurosis era necesario y de fundamental presencia la existencia de unas “vivencias sexuales traumáticas” de la “primera  infancia” y por tanto no sabidas por los pacientes. De este modo, circunscribe elementos y tiempos lógicos que le permiten poder avanzar en la teorización de las neurosis y sobre todo en su causación. Menciona que no bastaría un momento cualquiera para despertar la neurosis sino que, “es preciso que estos traumas sexuales correspondan a la niñez temprana”, dando lugar  a la noción de dos tiempos para la causación de la histeria: uno que tiene que ver con una vivencia en un tiempo posterior a la pubertad, y que dicha vivencia reanime o despierte la “huella mnémica” de un primer tiempo de la infancia. Es decir que no bastaba con un momento actual para que se despierte la neurosis sino que era necesario este momento anterior de la temprana infancia.

Si bien aún no cuenta con la noción de pulsión como concepto en sí mismo, ya Freud empieza a hablar de “influjos sexuales nocivos”, de “representaciones inconciliables”. Al respecto dirá: “no puedo indicar con seguridad el límite máximo de edad hasta el cual un influjo sexual nocivo entra en la etiología de la histeria”. A lo largo de todos sus escritos cobra un valor fundamental el factor “quantum”, en relación con la cantidad de energía psíquica. En efecto, definirá al trauma como una cantidad de energía que no ha sido ligada psíquicamente. A la par que va situando los mecanismos constitutivos de las neurosis a partir de la histeria, va ampliando su horizonte y especificando hacia la neurosis obsesiva dando cuenta de sus particularidades y diferencias con la histeria.

Sitúa una pasividad en la histeria respecto a cómo fue vivida esa “vivencia traumática”, sosteniendo lo siguiente: “halle cumplida esta condición especifica de la histeria –pasividad sexual en periodos pre sexuales- en todos los casos de histeria analizados (entre ellos hombres) […]”. Y del lado de la neurosis obsesiva sitúa una diferencia sustancial con respecto a esta, ya que menciona en la misma unas “[] agresiones ejecutadas con placer y de una participación que se sintió placentera”. Es decir, que lo que se vivió placenteramente, una vez pasada la pubertad, retorna a modo de “reproche”, “punición” y culpa. De este modo, para Freud las representaciones obsesivas serian siempre “reproches” que retornan de la represión.

Hasta estos escritos empieza a mencionar la represión no aun como un mecanismo psíquico especifico en sí mismo sino como un modo de defensa.  A esta altura de sus elaboraciones represión y defensa son sinónimos. Pero esto sería hasta su escrito La represión del año 1915, escrito que le permite avanzar hasta llegar a una conceptualización propia de la represión como mecanismo psíquico en sí mismo, que fue desarrollado unos meses posterior a Las pulsiones y sus destinos en donde logra definir la pulsión.

Es decir, que para poder especificar la represión como un mecanismo psíquico en sí mismo, mecanismo que recaería exclusivamente sobre la moción pulsional y el cual tendría como objetivo fundamental “rechazar algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella”, era necesario primero poder definir la  pulsión y, a su vez, tener una nítida separación entre consiente e inconsciente, que hasta esta altura no lo tenía como sistema tópico.

En este mismo escrito supone la existencia de una represión primaria y fundante que, tal como lo menciona Freud, “consiste en que a la agencia representante psíquica de la pulsión se le deniegue la admisión en la conciencia, estableciéndose una fijación” y luego “una segunda etapa de la represión, la represión propiamente dicha recae sobre los retoños psíquicos de la agencia representante reprimida .o sobre otros elementos que han entrado en un vínculo asociativo con ella”.

Así, la noción de defensa se ubica como anterior a la de represión. Ya no son dos términos indistintos, como Freud los usaba antes de este escrito.

Desarrollará también conceptos fundamentales como “Formación de compromiso”,  una suerte de nuevo “compromiso” o pacto para que estas representaciones inconciliables ingresen a la conciencia, con la condición de que ingresen de manera “desfigurada”. En Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa dirá que:

los recuerdos reanimados y los reproches formados desde ellos nunca ingresan inalterados en la conciencia, lo que deviene consiente como representación y afecto obsesivo, sustituyendo al recuerdo patógeno en el vivir consiente, son unas formaciones de compromiso.

El  ejemplo de ello serían las representaciones obsesivas, que serían “reproches” mudados, y los síntomas histéricos, inervaciones, parálisis etc.

Formación de compromiso, represión y defensa parecen ser conceptos que van iluminando el camino que va trazando Freud en la búsqueda de un sentido, trazando trozos de saber, piezas sueltas, ya que a medida que avanza en un sentido, se encuentra con un agujero en el saber por el otro.

 

3° parte  

Por Gabriela Agostinelli

Para el desarrollo de esta parte retomaremos los siguientes textos: Lo inconsciente de 1915, la Conferencia 23: Los caminos de la formación de síntoma de 1915-1917, Neurosis y Psicosis de 1924, Conferencia 31: la descomposición de la personalidad psíquica de 1932,

Se tomará como primera referencia el texto Lo inconsciente (1915). El antecedente del presente texto es La interpretación de los sueños de 1900. En él desaparece por completo la explicación neurológica de la psicología y queda establecido de una vez para siempre el inconsciente, mostrando como este trabaja. En el texto Lo inconsciente Freud retoma y amplia esta conceptualización.

De la represión dirá que “no consiste en cancelar, en aniquilar una representación representante de la pulsión, sino en impedirle que devenga consciente”. Aquí, el rechazo está del lado de la conciencia, quedando ésta en el estado de lo inconsciente como una cualidad. A partir de esto dirá que lo reprimido es sólo una parte del inconsciente, pero no recubre todo lo inconsciente. Se hace la pregunta acerca de cómo podemos llegar a conocer lo inconsciente, y dirá que conocemos a lo inconsciente sólo como consciente a partir de una traducción que el trabajo analítico hace posible.

Va a decir que tanto en sanos como en enfermos hay actos psíquicos de los que la conciencia no es testigo, declarando que los procesos anímicos son inconscientes. La condición de inconsciente como marca de lo psíquico no es suficiente para establecer su característica. A partir de esto sustituye en un sentido sistemático conciencia por Consciente, inconsciencia por Inconsciente y le agrega el aspecto dinámico.

Un acto psíquico pasa por dos fases, entre las cuales opera una censura: en la primera es inconsciente, pertenece al sistema Inconsciente y si no pasa la censura se llamara reprimido; y si sale airoso susceptible de conciencia a esto lo llama preconsciente y en el sentido sistemático Preconsciente. Con estos sistemas tópicos más lo dinámico de los procesos anímicos se separa el psicoanálisis de la psicología descriptiva de la conciencia. Ubica estos sistemas no en un sentido anatómico, no en la anatomía, pero si en el cuerpo.

Si bien hay un divorcio tópico entres los 3 sistemas, una representación puede estar presente al mismo tiempo en dos lugares del aparato psíquico. “Transcripciones diversas y separadas en el sentido tópico pero de un mismo contenido”.

La cancelación de la represión sobrevendrá si la representación consciente, tras vencer las resistencias, entra en conexión con la huella mnémica inconsciente, y cuando esta se haga consciente, he ahí el éxito. Esto se logra si el analista le comunica la representación que reprimió.

Posteriormente, en la Conferencia 23: Los caminos de la formación de síntoma (1915-1917), con lo primero que nos sorprende Freud es con la afirmación de que “todos somos neuróticos”, “puesto que las condiciones para la formación de síntomas pueden pesquisarse también en las personas normales”. Estos síntomas neuróticos son el resultado de un conflicto que se libera “en torno a una nueva modalidad de satisfacción pulsional”: las dos fuerzas enemistadas se reconcilian por medio de la formación de síntoma, por eso es tan resistente.

Aquí introduce el concepto de libido, su funcionamiento y cómo colabora en quebrantar la represión. Entonces, lo que causa la neurosis es que la libido insatisfecha, rechazada de la realidad, busca otros caminos para la satisfacción respondiendo al principio de placer: emprende la regresión a los puntos de fijación. Si esta regresión despierta contradicción en el yo, pues habrá neurosis.  Habla de una libido nostálgica: “todo tiempo pasado fue mejor”, por esto su carácter inmutable. Esta transfiere su energía a las representaciones pertenecientes al sistema inconsciente y está sometida a los procesos de condensación y desplazamiento.

Se preguntará: ¿Dónde halla la libido las fijaciones que le hacen falta? La respuesta la encontrará en las vivencias de la sexualidad infantil. Su importancia es que por primera vez despiertan las orientaciones pulsionales que el niño trae consigo en su disposición innata, por pertenecer a la raza humana, por ende un ser sexuado y, a su vez, por vivencias “puramente contingentes” de la infancia -ya no habla aquí de la teoría de la seducción-, que son capaces de dejar como secuelas fijaciones de la libido.

Entonces, la neurosis es efecto de Constitución Sexual (vivenciar prehistórico) sumándole el Vivenciar infantil, que darán como resultado la predisposición por fijación libidinal. A esto se le suma el Vivenciar accidental traumático del adulto. Lo interesante es que Freud se plantea si estas vivencias libidinales no tuvieron importancia en ese momento y si solamente adquiere relevancia por regresión. Hablará de las neurosis infantiles: se contrae la enfermedad como consecuencia directa de las vivencias traumáticas. Si estalla la neurosis más tarde, vía el análisis se descubre es la continuación directa de esta neurosis infantil que estaba velada. 

Así hace presente que entre la intensidad y la importancia patógena de las vivencias infantiles y las más tardías existe un carácter de complementariedad.

Sostiene Freud, posterior a esto, que el neurótico queda adherido a un punto de su pasado y que el síntoma repite de algún modo aquella modalidad de satisfacción de la infancia, que al ser desfigurada por la censura nace el conflicto y aparece el sufrimiento. El síntoma, entonces, aparece como algo irreconocible.

Hay hechos de la infancia que pertenecen al “patrimonio indispensable de la neurosis”, que él escuchaba en el historial juvenil: la observación del comercio sexual entre los padres, la seducción de una persona adulta (sobre esta terminará diciendo que en realidad es la manera de encubrir el periodo autoerótico del quehacer sexual) y la amenaza de castración, con la prohibición de la satisfacción autoerótica. 

Continúa diciendo que estas escenas infantiles no siempre son verdaderas sino que son parte de la realidad psíquica, en oposición a una realidad material y dirá que “en el mundo de las neurosis la realidad psíquica es decisiva”.  Toma aquí a la fantasía: su fuente viene de las pulsiones y, por medio de estas, se logra una satisfacción. Aspiran al placer, no sólo sexual. Al respecto, dirá que “los objetos y orientaciones de la libido resignados no lo han sido por completo, son retenidos con cierta intensidad en las representaciones de la fantasía, encuentra en ella el camino a cada fijación reprimida”.  Posteriormente, declarará que la retirada de la libido a la fantasía es un estadio intermedio del camino hacia la formación del síntoma: colabora con la libido para quebrantar las represiones.

A partir de lo cual sostiene que no sólo hay que tener en cuenta el aspecto dinámico en el desencadenamiento etiológico, sino que se le debe sumar lo económico. “El conflicto entre dos aspiraciones no estalla antes que se hayan alcanzado ciertas intensidades de investidura, por más que preexistieran las condiciones de contenido”. En relación a esto último, dirá que las disposiciones de todos los seres humanos son de igual genero cualitativo y solo se diferencia por proporciones cuantitativas.

En Neurosis y Psicosis (1924) aparece la novedad de que la neurosis es el resultado de un conflicto entre el Yo y el Ello. Aquí, el Yo se defiende de las mociones pulsionales provenientes del Ello por medio del mecanismo de represión. “Lo reprimido se revuelve contra ese destino y siguiendo caminos sobre los que el yo no tiene poder alguno, se procura una subrogación sustitutiva que se impone al Yo por vía del compromiso el síntoma”. Da otro giro y va a sostener que el Yo responde a los dictados del Superyó. Del cual dirá que sus reclamos poseen más fuerza que las exigencias pulsionales del Ello. 

Así, tanto la neurosis como la psicosis son generadas por un malogro de la función del Yo. Esto dependerá de las constelaciones económicas, de las magnitudes puestas en juego. Empieza a sospechar que hay un enlace del Superyó y el Ello, pero aun no puede precisarlo.

En la Conferencia 31: la descomposición de la personalidad psíquica (1932), Freud gira su atención de lo reprimido a lo represor. Lo llamará Superyó y tendrá como función la conciencia moral y la observación de sí, con un patrimonio energético autónomo del Yo. Lo cualifica como severo y hasta cruel. Va a decir que este no está desde el inicio como la vida sexual, porque el niño es amoral, no posee inhibiciones: solo quiere alcanzar el placer. Así es como afirma que el Superyó es desempeñado primero por la autoridad parental y que, de manera secundaria, en ese lugar de la instancia parental aparece el Superyó. Esta trasmutación se realiza por identificación, a la cual diferencia de la elección de objeto. No es lo mismo querer ser como el padre que querer poseerlo. Le va a agregar que es también el portador del Ideal del yo con el que el yo se mide. Va a sostener que en realidad el Superyó se construye no sobre los progenitores sino sobre el Superyó de ellos. Así el superyó aparece como heredero del complejo de Edipo.

Continuando, referirá que “toda la teoría psicoanalítica esta edificada sobre la percepción de la resistencia que nos ofrece el paciente cuando intentamos hacerle consciente su inconsciente”. El paciente no sabe nada de ella sólo que traba sus ocurrencias, su resistencia era inconsciente, tan inconsciente como lo reprimido, no sabe de sus contenidos y para saber necesita de cierta labor. Entonces, “a lo reprimido tenemos que atribuirle más bien una intensa pulsión aflorante, un esfuerzo por penetrar en la conciencia”. Con lo cual, sectores del Yo y del Super yo son inconsciente. A partir de esto, no llamará sistema inconsciente al ámbito ajeno al yo sino que empieza a nombrarlo en el sentido sistemático como Ello: parte oscura, inaccesible, lo que sabemos de él es por medio de los sueños, los síntomas neuróticos. En su extremo está abierto a lo somático: ahí acoge las necesidades pulsionales, se llena de energía de las pulsiones, busca la satisfacción de ellas según el principio de placer. En él no hay nada equiparable a la negación, es atemporal y lo componen mociones de deseo que nunca salieron de allí, tanto como aquellas que fueron hundidas por la represión, que no continúa en el Ello sino que lo reprimido confluye en él. Son virtualmente inmortales y se comportan aun por décadas como acontecimientos nuevos. En cuanto al factor económico, la energía de las mociones pulsionales es movible y susceptible de descarga, por eso se producen aquí los desplazamientos y condensaciones y prescinden completamente de la cualidad de investido.

El Yo entonces se constituye como aquella parte del Ello modificada por el mundo exterior, sustituyendo el principio de placer por el de realidad. Tendencia a la síntesis y unificación (estadio del espejo). El tiempo, la razón y la prudencia en lo dinámico son endebles, toma prestado del Ello sus energías. El Superyó se sumerge en el Ello como heredero del complejo de Edipo, y el Ello comercia con el mundo exterior solo a través del Yo. No se deben entender como fronteras tan tajantes.

Se podría sintetizar diciendo que para Freud la neurosis surge del conflicto entre pulsión y defensa, cuando esta fracasa la pulsión logra cierta satisfacción, que es lo que Lacan llamará goce.

El Síntoma, entonces, logra satisfacer a la vez la pulsión y la defensa. Logra satisfacer a la pulsión a pesar de las prohibiciones y a través de ellas al Superyó y aparece el síntoma aquí como conflicto.

Llegados hasta aquí, en lo que sigue se trabajará, a partir del primer y último Lacan,  algunos mojones y puntuaciones en torno a neurosis, represión y defensa. Veamos.

En un primer tiempo, Lacan sigue más de cerca a Freud, se podría decir al modo de un traductor. En el seminario 4 formaliza el concepto del falo y en el 5 aparece el Nombre del Padre como concepto principal para la neurosis. Si bien estos conceptos estaban ya esbozados en Freud, son diferentes a como los formula Lacan porque introduce una nueva relación entre estructura clínica y estructura del lenguaje. Esta última aparece a partir de las elaboraciones de Jakobson en torno a la metáfora y la metonimia, fundamentadas en la diferencia entre significante y significado, y de Levi Strauss, en relación al padre, con la estructura clínica que con Freud conocemos como la relación Edipo–Castración. Su modo de entrada fue la incorporación del lenguaje a partir del efecto de sentido. A esta altura introduce también el grafo del deseo para poder pensar la neurosis, para continuar trabajando en el Seminario 6 El deseo y su interpretación en relación a sus consecuencias. En definitiva, podría decirse que la primer clínica es una clínica del deseo, existiendo una  tajante diferencia entre psicosis y neurosis: las dos maneras en que aparece el Otro, barrado y sin barrar.

En su libro Clínica de las neurosis Mónica torres se pregunta si Lacan era estructuralista. Al respecto, la autora responde, por un lado, que sí, en tanto Lacan toma la noción de estructura, sin embargo, es el único que habla y piensa en la estructura del sujeto, es decir, que elabora una teoría del sujeto compatible con el concepto de estructura. Por otro lado, la autora sostiene que no, ya que los estructuralistas tienden a que los conceptos cierren. Por el contrario, todo en Lacan, en su enseñanza, fue un esfuerzo para que la estructura no cierre sino que permanezca siempre abierta. Retomando la palabra enseñanza, es Miller quien advierte que Lacan usa esta palabra como siempre haciéndose.

María Esther Novotny, en el seminario de otoño del CIEC La forclusión generalizada: neurosis y psicosis, va a referirse a esta enseñanza  como algo que “supone transferencia, el dicho del que enseña, del que discute, del que practica, el cuerpo vivo de la escuela, de los institutos […]”

Volviendo a Lacan, en relación al concepto de sujeto dirá que no es un dato inicial sino que de entrada está el Otro que lo preexiste, el Otro de la estructura del lenguaje, el lugar del código, del tesoro de los significantes, que incide con un significante que tiene un efecto mortificante en el sujeto. Otro que lo marca, la madre, el padre, el Otro social. El síntoma aquí también se goza de manera negativa, como en Freud.

Este sujeto entonces se construye en una pérdida, por eso Lacan lo escribe tachado por la estructura del lenguaje y el Otro. El sujeto se constituye como lugar vacío, la falta en ser que define a la neurosis. Si es neurótico, no podrá convertirse en psicótico. Tomando como ejemplo el caso Schreber, tiene acceso a la palabra, se realiza en la estructura del lenguaje pero no en la estructura clínica. Lacan usa el Nombre del Padre para hacer esta diferencia. Quiere decir que en el lugar del Otro del significante sin barrar, se tiene que inscribir el Otro como lugar de ley barrado. Sólo pasando por el Otro barrado el sujeto logra constituir las formaciones del inconsciente: sus síntomas, sus lapsus, sus sueños, chistes. Esta existencia de una falta en el Otro, da fundamento a que la estructura nunca cierra. Lo que permite mostrar a Lacan que desde el inicio hay algo que se va a escapar a la verificación.

En cuanto a la represión, tomando la Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre la verneinung de Freud, y La respuesta Jean Hyppolite sobre la verneinung de Freud y  el Seminario 3 Las psicosis, diremos que en el inconsciente tenemos lo reprimido, lo desconocido por el sujeto una vez que fue afirmado primordialmente la Bejahung, afirmación de lo simbólico que puede fallar. Por ejemplo, en la psicosis se experimentó el mundo de lo simbólico, pero no fue afirmado primordialmente, no quedó inscripto para él. Es necesaria esta inscripción para que luego recaiga sobre eso la represión y retornen como formaciones del inconsciente. En la psicosis lo que no ha sido simbolizado, retorna en lo real, alucinación, forclusión.

En la neurosis la castración ha sido simbolizada, queda inscripta aunque no puede ser reconocida, retornando por vía de lo reprimido. Aquí la represión aparece como un modo de saber no sabido, no sabe que sabe, sobre la falta en el Otro.  Da como ejemplo clínico el mecanismo de denegación, para hacer una afirmación se pone el no adelante. Freud en el texto La negación de 1925, plantea que si al sujeto nadie le preguntó y dice “no es mi madre”, es la madre.

El punto de capitón está dado por la presencia del significante del padre. Lo que transforma a un sujeto en neurótico es la relación entre el Nombre del Padre y el Deseo de la Madre. La Metáfora Paterna sería que el significante del Nombre del Padre va a sustituir al Deseo de la Madre, que no lo nombra todo, produciendo la significación fálica. Se observa una predominancia de lo simbólico y de lo imaginario sobre lo real.

En la clínica del Nombre del Padre la condición de neurosis o psicosis depende de algo que sucede en el campo del Otro. Resulta crucial aquí puntuar los tiempos del Edipo. Veamos. En un primer tiempo, el niño se identifica al falo de la madre, como objeto de deseo. Deseo de deseo. Se juega el ser o no ser. En el segundo tiempo, aparece el padre en la interdicción que permite separar al niño de la madre, no reintegraras tu producto, y prohíbe al niño el acceso a la madre. Padre interdictor, que dice no. Esto es mediado por la madre que es quien lo establece como quien le dicta la ley. En el tercer tiempo, el padre se constituye en donador, positivo, un padre que dice que sí, que le permite al niño identificarse con él, guardarse el falo en el bolsillo. El que lo tiene es el padre y el niño podrá llegar a tenerlo. Identificación al Padre, Ideal del yo y Superyó. Se trata aquí de tener. Es diferente en el caso de la niña que no tiene esta identificación viril, sino que ella sabe dónde está, donde buscarlo y se dirige ahí.

Podemos sintetizar al Nombre del Padre como metáfora, y la metonimia en lo referente al deseo, a la falta en ser. El neurótico es alguien que tiene pasión por su falta en ser.

Se podría decir que la neurosis se establece aquí como una clínica de la pregunta: ¿Quién soy yo para el Otro? El grafo del deseo nos muestra todas las preguntas del sujeto sobre el sexo en la histeria y sobre la existencia en la neurosis obsesiva.

 

HISTERIA

Por Sabrina Romera

En lo que vamos desarrollando pudimos ver cómo pensaba Freud a la histeria, pasando por el mecanismo de conversión mudando el afecto en el cuerpo, como mecanismo para la formación de síntomas, hasta su etiología, donde una vivencia sexual prematura vivida de forma pasiva e insatisfactoria marcará para siempre su desarrollo.

Pero además del mecanismo psíquico de conversión, hay en Freud otros aspectos que irá desarrollando a lo largo de su teorización con respecto a la histeria y que serán retomadas por Lacan para su desarrollo.

  • Deseo insatisfecho y la pregunta histérica
  • Identificación
  • El goce de la privación

Deseo insatisfecho:

La cuestión del deseo insatisfecho, podríamos decir que es el paradigma de la histérica, es un dato estructural. Esto es algo que descubre Freud y que Lacan lo trabaja en el Seminario 5, donde desarrollará la diferencia entre demanda y deseo, subrayando que el deseo no tiene que ver con un objeto sino con su relación a otro deseo. El deseo, dirá Lacan, es deseo de deseo porque no apunta a un objeto de satisfacción como en la demanda. “En efecto, el deseo de la histérica no es deseo de un objeto sino deseo de un deseo, esfuerzo por mantenerse frente a ese punto donde ella convoca a su deseo, el punto donde se encuentra el deseo del Otro.”

De este modo, la insatisfacción pone de relieve también su relación con la falta. El sujeto histérico está siempre dispuesto a encontrar la falta en el Otro, a castrar al amo, que es por un lado una manera de sostener vivo el deseo del Otro, pero también, por el otro, es la condición del sujeto histérico para poder desear.

Ejemplo: La bella carnicera llega a Freud en los tiempos en que había escrito La interpretación de los sueños. Se suponía era un especialista en el tema. Llega para mostrarle que ella tenía un caso que contrariaba su teoría, es decir, llega y lo pone en falta. Cito del Seminario 5:

Quiero dar una cena, pero como provisiones sólo tengo un poco de salmón ahumado. Quisiera ir de compras pero me acuerdo que es domingo por la tarde y todas las tiendas están cerradas. Pienso en telefonear a algunos proveedores, pero el teléfono está averiado. De manera que he de renunciar al deseo de dar una cena.

Freud a esto va a responder que en verdad se realiza un deseo en el sueño que es el de tener un deseo insatisfecho. A partir de las asociaciones con el sueño, sabemos que la bella carnicera quiere caviar y el marido quiere dárselo. Sin embargo, le pidió que no se lo dé porque sabe cómo mantener el deseo del Otro en vilo, sabe que lo que demanda no es lo mismo que lo que desea.

Es por esta relación al deseo del Otro que Lacan va a ubicar la pregunta que subyace en el sujeto histérico y que está en relación a ¿qué lugar ocupo en el deseo del Otro? Pero ya en el seminario 3, Lacan sostiene que lo que un sujeto histérico se pregunta es del orden del ser, es decir, ¿Qué es ser una mujer?, ¿Soy un hombre o soy una mujer?

En  el Seminario 3 – donde se aborda a la histeria en función de la pregunta que abre sobre lo femenino –, Lacan sostiene que «volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son dos cosas esencialmente diferentes (…) aún más, se pregunta porque no se llega a serlo y, hasta cierto punto, preguntarse es lo contrario de llegar a serlo.»

Lacan señala que en la histeria se responde a la pregunta por lo femenino a partir de la identificación viril: la histérica se identifica con un hombre, al tiempo que cede la posición femenina a alguna otra mujer que encarna para ella el misterio de la feminidad. Esto es algo que lo pueden encontrar desarrollado en el texto Intervención sobre la transferencia de Escritos 1, donde muestra a partir del caso Dora cómo los celos que ella mantenía por la Sra. K encubrían una pregunta acerca de su propia sexualidad. En el sentido que se supone esta señora sabía qué es ser una mujer, sosteniendo el deseo por dos hombres, el padre de Dora y el Sr K.

En el seminario 17, Lacan caracterizará al deseo insatisfecho de la histérica como goce de la privación. Pasamos así del deseo al goce. Sostiene que la histérica goza de estar privada, ¿de qué? Del falo. Dirá Mónica Torres que “[e]s en este punto que Freud se confundió con Dora, con Irma y con Isabel, al mandarlas a gozar del órgano: la histérica goza de que haya Otra que la prive de él”.

Esto se encuentra desarrollado en el capítulo “El Amo Castrado” donde Lacan sostiene que la histérica

[t]iene el mérito de mantener en la institución discursiva la pregunta por lo que constituye la relación sexual, a saber, cómo un sujeto puede sostenerla o, por el contrario, no puede sostenerla. En efecto, la respuesta a la pregunta por saber cómo puede sostenerla es la siguiente – dándole la palabra al Otro y precisamente como lugar del saber reprimido.

La verdad, dirá aquí Lacan, la constituye el saber sexual que se presenta como extraño al sujeto, es decir, lo que para Freud sería lo reprimido.

En este seminario Lacan dará todo su valor al padre con respecto a la histeria, especialmente al padre idealizado. Retoma el caso Dora planteando que su padre es un excombatiente, está en falta, “es evidente que está en las últimas, muy enfermo”. Tiene impotencia sexual. Es el hombre del deseo, está castrado. Entonces se pregunta para qué un tercer hombre, el Sr K. “Su valor reside en el órgano, pero no para que Dora sea feliz con él, si puede decirse así, sino para que otra la prive de él.”

Cuando el Sr. K le dice: mi mujer no representa nada para mí, dirá Lacan que en ese momento se le ofrece el goce del Otro y ella no lo quiere. La Sra. K, por su parte, es la que sabe sostener el deseo por su padre idealizado y, a la vez, privar a Dora. Dora no quiere acceder al hombre del goce, goza siendo privada; o lo que dirá “quiere el saber como medio de goce”. No quiere encontrarse con el hombre del goce, ni acceder al goce del Otro. Hay un rechazo al cuerpo.

Miller, en Introducción al método psicoanalítico, se referirá a los fenómenos corporales de la histeria para marcar la distinción con la psicosis, y dirá que esta “distancia tomada con relación al cuerpo o sentimiento del cuerpo como otro” dificulta muchas veces el diagnóstico diferencial.

Lo importante aquí es que esta cuestión del goce de la privación pasa a ser un antecedente de lo que desarrollará en el Seminario 20 Aún, sobre el goce femenino. Es decir, la histérica ubicada en el lado macho de la tabla, goza de la privación en tanto hay un goce que va más allá del falo.

Si hasta antes de este seminario estábamos aún en la clínica de las preguntas, acerca de qué soy, hombre o mujer, aquí se inaugura la clínica de las respuestas. La histeria pasa a ser un modo más de responder al No hay de la relación sexual.

 

NEUROSIS OBSESIVA

Por Sebastián Ibañez

De la neurosis obsesiva tal como la sitúa Freud en su primera época, en términos estructurales y de mecanismos psíquicos fundantes, dando cuenta de la particularidad de cada estructura, hallamos en la última enseñanza de Lacan un cambio de perspectiva. No basta con la estructura o con los síntomas “típicos”, como los refería Freud, sino que además es necesario poder avanzar a un más allá de la estructura, encontrando la “singularidad” de los modos de gozar de un sujeto llamado obsesivo, histérico, fóbico.

Del obsesivo encontramos como principal elemento de la estructura un sujeto que “padece del pensamiento”. “Pensar de más” es un rasgo de los sujetos obsesivos, convirtiéndose en algunos casos en un síntoma. El sujeto obsesivo sufre de su pensamiento, lo estorban. Lacan define en su escrito Televisión del año 1973 al síntoma obsesivo como siendo del orden de “un pensamiento que estorba el alma”. Un pensamiento que muchas veces inhibe la acción, quedando en una rumiación del mismo pensamiento que reviste características de una imposición. Pero no es una imposición como lo sería en la psicosis, como un real no simbolizado que se impone. En la obsesión ese pensamiento puede ser significantizado: el sujeto obsesivo puede apelar a otro significante para darle sentido y desplegar así la cadena significante. En la psicosis, en cambio, este pensamiento adquiere estatuto de una certeza.

Asimismo, el obsesivo, que al igual que la histérica tiene necesidad de un deseo insatisfecho, a diferencia de esta, resuelve la evanescencia de su deseo produciendo un deseo prohibido. Su deseo se presenta como  siendo imposible, en tanto que siempre hace existir una imposibilidad para realizar lo que desea. Ello consiste  en alejarse de los momentos y situaciones donde su deseo se pone en juego, desplegando una serie de prohibiciones, restricciones. Ejemplo de ello es un sujeto que en sesión dice: me di cuenta que si llegaba con las cuentas para realizar el viaje que tanto anhelaba. Hace años que lo quiero realizar y por una cosa y la otra no lo realizo. Me di cuenta que yo genero las complicaciones, es más lo que uno se hace la cabeza que la realidad”.

El obsesivo no quiere saber nada de su deseo, por lo que se transforma en deseo imposible. Necesita plasmarlo como imposible, ya que en el momento en que el obsesivo accede a su deseo, este se anula, paradojas del deseo. A su vez, no se plantea como la histérica el deseo como deseo del otro, sino más bien lo establece como: o su deseo o el Otro. Mónica Torres en su libro Clínica de las neurosis dirá que “el obsesivo se plantea una especie de opción: o el deseo o el Otro. Cada vez que él dice yo quiero se afirma en un querer que, en general, es contra el otro. Le parece que lo que si él quiere, también lo quiere el Otro, entonces, ya no se trata exactamente de su propio deseo, ya no le es tan propio”. En eso radica la obcecación o el capricho obsesivo, no es ni uno ni el otro. El obsesivo confunde la demanda con el deseo: lo que él supone de la demanda del otro es su interpretación.

Jaques Alain Miller, en su escrito “Síntoma y fantasma”  del libro Conferencias porteñas, dirá que “el  obsesivo a diferencia del sujeto histérico que se ubica como Amo (produce un saber),  se ubica voluntariamente como esclavo”.  En el sentido de lo que tiene que hacer, tiene que hacer esto, aquello, siendo esclavo de sus propios mandatos. Por ejemplo, un sujeto que en sesión, quejándose de su padre, dice: “la gente es muy déspota, quieren que el otro haga todo, ya estoy cansado de cargarme con cosas de los demás, ahora tengo que ir a ver a mi padre, dejar en el colegio a mi sobrino al colegio, tengo que hacer tantas cosas”. Intervengo diciéndole que no hay peor déspota que uno mismo, intervención a partir de lo cual hablara en la próximas sesiones del déspota que lleva dentro. Esclavo de su pensamiento, incluso puede llegar a serlo de una mujer, como un sujeto que en varias sesiones comenta: “no sé qué hacer con esta mujer me hace pensar, no sé qué quiere, me dice una cosa pero yo entiendo otra, me hago preguntas y preguntas, por eso fue que consulto”.

Otro rasgo de estructura en la obsesión es el problema que tiene el obsesivo con el tiempo. En la última enseñanza de Lacan, este problema del tiempo del obsesivo  se traduce en un “gozar de la postergación del goce”. Hay un goce que se puede posponer, que es muy fácil de escuchar por ejemplo cuando dicen “lo voy a pensar”, “mañana lo resolvemos”. Todos estos rasgos de estructura constituyen en sí mismos modos de hacer con lo que hay, constituyéndose en modos defensivos frente con ese agujero en lo real.

 

 

ULTIMO LACAN

Por Gabriela Agostinelli

Hay que tener en cuenta que los desarrollos de Lacan coinciden necesariamente con la  época que se caracteriza justamente por la caída del orden Simbólico, del Nombre del Padre y con cómo va cambiando su concepto de goce.

De la falta al agujero, concepto que plantea Miller en el Real y el sentido, donde además establece la diferencia entre el primer y el último Lacan.  María Esther Novotny planteará que “ser Lacaniano supone atender al concepto de defensa, la orientación es por el agujero real”.

Se podría casi decir represión como lo que está en menos, lo deficitario; o defensa, trabajo de defensa contra lo real.

El lugar en que Freud pone a prueba el concepto de represión es el texto El malestar en la cultura (1929), al hablar de la batalla entre las exigencias instintivas y las restricciones culturales, Eros vs Tánatos, y el amor como un intento de ligar. Lacan ubica la defensa, sosteniendo que la cultura es un dispositivo de defensa frente a lo real y no el sujeto contra sí mismo.

¿Frente a qué nos defendemos? Freud dirá frente a las representaciones intolerables, mientras que Lacan dirá que frente a un real fuera de sentido, forclusivo, es el real del inconsciente.

Lacan en su seminario 20 referirá que el dato primero es lalengua, el lenguaje es un semblante, “es lo que procura saber sobre la función de lalengua”. Se observa así el privilegio del goce por sobre lo simbólico, el pasaje de la dominación del Nombre del Padre por el anudamiento: la clínica de los nudos.

Para Freud, está la falta – castración, en el sentido clínico tratamiento del Nombre del Padre, hay solidaridad entre el padre y el falo. Esta falta supone una falta en el saber, lo que hace al concepto de represión. Miller dirá en Los signos del goce, que “la operación del padre es un no querer saber sobre ese goce que no está satisfecho por la función fálica”. La falta, entonces, implica la ausencia de un lugar, que en ausencia se conserva. Mientras que el agujero es la desaparición de los lugares, hay un agujero en el lugar del Otro, un agujero en el universal. Se podría pensar entonces que primero está el agujero y la castración como un intento de sutura del mismo. 

En el seminario 20 de Lacan, aparece el “no hay”, no hay relación sexual,  es un para todos pero en negativo, falta algo que permite inscribir la proporción adecuada a la relación sexual. Esto hace al ser hablante diferente a la especie, abierto a las variaciones, a la contingencia y a la invención.  Entonces, siguiendo a Mónica Torres podríamos decir que es la clínica de las respuestas, las fórmulas de la sexuación son el modo en que cada cual responde a la pregunta por la elección del sexo, independientemente del sexo biológico, se puede inscribir del lado hombre o mujer.

Miller plantea que este modo de relación inventado, particular y fallido es lo que se va a nombrar síntoma. Aquí vemos como el síntoma no es un conflicto sino que aparece como un funcionamiento. El goce aquí no aparece como mortificante, sino a partir del imperativo “goza tu síntoma”. Se podría decir un modo de gozar más del lado de la vida, más vivificante.

¿Por qué Lacan habla de un real forclusivo? Para Freud la histeria fue el punto privilegiado para fundar su teoría, un saber que llamo reprimido y un amor que llamo transferencia. Para Lacan su punto de privilegio fue la psicosis, allí se encontró con lo forcluido: “hay un rechazo, hay un indomable, un indecible no solo para el psicótico, es lo que llamamos la generalización de la forclusión… todos psicóticos”.

Miller en Los signos del goce, sostiene que todo goce se rige en relación a un agujero, que hay un carácter activo del rechazo al goce, diferente a no querer saber o decir. Entonces, primero estaría lo real y luego aquello que hace el sujeto para defenderse.  María Esther Novotny  sostendrá que  “[p]or el lenguaje el sujeto del significante está muerto. Hay que trabajar más con el sujeto vivo, con el parletre, con el síntoma donde nos encontramos con el goce”. Este goce necesita un soporte vivo, un cuerpo, gozar es cosa de cuerpos que incluye un real fuera de sentido. Entonces, no se trata del saber como memoria subjetiva de Freud y en el primer Lacan, sino de “orientarnos por cuales son los significantes productores de goce hoy en la realidad viva del sujeto”.

Se llama entonces la clínica del funcionamiento, lo que hay, hay goce, hay semblantes que producen efectos en lo real que funcionan, que son efectivos como lo es el Otro como tal. El síntoma aparece aquí entonces como un tratamiento, como una defensa más o menos estable. No partimos de la falta justamente porque hay un rechazo al goce y una defensa más o menos efectiva en esto de localizar al goce. Hasta ahora, entonces, se puede nombrar a la cultura, la existencia del Otro, la castración, el inconsciente, la Metáfora Paterna, como modos de anudamiento de lo real, dispositivos de defensa. A esto le agregamos que neurosis, psicosis y perversión también lo son. 

¿Esto significa que hay que dejar la estructura de lado?  Novotny dirá que poner distancia a la estructura no es desestimarla, sino advertir la posibilidad de otra cosa, que es el goce. Existe la estructura pensada desde la Metáfora Paterna, pero también la estructura del Nudo. Lacan en el Seminario 23 planteará que “es mi nueva metáfora, es decir, el nudo es una metáfora, algo tiene que abrochar arriba, abajo, algo tiene que estabilizarse, la metáfora es una modalidad”.

Entonces, es factible pensar la estructura como defensa, pero una defensa que nos orienta para saber qué consecuencias tiene este consentimiento que da el sujeto a que el Otro exista. Mónica Torres indica que hay que vascular entre esto de la estructura que tiene su valor, porque refiere a la invención del Otro, y ubicar el uno por uno, el modo de gozar del sujeto, su singularidad

El valor que le da Miller en Introducción al método psicoanalítico a las estructuras es situado en torno a la importancia en las entrevistas preliminares de que el analista pueda responder de que estructura se trata.

Puede ubicarse como indicación en esta última enseñanza el acto de perturbar la defensa, no sin tener en cuenta estas estructuras.

Ahora, frente a esto de la clínica del funcionamiento, surge el interrogante entonces de por qué alguien consulta.  Creemos que la respuesta es lo económico desde Freud a Lacan, ese plus que escapa y, en este último Lacan, se podría decir, ese real que irrumpe y que hace padecer al sujeto.

 

*Integrantes del CID Santiago del Estero.

Clase Dictada en el Colegio de Psicólogos de Santiago del Estero.

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La “elección” del sexo y las coordenadas de la sexualidad en el siglo 21 – Sebastián Ibañez

La “elección” del sexo y las coordenadas de la sexualidad en el siglo 21 Sebastián Ibañez*

El descubrimiento Freudiano no radicó esencialmente en el descubrimiento de la sexualidad humana sino más bien en su carácter indomeñable, ineliminable  para el yo. Sexualidad que no es del orden de una programación biológica ni instintiva, en tanto que el instinto está regido por un saber a priori por ejemplo el animal sabe cuándo aparearse, sabe cómo regular su organismo etc. En cambio la sexualidad humana se encuentra habitada por el mundo de las pulsiones que es de otro orden.  Freud definirá a la pulsión en su escrito Pulsiones y destinos de pulsión (1914)  como (…) un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma (…)  pulsiones que signaran la sexualidad humana como un terreno paradojal e imprevisible,  y por lo tanto del orden de lo indomesticable, en este mismo escrito Freud dirá respecto de la pulsión (…)  La pulsión en cambio, no actúa como fuerza de choque momentánea, sino siempre como una fuerza constante (…). Podríamos agregar una fuerza que no tiene ni alza ni baja,  ni son ni ton.

También establecerá que dicha pulsión es acéfala, asexuada, no tiene sexo, lo que hará que cada ser que habla tenga que “elegir” su sexo,  en tanto este no está “dado de antemano”. Elección que no es consciente, sino que es  del orden de lo inconsciente, Elecciones que marcaran e imprimen modos de goce distinto.

Jacques Lacan psicoanalista francés, a través de las llamadas “formulas de la sexuación”, planteadas en su seminario 20 “Aun” indica que, cualquiera sea su sexo (…) Todo ser que habla se inscribe en uno u otro lado (…). Del lado masculino tenemos un goce marcado por una lógica fálica y por una forma fetiche de amor, en cambio  del lado femenino tenemos por un lado el No –todo, es decir, que no todo en la mujer está regida por una satisfacción fálica, sino que hay una parte de ella que escapa a esta satisfacción, que es del orden de lo ilimitado, de lo que no se contabiliza, y su forma de amar adquiere la forma erotómana. Por lo tanto como vemos, no es lo mismo una posición de goce femenino que una posición de goce masculino, modalidades distintas que anudan en cada ser parlante el amor, el deseo y la  pulsión de un modo peculiar. Todo ello, independientemente del órgano genital, en tanto que la sexualidad excede lo genital, va más allá de él. No obstante tenemos un cuerpo, hay órganos genitales que imprimen satisfacciones distintas, Sigmund Freud dirá en su escrito “Sobre una degradación general de la vida erótica” (1912) (…) la anatomía  es el destino (…)

En el marco de esta perspectiva, la sexualidad transciende al género. La denominada “identidad de género”, plantea un identidad sexual como algo inherente a una suerte de “esencia humana”, fundamentalmente en relación a como uno ser percibe , que imagen capta de ello, como  se nombra y /o nomina, el psicoanálisis en cambio nos enseña que para el ser que habla no hay identidad, en el sentido de “uno mismo” de un “yo soy”, ya que el yo siempre está marcado por una profunda alteridad, es siempre un “yo-Otro” en tanto que,  en la constitución más temprana del niño, para que su yo se constituya, es necesario y fundamental que esta imagen del yo sea antes que nada una imagen que venga del Otro.

 En tal sentido allí donde se espera una identidad siempre habrá un vacío, y como tal el ser humano necesita identificarse a algo de afuera de sí mismo, es decir, que este vacío estructural hará que el ser que habla tenga que resolverse en algo que venga de afuera.

El psicoanálisis nos advierte que toda identidad es fallida, en tanto que desconoce de la alteridad y de la imposibilidad que la habita.  Vemos como en la actualidad los distintos modos de nombrar la sexualidad, de la mano del derecho y de la llamada identidad de género promulgada por éste,  han hecho existir una serie de nominaciones tales como: trans, neutro, queer, asexuado etc. Nominaciones que implican modos de gozar tomados en su singularidad y que ya no refieren a la norma fálica que estipula el nombre del padre, es decir, que no podemos pensar la sexualidad sin las coordenadas simbólicas de la época actual y sus consecuencias en la misma.

 La tradición como un modo de goce ya no opera, ya no está la tradición para poner límite a lo sintomático de cada uno, en tal sentido si el Otro de la tradición que regulaba los goces individuales ya no es lo que era, ya no opera, tomando las palabras  de Jacques Alain- Miller psicoanalista francés el “Otro que no existe”, signo de esta época, entonces será  lo de “uno mismo” lo que hará de síntoma para velar  la propia realidad psíquica de cada sujeto.

 En la época actual impera cada sujeto con su goce identificados a estos grupos. Podríamos pensar que son respuestas  a la imposibilidad de identificare con el sexo, de poder entablar ahí una adecuación, sin embargo un sujeto puede identificarse con una mujer pero su goce  puede seguir siendo masculino o viceversa. El psicoanálisis nos enseña la disyunción que hay entre la imagen y el goce, entre  lo que se dice y lo que es, entre la palabra y las cosas.

En tal sentido hay un empuje a  la singularidad que el derecho promueve “se puede gozar como quiera, cada uno a su manera”, sin embargo estamos advertidos que el querer de un ser humano no se corresponde con lo que desea, en ese punto la sexualidad humana se encuentra signada por una profunda inadecuación, por lo tanto habría una disyunción entre el deseo y el derecho.

 La pregunta que nos hacemos seria ¿Qué sucede  cuando el deseo se vuelve derecho? El deseo refiere a lo más singular de cada sujeto, es lo más individual de cada quien, el derecho en cambio es homogeneizante, dictando un “para todos por igual”. La paradoja que habita  las llamadas elecciones de género es que se tiene derecho a “ser individual” pero para caer automáticamente en una clase: queer, trans, neutro etc., un doble movimiento que nombra lo individual para rápidamente borrarlo. En tal sentido vale aclarar que este empuje a la singularidad de la época no es la misma “singularidad” que persigue el psicoanálisis, en tanto que la “singularidad analítica” por llamarla de algún modo, tiene que ver con el modo de gozar  más individual de un sujeto, lo que no se compara con ningún otro, ese  que no hace clase con otro.

Tal vez el psicoanálisis nos enseñe, en un dialogo con otros discursos, dos aspectos: por un lado que estas nominaciones constituyen “soluciones” o “salidas”, “semblantes”, “modos de hacer”  con el agujero que habita todo ser humano, el de la imposible relación sexual, de la imposible inadecuación con su sexo. Por otro, encontrar una solución a sabiendas de que no hay solución posible, solo hay modos de hacer, frente a un incurable propio de la realidad humana.

Bibliografía

  • Sigmund Freud Volumen XIV .Trabajo sobre metapsicologia y otras obras Pulsiones y destinos de pulsión. Editorial Amorrortu .Pag114
  • Sigmund Freud Obras completas 2. Sobre una degradación general de la vida erótica. Editorial El ateneo. Pag. 1716
  • Jacques Lacan Seminario XX Aun Una carta de Almor. Editorial Paidos. Pag. 96
 
 
*Trabajo inspirado en las XIV Jornadas regionales de los CID.

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2do Congreso Regional de Psiquiatría y Salud Mental – Ibañez Sebastián

2do Congreso Regional de Psiquiatría y Salud Mental - Ibañez Sebastián*

El  cuerpo de la salud mental

Con este concepto intento hacer referencia a la salud mental como un cuerpo, un “corpus teórico”, compuestos por múltiples y variadas perspectivas, cuya característica principal es estar atravesado por distintas practicas tanto teóricas como clínicas a la hora de abordar lo que llamamos salud mental. Un campo por cierto poli semántico, que no acaba en un sentido único sino que abre a la variedad de sentidos posibles, en el cual conviven y coexisten distintos paradigmas.

El cuerpo como sabemos está compuesto por múltiples y variados órganos y miembros que se relacionan y articulan entre sí. Pero para que sea posible dicha relación es de suma importancia  un sujeto que lo habite. Sin ese sujeto que habite el cuerpo, el mismo sería un mero aglomerado de partes fragmentadas y disociadas una de la otra. Sujeto que por el solo hecho de  portar ese cuerpo es  parlante, efecto y afectado por el lenguaje, pero que no es solo hablante sino también hablado, deseado, nombrado por otros. La existencia humana es inseparable de la presencia de ese otro que nos  significa antes de nuestra llegada biológica al mundo. Ex-sistimos antes de existir, en el deseo de los otros.

 Cuando nacemos lo que tenemos es un organismo, pero para que se convierta en un cuerpo son necesarias ciertas operaciones subjetivas. El estadio del espejo es una ellas, operación constitutiva fundamental en todo ser humano, que se caracteriza por que el niño jubiloso reconoce su imagen en la imagen y la mirada del Otro, en ese Otro materno primordial cuando lo levanta, lo mira, lo acaricia se ríe etc., posibilitándole al niño apropiarse de su propia imagen y de su cuerpo, en tanto adquiere forma de cuerpo humano, brindándole una unidad al cuerpo, ya que el bebé humano es un manojo de pulsiones desestructuradas sin unidad, en donde se supone una vivencia de fragmentación corporal inherente a todo lactante, de modo tal que este estadio es importante para la constitución del psiquismo.

Si hiciéramos una analogía con el cuerpo de la salud mental diríamos que también es de suma importancia un ordenador que de sentido y unidad a las distintas visiones, concepciones, paradigmas, más allá de las diferencias que habitan el campo de la salud mental. Encuentros como este II Congreso de Psiquiatría y Salud Mental, Integración de visiones,  nos permiten ir en ese camino.

Como profesionales de la salud mental nos encontramos en nuestra práctica clínica  tanto individual como institucional con la presencia de cuerpos mutilados, autolesionados, agitados, tomados por sustancias, en ocasiones aquietados por estas, cuerpos con sobrepeso o en su vertiente anoréxica, cuerpos incontrolables, con intervenciones quirúrgicas  de modos compulsivos como si el cuerpo solo ordenara,  afectados por fenómenos psicosomáticos, asistimos a numerosas consultas por gastritis, reacciones  en la piel, fibromialgias que “aparecen” y “desaparecen” sin que el sujeto se percate de ello.

Pero ¿con que estatuto del cuerpo nos encontramos cuando hablamos de esto? Podemos corroborar en nuestro trabajo clínico personas que vienen  a consultarnos por la presencia de cuerpos padecientes, doloridos, sintomáticos, con irrupciones que se expresan en una variedad de enfermedades, pero que el rasgo más común es que los mismos no logran asociar o relacionar  dichas enfermedades  con nada de lo que les sucede en su vida, en su acontecer psíquico, en su historia singular, dejándolos sin palabras , sin posibilidad de subjetivar el mismo y al  asecho de un cuerpo que padece en  silencio, tornándose el mismo en algo enigmático y padeciente.

Pero ¿qué sucede si abordáramos estos fenómenos en el cuerpo únicamente como fenómenos de un cuerpo biológico­? ¿o si hiciésemos una lectura de los mismos solamente como determinado por procesos neurobiológicos ?¿y el otro cuerpo?

El psicoanálisis nos enseña que hay la diferencia entre el cuerpo y el organismo. El cuerpo no es algo dado, no va de suyo, sino más bien implica una construcción constante desde nuestra llegada al mundo. Y ¿qué es lo dado?, diría simple y sencillamente que es el organismo y sus necesidades biológicas  tales como el dormir, el respirar, el comer, el defecar etc., ¿Pero qué sucede cuando no es la comida lo que satisface al organismo? o ¿cuándo no hay el hambre sino la devoración?, o más aun ¿cuándo la devoración no sólo se encuentra  en relación a la alimentación sino en otros aspectos de la vida de un sujeto tales como sus vínculos interpersonales, en su familia, pareja etc.?

El cuerpo del que se ocupa el psicoanálisis es un cuerpo marcado por satisfacciones inconscientes, que escapan al saber médico, y que en ocasiones lo ponen en jaque. Satisfacciones que tienen la paradoja de hacer sufrir ahí donde se goza y que le imprimen su marca singular. Poner a hablar a ese cuerpo  en su singularidad será la apuesta del psicoanálisis, para que el sujeto se percate de que en su sufrimiento, más allá de los etiquetamientos y de los rótulos,  habita una satisfacción que le compete al sujeto, posibilitando de este modo la responsabilidad subjetiva necesaria  y de vital importancia  para el trabajo terapéutico.

En tal sentido el aporte del psicoanálisis al campo de la salud mental será el de poder orientar en la escucha  de ese “otro cuerpo” presente en quienes nos consultan, y por otro, y en una labor más institucional  hacer resonar que  ante el “para todos” de la medida universal que promueve el discurso de la ciencia, desde el psicoanálisis respondemos desde el uno por uno, haciendo emerger en cada caso la dimensión subjetiva.

Bibliografía

 

*Lic. en Psicología. Especialista en salud social y comunitaria. Miembro del CID Sgo del Estero. Coordinador del grupo de investigación «Psicoanálisis y Cuerpo».

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2do Congreso Regional de Psiquiatría y Salud Mental – Romera Sabrina y Agostinelli Gabriela

2do Congreso Regional de Psiquiatría y Salud Mental - Romera Sabrina y Agostinelli Gabriela

¿Cuáles son las coordenadas de nuestra época y cómo influyen en la producción de subjetividades? ¿Por qué decimos que el sujeto toxicómano es quien mejor representa la época?

  1. Freud escribe un texto en el año 1929 titulado El malestar en la cultura, para dar cuenta de que el malestar es inherente a la existencia humana. Este malestar que se encuentra en cada cultura, en cada sociedad, dirá que es estructural e ineliminable. Ensaya entonces diferentes recursos que las culturas han ido inventando para hacer con él, y nombra: el amor, la religión, el arte, incluso el consumo de narcóticos, pero nos advierte al final que no hay un modo mejor o único de hacerlo, sino que cada sujeto deberá encontrar su solución.

En la época freudiana el malestar social, el sufrimiento, se encontraba vinculado a las renuncias que la vida en sociedad exigía. Época en que la familia, las prohibiciones y el amo funcionaban como ordenadores. Como reverso, en la actualidad nos encontramos con un imperativo: un empuje a gozar cada vez más, sin límites.

Aquí es importante aclarar de qué hablamos cuando decimos goce en psicoanálisis, ya que no se refiere al uso habitual que solemos hacer de él. Esto tiene que ver con algo que descubre Freud, y es que el sujeto no siempre busca su bien. Más bien, nos dice, del sufrimiento se puede obtener una satisfacción, que no es lo mismo que el placer. Esta idea de cierta satisfacción en el sufrimiento, es lo que Lacan denominará goce.

Entonces decíamos que en la actualidad, y agregamos, como un efecto del discurso capitalista, nos encontramos con un sin freno, un imperativo a gozar que resulta mortificante. Se trata entonces de tener cada vez más, de consumir más, de ser más feliz, de rendir más y mejor… El discurso capitalista produce lo que Lacan denominó “la caída del Nombre del Padre”, es decir, de ese punto de amarre que ordena y organiza un discurso. Implica la caída de los grandes relatos, de aquellos ideales que antes orientaban los modos de vivir. Se trataría de una crisis con respecto a la autoridad simbólica y a su credibilidad.

Estamos en la época hipermoderna; el prefijo hiper da cuenta ya de este exceso donde en principio, y cabría preguntarse si es así, pareciera no haber frenos ni cortes.

El modo de hacer con el malestar propuesto en esta época, es por la vía del objeto de consumo, un modelo de vida igual para todos, con la promesa de que así se lograría alcanzar la tan anhelada felicidad. Estos objetos tienen la característica de proveer una satisfacción fugaz que reanima de inmediato la insatisfacción, es un círculo. Entonces, quien no alcanza este ideal, no pone en cuestión este modelo sino que se cuestiona a sí mismo: no se esmera lo suficiente, debe esforzarse más, aparece la exigencia. Aunque este ideal sea imposible de alcanzar, comanda las subjetividades y como consecuencia encontramos su contracara: la depresión, el cansancio, el consumo de psicofármacos, ciertas patologías del acto como anorexia, bulimia, obesidad, ataques de pánico, entre otras. Pocas veces nos percatamos que en este circuito el sujeto ha devenido un objeto más del mercado, o como dirá J. A. Miller en “consumidores consumidos”.

Ahora bien, con este panorama ¿Cómo traducir esta problemática del consumo a nuestra práctica profesional? ¿Cuáles son los paradigmas y leyes vigentes en relación a las adicciones? Nos encontramos en la actualidad con un debate que gira en torno a dos grandes ideas: el de la “tolerancia cero” y el de “reducción de daños”.

El paradigma de la tolerancia cero tiene como objetivo la abstinencia total del sujeto, donde el acento está puesto en el objeto droga, desconociendo los efectos que tal prohibición puedan tener para cada sujeto en particular. Estamos ya advertidos de que esta vertiente prohibitiva en muchos casos empuja al sujeto a un consumo aún más feroz. Se habla entonces de “guerra contra las drogas” como si el problema, el mal, estuviera en el objeto.

Por su parte, el paradigma de reducción de daños es solidaria con la Ley de Salud Mental y Adicciones 26.657, que especifica en el artículo 4 que “Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de la salud mental (…)”. Vemos en este punto, que se produce un pasaje que permite desligar al sujeto consumidor del estereotipo del delincuente.

Podría decirse que este paradigma se encuentra más próximo a la lectura que desde el psicoanálisis podemos hacer. Se habla aquí de “uso” problemático, de reducción de daños, lo cual ya nos da la pauta que implica un trabajo de escucha, para precisar cuál es el daño en cada quien, en cada uso de sustancias, en cada cultura.

Pero entonces ¿qué es lo que el psicoanálisis en su especificidad puede aportar al tratamiento de las toxicomanías?

Vamos a empezar a adentrarnos en las coordenadas de la posición del psicoanálisis en la clínica con esta problemática.  La palabra Pharmakon, de la que deriva fármaco, que viene de la cultura grecorromana, en su etimología encontramos  un doble sentido: de remedio y de veneno, una cara tóxica o benéfica. Debatían en ese entonces, aquí  en relación al vino, si el problema estaba del lado del sujeto o del lado de la sustancia. Debate aún actual. Con relación a esto diremos que la posición del psicoanálisis es que la problemática está del lado del sujeto.

Lo primero que habría que ubicar es que, hablamos de fenómeno toxicómano, éste no es una categoría clínica, sino que es transclínico, esto quiere decir que puede presentarse en lo que conocemos como estructuras psíquicas a saber: neurosis, psicosis y perversión, cumpliendo una función diferencial en cada una de ellas.

Desde el psicoanálisis utilizamos la palabra toxicomanía, es una palabra que al descomponerla ya nos da un indicio de lo que se pone en juego: por un lado la manía que hace referencia a un sin freno, un exceso, un no poder parar, y por el otro el tóxico. ¿Qué es lo tóxico? Se habló de goce, hay algo tóxico ahí por no ser un bien para el sujeto. Pero ¿es eso suficiente para hablar de toxicomanía?

Esto nos lleva a ubicar un concepto, que no tiene solo importancia epistémica sino clínica, el de la función del tóxico, que se refiere a la relación particular de un sujeto con el objeto droga. Y podemos agregar, sus efectos en la economía psíquica. Hacemos una aclaración, es relevante el objeto droga, las cantidades, la frecuencia, de hecho Freud hablaba en malestar en la cultura como característica del uso de narcóticos, que estos tenían la capacidad de influir en el quimisimo, esto significa que no se pueden negar los efectos del objeto droga, de algo externo que produce sensaciones en el cuerpo del sujeto. Si bien esto está, pero no es desde ahí desde donde trabajamos.

No todo aquel sujeto que consume sustancias es un sujeto toxicómano, retomando función y economía psíquica vamos a hacer una diferencia. Un consumidor: es un sujeto que usa el objeto droga, para paliar el malestar, para aliviar el sufrimiento, para estar a la altura de la época y rendir más o ser feliz, como un recurso entre otros. Este consumo no rompe lazos, de hecho a veces los favorece, el acto del consumo es dentro del campo del Otro. Regulado, acotado con medida. Si pensamos en el pharmakon sería en su vertiente de remedio, como una muleta. Ahora bien, cuando esta muleta que antes se podía manejar, se vuelve siniestra, camina sola, es inmanejable, aquí podríamos decir, se produce un desencadenamiento a la toxicomanía, quedando por fuera del campo del Otro simbólico, también del otro, del par (familia, pareja, amigos), su trabajo, su estudio etc.  Dejando afuera hasta el sujeto como sujeto mismo, en el sentido de que nada falta, se produce un rechazo al inconsciente, lo único que parece importarle es su pasión por el objeto droga. En esta pasión podemos ubicar el aspecto económico, el sin freno, sin límite y el cada vez más, quedando el sujeto reducido al acto de intoxicación, del cual se obtiene una certeza de goce, es decir, el saber sobre el objeto droga y sus efectos en el cuerpo: “Yo tomo esto y me produce esto”. Acto silencioso, sin dudas, sin preguntas, sin palabras, porque hablar ya significa restituir algo de lo simbólico que este sujeto rechaza.  Acto que no puede parar de hacer.

Lo visible entonces en la toxicomanía es este cuerpo, ubicado en un lugar central en el acto de intoxicación, que se muestra agitado, transportado, marcado, caído. Es un cuerpo que sigue el camino de la pulsión de muerte.

Con este panorama ¿Cómo llegan a consulta? Una de las modalidades puede ser por sobredosis. Cuando llegan a las instituciones, éstas funcionan como límite. Al decir de Silvia Botto, “Las intervenciones van en el sentido de instalar un No desde lo real, en las intervenciones en el cuerpo, impidiendo lesiones, intoxicaciones”. Agregaré evitando la muerte. Este tratamiento es preliminar y se resalta la importancia del abordaje entre varios, en equipo, para asistir en esta urgencia.

Otra manera en que llegan a la consulta es por sus padres, parejas, amigos, personas significativas, ahí sí encontramos la preocupación, la pregunta en el no saber qué hacer. Esto deja claro cómo esta problemática afecta al entorno del sujeto, también necesitan contención, implica un abordaje también con ellos, por supuesto.

¿Pero cómo se hace con este sujeto toxicómano? Lo primero que queremos ubicar es el caso por caso, porque no hay reglas para todos igual. Sí podemos decir, que lo primero es hacer existir un Otro, encarnado por el practicante analista, desde un lugar que no implique el saber absoluto. Un Otro incompleto, reverso a la posición de certeza de goce que el sujeto toxicómano obtiene en su acto. Cuando nos ubicamos ahí, es posible que permitamos que advenga un sujeto, orientándolo a que hable de otra cosa que no sea del objeto droga, tan certero para él, porque lo que no sabe es por qué lleva adelante este acto. Se trata de restituir la palabra, para que aparezca este sujeto cuya problemática es anterior al objeto droga con el cual busca taponarla. Una dirección posible en la neurosis, sería ir en contra de la identificación “soy drogadicto”, que provocaría como consecuencia, que el sujeto culpe a los otros. Una vez destituida esta ficción, se trata de que la responsabilidad recaiga en el sujeto.

 En definitiva, ir más allá de la droga, para descubrir las coordenadas de los verdaderos conflictos que atraviesan su subjetividad, a partir de lo cual podría encontrar modos de satisfacción más vivificantes.

BIBLIOGRAFÍA

Freud, Sigmund. (1929) El malestar en la cultura en Obras completas, tomo XXIII, Amorrortu

Freud, Sigmund (1920) Más allá del principio de placer en Obras completas, tomo XVIII, Amorrortu

Lacan, Jacques (1938) La familia, Ed. Argonauta.

Lacan, Jacques (1972) Conferencia de Milan, inédito.

Ley Nacional de Salud Mental  y Adicciones N° 26.657 (2011)

Andreani, Natalia (2014) Apostillas TyA Córdoba: Efectos tóxicos de la tolerancia cero, Publicación del CIEC.

Miller, Jacques Alain (1993) Para una investigación sobre el goce autoerótico en Sujeto, goce y Modernidad, Ed. AtuelTyA.

Naparstek, Fabián (2005) Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo I, Ed. Grama.

Botto, Silvia (2003)El psicoanálisis en las instituciones. Un tratamiento de las Toxicomanías en El psicoanálisis aplicado a las toxicomanías, Ed. TyA Buenos Aires.

AUTORAS

AGOSTINELLI, GABRIELA: Lic. en Psicología. Integrante del CID-SGO DEL ESTERO. Docente en Licenciatura en Psicología de UCSE. Coordinadora del grupo de investigación «Las toxicomanías» perteneciente al CID -SGO. DEL ESTERO.

ROMERA, SABRINA: Lic. en Psicología. Integrante del CID-SGO DEL ESTERO. Integrante del grupo de investigación «Las toxicomanías» del CID-SGO. DEL ESTERO. Psicóloga en Dirección de género perteneciente a la Secretaría de DDHH de la provincia.

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2do Congreso Regional de Psiquiatría y Salud Mental – Ruiz Francisco Esteban

2do Congreso Regional de Psiquiatría y Salud Mental – Ruiz Francisco Esteban*

Antes que nada, agradecemos la amable invitación de A.P.S.A. a través del Presidente de este congreso, Dr. Gastón Noriega. Nuestro instituto funciona en Santiago del Estero hace más de 15 años, dedicado a la investigación y docencia en psicoanálisis.

Qué puede aportar el psicoanálisis a este congreso. Un congreso donde se aborda la cuestión de la salud mental y la integración de visiones. Desde ya que el dialogo entre diferentes enfoques nos parece muy fructífero, celebramos estos encuentros porque quiere decir que hay una disposición a escuchar al otro, que tal vez no tienen todos la misma orientación, pero justamente ahí reside la riqueza y la posibilidad de poder trabajar interdisciplinariamente, si tolero que mi campo disciplinar tiene sus límites. Si acepto que mi disciplina tiene sus límites, puedo aceptar y solicitar el trabajo del otro.

Queremos comentarles un poco qué es el psicoanálisis, qué es a lo que nos dedicamos. Y para ser didácticos diremos que el psicoanálisis tiene tres dimensiones: clínica, es decir, un dispositivo; epistémica, como conjunto de saberes; y política, esto es, un conjunto de intervenciones en el campo social.

Empecemos por lo primero. Un dispositivo. Un dispositivo es algo construido, pensado. Nuestro dispositivo es un dispositivo clínico donde hay un sujeto que habla y otro que escucha. Esto que parece simple o básico, se ha mantenido por más de cien años. Un dispositivo que permite, nada más y nada menos, que el sufrimiento se detenga. No es algo menor. No es un ideal de este dispositivo que una persona sea exitosa, o bien que sea competente, o más inteligente, o que aprenda correctamente. Lo que Sigmund Freud crea, inventa, es un dispositivo que tiene una sola regla. Hablar. Y lo inventa porque se produce un hallazgo allá por 1880, primero con su colaborador Breuer. El hallazgo es que había pacientes que, al relatar ciertos sucesos de su vida, estas pacientes se aliviaban y sus síntomas desaparecerían. Freud no hace esto por una convicción o un prejuicio, sino que lo constata luego de una extensísima casuística. Por supuesto esto no es todo, sino que también está la cuestión de que los sucesos que relataban sus pacientes eran sucesos no accesibles a la conciencia, el médico escuchaba e interpretaba los síntomas. Entonces en principio el psicoanálisis es una práctica de la palabra. Practicamos la escucha de un paciente que relata su padecer y que nunca lo comparamos con otro paciente, cada tratamiento es único, cada sesión es única. Un tratamiento caso por caso. No buscamos promedios ni generalizaciones, sino al contrario, lo particular de cada caso.

Pasemos al segundo punto, un conjunto de saberes. ¿Es el psicoanálisis un saber científico? ¿El psicoanálisis dice algo verdadero? Esto constituye todo un campo de discusión en el ámbito científico, pero podríamos decir desde el psicoanálisis, que Freud inventa el psicoanálisis por la imposibilidad de la ciencia de su época de ofrecer respuestas al problema de la histeria. No le eran suficientes las respuestas sobre la concepciones hereditarias ni congénitas sobre los síntomas histéricos. Freud era neurólogo, alumno de Charcot, traductor de sus obras, pero se desprende del campo biológico. Freud constata evidencias que no pertenecían al campo biológico. El inconsciente no tiene localización cerebral. El inconsciente, según nuestra orientación que es la de Jacques Lacan, psicoanalista francés, continuador de la obra de Freud, tiene localización en el lenguaje y en la palabra. Para el psicoanálisis la vida subjetiva no se reduce a estructuras cerebrales, aunque por supuesto no hay subjetividad sin un cerebro. Y por supuesto hay consecuencias en la subjetividad a partir de modificaciones cerebrales. Pero no está ahí nuestra práctica. Y observamos en relación a este tema una fuerte tendencia a la biologización de la vida humana. No negamos los avances de la química y de la genética en el siglo XXI, pero sí afirmamos que el inconsciente es un saber, efecto de la palabra. Y así como no hay localización cerebral tampoco hay medida sobre el sufrimiento. Cuál es la regla para medir la angustia de un sujeto.

Por último, el psicoanálisis en el campo social, podríamos decir en la época contemporánea. El psicoanálisis no queda confinado solo al dispositivo analítico, la prueba es que estamos hoy hablando en esta mesa. Como psicoanalistas tenemos el deber de participar en el debate público. En el argumento de este congreso se menciona un punto que atañe al psicoanálisis de manera central, la influencia de la vida política en la salud mental. Es interesante este punto porque ya se deja entrever que el campo social tiene efectos sobre los sujetos, y hoy en día el efecto es de angustia. El siglo XXI nos encuentra con cierto desarreglo simbólico difícil de abordar, proliferación de excesos nunca antes vistos, la subjetividad actual no encuentra límites precisos para regularse. Estados de angustia que el sujeto no puede explicar. Él psicoanálisis lleva a la comunidad la constatación de que cuando el sujeto se encuentra con su palabra, perdida o ausente hoy en día por la alianza entre capitalismo y ciencia, se producen efectos terapéuticos que permiten al sujeto vivir un poco mejor. Muchas gracias.

*LIC. EN PSICOLOGIA. RESPONSABLE DEL CID SANTIAGO DEL ESTERO (CENTRO DE INVESTIGACION Y DOCENCIA PERTENECIENTE AL INSTITUTO OSCAR MASOTTA 2) ESPECIALISTA EN SALUD SOCIAL Y COMUNITARIA

2do Congreso Regional de Psiquiatría y Salud Mental – “FORUM” Santiago del Estero, 17 y 18 de agosto de 2018.

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Clase n°1: “LA METÁFORA PATERNA Y LOS NOMBRES DEL PADRE”. Docente: Susana Amado

Clase n°1: “LA METÁFORA PATERNA Y LOS NOMBRES DEL PADRE”. Docente: Susana Amado

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Presentación a cargo de Gabriela Maidana:

Iniciamos el Seminario Teórico Clínico de este año, que titulamos “El tratamiento de los Síntomas hoy – Estructuras Clínicas y Psicosis Ordinarias”.

El programa del mismo tiene como horizonte el argumento de presentación del  XI Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), que se llevará a cabo en Barcelona el año próximo, con el título “Las psicosis ordinarias y las otras bajo transferencia”, del que destacamos lo que J.A. Miller resalta: “Si la ultima enseñanza de Lacan no anula la anterior, después del congreso de Río, es el momento de volver a la clínica estructural para encontrar en ella la solidez clínica con la que nos orientamos, la clínica que nos concierne no es sin ella, sólo germina bajo transferencia”.

El seminario, que se lleva a cabo año tras año, tiene como marco la investigación y docencia del psicoanálisis, motivo de la creación del Instituto Oscar Masotta (IOM) en el año 2000, y de sus Centros de Investigación y Docencia (CID) que están en funcionamiento en todo el país.El IOM2 se hace cargo de la política de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y cuenta con los auspicios del Instituto del Campo Freudiano con sede en Paris y el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de Paris VIII.

En nuestra ciudad se funda en el año 2002, primero como delegación del IOM y dos años más tarde nos constituimos como CID, además del Seminario Clínico Anual, se constituyeron diferentes modalidades, taller preparatorio para cada clase de nuestro seminario, grupos de investigación y lectura, seminarios introductorios,  donde son tratados los conceptos fundamentales del psicoanálisis en los distintos momentos de la enseñanza de Lacan. Se llevan a cabo también conferencias públicas, mesas de conversación con otros discursos abordando diferentes problemáticas que generan interés en la comunidad.

Comenzamos hoy con la primera clase de nuestro seminario, y tenemos el gusto de contar con la presencia de nuestra directora Susana Amado, quien es miembro de la AMP y miembro de la EOL (Bs. As.). Con ella trabajaremos “La metáfora paterna y los nombres del padre”.

 

Susana Amado

Buen día a todos, es un placer inaugurar el seminario este año, con un tema que Miller planteo  en el Congreso de Río de Janeiro, trabajar sobre las psicosis ordinarias bajo transferencia. Es un tema que en sí encierra ciertas dificultades porque no es un concepto, sino algo que tiene que ver con un proyecto de investigación, es decir, indagar, preguntarnos qué es la psicosis ordinaria, qué se presenta como manifestaciones hoy en nuestra clínica de arreglos y desarreglos con el goce. Se manifiesta a través de casos que no parecen entrar ni en una ni en otra de las categorías binarias. Tienen que ver con psicosis que aún no han desencadenado, pero como su nombre lo indica, se trata de psicosis y como se trata de psicosis hay que saber qué quiere decir eso, cómo diagnosticar, que es algo fundamental para investigar este campo. De hecho,  nosotros ya trabajamos, una vez que Miller trabajó las conversaciones en Paris, desde el año 1993 hasta 1998 el tema de psicosis ordinaria. Algo que llamábamos los “Inclasificables de la Clínica psicoanalítica”. Una categoría que Miller –a diferencia de de la categoría de bordeline utilizada por la IPA comenzó a iluminar con el término psicosis ordinaria. Sabemos que Psicosis ordinaria no es una categoría clínica, sino un aparato epistémico suplementario.

En esta línea,  es que nos proponemos investigar este campo conceptual, interrogarlo  porque permiten abrir y ampliar el campo de soluciones posibles para el agujero forclusivo.  como se trata de un proyecto de investigación tenemos que en principio saber qué es para nosotros una estructura, qué es para nosotros un diagnóstico, en el psicoanálisis. Habrán leído un trabajo de Miller que se llama precisamente “El ruiseñor de Lacan”, que es un trabajo sobre el arte del diagnóstico. Está en Caldero, también en Google lo pueden encontrar. El diagnóstico sirve para saber, de qué se trata la relación de un sujeto con el goce, su síntoma, aquello que falla; qué es lo que nos encontramos en la clínica cuando nos encontramos con un paciente que se presenta diciendo algo falla, algo no anda, y ese algo falla, ese algo no anda, es singular, nosotros debemos considerar que no tenemos ninguna teoría previa a la entrada de ese sujeto, cuál es su estructura, de qué se trata, cuál es su modo de gozar, cuál es su singularidad, cómo habita este ser el mundo.

Para eso es necesario partir de la estructura, entonces, para entender de qué hablamos cuando hablamos de psicosis ordinaria, vamos a  trabajar los primeros  l textos de Lacan, en los cuales habla de las psicosis, es decir, el concepto de la clínica estructural, el concepto de metáfora paterna. Vamos primero a  entender qué es la estructura.

Sabemos que la estructura está formada por un conjunto de significantes, de elementos que se articulan de alguna manera con dos articuladores, uno que tiene más que ver con los movimientos de la metáfora y la metonimia, que en Freud eran el desplazamiento y la condensación .La metáfora que tiene que ver con el desplazamiento, que son los movimientos estructurales y la fijeza o metonimia.

Ahora, qué pasa en una estructura con estos dos movimientos que se deslizan. Advierte Lacan “hay en la estructura, la aparición de una interrupción de esos movimientos, como en el caso de la alucinación, una interrupción de la cadena, con la aparición de algo que irrumpe ese movimiento, que fragmenta ese movimiento”interrumpe en algo de esa cadena fragmentada. allí él trabaja con las psicosis. La psicosis entra en las estructuras del inconsciente. Antes podíamos encontrar cuatro formas clásicas de las estructuras psicóticas, la paranoia, la esquizofrenia, la melancolía y el autismo. No obstante eso, sabíamos que, en el medio había autores que se preocupaban por manifestaciones que tenían que ver con las psicosis que no acordaban con estas estructuras clásicas, como por ejemplo en la paranoia, donde es muy claro cómo se conforma para un sujeto la paranoia, en el sentido de la hostilidad del Otro sobre el sujeto, hay un Otro hostil amenazante. En el caso de la esquizofrenia, clásicamente pensada como la fragmentación en el cuerpo, la interrupción por algo que viene impuesto desde el Otro y que el sujeto responde o se defiende de esa fragmentación que se produce en el cuerpo, con la estereotipia o con automutilaciones. La melancolía, que es otra manifestación de la psicosis y su envés la manía; la melancolía que es la experiencia de una perturbación y empobrecimiento del sentimiento de si hasta alcanzar una expectativa de castigo y un extrañamiento de la realidad, la negatividad, la pobreza yoica del auto reproche.

El autismo, que todos acá como participan bastante de los talleres de autismo saben,  que se manifiesta  como el repliegue sobre sí mismo que llega prácticamente a la ausencia de relación al Otro. Que excluyen todo lo que no sea estar sumergido en sí mismo.

Ahora qué es lo esencial que determina el diagnóstico de psicosis, qué cosas eran tradicionalmente, las ideas delirantes, las alucinaciones, la confusión de pensamiento, los fenómenos elementales, los fenómenos cenestésicos; esa es la manera tradicional de encontrarse con las manifestaciones de las psicosis. ¿Alcanza con eso?

No, no nos alcanza ni a nosotros, porque hoy nos interroga de otras maneras estas manifestaciones, pero tampoco les alcazaba a algunos maestros de Freud y de Lacan que vienen trabajando mucho tiempo antes. Por ejemplo para pensar en un  autor como  Jaspers, (1910)   se preguntaba,  más que por el delirio ya desestructurado, en el que se interesaban fundamentalmente la psiquiatría clásica el delirio para ver, se preguntaba por la lógica del mismo, para elaborar a partir de allí un diagnostico. Jaspers se pregunta qué es lo que hace que un sujeto concluya en esa enfermedad que es lo incurable, qué detiene su ser; es decir, estaba interesado en ese proceso.

Luego está De Clerambault (1926) que también aporta otro elemento fundamental, cuando propuso retomar a Kraepelin el término “fenómeno elemental” (el hecho irreductible que funciona de un modo involuntario, automatismo, como una fuente parasita (externa) de pensamientos, palabras, imágenes, objetos que enajenan y persiguen al sujeto.  Se pregunta por  lo que habita en el cuerpo, lo que parasita en el cuerpo de un psicótico cuando se le impone algo de los pensamientos, pensamiento que son desde el Otro y que él no tiene manera de poder significar, no tiene manera de abrochar, es un fuera de sentido que le aparece al sujeto, que fragmenta algo de su cuerpo porque no sabe de donde proviene, son decires o son objetos que de alguna manera se le imponen al cuerpo.

Ha sido un hombre que ha trabajado años y además ha ido encontrando otros tipos de psicosis, psicosis pasionales, ha trabajado sobre la erotomanía también, con casos muy particulares; tiene una nosografía psiquiátrica riquísima.

Luego está también, alguien que es interesante, se llama  que se llama M Katan refiere al concepto de pre-psicosis. Él considera cuáles son los estados previos al desencadenamiento y le llama trama, es decir, que es lo que se organiza alrededor de eso y que anticipa después el desencadenamiento. Entonces él se sirve del ejemplo de Schreber.

Recuerden que a Schreber antes del desencadenamiento lo convocan, siendo muy joven, 32 años, a que sea presidente de la Corte. Cuando a él se lo nomina como Presidente de la Corte, en ese periodo en el que va a asumir, tiene una serie de episodios corporales intensos. Empieza con fenómenos de cuerpo, episodios de angustia brutales, terrores, fobias, es decir, comienza una seguidilla de síntomas que se expresan en el cuerpo y que fragmentan algo del cuerpo, de lo que él no puede dar cuenta. Katán, se preocupa por la trama allí.

Entonces, ¿qué dice Lacan? “No hay nada más parecido a una neurosis que la pre-psicosis”. (Seminario 3) Así que hay que tener en cuenta cuando un paciente viene angustiado, no siempre la angustia es del orden de lo que no engaña. Ah! Viene angustiado, es un momento para tomarlo en análisis. Hay que estar advertido sobre, de qué se trata ese momento, qué angustia organiza de entrada una trama discursiva. Porque en esta época es mucho más claro que las manifestaciones de angustia de estados confusionales vienen de distintos campos, desde las ingestas hasta las drogas, hay muchas manifestaciones con las que hoy nos topamos en la clínica que nos pueden hacer desvirtuar, o por lo menos, confundir los cuadros.

Más recientemente entre los de la IPA, está Otto Kernberg él en vez de hablar de psicosis ordinaria dice los fenómenos borderline, “estados limítrofes” los llama él. Son, estados caracterizados por la debilidad yoica, tales como la intolerancia a la ansiedad, el control inadecuado de impulsos, el fácil viraje de un pensamiento hacia un proceso primario, el predominio de operaciones defensivas, negación, omnipotencia, proyección. Considera que estos fenómenos vienen para quedarse, es decir, instalan algo de lo incurable, que a veces se quedan allí detenidos en el tiempo, no producen un desencadenamiento, pero son fenómenos de borde, no hay curación para esto; hay que atender esto, porque esto implica cómo se las arregla ese sujeto para soportar o habitar la vida.

En este panorama encontramos a Freud. Voy a leer unos párrafos, porque Freud lo dice mejor de lo que yo lo podría decir. En primer lugar porque se trata del maestro que inventa el psicoanálisis y en segundo lugar por el cuidado y la observación que tiene Freud de la singularidad en esa época.

¿Qué es lo esencial para determinar un diagnóstico clínico? Freud intenta responder a través de dos conceptos, la libido y las identificaciones. Dos ejes que Lacan también tomará durante toda la primera parte de su enseñanza. Dos cuestiones a tener en cuenta y cómo va a responder el sujeto a esas dos cuestiones, cómo responde la neurosis al desplazamiento de la libido y cómo responde la psicosis a eso; cómo responde la neurosis a la identificación y cómo responde la psicosis a su falta. Pero, en la observación que hace Freud descubre una tercera: El narcisismo. Tengan en cuenta esto, porque es desde donde Lacan después va a trabajar el Estadío del espejo y va a ubicar allí el lugar en donde habita la psicosis, en donde se queda detenida se podría decir.

Freud dice en “Introducción al narcisismo”: “El motivo acuciante para considerar la imagen de un narcisismo primario y normal, surgió a raíz del intento de incluir bajo la premisa de la teoría de la libido el cuadro de demencia precoz, el extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior, sin sustituirlo por otros objetos en su fantasía”. Es decir, que en cuanto al campo libidinal, lo que dice Freud es que hay un retiro libidinal, sin poder hacerlo pasar por la fantasía como hace un neurótico. Allí donde algo se produce como pérdida, el neurótico tiene el recurso para ir a parar a la fantasía y ordenar nuevamente su discurso, de alguna manera, con lo simbólico. En la psicosis ese retiro libidinal no catectiza nuevos objetos, vuelve al yo, entonces dice Freud, éste retiro, esta vuelta al yo, es lo que puede definir algo del campo de la esquizofrenia. La libido fue conducida al yo, y así surge una conducta que yo llamo narcisista, en la melancolía, a la diferencia del duelo, la pérdida del objeto se trasforma en pérdida del yo, no hay allí una diferencia entre el objeto y el yo.

Tengan en cuenta esto, porque este es el punto respecto de la identificación, en donde el objeto y el yo están confundidos, son uno solo. Uno se lo puede graficar con el fenómeno del doble, donde el otro es él mismo, esa confusión que hay en las sobre identificaciones, en donde se produce una juntura. En la identificación histérica por ejemplo, es un como sí, nunca es el otro soy yo, eso es bien claro, en la histeria la fantasía hace que sea o actúe un como si fuera yo, esa es la diferencia.

Al trabajar el concepto de identificación Freud se da cuenta de que hay identificaciones que preceden la investidura de objeto y a esas las llama primarias o narcisistas. Allí es donde hay que evaluar lo que sucede en los sujetos psicóticos, ellos sustituyen la carga de amor por el objeto, por la identificación; se confunden con el objeto.

Dice Freud en las “Conferencias de introducción al psicoanálisis”, “Es un hecho que en todas las neurosis narcisistas tenemos que suponer unos lugares de fijación de la libido que se remontan a fases anteriores, muy anteriores al desarrollo, por ejemplo en el caso de la neurosis o de la neurosis obsesiva o de la histeria”.

Ahora qué pasa, que cuando Freud intenta dar esta explicación a nivel clínico él iba a buscar a dónde estaba entonces, es imposible localizar ese lugar de ese narcicismo primario. Entonces cuando, por ejemplo, en el caso del hombre de los lobos, la insistencia de Freud por la escena primaria, por hacerla veraz, lo conduce a la psicosis.

El interés de Freud era intentar localizar el punto del desenganche, para decirlo de alguna manera, el punto de localización del narcisismo, el punto donde se produce esa desinvestidura, punto de fijación.

 Freud advierte: “La iniciación del tratamiento con un periodo de prueba así fijado en algunas semanas tiene además una motivación diagnóstica, muchas veces cuando uno se enfrenta a una neurosis con síntomas histéricos u obsesivos, pero no acusados en exceso y de duración breve. Vale decir, las formas en que se considerarían favorables para el tratamiento, debe dar cabida a la duda sobre si el caso no corresponde a un estado previo de la llamada demencia precoz, a la esquizofrenia, a la parafrenia según mi concepto. Pasado,más o menos un tiempo, puede mostrar un cuadro declarado de esta afección. Pongo en tela de juicio que resulte siempre muy fácil trazar el distingo, sé que hay psiquiatras que rara vez vacilan en el diagnóstico diferencial pero me he convencido de que se equivocan con la misma frecuencia, sólo que para un psicoanalista, el error es mucho más funesto que para los psiquiatras. En efecto, este último no emprende nada productivo ni en un caso ni en el otro, corre un psiquiatra sólo el riesgo de un error teórico y su diagnóstico no tiene ningún interés académico. El psicoanalista al revés, en el caso desfavorable a cometido un yerro práctico, se ha hecho culpable de un gasto inútil, ha desacreditado su procedimiento terapéutico, si el enfermo no padece de histeria o de neurosis obsesiva sino de una esquizofrenia, él no podrá mantener su promesa de curación y por eso tiene unos motivos particularmente serios para evitar el error diagnóstico”.

El problema que se le plantea a Freud en un momento, él lo dice en una conferencia pública en Viena: la esquizofrenia y la paranoia pueden comenzar con un ropaje similar al de la histeria y la neurosis obsesiva, entonces el confiesa allí, en una carta que le envía al pastor Pfister en 1927 casi en sus textos finales, que se equivoca en un caso que se le manifiesta con una envoltura de neurosis obsesiva y se devela después como un cuadro absolutamente paranoico.

Recuerden ustedes la alucinación que tiene el hombre de los lobos siendo aún muy precoz, eso se le pasa a Freud, que lo cuenta al pasar. Pero ahí se podría decir que comienza un episodio, donde él le cuenta a la nana que tiene un dedo cortado y que luego lo ve y que no era un corte. Es una alucinación, un episodio cenestésico, algo que no le puede dar una significación, no lo puede abrochar.Freud dice en ese momento que hay ahí un rechazo a la castración. Esa es la interpretación que hace de ese episodio, esto que quiere decir hoy para nosotros ausencia de una significación fálica.

Después está también Melanie Klein. Hago esta introducción para que vayamos viendo que hay autores que estaban muy preocupados por este tema, M. Klein considera que de alguna manera hay psicosis en la infancia, que la esquizofrenia se manifiesta en la infancia, que allí hay rasgos esquizofrénicos específicos. Piensa que si detectan,  si tenía alguna fantasía, en la infancia podría haber curación, no en todos los casos, pero si lo considera como una posibilidad.

Antes de ella no se hablaba de que en la esquizofrenia los signos aparecieran tan tempranamente, ella lo considera así y hoy está totalmente abalado de hay signos esquizofrénicos muy tempranamente que se pueden advertir. El problema es que conforme avanza esta creencia también avanza la psiquiatría en relación a la medicación. Hoy en el hospital de niños se medica con antipsicóticos desde muy temprana edad, es decir, desde los cuatro o cinco años ya pueden tomar la medicación.

El avance de la neurociencia con una parte de la psiquiatría que ha ido abandonando su posición de observación para transformarse en medicadores, ha ido produciendo estos efectos en donde hay niños y donde luego, no se sabe si producto de la mediación, es que están psicóticos o ya lo eran.

Ahora vamos a ir adentrándonos en el tema nuestro de, porqué Lacan habla de la metáfora paterna y los nombres del padre. Para ver esta cuestión hay que tomar en cuenta los Seminarios 3 y el 5 que es donde va a tomar Juanito y articula la metáfora paterna y la significación fálica.

Es interesante que retomen estos textos, si bien en esta clase no puedo retomar todo eso, voy a desplegar algunas cuestiones para ver si podemos llegar un poquito al tema de las psicosis ordinarias. Lacan ubica como algo del éxtasis la identificación que se produce en el estadio del espejo dice lo siguiente: “El riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de identificación en las que el hombre compromete a la vez su verdad y su ser”. Es decir, es ahí donde se encuentra el éxtasis, en la identificación misma, en la falla de la identificación, en la ruptura que se produce ahí en donde habita la psicosis, y esto es en el estadio del espejo.

Lacan también apela a los recursos ficcionales que Freud necesitaba plantear, es decir, la recurrencia a la mitología, luego va a recurrir a otros discursos, sea la lógica, la matemática; entones va cambiando su despliegue conceptual conforme van dejando de servir para explicar algo de la clínica. El estadio del espejo también forma parte para él de algo que le permite hacer conocer, de algún modo, lo que significa ese momento temprano de inscripción de un sujeto. Entonces dice, que es en el estadio del espejo en donde habita la psicosis, porque la neurosis intenta salir de la imagen especular, hacerse un lugar vía el deseo y no a la adecuación, a hacerse el objeto que al Otro le falta, identificarse a ese objeto, ser ese objeto. ¿Y qué, quien es este primer objeto? Para Lacan como para Freud, es la madre quien encarna este primer objeto por fuera del sujeto cuando este ingresa al lenguaje. ¿Qué quiere decir esa presencia? Es la presencia de la irrupción del goce, eso es la madre, la madre en el sentido de que es por el nacimiento que se produce lo que encarna la presencia de un goce, de algo que se pierde por nacer, de algo que se pierde por acceder al lenguaje, por acceder a la vida. No la palabra, porque la palabra es después, otro movimiento.

Es una primera experiencia que la encarna la madre, pero esa primera experiencia, para exista, volvemos a la operación que Freud nombra la Behajung, la operación de una afirmación primera, una operación de la inscripción de un símbolo primero, una inscripción de ese acceso a lalengua.

Público: Serían dos pérdidas: una que se pierde al nacer; otra que se pierde con el acceso al lenguaje.

Susana Amado: Claro, la pérdida primera es necesario que se inscriba, Freud dice que la Behajung tiene que hacerse sobre el fondo de la ausencia, no puede hacerse sobre el fondo de una presencia, se hace porque algo se pierde. Es necesario que algo se pierda para que algo se afirme. Freud utiliza muchas metáforas, el carretel por ejemplo, a sus nietos, que lo tiraban cuando la madre se iba. Son manifestaciones que tienen que ver con la inscripción de la presencia y de la ausencia. Para que algo se inscriba tiene que haber una afirmación de algo que no estaba, que después llamaremos “reconocimiento del agujero”, de la falta que es estructural. El agujero que es al que uno accede al nacer.

Público: Que Freud llamó identificación primaria

Susana Amado: Claro, ¿Se acuerdan que Freud dice que de eso no se puede decir nada? Eso está, es una primera identificación, primera afirmación, que es la Behajung. Y la otra operación, que Freud llama rechazo, la negación, la Verwerfung, eso es rechazo de esa afirmación, “de eso no quiero saber nada”, porque para que esa afirmación se produzca es necesario que haya dos personas que consientan: la madre y el niño. En esa dupla que Lacan dice, tomando a Freud, que hay tres en realidad, es una tríada: la madre, el niño y el falo. Para que esa operación se produzca tiene que haber un ordenador y ahí ubica al padre. Es decir: la afirmación solo es posible si está ese operador, un operador por sobre esta dupla madre-hijo, este es el que va a inscribir que es posible esta afirmación, lo que nosotros llamamos en el estadio del espejo: el niño se unifica en el espejo, pero para unificarse se mira, hay Otra mirada, una mirada que unifica y permite que esa operación se realice, que se inscriba esa afirmación primera.

Eso es lo que Lacan llama metáfora paterna, porque sustituye, es una operación de sustitución de un significante por otro. Este nombre del padre sustituye el deseo de la madre, que es el deseo de la madre por ese falo, ese hijo. Por eso se llama metáfora paterna.

Para que se entienda bien: recuerden ustedes que en la lógica está el significante, la barra y el significado, por el medio entre el significante y el significado, pasan muchas significaciones, que son enigmáticas. Es como si flotara de distintas maneras el sentido. Para que algo del sentido se configure es necesaria una significación, es decir, que el significante se abroche a algo del significado, para que se produzca el sentido. Lacan le llama “punto de capitoné”, capitonado, que son esos sillones que se abrochan, el botón de los sillones. Esto sería el abrochamiento del significante con el significado, pero no siempre es posible. Pero uno podría decir que es casi imposible: la neurosis muestra que no hay tal adecuación, tal abrochado, entre significante y significado, entre sujeto y objeto, siempre falla. Ahora, en la psicosis, en la esquizofrenia, es la prueba más consistente, falla siempre. Por eso Freud a la operación de repudio, de rechazo a eso, le llama Verwerfrung. No hay allí esa afirmación primordial, hay un rechazo. Lacan ubica eso en el estadio del espejo: ahí queda totalmente sometido a esa dupla el sujeto. Entonces Lacan utiliza el término de Freud, pero le da otra vuelta, y dice que más que repudio, rechazo, voy a hablar de forclusión, utiliza un término del derecho, no se puede volver a apelar. En el derecho es así, hay causas que tienen un tiempo de duración, pasado un tiempo la causa prescribe y no hay derecho a ningún reclamo. Esto lo grafica Lacan para decir que en la psicosis, si no se afirmó no hay ninguna posibilidad de que se afirme. Es lo incurable de la psicosis. O hay un rechazo al vacío central, o hay una aceptación – como en la neurosis. En términos freudianos: hay aceptación a la castración, o hay un rechazo. Son maneras de metaforizar esa forclusión, ese rechazo.

Entonces, Lacan hasta ahí está muy pegado a Freud. Cambia el término rechazo por forclusión. Uno puede pensar que está bien elegido el término, el cual lo grafica de muchas maneras, como una máquina de escribir en “De una cuestión preliminar…”, a la que le falta la letra.

Público: No va a poder apretar el botón y no va a aparecer la letra, porque falta el significante.

Susana Amado: Eso. Falta la letra que daría cuenta del sentido, falta la letra que daría cuenta del abrochamiento, y esa letra que no está. Después, más tardíamente, utiliza una metáfora de la letra que después recupera en la ultimísima enseñanza con que, en verdad, lo que pasa en la psicosis, es por ejemplo en la psicosis ordinaria, y en la desencadenada también, cuando algo se articula, se abrocha en la posibilidad, el recurso que toma el psicótico de abrochar algo como instrumento para después continuar con su vida. Lacan dice que hay maneras de que un sujeto haga con esos trozos de goce una letra, que escriba algo, si bien ha fallado la Behajung, haga una letra, una inscripción.

Público: En la máquina de escribir, en el teclado está la letra, no está lo que va a poner el símbolo en el papel, la letra que falta en el instante de la inscripción. No ingresa, es rechazado, así que la metáfora de la máquina me parece muy buena: está la tecla pero no está la letra que va a imprimirse en el papel.

Susana Amado: El orden simbólico es accesible para todo el mundo, que Lacan lo ubica en un comienzo como algo capaz de domesticar el goce, y que es capaz desde el Nombre del Padre de poner un límite al goce. Cuando digo goce, él al principio lo graficaba desde el Deseo Materno, que puede ser atroz también, el deseo materno, conocemos todos, que hay casos de estrago espantosos que el niño y la madre están totalmente confundidos, ensamblados. Lo que sí sabemos es que el orden simbólico no ordena el goce, ni lo domestica, es imposible. La manera de ordenar al goce hoy es múltiple, desde los tres registros, que tienen después en la enseñanza de Lacan un mismo valor. Se puede ordenar desde la imagen, desde lo real, y desde lo simbólico. Ordenar en el sentido de instrumentar, utilizar un instrumento que permita una pacificación, un modo de complemento, suplemento a eso que está desanudado o que no está.

Público: Ya no sería el nombre del padre como dice en el seminario 5, sino los nombres del padre

Susana Amado: Lacan dice después, cuando va a trabajarlo, en el año 63, después de desplegar el seminario 5, cuando ya está más por el 11, ahí ya advierte en un solo seminario, una sola clase, que se llama “Los nombres del Padre”, en donde dice que no se trata del nombre del padre, sino que hay nombres del padre. El nombre del padre es una predicación. Una manera de nombrar una función. Como cuando decimos respecto de un paciente psicótico que el hospital funciona como nombre del padre. Es decir, como agente regulador del goce. No hay un padre que sanciona, hay un uso, servirse de un nombre del padre, una función que regula, una nominación que puede funcionar como instrumento que aplaque algo del goce que se instala en ese cuerpo, un recurso. Entonces a veces usamos mucho el nombre del padre, porque nunca Lacan dejó de hablar del nombre del padre, pero de los nombres que se pueden usar del padre para servirse de él.

Público: A mí me parece que en paralelo va elaborando una idea del goce y lo real, la posibilidad de pensar lo real fuera de lo simbólico y lo imaginario.

Susana Amado: Claro. El pensaba lo real… ¿Se acuerdan cuando hablábamos de los paradigmas del goce? El pensaba lo real durante mucho tiempo de su enseñanza, hasta el seminario de “La ética”, cuando se topa con La Cosa, que el goce se podía regular, el goce podía regularlo lo simbólico, que el goce era absolutamente posible de ser tramitado. Freud también lo pensaba, apostaba por el padre, era una época en donde la autoridad paterna tenía una consistencia que permitía ciertas regulaciones. Eso no hay. No hay más. Y uno podría decir: “¿En la época esa, que el padre regulaba el goce, no había esquizofrenia?” No, porque no puede regularse, se puede controlar, regular algo, pero el goce no se domestica, siempre escapa, eso falla. Pónganle el nombre que quieran: en Freud “el yo y el ello”, “la pulsión y el cuerpo”. Eso falla, siempre falla, siempre hay inadecuación

Público: Y eso es lo que permite seguir investigando sobre los temas, ¿no? Que es lo que hizo Freud, lo que hizo Lacan y lo que se sigue haciendo ahora dentro del Campo Freudiano, que no nos quedamos repitiendo, o al menos intentamos no quedarnos repitiendo los conceptos ya elaborados, sino ver qué hay, de qué otra manera se pueden decir, pensar e intervenir en la clínica actual. No todo es lo mismo de antes, no todo cambia y no todo es igual

Susana Amado: Claro, totalmente, es así.

Público: En el caso de “El hombre de los lobos” también hace esa distinción, ¿no? No es que no había padres sino que había muchos padres, había encontrado en el transcurso de todo su tratamiento, y no solo de su tratamiento con Freud, muchos nombres del padre que le permitieron los arreglos con ese goce

Susana Amado: Claro. Exactamente. Y piensen en Juanito incluso que a merced del padre se hubiera brotado seguramente. Con Freud se cruza, aún no estando Juanito bajo tratamiento, se cruza con el padre, y le enseña Freud a ser padre de alguna manera, es decir, que cumpla algún tipo de función de separarlo a él de esta jirafa que se le venía encima  de algún modo, y que Juanito había encontrado como recurso poner a distancia con su fobia. Luego Juanito se encuentra en su vida con otros que funcionan como Nombre del Padre, la música por ejemplo, es un genio de la música, es un gran compositor. Creo que vive, o murió hace poco tiempo, él tuvo un arreglo absolutamente posible con su goce. Incluso Miller dice, en aquella conferencia en la que se pregunta qué hubiera pasado con Schreber,  que por supuesto no fue paciente de Freud, Freud escribe a partir de sus memorias, pero qué hubiera pasado, por ejemplo, en ese episodio cuando Schreber es nominado, a los 32 años. Quizá si se hubiera encontrado con Freud, no hubiera desencadenado. No se sabe, pero quizá, si allí aparecía un Nombre que ajuste algo de eso. Miller cuenta que es interesante porque, en el transcurso de los distintos tratamientos de Schreber, se topa con Flechsig, con quien tiene una transferencia absolutamente negativa, es el momento de la frondosidad absolutamente bruta de su delirio, y luego se topa con un padre excelente. Toma el nombre Freud “padre excelente”, y era un padre como sería el del tercer tiempo del Edipo, un padre real, un padre dador, un padre propiciador, que es, uno puede decir, lo que hoy haría con un psicótico, preguntarse con qué recursos cuenta. Schreber tenía el de escribir, entonces lo conduce este padre dador, que escriba las memorias. No se curó nunca, pero hoy leemos las memorias, que es un texto extraordinario para entender como un sujeto hace algo…

Público: ¿Sería el padre que habilita?

Susana Amado: Claro. Exacto.

Público: Lo habilita a él incluso a reclamar…

Susana Amado: ¡Claro! Tal cual, que pide para salir de ahí. Recuerden que Freud utilizaba, por eso les decía, las metáforas, el padre de la horda primitiva, que Lacan también utilizó para hablar de las fórmulas de la sexuación, lo que está más allá del Edipo, pero él también se sirve en su primer momento, articula de alguna manera, el padre a Edipo y a la castración. En un primer momento utiliza la metáfora, pero habla de los tres tiempos del Edipo, utiliza el primer tiempo, que es un tiempo de la inscripción, del padre operador. Un padre, que dice, es donde se habilita el goce, se inscribe. Después un segundo tiempo, que es el padre privador, imaginario, que prohíbe el goce materno, es el que sustituye el deseo de la madre, que le prohíbe a la madre, ¿Se acuerdan cuando Freud decía “no reincorporarás tu producto”?, ese es el padre privador. Y luego el padre del tercer tiempo, este padre excelente, padre dador, padre real. Lacan grafica estos tres tiempos del Edipo para decir la manera en la que funciona el padre, produciendo un abrochamiento posible del sentido, esto que decíamos, el punto de capitonado, de capitón, punto de basta, el punto del abrochamiento de la significación.

Público: La carretera principal…

Susana Amado: Claro, la carretera principal, el Nombre del Padre, todo el sinnúmero de ejemplos allí, que dan cuenta del abrochamiento de la significación. Para que se produzca ese abrochamiento, para que se produzca una significación, un sentido, tiene que haber una posibilidad de que algo se abroche, no es un abrochamiento total, sino que algo se abroche.

Público: ¿Los nombres del padre son los que habilitan los mecanismos de defensa?

Susana Amado: Claro. Los nombres del padre habilitan ciertos mecanismos con los que el sujeto se defiende, se defiende con la fobia, se defiende con el síntoma, un neurótico se defiende y repite de lo lindo, mucho, todo el tiempo. Por eso Miller dice que cuando uno se topa con un paciente que repite demasiado, piensen que están con un neurótico, en el sentido de que le da una vuelta, le da otra vuelta. Bueno, la histeria es un ejemplo, donde “fulanito me hizo esto, me hizo lo otro, me hizo no me hizo”, digo, puede pasarse una vida reprochándole al otro lo que el otro no le da, es decir, tratando de darle vuelta vía la repetición, defenderse a su manera del goce del Otro, sosteniendo la creencia en un Otro, obviamente, y culpabilizando de lo que el Otro no le da. ¿Se entiende esto, no? En la neurosis es fácil de detectar, el problema es confundirnos, porque ahí no hay retorno, confundirnos y tratar un paciente, interrogándolo como si fuera una neurosis, y producir o promover un desencadenamiento, por eso es tan interesante algo del orden del diagnóstico, y tener en cuenta los arreglos que hace un sujeto cualquiera, algunos son más prolijos que otros, los neuróticos somos a veces un poco más prolijos, no siempre, para hacer los arreglos con el goce, que es singular para cada uno.

Miller utiliza un término en “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”, que en vez de decir arreglo, dice la palabra, el concepto que inventa, es “compensatory make-believe”, un hacer creer compensatorio, y dice que es hacer creer algo al otro que lo compensa, es una manera, en vez de decir “make-believe”, se puede decir: “mirá como se las arregló”, “mirá como se las arregla ese psicótico”, porque es un psicótico, ¿no? Tengamos en cuenta que cuando decimos psicosis ordinaria, es una psicosis, que no ha desencadenado, que puede desencadenar, que puede quedar allí, que puede sostenerse en el tiempo de esa manera porque encuentra un arreglo que no lo perturba demasiado con el goce., que el goce no se le viene, de alguna manera, encima.

Miller se pregunta, por ejemplo, qué pasa con esos sujetos que se la pasan repitiendo arreglos, eso es interesante, porque dice “tengan cuidado con esos sujetos que se la pasan repitiendo arreglos”. Por ejemplo, “Yo empiezo una carrera… y la dejé”, no lo sienten como una pérdida, o como algún obstáculo, sino que es como una metonimia infinita de arreglos. Ahí hay que tener cuidado porque se trata de una psicosis que anda buscando los arreglos posibles, y el analista no tiene que interrumpir eso, porque sino, digo, en esa confusión a veces es: “¿Pero por qué tendría usted que andar buscando?”. Hay que tener mucho cuidado con cómo se las arregla cada uno para buscar un modo de acomodar algo de eso que metonímicamente se le desplaza, en términos de fuera de sentido, no lo entiende, fuera de discurso, no lo abrocha, no puede hacer un punto de basta, no puede detener con algún tipo de significación o de sentido. Entonces circula metonímicamente hasta que encuentra algún arreglo de goce

Público: Y uno los ve como errantes, ¿no?

Susana Amado. ¡Exactamente! La errancia…

Público: Carrera, trabajo, familia, ciudad, país incluso, en esta búsqueda…

Susana Amado: Y la errancia es un signo que hay que tener en cuenta, y no hay que detener, desde uno detener, pero es para considerar que la errancia es algo del orden de lo metonímico, de un goce que se filtra, una y otra vez, que hace que un sujeto esté errando, porque no puede detener el goce que irrumpe, entonces se sale de la norma. Ahí uno podría decir si es incauto, y no, no puede serlo como nosotros, neuróticos, a veces somos bastante incautos. No son incautos, hay como una dispersión del sentido, de lo que parece, pero encuentra recursos para errar.

Público: La errancia es un recurso…

Susana Amado: Puede ser un recurso y puede ser demoledor, pero sí es signo que ahí hay algo

Público: No logra tener consistencia…

Susana Amado: Que no consiste en algún lugar. A veces consiste. Es interesantísimo pensar que a veces tienen más recursos que cualquier neurótico, inventan más recursos, lo que no quiere decir que no padezcan tremendamente. No estoy haciendo una panacea de esto, pero tienen recursos, no les impide ser brillantes. Lacan cuando le preguntaban decía “yo soy psicótico”, se sentía identificado más con la psicosis que con la neurosis. A veces también es interesante pensar como uno, en el cuidado, piensa que va a desbaratar, quiero decir, la demasiada mesura o el demasiado control superyoico que puede pensar en la protección, también es limitativo.Cuando un psicótico se presenta y dice de la errancia, ese deslizamiento no es un signo que va a parar a un delirio, así como uno no está hoy sosteniendo el delirio al modo que lo pensaba Freud en algún momento, el delirio es estabilización. No siempre. Van a ver el texto que les dejé, de Eric Laurent también, es interesante el punto de qué se interpreta ahí.

Público: Lo más interesante es el reverso, en la época de Freud se pensaba qué hacía un desencadenamiento, y aquí lo importante es pensar qué anuda.

Susana Amado: Por supuesto, exactamente, en lugar de andar preocupado por el delirio, interesarse en la trama, por un lado, para tener idea qué fue lo previo, la pre psicosis, lo que acontecía antes, sí de eso poder saber, pero fundamentalmente los arreglos que tiene un sujeto para el goce, ¿no? Cómo se las arregladice Miller, hay tres externalidades, una es subjetiva, la otra es corporal, y la otra social. Entonces, dice, ¿cómo se las arregla un sujeto con esas externalidades? Y lo que es muy interesante es, bueno, que no se las arregla solamente con el orden simbólico que va a determinar y regular, sino que puede regular con un objeto, puede regular desde lo real, puede regular desde lo imaginario, por ejemplo, si un psicótico va, o una psicótica va, se inscribe en los grupos emo y sale rey o reina de los emo.

Público: Su propia lengua.

Susana Amado: Es decir, ese es un recurso de apelación a ese imaginario roto que puede haber en la psicosis y el armado, que no es lo mismo que el orden de hierro del superyó, no es lo mismo que nombrarse como las histéricas que dicen “formo parte del grupo que están todas cortadas”, que son modos de identificación que no son identificaciones, sino que son comunidades de goce. Buscar comunidades de goce que permiten nombrarte como, nombrarte en la pertenencia a una comunidad. Pero si un paciente viene, un psicótico, uno puede decir que los grupos lo van a desestabilizar. ¿Por qué? A veces funciona como regulador.

Público: Quiero preguntarte por lo de Freud, que no se preocupaba tanto porque el paciente fuera a desencadenar sino por…

Susana Amado: No, sí se preocupaba, no es que no se preocupaba porque iba a desencadenar, sino no estar atento a que pudiera desencadenar. El dice que la psiquiatría allí no atendía, a veces, el desencadenamiento. Freud se preocupa por el diagnóstico, esto es interesante, piensen que pasaron muchos años de eso, hoy estamos en otro momento, lo que llega a la clínica es más bien algo de este orden de esta psicosis ordinaria, uno no sabe qué es este sujeto que se presenta, que nos interroga todo el tiempo y necesitamos ir a supervisar, contarle algo y decir: “no entiendo que es, de qué se trata”

Público: Muy impregnado de lo imaginario…

Susana Amado: ¡Muy impregnado de lo imaginario! Por eso Lacan dice que habita el estadio del espejo, y es cierto

Público: Respecto al estadio del espejo, Lacan habla ahí la edificación del tronco de la demanda, lo toma como agresiva, ¿por qué?

Susana Amado: Porque del estado, uno podría decir, anterior a la unidad, porque hay que pensar que en el estadio del espejo hay dos momentos, uno del que no se puede hablar, que es el estado más gozoso, es lo que podría uno decir el trauma mismo, del que nadie puede decir nada, se puede abordar, ponerle un borde, de alguna manera, pero de ese, que es el agujero, no se puede hablar. El espejo sirve para pasar a ese otro lugar donde lo imaginario le hace creer, el espejo, por eso Lacan utiliza ese recurso de la física, el espejo le hace creer en una unidad. Ahora, esa creencia que se le arma de que es un cuerpo unido, cuando no lo es, porque es un cuerpo fragmentado que depende del Otro en todo sentido, es lo que es un sujeto humano nacido. Devuelve una unidad que es imaginaria, que está sostenida en ese imaginario por un  Otro, digamos el Otro del lenguaje, el Otro que va a habilitar esa entrada en el lenguaje, que va a habilitar después la palabra. Recuerden que Lacan tiene un escrito “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”. Función y campo de la palabra y del lenguaje, es decir, aparece el lenguaje, pero la palabra es otra función, la palabra se habilita, es un segundo tiempo. Para eso, dice, es un padre que inscribe, que permite la afirmación.Así lo de la exterioridad, está adentro y está afuera.

Público: Como una Banda de Moebius…

Susana Amado: Claro, tal cual, está adentro y está afuera. Está adentro porque permite la inscripción, está afuera porque está en el lugar que para que se funde la ley tiene que estar afuera, y está adentro porque, al mismo tiempo, tiene que estar atravesado por la ley, no es que es un padre que dice “yo estoy afuera y ordeno, ordeno y digo que no hay ley para mí”, porque si eso es un padre, no hay ley para mí, es el padre de Schreber, es el padre de los que pululan en este mundo, no es solamente el padre de Schreber. ¡Ojalá!

Me interesa saber chicos si se va entendiendo, porque esta es una clase muy primaria, después van a dar cuestiones más avanzadas en la teoría, Graciela Esperanza va a hablar seguro algo de los nudos, es necesario pensar primero en la estructura, de hecho se llama así: “Clínica estructural”

Público: Lo interesante es que es tal cual como vos lo has marcado al comienzo de la clase, la clínica estructural implica darle todo su valor al diagnóstico estructural, sin perder de vista lo singular. Y que lo singular son estos anudamientos más allá de las estructuras, pero no sin las estructuras.

Susana Amado: Tal cual, no sin las estructuras, esto quiere decir… ¿Qué es lo que la palabra estructura indica? El agujero. La estructura es eso: la aceptación de que hay un agujero inicial. Lo que pasa es cómo se abordó ese agujero, con distintas maneras de transmisión, eso es. Después les voy a comentar lo que dice Miller en “Más allá del Edipo”, lo que dice del padre.

 

2da parte:

Susana Amado: Bueno, les quiero comenzar unas pequeñas cuestiones que Miller trae, porque me parece que ordena, cierra un poco lo que hoy yo les planteaba, les va a articular algunas cosas, muy acotadas, porque me gustaría que haya lugar para preguntas. Ustedes tienen la clínica, quienes puedan poner ejemplos clínicos, me va a venir bien.

Miller sigue con esta pregunta: “¿Ya llegó el psicoanálisis más allá del padre? Frecuentemente se ha reducido la enseñanza de Lacan a un aporte, y a ese aporte se lo redujo en ocasiones a la teoría del nombre del padre, expuesta en el escrito de “de una cuestión preliminar”. Pero muchas veces se desconoce el recorrido que llevó a Lacan a derribar el ídolo que se le imputaba haber elevado, y fueron necesarios los dichos más explícitos, más explicativos de sus últimos seminarios, de los años ‘70, para que se acepte percibir un cuestionamiento efectivo, sin embargo, que se localiza en el ’63, cuando la facticidad, lo fáctico del destino de Lacan en el psicoanálisis, lo condujo a designar como tal el deseo de Freud, a fin de extraerlo. No de sacarlo, de extraerlo, de ponerlo en lugar. “Eso, que desde entonces llamamos entre nosotros el impulso analítico, es el psicoanálisis más allá del Edipo”

“Más allá del Edipo” no quiere decir olvidarse que el Edipo forma parte de la trama familiar, se constata que el padre, la madre, su relación con la demanda, su deseo, su goce, la familia, su configuración en cada caso, son términos y temas electivos de la preocupación de un sujeto. La relatividad antropológica del mito de Edipo y de las sociedades patriarcales no quita nada a lo que Lacan llama su radicalidad. Por el contrario, su relatividad antropológica, valoriza aún más su radicalidad en la experiencia analítica. El más allá del Edipo solo es concebible si el Edipo es situado en su lugar, es decir, primero es necesario situar algo del Edipo para pasar más allá del Edipo. Un sujeto no viene a análisis sin la configuración familiar, sin el nombre, ¿Se entiende?

Público: Sin la novela…

Susana Amado: Sin la novela familiar, sin ese armado, pero es necesario pasar por ahí para extraerlo. Y después dice: “El Edipo no es menos que en Tótem y Tabú, lo que se llama una historia novelada. Los mitos freudianos del padre, el Edipo de Freud, recoge de los griegos, como Tótem y Tabú, que inventa a partir de Darwin, son otros tantos cuentos hechos para novelar la pérdida de goce. Hubo entonces alguien que dijo: de tu goce, eso es mío, y que te lo robó para no devolverlo más, ese es el padre. Así, donde estaba el deseo de la madre, donde estaba ese goce, advino el padre, que lo arrebató. El parricidio no libera pues, el padre se lleva con él, en el mito de la horda primitiva, el goce con él”, es decir, que por más que se mate al padre, se lleva el goce con él. “El parricidio acá no es más que un gaudicidio, aprovechando la palabra latina de donde proviene, pese al uso de Cicerón, nuestro goce, gaudi. Un real responde por esas ficciones, ¿Cómo designar ese real apropiadamente? El objeto perdido también es un mito, y designarlo como objeto a, ¿Es ir más allá del semblante? ¿No es una ficción más que armamos? El esfuerzo por un psicoanálisis, que no fuese más una mitología, un discurso que no fuera de semblante, no podría satisfacerse, ubicando en el lugar del nombre del padre, un significante cualquiera, en función de amo. Pues, eso no es salir del semblante. Ubicar allí el objeto a ¿Es ir más allá? ¿O es continuar con la ficción? ¿Hasta dónde se extiende exactamente el imperio del padre? Es decir, el semblante por excelencia. ¿Qué deja fuera él? La función del nombre del padre responde a un uso práctico, la apuesta de un psicoanálisis más allá del Edipo también, no es menos práctica, ¿Cómo no reconocer la presencia, la incidencia, la virulencia de los nombres del padre? Los semblantes del padre en la experiencia analítica, ¿Y cómo negar el uso? Pero es necesario servirse del padre. Eso no quiere decir rendirle culto a él, por el contrario, reconocer el uso del padre en su dignidad instrumental, como un instrumento que implica arreglárselas sin él, en la teoría, si se quiere, ir más allá de una mitología, de ser algo como una ciencia de lo real”…

Público: ¿Ciencia de lo real?

Susana Amado: Claro, pensar el psicoanálisis como ciencia de lo real es ir más allá del Edipo, vos te podés servir de todos los elementos posibles para tratar el goce, pero lo real existe, el goce sin domesticar. Esa es la ciencia de lo real. Por eso decimos: a lo que la ciencia intenta domesticar, lo real, saber hacer con lo real, creer que puede ordenar algo del mundo, los científicos, lo que elide la ciencia, lo que deja de lado, lo que forcluye, es el sujeto. Lo que queda por afuera de lo real. Nosotros admitimos lo real, la ciencia piensa que lo real existe, pero que es posible de ser domesticado, medicado, controlado. Bueno, hasta acá.

Público: (pregunta inaudible)

Susana Amado: A ver. En ese caso, cuando Freud insiste mucho con el Hombre de los Lobos, él quiere hablar de la escena primaria, entonces quiere fundamentar su teoría, estaba inventándola, y entonces quiere abrochar todo con su teoría, no importó mucho que el Hombre de los Lobos se brotara, también en la neurosis obsesiva, el caso de neurosis obsesiva trabajado por Lacan, el Hombre de las Ratas, ahí también, digamos, hay un pequeño empuje de Freud, pero para corroborar de alguna manera la neurosis obsesiva. Freud se encontró con las dificultades, por eso le escribe al pastor y le dice: “me pasó que me confundí con un caso de neurosis obsesiva, que luego devino una psicosis”, no sé si está hablando del Hombre de las Ratas, pero el advierte. Recuerden que Freud está fundando. No es lo mismo Freud que Lacan, Lacan se topa con una teoría armada, puede ir más allá de esa teoría, maniobrar, incluso aportar muchas cosas, igual que la psiquiatría, el psicoanálisis avanza, no son los mismos tiempos de Freud, pero Freud estaba fundando. Entonces, hasta se legitiman los errores en eso, pero fíjense lo que yo les leí, como él advertía la diferencia y lo necesario del diagnóstico, tomarse el tiempo para diagnosticar de qué se trata, si no lo podemos diagnosticar, porque hoy el caso viene con cierta complicación, por lo menos estar atentos a cómo regular, estar atentos a los desencadenamientos, a la estructura que tiene, no empujar, dejar que los arreglos del goce vengan del sujeto mismo, y  funcionar como secretario del alienado, funcionar apoyando y a veces haciendo de Nombre del Padre, permitiendo esa nominación, nombrando en ese punto, o haciendo de semblante de objeto para que el sujeto se identifique de una manera.

Hace un momento, me comentaban algo de la psicosis, que me parece que es interesante, cómo opera esto en el autismo…

Público: Sí, a mí me llamaba la atención cuando te escuchaba cómo en el autismo se presentifica este estatuto, digamos, del significante, o del S1, como condensador de goce en el propio cuerpo en el autismo, o sea, en ese punto ahí vemos como la repetición, existe la repetición, el autista con su propio cuerpo la ejerce, o con el objeto que toma para eso, tiene otro estatuto. Se ve ahí la teoría de Lacan presentificada en el estadio

Público: La forclusión del agujero

Susana Amado: Claro, porque además el psicótico que porta el objeto que porta, no es un objeto exterior a él, no es el objeto transicional de Winnicott, o el objeto que el niño porta en una neurosis. Ese objeto, en el autismo, está identificado con ese objeto, es como si fuera del cuerpo, no hay diferencia

Público: No. Por eso habla de extracción del objeto, es lo que permite separarlos, porque está pegado

Susana Amado: Ahí no funciona para nada lo que en el estadio funciona como “salir afuera de la imagen especular”, para ir a buscar.

Público: En la clínica se ve como los chicos tienen un mismo comportamiento, sea una repetición constante en cada sesión, lo que hacen con su cuerpo, se ve  como el S1 es condensador de goce, que repite todo el tiempo el mismo goce. Y hay que ver como uno, con mucha prudencia, va pudiendo articular alguito, alguna cuestión nueva, en ese circuito.

Susana Amado: Claro, como tercerizar ahí de alguna manera, es poner algo más en ese espejo, hacer funcionar un operador.

Bueno, ¿Quién más quiere preguntar o si se le ocurre alguna cuestión?

Público: Cuando vos decías Susana el tema del “psicoanálisis más allá del Edipo”, lo entiendo como que no es sin la estructura, primero se va a la estructura para luego localizar los modos de gozar, pero no es una sin la otra…

Susana Amado: No, por supuesto, por eso dice que para eso tiene que estar el Edipo instalado, no es sin la tríada, porque si no queda, como decían, dos en uno.

Público: Además la palabra opera como que vela algo, un circuito del análisis que hay que trazar y transcurrir

Susana Amado: Porque cuando decimos semblante, o velar, todo eso es que ya funcionó una operación, la bejahung, o la afirmación primordial, funciona sobre el fondo del reconocimiento de que hay una ausencia. Entonces, ¿Qué es lo que vela uno frente al agujero, al vacío? Lo vela con objetos, con semblantes, con paradas, con lo imaginario, con las pilchas, que se yo, en el sentido de que todo eso es un velamiento de la falta.

Público: Sería que hay eso pero porque no hay

Susana Amado: Claro, ese es el semblante. Son tratamientos respecto de ese agujero. Ese es el borde, Freud lo pone el borde, la pulsión es un tratamiento, de alguna manera, de hacer algo con ese borde, bordear el agujero, digo. El circuito de la pulsión

Público: Lo que sería ir más allá del Edipo, sino ver cómo se constituye de alguna manera el Edipo, cuáles son los arreglos con los cuales que se encuentra al momento de llegar, cuales son los arreglos a los que no está pudiendo llegar y está sufriendo y viene a la clínica, ir más allá de cómo se ha construido como psicótico, neurótico, ver las formas que ha encontrado de arreglarse en un punto

Susana Amado: Claro, lo que importa es eso,lo que dice, tomando lo que habían mencionado respecto de la letra, que tomé yo “El momento de concluir” de Lacan que dice: “el tratamiento del agujero, que marca el campo de imposibilidad, se hace por trazos de goce”, homologa a una letra, y no solamente por el lado de la significación, no es solamente que la significación abrocha, sino esas posibilidades de que hay trozos de goce, donde alguien puede armar con esos trozos de goce algo. Por ejemplo dice “la inhibición, el semblante, el síntoma, la realidad, la angustia, la verdad, no son solamente metáforas, son elementos que están condicionados por el efecto de significación”. Son asumidos hoy como ciframientos de goce, tanto la angustia, tanto el síntoma, y para eso entonces uno va a Joyce. En Joyce, la mujer, el amor en Joyce, que uno podría desalentar en cualquier psicótico. Bueno, Joyce no ha sido paciente de nadie, menos mal, porque hubiera dejado de escribir maravilloso, pero digo, no ha sido paciente de nadie y, sin embargo, en este caso que uno desalienta muchas veces el amor, en el sentido, no sugerís “Ay! Conocete una chica por Tinder” a un psicótico, porque lo podés mandar… manda al neurótico a cualquier lado, a veces, imagínense en un psicótico. Joyce se anudaba con Nora, la esposa, en esa relación escatológica que tenían. Joyce la cuenta, y la cuenta Ellmann, su biógrafo. Las epifanías en Joyce, no sé si lo han leído alguna vez, pero tiene un recurso con el lenguaje impresionante. Pero a las epifanías todo el mundo las consideraba como esos momentos de brillantez de Joyce. En realidad, son brillantes, pero son efectos de que lo abruma el goce, y él le pone una especie de contención a ese modo de exceso que se le viene, entonces es una especie de luz, Joyce encuentra ese recurso. Pero la gente cree que lo escribía, porque es diferente a esa escritura que tiene, esa escritura metonímica, atravesar el lenguaje, romper con el lenguaje, con la lengua materna, todo. Otros ejemplos Wittgenstein, Pessoa, con esos heterónimos. Hay muchos escritores que fueron psicóticos, filósofos, todos han hecho una obra con eso, algunos eran muy brillantes. No todos podemos…

Bueno, hasta acá chicos.

Público: Un comentario nomás, funciona como un sinthome el arte.

Susana Amado: Exacto, es una letra que se abrocha, efectivamente, una manera singular de abrochar el goce, ese es un sinthome, para cualquiera, para psicosis también.

Público: Respecto a la novela familiar, Susana, hay casos que no viene con eso. Caso de toxicomanía, por ejemplo, hay que crearla

Susana Amado: Se puede preguntar eso, porque en realidad ahí eso está obturado. No todos los casos de toxicomanía son psicóticos, se puede preguntar lo que quiere eludir con la ingesta, lo que pone allí, pero yo creo que son recursos absolutamente de, a ver, recursos con respecto al vacío existencial, con respecto al vacío, que hay cierto rechazo a la castración, al agujero, y sobre ese punto pretenden ese vaciamiento de goce, recuperarlo. Algo de eso funciona, yo no tengo una clínica de las toxicomanías, pero me parece que son tratamientos posibles de ese vacío, con lo cual se escucha como escuchas a cualquier paciente, aportando ahí los elementos que son necesarios, cuando percibís que hay algo más cuidado de cómo se arma eso. Hay muchos psicóticos que consumen, se exceden con eso. Se estabilizan si tienen un buen acompañamiento. En general, el recurso es la manía, una especie de metonimia infinita. La adicción genera ese sin límites. Hay que ver cómo se maneja porque es cierto que es irrefrenable, no se domestica, pero se puede tratar, ver en lugar de qué cosa está.

Gabriela Maidana: Muchas gracias Susana por la clase y al público por las preguntas.

Ciudalitica | 2018

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Clase n°3: «PERVERSIÓN Y PSICOSIS. RENEGACIÓN Y FORCLUSIÓN». Docente: Patricia Moraga

Clase n°3: "PERVERSIÓN Y PSICOSIS. RENEGACIÓN Y FORCLUSIÓN". Docente: Patricia Moraga

Psicoanalista, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Magister en Clínica psicoanalítica de la Universidad Nacional de San Martín y docente de la Facultad de Psicología de la UBA.

 

El retorno sobre el propio cuerpo, la voz media o refleja y la pasividad es en el hacerse. Lacan dice “recién en el tercer tiempo de la pulsión, en la voz pasiva, el circuito de la pulsión termina su recorrido”. Qué quiere decir. Si bien esto es en la voz pasiva, Lacan resalta siempre -leyendo Pulsiones y destinos de pulsión- que en la pulsión hay un primer tiempo, por ejemplo, pegar. ¿Se acuerdan del texto Pegan a un niño? Bueno, voz activa. En el segundo, tenemos pegarse como voz media o refleja. Es tomarse a si mismo como objeto en el cuerpo. En el tercero se tiene que buscar a otro que ejerza la función de sujeto, dice Freud. El sujeto se coloca en el fantasma en el lugar de objeto, haciéndose pegar por el Otro. Entonces, en el tercer tiempo gramatical, es la voz pasiva, pero Lacan dice que la pulsión no es pasiva, la pulsión siempre es activa y, en lugar de decir como Freud, “soy pegado por el Otro”, que sería el tercer tiempo de la pulsión, dice “hacerse pegar por el Otro”, donde resalta lo activo de la pulsión. Este tercer tiempo, el hacerse pegar, Lacan dice es masoquista.

 Por medio de la pulsión Lacan introduce algo que había dejado fuera de su enseñaza y es que para gozar se necesita tener un cuerpo. El goce es siempre en el propio cuerpo, no es en el cuerpo del Otro, por eso llama a ese goce, autista, porque es en el propio cuerpo. Se goza en el cuerpo, el cuerpo se goza, no es que gozamos del cuerpo, el cuerpo se goza. Este tiempo es fundamental. Pero esto es la pulsión, no es la perversión. La pulsión necesita hacer surgir al Otro por medio del masoquismo, en el hacerse pegar. Lo que hace la pulsión es ir a buscar un objeto en el campo del Otro para luego extraer ese objeto del campo del Otro, dar una vuelta en torno al objeto y satisfacerse en el propio cuerpo. El goce es en el cuerpo. ¿Qué quiere decir? Por ejemplo, hacerse pegar por el Otro, hacerse mirar por el Otro, extraer una mirada del Otro, hacerse chupar por el Otro, todas las pulsiones. Quiere decir que, si no hay Otro, la pulsión no puede terminar su recorrido, entonces necesita hacer surgir el campo del Otro y el modo de satisfacción de la pulsión siempre es masoquista. El modo de satisfacción de la pulsión es masoquista, porque es el hacerse. Esto es la pulsión. Lacan dice, la perversión no es la pulsión, la pulsión no es perversa, su modo de satisfacción es masoquista. ¿Cuál es la diferencia?

Volvamos al significante de una falta en el Otro, esto es, el significante de una falta en el Otro es lo mismo que decir no hay Otro del Otro, o el Otro no existe. Porque si existiese el Otro del Otro seria completo, pero si en ese Otro hay una falta eso instaura que el Otro no es completo, pero, además, que no existe. Cuál es el significante que Lacan había dicho que era el significante que hace existir a la batería de los significantes: el Nombre del Padre. Después va a decir, el significante de la falta en el Otro pone en cuestión al Nombre del Padre, no es que el Nombre del Padre es el Otro del Otro, o la garantía. Entonces el Otro no existe, esto es una barra (pizarrón) en el Otro, estructuralmente, hay una falta. Lo que distingue a las estructuras clínicas, a la psicosis no, pero a la neurosis y a la perversión, es qué solución o qué tratamiento se hace, cuál es la respuesta que las estructuras, dan a esta falta en el Otro.

La perversión. Hay dos momentos, el momento en que Lacan trabaja en el Seminario 10 donde él lee la perversión al mismo modo que lo hace Freud. Dice, en el encuentro con la castración del Otro, en el encuentro con la castración materna, el perverso lo que hace es obturar esa castración materna, desmentir esa castración materna, por medio de fijar una imagen que intenta colmar la castración del Otro desmintiéndola: el fetiche. Entonces dice, el menos phi de la castración, como lo escribe Lacan, es colmado para obturar la falta con un objeto a que cumple la función de fetiche. Pero lo gracioso del asunto, esto es, desde el punto de vista del falo, es que ese objeto que va a ir a decir “no, no esta castrado” o “ahí no hay falta”, al mismo tiempo que intenta colmarla resalta que hay castración. Tiene ese doble juego. Pero es una imagen, eso es lo interesante. Es como si el perverso se quedase detenido en un momento anterior dice Freud. Antes sabe que está la castración, no es que no lo sabe, lo sabe, pero lo desmiente y se queda detenido un momento antes, preñado de una imagen que va a venir a ese lugar. Entonces, en el Seminario 10 Lacan sigue a Freud y dice el objeto a, el objeto fetiche, viene al lugar de la falta, viene a tratar de obturar la falta, pero no la colma. En el Seminario 11 Lacan da una vuelta más a la perversión y en el Seminario 16 hay un capítulo que se llama la clínica de las perversiones, que es precioso y fundamental sobre el tema.

En el Seminario 11 Lacan, va a analizar la perversión, pero no la articula con el falo. Va a situar la diferencia con la neurosis, porque si ustedes ven el matema: el menos phi y arriba el a, esto es, la condición neurótica de elección de objeto. Digo, un hombre elije, porque la condición fetichista es del lado masculino, no es del lado femenino, Lacan lo señala, un hombre elije a una mujer por un rasgo, no la elije en su totalidad, la elije por un rasgo. Ese rasgo es lo que determina la elección de objeto. Entonces, en el fantasma se comprueba, del lado masculino, cómo el objeto, que es colocado acá, es colocado en tanto que tiene algo en sí, el falo, que lo hace deseable. Pero este objeto es la condición de deseo y de goce para un hombre. Esto es general, es la condición fetichista general. Un rasgo que tiene que tenerlo, que desencadena el deseo del lado masculino y la condición de goce, pero que tiene que estar presente. Si no esta presente, desaparece el deseo y desaparece el goce del lado masculino. Entonces Lacan dice que lo que caracteriza a la perversión, es la voluntad de goce. Eso es lo principal, que en el perverso hay voluntad de goce.

Lo que me interesa señalar, acá hay una falta (pizarrón), Lacan va a decir que ésta falta que hay acá es como la estructura misma, topológica, que lo que produce es una atracción de goce. Lo que va a ir a este lugar es el objeto a, para tratar de colmar esa falta en el Otro. La diferencia, entre la pulsión y la perversión, es que la posición del sujeto está en el lugar del objeto, él se hace objeto para producir la división en el Otro, para llevar el objeto a, al campo del Otro. Esa es la diferencia. Es la instrumentalización que el perverso hace del objeto.

Los perversos en general no van a análisis primero, si van a análisis duran dos o tres sesiones, porque el perverso sabe como alcanzar el goce, no esta desorientado como el neurótico. Su pregunta no es qué deseo, qué quiero, cómo lograrlo, no. Él sabe cómo lograrlo, sabe cómo alcanzar el punto. Pueden ir a análisis, pero porque tal vez su perversión le ocasiona demasiados problemas, cuando de repente se descubre algo en relación a la mujer, los hijos y demás, en lo social. Pero no van a ir a cuestionar su perversión. Si van a cuestionar su perversión no es un perverso. Seguramente el que se va a cuestionar y se va a angustiar es el analista, no el perverso. Entonces, hay una orientación de Lacan y es que, en la perversión, si uno tiene un encuentro con un perverso, no hay que ir por el lado de señalarle el goce porque eso ya lo sabe, lo sabe mejor que uno, nos puede dar una lección. Sino ir por el lado del deseo y por el lado de la falta, tratando de ubicar lo que no sabe, no el lado del goce, no orientarse por el goce. Lacan dice hay que orientarse por el goce, siempre hay que orientarse interpretando el goce. En el caso de la perversión no, sino nos puede dar la clase y no se modificaría nada.

Lacan sitúa cuatro pulsiones. La pulsión oral con el objeto, siempre es un semblante, un representante, que es el pecho porque como el objeto primero se perdió todo lo que viene después son representantes. Segundo, la pulsión anal -estas dos están en relación a la demanda del Otro-, con las heces como objeto. Tercero, la pulsión escópica, la mirada. Y la pulsión invocante, la voz, el objeto voz.

La mirada, la pulsión escópica, se divide en dos según el tratamiento que se haga del objeto: hacerse ver por el otro, es decir, hacer surgir la mirada en el campo del Otro exhibicionismo, o mirar. Mirar lo imposible de ver, porque el objeto está perdido, imposible de ver, voyeurismo. Esta tiene como objeto la mirada y se trata siempre de, por un acto exhibicionista, por ejemplo, hacerse ver por el otro, hacer surgir la mirada del Otro es hacer surgir el objeto en el campo del Otro. En el mismo lugar donde está la falta en el Otro se hace surgir ese objeto. El exhibicionismo lleva la mirada al campo del Otro, haciéndola surgir. Se podría decir que lleva el goce al campo del Otro. No es una ficción, no es que el Otro goza, el hace surgir la división en el campo del Otro y hace surgir el objeto a mirada en el campo del Otro. Si el Otro no se barra, si el Otro cuando ve un exhibicionismo no hace nada, el perverso exhibicionista fracasa. Es importante el efecto de sorpresa, porque si uno ya sabe que va a pasar eso fracasa. Él es el efecto de sorpresa que produce en el Otro y lo barra. La división es del Otro y el objeto aparece en el campo del Otro.

En la pulsión invocante tenemos dos, como en el objeto voz, el sadismo y el masoquismo como estructura perversa. Lacan introduce una ironía, una ironía terrible y una ironía que interpreta cuando dice que Kant es un perverso, cuando lee el imperativo categórico kantiano que es la ley universal, la ética kantiana. Para Kant hay una ley universal que rige para todos sin excepción, el único que se salva de esta ley es la voluntad santa o la voluntad buena, es una ficción. Pero para Kant para que esta ley se cumpla hay que dejar por fuera, y este es el punto, todo lo que es del orden de lo patológico. La ley no se puede determinar por lo patológico. Pero qué es lo patológico, es el deseo. O, determinar la ley “bueno voy a hacer una ley universal ahora” tiene que ir en contra de eso. No voy a robar, por ejemplo. El imperativo categórico dice que no voy a robar, podría robar en esta situación, pero esta situación se va a convertir en una cuestión universal, voy a hacer una ley de esto “no robaras” y demás. Kant dice no, la ley no puede estar determinada por el gusto, por el placer, por lo estético. Eso es del orden de lo patológico. La ley se determina en sí misma. Entonces Lacan dice que el imperativo categórico kantiano es un imperativo de goce, es a todos el mismo goce, voy a aplicarles a todos la voluntad de goce. Interpreta la voluntad kantiana como voluntad de goce. Porque en especial, esto lo dice en relación al sadismo, cuando uno lee el marques de Sade, Sade escribía y era un teórico, lo libros que escribe son muy aburridos. Bueno, los libros que escribe son sádicos, es más, Krafft-Ebing que es un psiquiatra, clasificó, inventó una perversión y a esa perversión le dio el nombre de sadismo, le puso el nombre del Marqués de Sade; así como a otra perversión le puso masoquismo, y ese masoquismo viene de otro escritor que se llama Leopoldo Sacher-Masoch, que es quien escribió La Venus de las pieles y después se hizo una película. Sacher-Masoch es mucho más divertido porque es otra literatura, es otro el modo de decir, porque son dos estructuras diferentes. Pero Sade, en la vida, como sujeto, no era un sádico, era un masoquista. Estuvo encerrado, pobre, su obra se quemo, desapareció, y fue encerrado por la suegra. Fue una tragedia la vida de Sade.

Lacan dice que el sádico produce la división en el campo del Otro, produce el cuerpo dividido en su existencia en el cuerpo de la victima que es aquel que sufre todos los actos del libertino sadeano. Pero todas las torturas que el libertino realiza sobre sus victimas tienen que ser dichas. El goce que alcanza el sádico no está en el hecho mismo de pegar o de hacer sufrir al Otro, está en el razonamiento que acompaña todos los actos. Por eso lacan dice que el sádico es frío, es analítico, como Kant. Es frío y es analítico porque si hay un goce, es el goce en el pensamiento, es el goce en el razonamiento. Todos los actos violentos, todos los actos que se ejercen, de tortura sobre las victimas, tienen que ser hablados, razonados, tienen que ser justificados. No puede haber ningún goce que esté implicado en hacer la tortura en sí misma, tiene que tratar de vaciar eso del objeto, no tiene que haber nada, no tiene que haber un goce, no tiene que haber un placer, la cuestión está en el razonamiento, en lo analítico de la demostración. Por eso Lacan dice “lo propio del sadismo es la apatía”, uno se aburre, hay un momento en el que uno se aburre, es apático, el texto es apático. Lo propio del sádico es la ironía. Un sádico, dice Lacan, no temería que aquellos sufrimientos o torturas que ejerce sobre el Otro sean ejercidos sobre sí mismo, porque seria alcanzar el colmo de la realización.

George Bataille, que tiene un texto que se llama El erotismo. Bataille decía el Marqués de Sade nos enseña el exceso que nos funda en tanto sujetos, que siempre el goce se presenta bajo la forma del exceso. Dice que no hay ninguna relación entre el lenguaje de los victimarios y el lenguaje de las victimas. En el nivel del goce, esto lo dice Bataille, no hay comunicación posible. Una cosa es lo que dicen los victimarios y otra cosa es lo que dicen las victimas. No hay relación. Lacan señala que la perversión que llega más lejos es el masoquismo. El masoquista, la perversión masoquista nos enseña la importancia que para el masoquista tiene el partenaire, el Otro. El masoquista, como Sacher-Masoch, tiene que encontrar a un partenaire al cual él enseña lo que tiene que hacer, las torturas que le tiene que aplicar a él mismo. Tiene que ser una mujer que se presente como débil, como que no sabe mucho, y él hace de esa mujer débil una mujer poderosa, la convierte en un tirano. Le da el objeto a ella, traslada el objeto al campo del Otro. Cuál es ese objeto, la voz. Y cómo lo hace. Deleuze, en Lo frío y lo cruel, dice que el masoquista es un pedagogo porque tiene que educar a la mujer que va a ser su partenaire. No es que la mujer que es su partenaire es sádica en su naturaleza o tiene un gusto en pegar, no. Él la educa, la convence, le sugiere de tal modo que ella actúe como partenaire de él. Wanda la heroína, de La venus de las pieles, de Sacher Masoch, lo tenía que mantener como mayordomo en su propia casa durante seis meses, pero por contrato, le tenía que dejar dos horas para trabajar, para escribir. El segundo contrato era más estricto, tenía que estar como un perro, iba a dormir al establo, tenía que comer en el piso.

Entonces, en resumidas cuentas, Lacan lo que dice es, el masoquista le da el objeto voz al Otro, lleva el objeto voz al campo del Otro, se queda sin palabras, es ella la que habla y ordena, pero toda la operación es del masoquista. Es ella la que habla y la que ordena y él obedece como un perro, como Sacher-Masoch. La perversión parte de que en el Otro hay una falta y a partir de eso lo que hace es completar al Otro, introduciendo en el Otro un goce por medio del objeto a. Es decir, que hace existir al Otro, le da consistencia. Pero lo que no sabe el perverso y es lo que señala lacan, es que el perverso cree que goza cuando en realidad trabaja para el Otro, trabaja para producir la barradura y el goce en el Otro. Y eso es lo que el perverso desconoce. Lo que desconoce es que es él un objeto, un instrumento del goce del Otro, trabaja para hacerlo gozar y dividirlo, para que el Otro se angustie.

Si el significante del Nombre del Padre es el significante, como decía Lacan en el Seminario 5, es el significante del Otro, es el significante que hace existir al Otro de los significantes. El significante del NP, es el Otro, del Otro.  Si hay forclusión del significante del NP, entonces, lo que hay de entrada es la inexistencia del Otro, el Otro no existe, como lugar del saber. La psicosis no consiente a la impostura paterna, no consiente al semblante del Nombre del Padre. Uno cuando escucha a los psicóticos, escucha una versión del padre delirante, pero no escucha la versión, de que él crea en el padre. El no cree en el padre porque no el significante del NP no opera, no cree en él, y tiene razón, porque está forcluido. No cree en el saber del Otro, de ahí toda la ironía del psicótico, pero sí cree en su voluntad de goce, ese es el problema. No cree en el Otro como saber, no cree en la infatuación del padre. Lo que dice Joyce de su padre. Su padre era carente, era impotente, no le transmitió nada, eso lo dicen los psicóticos, no me dio herramientas, no era un padre, y tiene razón, porque no funciono así, el Nombre del Padre. Pero sí, el goce aparece en el campo del Otro para la psicosis y el sujeto puede quedar como un mero objeto a merced a ese goce. En la psicosis no hay un no querer saber, porque un no querer saber es la neurosis, no hay nada ahí, el psicótico al no tener el NP tiene que inventarlo. Entonces mucho más rutinario es el neurótico, porque el psicótico, al no tenerlo, tiene que inventar las respuestas, las soluciones.

El analista se orienta tratando de ubicar si hay signos forclusivos o no, no lo sabe de entrada. Pero si notas que hay signos forclusivos no hay que seguir por esa vía porque él te lo dice. Vos le haces un equivoco y te mira “¿y qué?” y hay que detenerse porque ahí hay un agujero, no es el no querer saber de la neurosis. Hay que tener cautela, porque el analista con la psicosis, pero también con la neurosis, tendría que ser la posición del analista, dejarse enseñar sobre eso, sobre cuáles fueron los recursos que encontró y acompañarlo de una manera activa en esas soluciones, pero no forzar porque detrás no hay nada.

Al no haber NP lo que hay es el Ideal, funciona el Ideal del yo pero que no es el NP. Entonces, el analista si esta en lugar del Ideal del yo, el peligro es que rápidamente puede virar a la erotomanía, “el Otro me ama”, como en el caso de Schreber, “el Otro quiere tener algo conmigo”, o a la persecución, el analista lo persigue. Y entonces es complicado cómo maniobrar en la transferencia, a qué lugar nos convoca el analizante, porque hay que ir al lugar que nos convoca el analizante, pero sabiendo no caer en el lugar del Otro del saber, porque si no puede aparecer la erotomanía o la paranoia.

Yo había pensado cuando tenía que preparar lo de psicosis, hacer la distinción entre lo que es la psicosis ordinaria y la extraordinaria y lo que me intereso investigar es el concepto de enganches y desenganches. Primero voy a contextualizar el problema.

La investigación de la psicosis ordinaria se inscribe en un programa de investigación que tiene una temporalidad. En 1997 hubo un encuentro clínico que es en Arcachon, que se llamó la conversación de Arcachon y un año antes el conciliábulo de Angers que es de 1996. Esos dos encuentros, que son conversaciones clínicas están agrupados en un libro que se llama Los inclasificables de la clínica psicoanalítica. El tercero que fue en 1998 en Antibes, es de donde proviene el titulo de otro libro que continua estas conversaciones anteriores y que se llama Psicosis ordinaria. En estas dos conversaciones -la de Arcachon y la de Angers- de lo que se trataba era de investigar nuevas formas de presentaciones clínicas que aparecían como siendo atípicas y difíciles de clasificar, eran casos raros. Estaban clasificados como casos raros y que presentaban un problema de diagnóstico para el analista. Esos casos, que eran casos raros, pasaron a ser casos frecuentes. Cuando se empezó a investigar sobre estos casos, lo que se encontró fue que había muchos casos que eran difíciles de diagnosticar, si se trataban de una psicosis o si se trataba de lo que el DSM clasificaba como categorías clínicas difusas, si eran neurosis, si eran borderline.

El concepto de psicosis ordinaria, que no es una categoría clínica, intenta precisar el diagnostico estructural entre neurosis y psicosis, es decir, salir de la nebulosa. Y es además una respuesta política de la AMP en relación a los DSM y a las clasificaciones diagnosticas propuestas por las neurociencias. Entonces, es una cuestión ética y es además una cuestión política porque exige de parte del clínico un esfuerzo por diagnosticar la presencia o ausencia del Nombre del Padre cuando se encuentra con un caso clínico raro. Esto tiene un antecedente. Las formas raras clínicas se las trato de investigar a la luz de dos conceptos, el concepto de sinthome y el lazo social, el problema del lazo social. El antecedente es Joyce porque en el Seminario 23 Lacan dice que la forclusión del NP en el caso de Joyce está probada, pero que sin embargo Joyce no presenta una psicosis clínica, no está desencadenado; como si presenta su hija Lucia que era una esquizofrénica que estuvo internada. Pero es el caso Joyce el que permite investigar la diferencia entre un diagnostico de psicosis estructural y una psicosis desencadenada, porque en el caso de Joyce no esta desencadenado porque hay algo que viene a suplir -estamos en la clínica nodal- la falla en el anudamiento de los tres redondeles. Lo que suple en Joyce, es un invento de Joyce, es la falla en el anudamiento, es el sinthome que inventa Joyce, que es hacerse un nombre, en el lugar de la forclusión del NP, y se hace un nombre por medio de la escritura, ese es el punto en Joyce. Entonces, el sinthome en Joyce es una suplencia del Nombre del Padre que se muestra sólida, se muestra solida porque en Joyce no hay desencadenamiento, no se produce la separación de los nudos, se mantienen unidos por este cuarto que suple la función del NP.

En esta investigación se retoman conceptos lacanianos y se ubica que lo que determina la diferencia entre la neurosis y la psicosis, ya no la perversión, es si hay o no hay inscripción del NP. Si no hay inscripción del NP lo que hay es forclusión, y la forclusión del NP es el diagnostico estructural de psicosis. Lacan en De una cuestión preliminar a todo tratamiento de la psicosis de 1958 dice que el diagnostico de psicosis se comprueba con la forclusión del NP. Y cómo se comprueba. Ubica el desencadenamiento de la psicosis que él llama típico. El desencadenamiento típico es que hay una relación especular imaginaria entre el yo y el otro, a y ‘a, y aparece en posición tercera el un padre. Aparece el un padre en la psicosis -es llamado en esa posición tercera el significante del NP- como hay un agujero que es forclusivo del NP lo que responde en ese lugar es el un padre. Este desencadenamiento es lo que Lacan denomina desencadenamiento típico por el encuentro con: un padre. En el lugar donde es llamado el NP al estar forcluido, aparece, un padre en lo real.

Pero en los casos que se presentan en Los inclasificables de la clínica se constata el agujero forclusivo, que no está inscripto el NP, pero sin embargo en muchos casos no se puede ubicar en la clínica esta forma típica de desencadenamiento. Se produce un desencadenamiento muchas veces por el encuentro con un goce, por ejemplo, ante un encuentro sexual, que se presenta sin poder ser simbolizado para el sujeto. Entonces, Lacan dice, si no puede ser simbolizado por el sujeto, el sujeto no puede significar ese encuentro sexual dándole una significación fálica.  Entonces ubica dos tipos de desencadenamiento, pero los dos son de psicosis. El desencadenamiento típico, que es Po (Pi sub cero) porque lo que está forcluido es el NP, y el segundo desencadenamiento que es el encuentro con el goce, que se presenta como otro goce y que no puede ser significado por el falo porque esta forcluido, y denomina Fi sub cero. Estos dos desencadenamientos producen síntomas diversos.

El desencadenamiento por Po, la forclusión del NP, dice lacan, lo que produce son alucinaciones auditivas, pero además lo que se encuentra como presente es la significación personal, me quiere tal cosa, pero lo que aparece en primer termino son los trastornos del lenguaje, los neologismos. Mientras que en el encuentro con Fi lo que aparecen son los fenómenos en el cuerpo y otros tipos de síntomas que son más difíciles de localizar porque aparecen en otras estructuras que uno no puede comprobar que sea una psicosis, como por ejemplo las alucinaciones visuales, olfativas y demás, que no solamente aparecen en la psicosis, pueden aparecer en otras estructuras. Pero lo propio de este segundo desencadenamiento por Fi es que lo que aparece es una experiencia en el cuerpo que no puede ser localizado, aparece un goce en el cuerpo deslocalizado, los fenómenos de cuerpo. Además, en los relatos que hacen los sujetos, se localiza ese momento por ejemplo de separación del cuerpo, de despersonalización, de verse como separado del propio cuerpo o una invasión de goce que no tiene limites y que no puede ser localizado cuando está el desencadenamiento por Fi, la forclusión del falo.

Ahora bien, cuando Lacan conceptualiza la forclusión del NP está hablando al nivel de los matemas, porque lo que toma como referencia es la metáfora paterna. La metáfora paterna: está el deseo de la madre que es un significante y no se sabe el valor de ese deseo de la madre, es un enigma, es una x que hay que descifrar. Lo que responde por este deseo de la madre es el significante del NP que sustituye al significante del deseo de la madre y significa éste deseo como deseo de falo, le da una significación fálica al deseo. Quiere decir que el Nombre del Padre tiene dos funciones ya en 1958. Por un lado, abrocha el significante y el significado, detiene la significación, y toda significación va a ser fálica, y por el otro lado, significa el goce dándole un valor fálico, es decir, la parte de goce, que puede ser significada como goce fálico.

En 1970 Lacan produce un viraje porque va a pasar de la estructura lingüística a la estructura nodal o topológica. Va a pensar la estructura a partir de los nudos. Va a ubicar tres redondeles de cuerda que son real, imaginario y simbólico. Ya no se trata de la primacía de lo simbólico sobre el registro de lo imaginario y lo real, los tres son unos, los tres tienen existencia y consistencia. Entonces va a decir que en la neurosis el nudo es borromeo. Los tres redondeles están sueltos y lo que los anuda es un cuarto, este cuarto que anuda los tres en la neurosis es el NP. Si se corta el NP los tres se sueltan. En la psicosis el nudo no es borromeo. Qué significa. Que pueden estar dos nudos, dos redondeles de cuerda anudados entre si y un tercero suelto, por ejemplo, como en el caso de Joyce, está anudado el simbólico con el real pero el imaginario está suelto, y lo que anuda, engancha el imaginario a los otros dos es el sinthome como cuarto nudo. Sinthome es lo que remeda el lapsus en el nudo, lo que no está anudado, va a ir al lugar exactamente de la falla en el nudo, del anudamiento.

Cuando Lacan plantea la clínica nodal parte de una forclusión, que no es la forclusión del NP. Lacan dice que hay una forclusión, que es una forclusión generalizada, que vale para todo ser hablante. Esa forclusión generalizada es que la relación sexual no puede escribirse en el inconsciente. No hay escritura de la relación. Esto lo dijo siempre, lo único es que en 1970 dice está es la forclusión generalizada. Porque Freud también lo decía “en el inconsciente solo hay un termino que es el falo”, no hay escritura de lo femenino en el inconsciente, la oposición es fálico-castrado, pero no hay escritura de lo femenino. Si hay escritura de lo femenino podríamos tener la relación escrita pero no la hay, y Lacan viene sosteniendo esto de entrada. Ya en el Seminario 4 dice “para constatar que no hay relación sexual no hace falta más que escuchar las peleas de pareja o lo que hablan las mujeres o los hombres en relación a las parejas, el malentendido es estructural”. Ahora va a decir hay algo que es una forclusión generalizada, se parte de una forclusión generalizada, que es que no se puede escribir la relación sexual. Eso es lo que Lacan denomina lo real como lo imposible de escribir. El NP, por ejemplo, en relación a lo real, “no hay relación sexual”, es un semblante, esto es un cambio.

El NP es el modo en que el neurótico trata lo real. El modo en que significantiza el goce es por medio del NP. Pero no es el único. Lacan va a establecer una equivalencia entre el NP y el sinthome. El sínthoma cuando anuda, cuando cumple una función de anudamiento, es equivalente a la del NP. En la función de anudamiento -yo dije el NP anuda significante y significado- ahora el NP o los síntomas anudan los redondeles de cuerda, abrocha, cumplen una función de broche. Entonces Lacan dice que hay equivalencia entre el significante del NP y el sinthome. Que el sinthome como cuarto tiene una función de anudamiento de los otros tres y que este sinthome en la neurosis es el NP y en la psicosis hay invención. El psicótico nos enseña qué invento para anudar esos tres a falta del NP.  

Y aquí nos encontramos con un pequeño problema porque Lacan en el Seminario 23 dice el sinthome tiene una función de anudamiento y también enlaza, anuda al ser hablante con el Otro sexo, quiere decir que el Otro sexo es puede ser un síntoma para el ser hablante. Miller dice la psicosis ordinaria es una psicosis, es una distinción que hacemos en el interior del campo de la psicosis. ¿Cómo se hace esa distinción? En base a la presencia o ausencia del punto de basta, o a la presencia o ausencia del NP. Pero en el caso de la psicosis ordinaria el asunto es si hay o no hay un síntoma que haga de punto de capitón, que abroche. Entre que haya y no haya, hay toda una gradación. Dice, si no hay punto de basta estamos en la nebulosa. Entonces, si alguien quiere saber lo que es una psicosis ordinaria, lean en Los inclasificables. La nebulosa, un texto que se llama La nebulosa, un paciente que se nombra como tengo una nebulosa, que es de Castanet o De Georges.

Entonces Miller dice el sinthome es el lazo al Otro, nombra a ese Otro como un Otro social, el sinthome anuda y es el lazo al Otro social. Y uno acá puede decir ¿es lo mismo el Otro social que el partenaire, el Otro sexo? Acá empiezan las investigaciones. ¿Es equivalente lo que dice Lacan a lo que dice Miller? Cuando uno dice anuda al Otro social está metiendo un término que es de la primera enseñanza de Lacan, está el sujeto y el Otro; entonces, ¿es lo mismo decir anuda al Otro sexo? ¿Qué es el partenaire sinthome? ¿Qué es el Otro social? No tengo la respuesta. Esto es una investigación.

A partir de considerar que el sinthome permite un lazo al Otro social entonces se puede decir que con el sinthome el ser hablante está en relación a los discursos, hace lazo con el Otro social. Lacan solamente nombró el discurso universitario, el discurso de la histeria, el discurso del amo y el discurso del analista. Dijo que la psicosis no estaba en los discursos, estaba cortado del lazo al Otro. Entonces la psicosis no hacía discurso -y tenía su razón-. Si uno nombra al sinthome como lazo al Otro social, cuando hay sinthome, entonces, hay lazo al Otro y es cierto que sirve. Podemos ponernos rigurosos para pensar si es o no lo mismo, pero es cierto que Joyce estaba en el discurso. Joyce escribía, era escritor, se hizo leer por todos y siguen leyéndolo. No se podría decir que no está en el discurso.

Entonces, cuando Lacan sitúa la forclusión generalizada, el sinthome viene a cumplir la función de anudamiento, como el NP, uno puede decir que se pasa del matema, que es la fórmula de la metáfora paterna, a los nudos. Entonces en este sentido, desde este punto de vista, hay continuidad entre la primera clínica y la segunda. Lo que Miller y todos los clínicos discuten en Los inclasificables y en La psicosis ordinaria es que hay en principio dos clínicas. Una clínica que es discontinuista, que es la clínica estructural, hay o no hay nombre del padre inscripto, esa es discontinuista porque nos da neurosis o psicosis, porque perversión esta con la neurosis, en el sentido que tiene NP-; o es una clínica continuista como es la clínica nodal. Y qué quiere decir que es continuista, no es que se puede pasar de la neurosis a la psicosis, eso no -no piensa nunca que se trate de eso, ni nadie lo piensa-. Lo continuista está dado por el concepto mismo de sinthome, porque si el sinthome es lo que anuda, a veces, el sinthome puede fallar y se produce el desanudamiento y, otras veces entonces, hay que encontrar otras formas de anudamientos. Entonces, es una clínica que permite pensar los sucesivos anudamientos y desanudamientos, o los posibles arreglos y desarreglos que va encontrando un sujeto. En este sentido es continuista, pero no es continuista en el sentido de que no se pasa de una neurosis a una psicosis. Para hablar de psicosis hay que comprobar que haya forclusión del NP. En esta conversación dice, está bien, en la neurosis la forclusión generalizada se suple con el NP, así que el NP es lo que anuda. Cuenta con el Nombre del Padre. Mientras que en la psicosis lo que viene a ese lugar es el sínthoma. Es verdad, hay equivalencia como función entre el NP y el sínthoma. Pero Miller dice, esto no exime al analista de hacer la precisión y la diferencia entre anudamiento por el NP, de una suplencia que no cuenta con el NP, que es otra clase de suplencia. Cómo mantener la rigurosidad, sino entramos en el DSM, dónde tenemos los border. Entonces, en esta conversación surgen términos que tienen que ver con esta definición del sínthoma como lazo al Otro social. Surgen nuevas definiciones. Por ejemplo, hablan de desarraigo-arraigo, en relación con el Otro social, inserción, desinserción, reinserción. Son términos que surgen para tratar de hacer el diagnostico de psicosis y fundamentalmente pensar el tratamiento en cada caso. La clínica es quien lo exige, por eso es investigación.

Surge entonces un concepto que muestra sus frutos, pero también sus problemas, que es el concepto de enganche. El concepto de enganche se puede pensar que es lo mismo que el sinthome porque engancha los tres. Cuando uno empieza a trabajar los textos, estos textos, no es exactamente lo mismo enganche que sinthome. El enganche cumple la función de sinthome, pero el sinthome muestra ser, como en el caso de Joyce, mucho más sólido y firme que un enganche. Cuando es un sínthoma lo que cumple esa función de enganche la estructura se muestra firme. Joyce no se desencadena. Entonces, junto con el enganche surge otro concepto que es desenganche. Y hay un sinónimo que es trabajado en la conversación de psicosis ordinaria que es el neodesencadenamiento. Porque no es el desencadenamiento típico. Estos neodesencadenamientos son sinónimos de desenganche.

 

Enganche

Voy a dar mecanismos de compensación: enganche.

Miller en 2008 presento un texto en un encuentro de la NLS, el texto es muy interesante, es el texto que se va a trabajar y se esta trabajando, en relación al próximo congreso en Barcelona que se llama Efectos retorno sobre la psicosis ordinaria. Es sumamente importante porque cuando ustedes lo lean van a encontrar que hay muchas de las definiciones que trabaja Miller en ese texto, que les va a servir para las nuevas presentaciones clínicas. Se presenta un caso clínico para uno, siempre es la clínica bajo transferencia, y entonces uno duda en el diagnostico. Es una histeria, después dice no es una histeria, para mi es una psicosis, pero no puedo ubicar el desencadenamiento y entonces, no hay fenómenos elementales explícitos, no hay trastornos del lenguaje explícitos, y entonces qué hacemos, es una psicosis, es una neurosis, y estamos todo el tiempo dando vueltas sobre eso. Miller en ese texto trabaja eso exactamente, que son estas nuevas formas de presentaciones clínicas atípicas.

En la conversación del texto de La psicosis ordinaria, un analista por ejemplo presenta un caso de histeria de cinco años. En la conversación surge que eso no es un caso de histeria, sino que es un caso de psicosis ordinaria diagnosticado, y tienen que dar las pruebas de por qué. Pero hay otro caso, por ejemplo, de alguien que atiende a una persona y no puede hacer el diagnostico y dice dudo todavía el diagnostico. Miller le pregunta hace cuánto que lo atiende, cinco años. Dice ya es raro, si cinco años atendiendo a alguien y duda del diagnostico es porque podemos pensar que es una psicosis ordinaria. Entonces, se trata de buscar en el caso los signos de la forclusión, cernir los agujeros, cernir los signos de la forclusión y una vez hecho el diagnostico de psicosis ordinaria -que no es como el de las extraordinarias- una vez hecho el diagnostico ya sea por fenómenos en el cuerpo o por constatar la forclusión, aunque no sea un desencadenamiento, hay que, hacer el diagnostico de psicosis. No sólo lo dice Miller, lo dicen todos, Castanet, De Georges, Maleval, que tienen muchísima clínica. Hay que hacer el diagnostico de qué psicosis se trata, si es una paranoia, una esquizofrenia y demás. Porque podemos pensar que si no se produce un desencadenamiento es porque es una psicosis compensada, es una psicosis sintomatizada. Hay un arreglo que permite el no desencadenamiento. Son psicosis bajo transferencia, o psicosis analizadas o medicalizadas. Son psicosis que se presentan como compensadas.

En ese texto Miller habla de un mecanismo de compensación. Dice, podemos pensar que hay un mecanismo de compensación que evita el desencadenamiento, o que inhibe la producción de los síntomas psicóticos, las alucinaciones, los fenómenos elementales. Lo llama make believe. Encontramos los antecedentes de ese mecanismo en Lacan.

 En el Seminario 3 de la psicosis Lacan analiza, toma los casos que había trabajado Helene Deutsch, donde ella dice que son casos que se presentan como compensados. Lacan habla de identificaciones conformistas. Dice que hay identificaciones que son conformistas, en 1956, la falta en lo simbólico produce un desorden en lo imaginario. Cuando falta no la imago paterna, sino el significante del NP el sujeto tiene que compensar esta falta por medio de una identificación imaginaria. Para esto dice que Helene Deutsch aisló un mecanismo que es el “como si”. Ciertos sujetos que no tienen la virilidad que hubieran recibido por parte del padre, por los emblemas simbólicos, y remedian esa falta por medio de una identificación imaginaria, se identifican con un semejante que le da el “como si”, de lo que tienen que hacer para asumir la virilidad. Es una muleta imaginaria. Encontramos esto en la página 275: “así el mecanismo del como sí que Helene Deutsch destacó como una dimensión significativa de la sintomatología de las esquizofrenias” -él está hablando de un caso de esquizofrenia-, “es un mecanismo de compensación imaginario. Verificaran la utilidad de la distinción de estos tres registros, compensación imaginaria del Edipo ausente”.

 Lacan porque interpreta estas identificaciones imaginarias como compensatorias, del significante del NP que les falto. Entonces, dice, esta falta del significante del NP, es algo que el sujeto deberá asumir largamente en su vida -en el mismo texto- a través de una serie de identificaciones puramente conformistas a personajes que le darán la imagen de qué hay que hacer para ser hombre. Encontramos en muchos casos, cómo la identificación al otro es una identificación que resulta compensatoria para el sujeto, y que le funciona durante un tiempo.

Lacan dice, que se puede producir un cataclismo en el sistema significante, y en lo imaginario por el encuentro del sujeto -esta es la forma de decirlo que tiene en 1956- con un significante que para él es inasimilable, que es el significante del Nombre del Padre. Y dice así, en el mismo Seminario 3, en la página 292, el psicótico vive compensado, tiene comportamientos aparentemente normales y ordinarios y de golpe se descompensa, es decir que eso que le funcionaba como enganche, la identificación imaginaria, en un momento deja de funcionar. Qué vuelve súbitamente insuficientes las muletas imaginarias que permitían al sujeto compensar la ausencia del significante. Cómo interroga o interviene lo que le faltó al sujeto. Cuando tiene que confrontarse con ese significante del NP y no está, eso que le podía funcionar como mecanismo de compensación deja de funcionar. Entonces, las identificaciones imaginarias funcionan como mecanismo de compensación.

En 1974 Lacan responde a esta pregunta de otro modo. ¿Qué es lo que puede funcionar como muleta imaginaria, como compensación? En el seminario 21, Lacan interpreta la civilización del momento, como una época del Otro que no existe. Hay una declinación del padre y lo social puede cumplir una función de anudamiento para el sujeto. Quiere decir que lo social puede cumplir la función para un sujeto de compensación, de mantenerlo sin desencadenarse. Dice, constatamos en la época actual una modificación en lo que hace al modo en que la época vive el amor. Estamos, en un régimen del amor que podríamos decir un régimen de hierro. Se constata la forclusión del NP en el nivel de lo social, en el nivel del discurso, dice, un modo de vivir el amor como un régimen de hierro, es signo de una degeneración catastrófica, porque es signo de la forclusión del NP.

Y entonces uno se encuentra con esto en la clínica. Sujetos que dicen, que no entiende nada cuando el Otro pide cosas en el nivel amoroso, no puede metaforizar, no puede entender, son pequeños signos, tienen que cuidar al hijo de una determinada manera, tienen que levantarlo de una determinada manera, todo lo que es higiénico, todo lo que es del orden de los ideales ellos pueden cumplirlo, pero no pueden ir más allá de los ideales. Si se rompe la relación al ideal, que ordena de manera rígida, se angustian con un goce que les vienen en exceso y no encuentran que hacer, como ser útiles.

Lacan dice: ¿qué es lo que suple esta degeneración catastrófica, que es la forclusión del Nombre del Padre en el nivel de la civilización, no sólo en el nivel del sujeto? Lo que suple, lo que puede suplir esa forclusión es un “ser nombrado para”. Este “ser nombrado para” no proviene del significante del NP, sino que es un ser nombrado que proviene del deseo, solo de la madre. Dice, se constata en una serie de casos donde el sujeto fue nombrado para, “fui nombrado para ser médico, mi madre quería que fuera médico, soy médico, no puedo salir de ahí”. Si el sujeto pierde la profesión de médico se puede producir un desencadenamiento, y así un montón de cuestiones. Entonces dice, es la madre sola, el deseo de la madre el que transmite, el “ser nombrado para” al hijo. Ese “ser nombrado para” cumple una función de suplencia. Lo señala con un detalle: en el caso del amor como régimen de hierro, el “ser nombrado para” es sin el NP.

La madre transmite el NP con el “no”, en el decir “no” con su pequeño cabeceo, al hijo. Y en ese decir no, amoneda, abrocha, el significante del NP y el amor. Entonces hace del amor, un amor vivible. En la clínica con los niños, lo que aparece muchas veces, es esa falta del “no”, que abrocha el NP, y nos encontramos con un amor mortificado, el régimen de hierro.

 

Maleval en un texto dice que las identificaciones imaginarias pueden funcionar como compensación, evitando el desencadenamiento, si están articuladas al ideal. Cuando se articulan al ideal demuestran ser sólidas, pero pueden duran un tiempo. Se produce un desenganche y después hay que buscar otra vez el enganche. Es importante clínicamente tratar de ubicar qué produjo el desenganche. Porque si uno puede ubicar el desenganche, puede orientar el tratamiento en relación con un enganche nuevamente.

Ejemplo de esto, de cómo la identificación imaginaria, articulada al ideal, permite localizar un goce. Les doy un ejemplo de Rousseau. Rousseau se desencadena como una psicosis paranoica, un delirio paranoico persecutorio mucho tiempo después, un primer enganche encontramos que es compensatorio y es mucho anterior al desencadenamiento. Rousseau no sabía qué hacer con su vida, andaba por todos lados, había sido relojero, carpintero, copista de partituras.

Tenía un amigo -en esa época se tenían amigos importantes- que era Diderot. Diderot había sido encarcelado. Lo va a ver a Diderot a la Bastilla, estaba encarcelado. Se angustia mucho por Diderot, el dice en su texto Las confesiones, que había sido encarcelado injustamente. Cuando regresa caminando –hasta ese momento él no sabia qué hacer con su vida–, dice tener una revelación.

Lo que se le impone como revelación es que él va a ser escritor. Esa es su revelación. Había encontrado qué hacer con su vida. Cómo es que se produce esto. Rousseau se identifica con Diderot, el otro imaginario es Diderot. Diderot era victima del Otro, de la maldad del Otro. Quiere decir que Diderot era el objeto de la maldad del Otro. Eso le permite a Rousseau localizar el objeto de goce en el campo del Otro. Y eso desencadena una identificación con Diderot, pero porque estaba articulado a un ideal.

¿Cuál es el ideal? El ideal es que Rousseau se va a convertir en el virtuoso que le va a dictar las leyes al Otro: escribe El contrato social en Francia, para regular la maldad del Otro, para regular el goce del Otro. Esta compensación, que es imaginaria articulada con un ideal, le dura un tiempo. Después se produce un desenganche. Va a dejar toda la ropa que tenía, todo lo que le daba un prestigio, un estatus en lo social y se va a vivir al campo.

Entonces, vuelve al estado de naturaleza y escribe el texto Sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.

Rousseau desencadena un delirio paranoico, muchos años después, es muy interesante ver el contexto del desencadenamiento.

Rousseau se desencadena cuando es tocado su lugar de ser el virtuoso que le dicta las leyes al Otro. Él tenía el lugar ideal de dictar las leyes al Otro. El Otro para Rousseau no sabía nada, él le tenía que dar las leyes. Para Rousseau el Otro tenía una voluntad mala. Pero encontraba una forma de tratamiento con la literatura y en especial con la política. Escribe un libro que es su libro más preciado y querido que es el Emilio. Él dice que es su hijo ese libro. Hay una referencia al padre ahí. Ese libro, no es un delirio paranoico, sucedió de verdad, cuando ese libro sale publicado es censurado, no se permite su publicación, por los padres jesuitas. Segundo, se le cuestiona a Rousseau, el estatuto que Rousseau tenía en lo social, como virtuoso. En ese mismo momento se denuncia que Rousseau -que estaba escribiendo un libro sobre pedagogía, que era cómo educar a los niños, que era el Emilio-, había dejado a sus cinco hijos en un orfanato. En ese momento tiene el desencadenamiento. Desencadena un delirio paranoico que es perseguido por los jesuitas y además tiene que abandonar Paris. Es decir, desencadena un delirio paranoico, dice “estoy sometido a la mirada del Otro, tengo que dar continuamente testimonio de todo lo que soy por temor a que el Otro me juzgue, el Otro es un malvado que tiene malas intenciones, yo soy puro e inocente”.

Pero como muchos paranoicos, tiene razón. Digo, tiene razón de que el libro fue censurado, se prohibió su publicación y además se le ordena a Rousseau que debía abandonar Paris, y Francia. Recién puede volver a Francia muchos años después con una condición: no publicar más. Desde ese momento vive desencadenado porque la escritura sola, no le sirve.

Hume lo invita a su casa en Inglaterra. Hume, se vuelve su perseguidor. Al que llamaban el bueno de Hume, porque era correcto, generoso. Pero claro, Hume le da su lugar en el escritorio, que Rousseau llena todo con sus escritos. Hume dice, que en un momento que Rousseau no estaba, y teniendo alojado en su casa, a la pluma más importante de este siglo, no pudo controlar la tentación de entrar y mirar los papeles –no tocó nada–, mirar lo que había ahí. Rousseau se da cuenta de que habían entrado y dice, “Hume quiere perjudicarme”.

En ese momento, cuando está en el escritorio, Hume dice que lo notó a Rousseau sumamente angustiado, que de repente Rousseau se sube a upa de Hume, lo abraza llorando y le pide perdón. En ese momento tenemos, la única alucinación auditiva comprobada en el caso de Rousseau. Rousseau dice que lo que escucha de Hume -es una alucinación auditiva-, es tengo a Jean-Jacques Rousseau. En ese momento en la angustia, lo abraza a Hume y luego se va.

Entonces, en este caso se puede ver bien cómo una identificación al lugar de la victima de la maldad del Otro sirve como compensación en Rousseau y cómo esa identificación sirve en tanto esta articulada con un ideal, él es el virtuoso que va a dictar las leyes, va a hablar sobre la moral y las costumbres, la pedagogía al Otro, porque el Otro no sabe. El Otro no sabe, pero de lo que no duda, es de la maldad del Otro, o sea, no duda del goce del Otro, duda del saber del Otro.

Ciudalitica | 2018

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Clase nº 5 «LA TRANSFERENCIA». Docente: Roxana Chiatti (Cba)

Clase nº 5 LA TRANSFERENCIA. Docente: Roxana Chiatti (Cba)

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Silvia Zarbá

Buenos días a todos, hoy damos inicio a la 5° clase “La transferencia” de nuestro seminario teórico clínico “El tratamiento de los síntomas hoy. Estructuras clínicas y psicosis ordinarias”. Desde ayer tenemos el placer de contar como disertante a Roxana Chiatti, Miembro de la AMP, Miembro de la EOL, directora de la EOL Sección Córdoba y Co-responsable del Departamento de Estudios de Psicoanálisis y cuerpo. Docente del programa de enseñanza del CIEC.

 

Roxana Chiatti

Un placer, muchas gracias. El tema que me ha tocado en suerte voy a decir, me gusta mucho, el tema de la transferencia se puede tomar desde muchísimas aristas, pero les digo que, leyendo a Freud, leyendo a Lacan, leyendo a Miller, sobre todo con Freud situé que finalmente la transferencia es la posición del analista. Podemos explicar el mecanismo de la transferencia, cómo funciona, pero el punto importante de eso es la posición del analista, es decir el lazo del analista y el analizante. Qué hacemos con ella, cómo maniobramos con ella desde ese lugar.

 

En el texto de Freud “Sobre la dinámica de la transferencia”, vieron que hay una serie de textos sobre el tema que tiene Freud, me voy a detener en este. Freud, ¿qué nos adelanta ahí? Fundamentalmente está preocupado, porque dice que parece un gran inconveniente del psicoanálisis el hecho de que la transferencia, la palanca más poderosa del éxito se transforme en el arma más fuerte de la resistencia. Pero inmediatamente nos aclara que no debemos atribuir esos obstáculos a la transferencia sino a la neurosis misma, es la neurosis la que engendra esos caracteres en la transferencia a partir de la resistencia que, para Freud, si lo recuerdan, tiene dos fuentes: la introversión de la libido por un motivo externo. Lacan dice no es externo, es interno. Y por el levantamiento de la represión que más adelante Miller dirá, o Freud también lo dice de un modo menos claro, se paga un precio, el analista paga un precio por el levantamiento de la represión que es la transferencia negativa. Freud dice que el levantamiento de la represión no es sin consecuencias en el lazo.

Sigo con Freud: “Mientras más claramente se prolonga una cura y más claramente el enfermo va viendo que la deformación del material patógeno no constituye por sí sola una protección contra el descubrimiento del mismo, más se servirá de la transferencia donde captará que todos los conflictos han de ser combatidos sobre ese terreno”. Es decir que anticipa que sólo bajo transferencia es posible una rectificación subjetiva.

Ahí mismo, en ese texto propone que, si bien el mecanismo de la transferencia queda explicado por la referencia a la fijación de la libido, la explicación de su actuación en la cura no la conseguimos hasta examinar sus relaciones con la resistencia. Entonces la pregunta que recorre ese texto y   que Freud está como tratando de elucidar es ¿cómo resulta la transferencia tan adecuada para constituirse en un arma de la resistencia? Tiene un desarrollo extensísimo esa pregunta que él se hace en ese texto y ¿qué podríamos decir respecto de eso? ¿a qué alude Freud con la resistencia? Nosotros, con la enseñanza de Lacan tenemos elementos para decir que Freud alude con eso a que la transferencia es repetición en acto de las imago de la infancia.

Pero Lacan, si hemos leído el Seminario 11, despega la repetición de la transferencia y la liga al objeto a. Más bien hace un binario de la transferencia con el inconsciente. En los cuatro conceptos él dice vamos a anudar la transferencia con el inconsciente y la repetición a lo real que es el objeto a en ese momento. También Lacan va a decirnos que la detención en las asociaciones a las que Freud alude en ese texto se produce por el cierre del inconsciente, y éste se cierra por la presencia del objeto a, la presencia del analista en tanto objeto a que tapa el hueco, que tapa la hiancia de la apertura del inconsciente. Pero también es el momento de la transferencia, es decir, eso tiene que ocurrir para volver a destaparse.

Entonces, primera aproximación del tema. Lacan también trabaja ampliamente los textos de Freud sobre la transferencia y hay un texto que está en los Escritos 1, que se llama “Intervención sobre la transferencia” donde Lacan toma exclusivamente el tratamiento del caso Dora transmitido por Freud, es decir, apunta más bien a la posición de Freud en el caso. ¿Qué va haciendo en ese texto? Y lo toma ¿por qué? Lacan reconoce que el caso Dora es el primer caso en que Freud reconoce que la transferencia tiene mucho que ver en el análisis. Si no hay transferencia, no hay análisis. Entonces va recorriendo una a una las intervenciones de Freud situando como él dice »varios puntos de falla» en la posición del analista, construyendo –digo yo- una especie de consejos al médico lacaniano. Entre ellos nos habla, por ejemplo, »del error fatal de posponer una interpretación», siempre en referencia al caso Dora, yo les estoy extrayendo las puntuaciones. El error fatal de posponer una interpretación porque sabemos, el león salta una vez, si lo dejamos pasar, pasó. No sabemos si habrá otra oportunidad en ese punto. También del “prejuicio sobre la homosexualidad» que lo hizo incapaz de actuar satisfactoriamente sobre ese punto, el prejuicio, vamos anotando. También nos advierte del error de dejarnos llevar por la contra transferencia desoyendo las variadas respuestas de la paciente, Dora. Lacan dice que Freud actuaba tratando de quedar bien con su amigo, el padre de Dora, mas que escuchando la enunciación de la paciente. La transferencia, dice Lacan en este texto, es un aspecto que» toma su sentido del momento dialéctico en que se produce». Esto es textual: “Momento que traduce un error del analista, aunque sólo fuese querer demasiado el bien del paciente” cuyo peligro Freud mismo ha denunciado en su texto Consejos al médico, el furor curandis.

Finalmente, para concluir ese texto, vuelve a indicarnos nuestra responsabilidad respecto del lugar que ocupamos allí y dice que “La transferencia tiene siempre el sentido de indicar la errancia y también la orientación del analista”. Es decir, es un termómetro que mide cómo va el caso. También el valor de volvernos a llamar al orden de nuestro papel: “un no actuar positivo, con vistas a la ortodramatización que quiere decir el inicio de la subjetividad del paciente”, un no actuar positivo con vistas a que la subjetividad del paciente emerja.

En el Seminario La angustia, creo que es en el capítulo de acting out y pasaje al acto, Lacan habla de Freud en este caso, de la intervención de Freud y lo pone en este capítulo porque él dice que Freud soltó el caso porque se angustió, pasó al acto soltando el caso, porque no soportó ocupar el lugar del objeto causa del deseo de la paciente. No se advino a ese lugar de objeto, seguía en la posición del padre, entonces ocupar ese lugar que hay sostener, soportar, formarse para eso, Freud no lo soportó y en lugar de angustiarse o ubicarse ahí soltó el caso y la paciente interrumpe el análisis. Es una enunciación fuerte la de ese texto que pone al analista en el banquillo, como es costumbre de Lacan.

Para retomar un poquito lo que les decía al principio, quería insistir en algunos puntos que refieren a la posición del analista en la cura, posición que no es sin la transferencia. Lo veamos desde la perspectiva de la transferencia negativa ¿lo leyeron al texto de Miller La transferencia negativa? Yo los leí especialmente para transmitírselos a ustedes ¿qué dice ahí? Nos habla de que hay un motivo de análisis que podríamos pensar que es bastante frecuente en la actualidad que es la falta de autoestima. Algo que se sitúa en una zona de evaluación que hace el sujeto sobre sí mismo respecto de un ideal, como en déficit respecto del ideal con el que sujeto se mide. La confusión, un poco lo que hablábamos anoche, contemporánea respecto de los ideales no impide que la función del ideal sea insistente. Más bien parece constituyente del síntoma pues el sujeto ubica lo que él considera su síntoma en relación a un ideal de buen funcionamiento, así debería funcionar. Ahora, lo que subyace dice Miller a la cuestión del ideal de autoestima es el agalma, la función, la noción de agalma. En la autoestima referido a un ideal está en juego la causa del deseo, pero, nos aclara Miller, un sujeto puede entrar en análisis por el lado del agalma o por el lado del palea, que es el desecho. Lo más habitual es que entre por el lado del deshecho, pero hay sujetos que entran con un exceso de agalma, gente que sufre por ser demasiado convocada, por ejemplo, demasiado admirada, que puede leerse también por el lado del desecho en algún punto, pero que provoca sufrimiento. La noción de agalma es un término de la filosofía. También cuando Lacan habla del deseo de Sócrates, para decir Sócrates es un histérico, en el Seminario de La trasferencia, Seminario 8.

En relación a la entrada por el lado del desecho, en este caso, pensando en el lazo transferencial, el riesgo es que toda palabra que le venga del analista -seguro tienen casos donde están amordazados para decir algo-  apunta al sujeto como desecho. A veces, dice Miller, esto se encuentra de una manera muy pura por lo cual el analista se encuentra reducido a no decir una palabra, a no poder decir nada dado que toda palabra puede ser interpretada por el paciente como una referencia a su estatuto de desecho. Hay varios ejemplos ahí, el error fatal que cuenta Miller de un caso suyo como analista, donde había una mujer que se deshacía en explicaciones para justificar que ella todo lo que hacía no era por maldad, nunca nombró la palabra maldad, pero le daba a entender, se leía bajo la barra, que ella le explicaba que era una buena persona, entonces Miller le interpreta “Ud. No es mala para nada”, y la paciente le dice “¿Por qué me dice mala? Yo no pienso que yo soy mala, usted es el que piensa que yo soy mala”. Es decir, empezando por la negación, usted no es mala para nada, qué enseñanza nos transmite, no devolverle al sujeto, no nombrar en el análisis esos significantes que son del orden de lo peyorativo, aunque él mismo lo nombre, usted no es un estúpido, usted no es mala, usted no es un tarado, soy un boludo, entonces “eso que usted dijo”, pero hacer existir, que el analista lo nombre y se lo devuelva al sujeto, tiene otro peso a que lo diga él. Aquí la respuesta al mensaje de desvalorización que le viene del Otro es la sospecha. La transferencia negativa dice Miller es cuando el analista está bajo sospecha. Todo lo que diga o haga puede ser mal interpretado. Que le tienen ojeriza el analizante al analista. Pero no nos olvidemos que la transferencia negativa, es necesario que haya, porque si vamos a transcurrir un análisis sólo con la transferencia amorosa no va a pasar nada, pero, una dosis, porque el amor vela. Entonces, el odio en la transferencia negativa se dirige al ser, desupone el saber en el Otro, entonces eso dosificado hace funcionar el análisis, si es puro amor… no está pasando nada.

¿Cuál es el punto al que quiere llegar con esto? Si toda interpretación puede comunicar un mensaje de desvalorización, es en tanto que una interpretación es decirle al sujeto “Usted no sabe”, de alguna manera es decirle eso, entre líneas, “tú no sabes lo que dices”. De esto se deduce, que toda interpretación en estas coordenadas puede tener el valor de desuposición de saber y aunque el analista quede en silencio puede producirse la significación de desvalorización igual porque en el análisis se respira un aire de interpretación, todo está bajo el ejido de la interpretación.

En ese tú no sabes, que es casi constitutivo de la posición del analizante, tenemos que acompañar al sujeto para que llegue a ese punto, para que desuponga, puede deconstruir toda una historia basada en malos entendidos, hace falta que acompañemos a que llegue a ese punto, el tema es cómo llega a ese punto de no sé lo que digo.

Entonces, ese momento, es el momento en que la transferencia negativa se constituye como el drama inaugural, hay algo de inaugural, de la experiencia analítica. ¿Cómo se ve la transferencia negativa en la psicosis, en la histeria y la obsesión? En la psicosis depende del caso, esta es una generalización que hago, pero ustedes verán el caso por caso. Captar que apenas se establece la relación analítica que es una relación de supuesta confianza, esto, en la psicosis, el analista se vuelve inmediatamente sospechoso, un sujeto psicótico embarcado en la experiencia analítica puede reaccionar con la transferencia negativa en consonancia con lo que Freud decía que los sujetos psicóticos no son pasibles de transferencia ,en referencia al narcicismo que no son pasibles de colocar la libido en otro objeto que no sea en sí mismo, no invisten un objeto libidinalmente que a sí mismo, había una dificultad en la transferencia después sabemos que es Freud que rechaza la psicosis y es Freud el que no quiere saber de eso.

Pero la paranoia por ejemplo presenta el estado más desarrollado de la transferencia negativa porque no solamente comienza el Otro por ser sospechoso, sino que el sujeto concluye con la certeza de que el Otro tiene malas intenciones para con él, entonces es bastante difícil el lazo transferencial en la paranoia. En esos casos cuando eso se desmadra ya no hablamos más de transferencia negativa, sino que podemos decir que hay la presencia de un delirio de persecución.

En la histeria, cuando Lacan habla de histerización del paciente, es cuando el analista logra comunicar al paciente a través de sus dichos la cosa preciosa que es, el análisis al principio agalmatizamos un poco la cosa, lo volvemos al sujeto un poco amable para el Otro, hasta que luego podemos maniobrar de otra forma. Pero dice Miller también puede ser que le comuniquemos la cosa mala que es, eso también es histerización y aclara este punto “cuánto más idealizado se encuentre el analista el sujeto se encuentra al inicio como reducido a cero ante su presencia, capturado en un no soy nada en comparación con usted”.

La estructura de la transferencia negativa, esto es importante, en que el sujeto entra en la experiencia como falta en ser, por el contrario, el analista entra en tanto que ser, ser supuestamente colmado de su falta en ser, entonces la transferencia negativa se sustenta a este nivel primario en el cual el analista se presenta como ser, como objeto agalmático, el sujeto supone que el analista tiene lo que a él le falta. Lacan ¿cómo definió este ser del analista? No como un ser de saber, como un ser fálico, sino como portando algo de lo que el sujeto se encuentra a la vez privado. Eso convoca al odio, puede convocar al odio, el odio como pasión que se dirige al ser, a diferencia del amo que se dirige a la imagen, a la forma.

¿Qué pasa en el obsesivo, en el registro de la demanda, con la transferencia negativa? Lo que se observa que el solo hecho de pedirle produce un odio terrible, y a veces uno puede estar tentado de darle la cosa para pacificar el odio que le despierta el hecho mismo de pedir, aunque también a veces el hecho de dar puede ser interpretado como un insulto ya que esa sería la prueba de que uno tiene lo que a él le falta.

Entonces ¿cuál es la manera que conviene al analista para abordar la transferencia negativa? Cuando se desencadena, uno no puede dejar de preguntarse si ha cometido algún error, lo cual no quiere decir que uno sea el amo de todo lo que pasa en el análisis, que uno es responsable de todos los acontecimientos de la vida del sujeto porque sólo somos un servidor de un dispositivo. Pero salvando ese punto, sí es necesario preguntarse si hubo algún error en juego o qué tipo de responsabilidad le cabe al analista en el asunto.

Intervención del público: Lacan en “La agresividad y el psicoanálisis” da varios ejemplos de transferencia negativa. Llegar tarde, los cambios de horario, el tema del pago…

Roxana Chiatti: Sostener el pago, los cambios de horario. Sí, la tesis número 3, las 5 tesis sobre la agresividad, en la tesis 3 habla de eso.

Hay muchos elementos que hacen que la transferencia negativa se desencadene pronto. Sería usar el semblante adecuado para que eso se dosifique un poco. Hay pacientes que entran como que están súper enamorados de su analista, bueno con ellos es más fácil. Pero hay otros que entran directamente al choque, por su propio estilo, por su propio síntoma, por su propia cosa.

Intervención del público: Cuando al paciente se le dice “usted no sabe”

Roxana Chiatti: Llegar al “usted no sabe”, no es un empuje, eso es estructural a la situación analítica, eso se produce naturalmente cuando uno interpela, interroga, cambia de rumbo los dichos del paciente, eso es una cosa que cae por su propio peso, no es que uno lo produce, no se le dice usted no sabe nada, se produce por la propia estructura de la experiencia analítica.

Entonces, avanzo un poquito con el texto “Sutilezas analíticas”, Miller ahí nos invita a retomar lo que él llama El principio freudiano del infinito, se refiere al análisis interminable, la interpretación interminable, porque hay que estar en relación a nuestro “yo no quiero saber nada de eso”, no hay que soltarse. Que uno debe elucidar su inconsciente, pero hay lo que ya sabemos, la represión primordial. Es decir que no todo puede elucidarse, no todo puede saberse, el propio caso, no todo puede vaciarse; y ese núcleo de represión originaria funciona, es decir, hay un resto que es ineliminable en ese punto, que son los puntos ciegos que dice Freud, pero se supone que nuestra relación a ese punto ciego es estar advertidos de eso. Uno puede conocer su “yo no quiero saber nada de eso”, Miller nos invita a no desanudarnos de eso, advertidos de que eso funciona, pero además él nos invita a pensar que eso tiene una función positiva en el punto en que causa la pregunta, causa el estudio, causa el interés. Entonces, el principio del infinito ¿por qué lo dice así? Porque es algo que nunca se agota, el “no quiero saber nada de eso”. Nos invita a que sigamos en relación a eso cuando enseñamos, cuando pensamos como psicoanalistas, preservar el “yo no quiero saber nada de eso” es una disciplina. Me parece, para pensar en la formación.

Hay una carta en Freud, que recibe de un colega que abrió una institución para enfermos mentales, un hospicio, muy contento de su logro, en donde Freud se demora en responderle, a alguien que le caía bien y que estaba contento de lo que había hecho. Pero él se pregunta, en relación a su yo no quiero saber nada de eso ¿por qué se había demorado? Entonces él piensa que “esos enfermos a mí no me gustan demasiado”, el rechazo por la psicosis que Freud tenía. Entonces Miller se toma de eso para decir eso es causa, no sólo es un obstáculo, una dificultad, si uno se disciplina en eso, causa.

¿Qué se pregunta Miller en el capítulo 3 de Sutilezas analíticas? ¿Cuál es el afecto que favorece a la posición del analista? Luego de un extenso recorrido por muchos afectos concluye en el desapego. No el hastío, no el entusiasmo, no la frialdad ni la indiferencia. Tampoco la apatía ni el hartazgo, sí la curiosidad, pero manteniéndonos al abrigo del “me gustas”. Cuando un paciente nos gusta mucho, que eso se pesca cuando uno controla los casos, uno puede decirle “a usted ese paciente le cae muy bien”, índice de una dificultad. Hay que mantenerse un poco a distancia del “tú me gustas demasiado” porque hay pacientes que nos encantan, ¿no? Que todo tiene efectos, y asocian libremente y no faltan y pagan y se bancan los aumentos de honorarios, nos encantan esos pacientes, el paciente perfecto.

De todos los términos recorridos él prefiere el modesto desapego que acompaña el sentido que Lacan le dio al personaje de Jean Paul como una referencia identificatoria o imaginaria para el psicoanalista, que es el guerrero aplicado. Hace lo que hay que hacer, trata de hacerlo bien, pero con apatía, alejado de las pasiones. Entonces el desapego es la posición que conviene al psicoanalista en la medida en que también su acto consiste en despegar significante y significado y reconducir ese significante a donde no se sabe lo que eso quiere decir para poder tratarlo. Tenemos que tener una gran prudencia ante las palabras que podemos pronunciar cuando estamos en esa posición porque como hablamos las lecciones son duras.

Quería un poco avanzar en la enseñanza de Lacan, en bucle, es decir que no descartamos ninguno de sus tiempos de elaboración, pero quería que trabajemos un poco el tema de la actualidad de la transferencia, que no es sin consecuencias en la práctica. La época y sus consecuencias hace que debamos aggiornarnos en la práctica y en el lazo transferencial. Los sujetos que recibimos ahora no son los sujetos que recibíamos antes, por lo tanto, no podemos seguir en la misma posición. Hay un texto muy interesante, que es de Xavier Esqué que es el presidente del próximo XI Congreso de la AMP, que se llama “Por una suposición”, me sirvió mucho para orientarme en lo que quería transmitirles.

¿Qué plantea ahí él? Por qué “Por una suposición”, ¿con qué asociamos rápidamente? Con la sospecha, o con el supuesto saber, la interpretación, todo eso. Él plantea que el psicoanálisis es una práctica que por una suposición llega a deshacer por la palabra lo que es hecho por la palabra, es una cita de Lacan del Seminario “El momento de concluir”, que es inédito. Lo hecho por la palabra, lo que a uno lo lleva al encuentro con un psicoanalista, es un síntoma, un impedimento que lo hace sufrir. Por lo tanto, un psicoanálisis desmonta por la palabra un obstáculo producido también por la palabra. El fin terapéutico del análisis es revelar la causa y la satisfacción de este síntoma, identificar eso es curarlo, no obstante, sabemos que cada analista está lo suficientemente advertido de que dicha curación opera la castración, es decir que el síntoma no se cura de manera absoluta, no se elimina, resta algo incurable. Por otra parte, como ya hemos hablado antes, la finalidad de un análisis no es curar. El analista debe abstenerse de caer del lado del furor sanandis. Un análisis es posible entonces por una suposición. He aquí el pivote como dice el Seminario 11 de la transferencia simbólica, el sujeto supuesto saber. En esta fórmula tenemos por una parte al sujeto, siempre tachado, es decir supuesto, lo que dijimos antes del sujeto falta en ser y por otra parte para poner en marcha la suposición de saber hace falta el amor, se ama a aquel que sabe de mí dice Lacan, amor que luego se transfiere al inconsciente. Cada análisis comienza como una búsqueda de la causa y de la satisfacción del síntoma, se parte de una suposición de no saber, el síntoma es un querer decir y el sujeto no sabe qué le pasa, no sabe qué es lo que eso le quiere decir. En este no sé, ya está implícita la suposición de saber, saben todos que el sujeto supuesto saber no es el analista, él sólo está investido en esta función, pero este vestido es un disfraz, el analista es el hombre de paja, el testaferro de la función sujeto supuesto saber, dice Lacan. Si el analista piensa que el traje es suyo, estamos en la infatuación. Muy lejos de la pregunta que la Escuela trabaja infinitamente que es ¿Qué es un analista? Es un semblante para permitir al sujeto llegar a la posición de no sé para saber.

Para pensar la actualidad de la transferencia, debemos tener en cuenta la distinción que hace Lacan en su última enseñanza respecto del inconsciente transferencial y el inconsciente real. Ese último, representa una sacudida en los fundamentos teóricos y prácticos del psicoanálisis, pues éste corta el familiar lazo entre inconsciente e interpretación. Existe ahora una disyunción entre inconsciente e interpretación. En el inconsciente real hay un corte, una barrera, no hay conexión, no hay relación entre S1 y S2. Nosotros sabemos que precisamente esta conexión es el fundamento de la transferencia y de la práctica misma del psicoanálisis, el mismo sujeto supuesto saber es el resultado de esta conexión entre S1 y S2, embrague necesario para producir sentido y para que se despliegue el saber supuesto de los significantes en el inconsciente, queda latente el goce y el objeto a.

Entonces ¿cómo la instalamos a la transferencia? ¿Qué queda del modo de establecerla hoy? A lo largo de un análisis el estatuto del inconsciente es transferencial, la cosa cambia desde el punto de vista del inconsciente real donde la suposición de saber no está más. El inconsciente del Seminario 11, es un inconsciente sin ser, no realizado que está por realizarse. El psicoanalista precisamente tiene la tarea de ayudar al analizante a que pueda realizarlo, él dice ahí el analista forma parte del concepto de inconsciente. Es decir, que se trata ahí de que el inconsciente se realice como saber, aunque antes de ser saber realizado es saber supuesto. Esta es la dinámica del inconsciente, es un querer ser. Ahora bien, si seguimos los desarrollos de la última enseñanza veremos que, desde otro punto de vista, podemos decir que el inconsciente ya está allí, que no es a producirse o a realizarse, no nato, desde otra perspectiva podemos decir que ya está allí, que funciona, pero gobierna a título de amo y es cierto, es así, el inconsciente que programa ya está allí, pero el que descifra y busca realizarse como saber descifrado no está en el punto de partida. Entonces un análisis va de la suposición a la realización o, dicho de otro modo, del inconsciente transferencial al inconsciente real. El inconsciente operativo, es decir, ese que se descifra sólo surge si se le agrega una finalidad significante, es decir, si se le agrega una significación, si entra en el registro de la “comunicación”, en un querer decir. Pero para eso el analista debe suponerle una intención significante, debe suponerle una significación cuando pescamos un lapsus, lo tomamos suponiendo que eso quiere decir algo, eso es una operación del analista, salvo en aquellos analizantes ya avezados en el análisis, lo toma, se escuchan, lo interpretan. Si el inconsciente del seminario 11 se quería realizar como saber, en la última enseñanza lo que tenemos en lugar del saber es la satisfacción. Dar esa satisfacción es la urgencia que preside el análisis, dice Lacan, es decir, se va por eso.

Entonces, más que demanda de saber hay pedido de satisfacción, hay exigencia de la pulsión, el saber lo añadimos a partir de la suposición, asignándole una intención al inconsciente, eso lo hacemos nosotros, los analistas hoy, siempre pero hoy más que nunca. Anoche hablaba de eso, hay una dificultad de hacer existir al inconsciente, los sujetos llegan pidiendo respuestas, en la urgencia de qué hago con esto, cómo me separo de mi pareja, la urgencia preside el análisis. Bueno, no hay otra forma de tratar eso si no es haciendo existir el inconsciente, es decir incluyendo la suposición de saber que lleva ahora más tiempo que antes, no debemos retroceder en la posición de hacerlo existir, en la urgencia no vamos a resolver nada. Además, qué dice Lacan de la urgencia subjetiva, es la intuición de un sujeto de que está al borde del agujero. Entonces cómo se trata un agujero, bordeando con lo simbólico y si no hacemos existir el inconsciente estamos fritos. Pero les subrayo que hoy más que nunca eso lleva tiempo. En la última enseñanza Lacan dice que la urgencia está siempre, más intensa menos intensa, más soportable, menos soportable, porque si lo pensamos desde esta perspectiva la intuición de que el sujeto está cerca del borde del agujero, es siempre. Pero más intensa en algunos momentos, pero no cedemos en eso. Trabajamos las dos cosas. Insisto, tenemos que llegar a que el paciente diga no sé qué hacer subjetivamente, porque una cosa es no sé qué hacer dígame qué hago, y otra cosa es no sé, no puedo con esto, del orden del síntoma es ese no sé. En la demanda de satisfacción no está en juego la castración.

Siendo nuestro artefacto la transferencia y tratándose de satisfacción más que de saber, el tema es cómo agregar el cuerpo a la transferencia. Vieron que ahora trabajamos con esa idea del cuerpo del analista en la cura. Más que poner el cuerpo hacer uso en el sentido quizá que siempre lo hemos hecho pero que hoy tiene una función más eminente, trabajar con la voz, con la mirada, con el cuerpo haciendo de límite al sujeto, es decir, una interpretación que no es por lado de la suposición del saber sino de poner… tómenlo con cuidado, pero imaginarizar, hacer visible lo no simbolizable del goce. El uso del semblante en el cuerpo. Pero, este es un tema que se puede abrir para todas partes, es una dimensión de la transferencia que es libidinal, no simbólica. Es decir que el analista pone su cuerpo a favor del trabajo así, su cuerpo, trozos o los objetos que tienen que ver con el goce de ese sujeto, no hacemos con todos lo mismo. El trabajo con la mirada y con la voz no es algo nuevo, pero en este momento tiene un estatuto de utilidad mayor, es lo que hay porque no hay demanda de saber. Hay que causarla, eso es trabajo.

Voy a transmitirles un texto que titulé “Agregarle cuerpo a la transferencia”, para decir que lo nuevo en la transferencia lo podemos constatar en la clínica y plantear algunas demandas como ejemplo.

Las prácticas de goce, son aquellas que implican un esfuerzo enorme del sujeto para encontrar una satisfacción. No era una demanda de líbreme de esto, sino de cómo lo regulo para no sufrir tanto (Publicación en Lacaniana 10, caso clínico).

En relación a la elección de objeto sexual, habrán recibido pacientes que dicen mi último novio fue un hombre, pero no me gustó cómo me trató así que ahora estoy de novia con una mujer porque me trata bien, es dulce conmigo.

Las demandas actuales, donde escuchamos cierta ausencia de represión, de sublimación, más bien cierta cuestión de demanda de satisfacción. No se trata de un saber producto del inconsciente lo que prima sino de una pragmática a favor de la satisfacción, es decir, eso se practica, se hace, del orden del verbo. Freud ya había pensado en esto cuando elaboró su texto sobre el fetichismo ¿qué dice ahí del fetichismo?, ¿qué distingue a la forma fetichista?  que Lacan lo anticipa en el Seminario 20, en la pág. 173 – 174. Dice que el objeto fetiche es un objeto que satisface prescindiendo de la palabra. El objeto fetiche por excelencia es el objeto que no habla, inerte, objetivado, objetalizado si puede decirse y coherente con una exigencia de goce que permite que la palabra quede fuera de juego. Esto dice Lacan en el Seminario 20 porque el objeto fetiche es una lectura freudiana, lo toma de Freud para decirlo.

Entonces respecto de estos nuevos goces, podríamos decir, hay una necesidad de una puesta al día que incluya lo nuevo en la práctica, empezando por librarnos de los prejuicios. Pensar que el sujeto no viene a librarse de eso, que, aunque ese no es su síntoma no viene a querer sacarse eso de encima.

Público: ¿En el caso de las drogas?

Roxana Chiatti: Es en el mismo sentido, nosotros no le decimos al sujeto deje de drogarse, pero qué hacemos, lo responsabilizamos de su consumo, que se regule, que sepa que lo que hace tiene consecuencias y que lo registre, lo responsabilizamos de su goce. No va por la prohibición ni por la regulación del consumo en ese sentido del orden sino responsable de su goce. Perdí toda la guita porque… que sepa que tiene consecuencias y que las registre, para que dosifique, regule, mientras tanto en ese caso con los toxicómanos, más que nunca, más que en todos los casos, hay que hacer existir el inconsciente, porque hay un rechazo al inconsciente que insiste.

Vuelvo sobre lo último, la dimensión libidinal se impone cada vez más para abordar estos fenómenos donde el cuerpo del analista encarna lo no simbolizable del goce, lo que no aparece en la palabra ni aparecerá. Modesto, en su intervención sabe leer lo libidinal lo que se decanta en el decir lo usa, su mirada, su voz, sus gestos, su tono, el saber del analista sobre dicho instrumento, es un instrumento.

A modo de concluir mi clase, tenemos la responsabilidad de acompañar a quienes nos consultan a regular el exceso del empuje al goce porque eso es de lo que sufren, hasta cierto punto esto es una cita del Seminario 11 que es muy enseñante para mí, siempre lo tengo presente, dice Lacan “hasta cierto punto, este penar de más es la única justificación de nuestra intervención”, es decir que ubicándonos en esta demanda de satisfacción y de esta clínica que es mucho más modesta, que no se espera de uno grandes interpretaciones geniales, si no apuntar al exceso de goce, es lo único que justifica nuestra intervención, ese penar de más del sujeto que es el sufrimiento. Esa es una anticipación de Lacan en el ’60 que es muy actual, nunca más apropiado. Entonces parafraseando lo que les decía al comienzo, en el momento de concluir, debemos saber cómo deshacer por la palabra lo que se hizo por la palabra sobre todo en una época donde reina el acto.

Muchas gracias por haberme escuchado y por sus intervenciones.

 

* Roxana Chiatti es Licenciada en Psicología (UNC); Psicoanalista; Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis; Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana; Directora de la EOL Sección Córdoba (gestión 2015 – 2017); Adherente al CIEC – Centro de investigación y estudios clínicos; Responsable del Departamento de investigación Psicoanálisis y cuerpo del CIEC; Docente del NPE (Nuevo programa de Enseñanzas), CIEC.

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