La movida Zadig

La movida Zadig

zero abjection democratic international group

Red de Incidencia Política
(Zadig en Argentina)

Tabla de Orientación

Lacan, Una lección de política

«Sus palabras me han impactado…» por François Regnault
-«Sus palabras me han impactado más de lo que usted piensa», le diría más tarde.
Impactado más de lo que pienso «, dice el Doctor.
«Exactamente», le volvería a decir.

Estábamos sentados a la mesa, en el pequeño departamento de la calle L… a la mesa los tres, su hija J*, frente a nosotros, su yerno A*, y yo del mismo lado, cuando entró, él, «Freud» en persona.

Entró lentamente con su mujer, que vino a sentarse en la otra punta desocupada de la mesa. Me levanté y fui a saludarlo, sabía que había sido agredido dos días antes por un malandra, un loco que deseaba su mal, quería su dinero y le había dado un puñetazo. Adiviné fácilmente que no se trataba de hacer alusión a ello, ni siquiera autorizándome en un «créame estoy con usted en esta prueba ligera y seria».

El puñetazo le había producido una equimosis en la garganta y su voz sufría una disminución bastante importante. Me dijo buenas noches y luego tomó el texto que su yerno A* había preparado para los diarios, respondiendo a una pregunta acerca de política revolucionaria en el estilo de 1789 y según los principios de Jean-Jacques Rousseau.

Pasó a la pieza de al lado, frente a donde yo había estado sentado y donde yo estaba nuevamente parado esperando que salga. Se alejó, pidiendo un poco de paz, pidiendo que se lo deje disfrutar una o dos horas de la paz a la que tenía derecho, antes de la cena a la que tenía derecho.

La puerta se había cerrado, y sé que hasta que volviera, conservaría la impresión de que él no estaba en la pieza de al lado que yo conocía, sino que él estaba muy lejos, inalcanzable, había salido tanto del espacio como del departamento y no había razón para que yo lo vuelva a ver, al menos esa noche.

Ahora bien, una media hora después salió, y era evidente que quería llegar a la puerta por la que una rato antes había entrado, pasando nuevamente solo, como una procesión lenta, como el Santo Sacramento en una ciudad española donde arrodillado uno lo hubiera esperado un día entero bajo el sol y las rosas, retirándose como en el famoso cuadro de la excomunión del rey Robert, por la puerta del fondo, todos los cirios apagados, el clero solemne e indiferente.

Estábamos sentados a la mesa, y cuando estaba llegando a la puerta, se arrepintió, y, – ya sea porque su yerno lo había llamado a su paso, ávido de un comentario más rápido de su artículo, ya sea porque tal vez él había fingido que quería salir y su verdadero deseo era el de sentarse frente a nosotros, entre nosotros, incitado a hacerlo frente a mí, -el extraño-lo que quizás en familia hubiera renunciado a hacer o incluso evitado-, vino a sentarse a nuestra mesa, pero a título provisorio, manifestando que la silla era solo el soporte pasajero de una palabra.

Estuvo así sentado a la mesa entre nosotros, pero al sesgo, como la verdad en nosotros encerrada en el marco rígido de la cena y en el marco rígido -moral- de la joven y bulliciosa revolución, le sería necesario hacer percibir al sesgo, ya que ella iba a deformar singularmente la perspectiva en la que nosotros retozábamos. Cuando él hubiera salido, nuestras miradas arrancadas al cuadrado familiar girarían hacia la puerta, y solo nos quedaría considerar como después Emaús, clara en nuestra noche, alrededor de nuestra tierra errante, su luz venida de otro lado.

Comenzó de este modo a hablarle a su yerno y sin mirarme, salvo al final y de reojo en el momento en que me sonreiría:

«Esas pocas líneas que le envié el otro día -haya o no puesto punto aparte bastante claramente en el momento en el que cambiando de idea, debía detener el parágrafo, no sé-, esas líneas debían decirle lo que no le voy a volver a decir aquí, y que siguen teniendo valor aún leído su artículo.

Sé, por verlo alrededor mío y por leer los diarios, un poco lo que del lado norte de París son capaces de hacer las pandillas armadas, me doy muy bien cuenta que los asesinos-no son otra cosa- están empleados por C y consortes. Pero, entienda usted, usted no va a estar nunca a la cabeza de una banda de asesinos» (esto preparaba la conclusión del discurso en el que él diría cuán débil era su yerno frente al orden del mundo).

Su yerno en ese momento se echó hacia atrás, movimiento que significaba no tanto que él tendría un día que estar también a la cabeza de una banda, -que no diríamos de asesinos, mejor auténticos justicieros-, sino más bien que al revolucionario, nada de lo que es inhumano debería ser extraño. «Freud» continuó:

Es evidente para todos, nada es más evidente, que la masa que alega su artículo, juega allí el papel del amo, del significante amo. ¿Qué cree usted que allí se renueva sino aquello que fue siempre, y bajo otros nombres antaño? (él quería decir la república, el Rey). En su nombre, que conserva invariante el antiguo lugar en el que se sostiene el discurso perpetuo, usted sostiene el discurso hoy llamado de la masa. En su nombre usted perpetúa el discurso perpetuo, esto es evidente para todos.

Desde otra perspectiva en apariencia ¿qué rebelión usted hace valer? Usted y los que lo acompañan o que lo siguen, ¿cómo son ustedes percibidos por aquello que, ni pueblo, ni masa, recibe con todo derecho el nombre de «popular»? Lo popular los percibe como rebeldes y como no entiende de rebelión, toma la suya como burguesa, como una rebelión de privilegiados. Porque ¿qué hace usted, qué es lo que incluso puede hacer, sino aparte de lo popular, y en la elección de las rebeliones de los privilegiados, expresar una de ellas, por la vía más clásica, y sin embargo burguesa y privilegiada-solitaria? Yo tengo otra manera de atravesar mi rebelión, también de privilegiado, tengo otra vía, y hay para usted,- debería quererla-otra vía de atravesar su rebelión de privilegiado: la mía por ejemplo.

Lamento únicamente que tan pocas personas que me interesan se interesen en lo que me interesa.»

No había hablado de su rebelión, -de la que no hablaba jamás no más que de aquello de lo que no hablaba jamás-, sino porque su yerno A*, por una palabra o un gesto, le había preguntado qué salida- que no fuera callarla o apagarla- se abría para la rebelión de privilegiado, fuera de la vía clásica. Su yerno A* había debido alegar que el privilegio desaparecía cuando la rebelión alcanzaba en su derecho la revolución y entonces ambas confundidas hacían tambalear el poder del Estado. El privilegio quedaba así abolido. La percepción de lo popular no relevaba más la diferencia extraña del alma bella. Es por lo que «la mía por ejemplo» introducía a ese hombre noble y sentimental en sus propias palabras, y contándose en la lista de los privilegiados para lograr que se identifique su rebelión, normalmente silenciada, como esencial y marginal a la vez, excepcional y por eso mismo verdaderamente real, verdaderamente real y verdaderamente imposible, él respondió así a aquél que reconducía idealmente sus fuerzas a las del pueblo.

Luego, «lamento que tan pocas personas que me interesan….», marcaba una pausa, permitía una distensión en el discurso tenso, enteramente construido, con, como diría Aristóteles, un comienzo, un medio y un final, como nos lo mostraban las últimas palabras, y aunque, a cada momento nosotros hayamos tenido la impresión -es apenas cierto- de hablar a tontas y a locas.

«¿Qué ve lo popular en sus chanchullos? Es que el fondo usted quiere una policía púdica. Inglaterra, desde hace algunos siglos, ha resuelto muy bien la cosa. Su policía ha hecho el trabajo sin atropello, y el ciudadano puede considerarse contento de nunca escuchar hablar de ella. Usted lo que quiere en el fondo es una policía sin atropello. Usted y los suyos le reprochan a la policía haber salido de aquello en lo que está habitualmente acantonada, y haber mostrado la punta de su esencia.»

Retoma: «Yo vi, en el momento de la Liberación, vi y no lo olvidaré nunca el momento en que los guiñoles de entonces se hacían pasar por los grandes reconciliados- y yo te perdono y te dejo pasar eso- y no les impedía dispararse a los pies, a todos,-vi a la policía que venía de hacer el trabajo de los Alemanes, sostener con su orfeón las nuevas reuniones eufóricas y Claude Bourdel y x y todos los demás, pavonearse adelante, y detrás de ellos el orfeón de la policía soplando las tubas, detrás de ellos precisamente dándoselas por el culo.»

Retomaba de este modo la idea justa y verdadera que había ya enseñado: cuando el nuevo dictador accede al Estado, sea en el nombre del pueblo o en contra, sus primeras palabras al pueblo son siempre: «Y no crean ahora que se van a divertir: Ahora el esfuerzo comienza. Ahora es el reino de lo serio.»

Retomó: «Hegel no fue muy lejos para decir que la policía es la esencia del Estado. Ni más ni menos que eso y eso desde siempre y necesariamente.»

Muchas veces se trata de la URSS y de China. Su yerno A* le decía tanto la URSS como China, pero estaba dicho que su yerno A esa noche, no tenía la palabra. No hacía falta que hubiera intervenido. Mucho menos cuanto que el Doctor habría caído en las trampas de su argumentación por haberlo dejado mucho tiempo, un minuto, hablar, porque lo que importaba era que no figuraran más que como florituras de su propio discurso, en rigor, como puntos de apoyo en los que acotar sus meandros, las intervenciones del otro, y que fueran conservadas con la solemnidad de su amonestación, toda su receta improvisada y su retórica rigurosa y abandonada.

Y además, nadie en esa época podía indicar al mismo tiempo la URSS y China sin, cuando evocaba la URSS, de 1905 o 1917, excluir totalmente a China y cuando evocaba a China, deber traer inmediatamente que su contemporánea URSS atenuaba, anulaba los efectos del glorioso 1905 y del glorioso 1917. Entonces nadie podía con un solo punto de apoyo plantear los dos términos a la vez, y este saltito que un análisis más largo o simplemente uno o dos argumentos de más hayan probablemente asentado para el gran optimismo de la lógica y de la historia, daba razón por su inevitable sinceridad al Doctor «Freud»: de este modo se experimentaba en el discurso la imposibilidad de decir al mismo tiempo URSS y China sin reír, así el ejemplo de 1905-1917 inauguraba inmediatamente una historia por lo que a la que se había vuelto digna le seguía inmediatamente en otro lado la que se había vuelto indigna, mientras que la indignidad de la primera echaba inmediatamente una sospecha sobre el porvenir de la segunda; de este modo la policía retomaba siempre sus derechos para reemprender sus fechorías milenarias, y la ligera movida que se inauguraba a veces en el ciclo eterno de la reacción solo le daría ilusión a quien fuera su contemporáneo y lo creyera irreversible.

-» Yo sé que hay tanta distancia entre China y la URSS como entre 1905 y lo que Marx imaginaba que sería una revolución y eso confirma las movidas posibles, a veces, de la historia, pero la proporción que elegí muestra que las movidas se repiten más bien que una sola movida irreversible. Créame. El ciclo solo es irreversible y la historia es lo que recomienza siempre absolutamente idéntica. Créame que lo sé, y no solamente que lo tengo del ejemplo de la Liberación, que no hubiera alcanzado a un solo hombre. Y crea por eso que usted tiene otra cosa que hacer que responder a un gacetillero político (disminuía de este modo voluntariamente, injustamente, la importancia de la respuesta, y reducía injustamente toda voluntad de su yerno a no haber hecho más que responderle a un gacetillero político). Haga algo diferente a dar respuestas inmediatas. ¿No es acaso cierto que yo hago cosas que dan resultados diez años después? Comprenda entonces que después de esto yo no firmo ese texto como todos aquellos que acaban de firmar. Es inútil decirle que los respeto, pero justamente, los respeto, es todo.»

Abordó entonces otro punto esencial: habló del dinero. «1917, China, dijo, y, sin embargo nada más en todo esto que el significante amo absoluto, el dinero, el significante amo aquí como allá, el capitalismo universal, en Pekín mismo, nada cuenta sino el reconocimiento de esta marca.» Pero cuando dice Pekín, lo dice rápidamente, dudando que se supiera lo que pasaba allí, y sabiendo que no podría pasar nada diferente que en otro lado y siempre.

Un sub-apartado estuvo dedicado a Stalin a título de ejemplo: El Doctor se había levantado en ese momento, ya que iba a alcanzar su peroración del final, pero no aún. La retórica había sido sin duda lograda, pero no hubiera conservado su carácter improvisado si él se hubiera levantado en el preciso momento de concluir. Efecto muy simple y muy calculado; en esta circunstancia familiar, pero frente a un extraño, solemne pero contingente, él prefirió este efecto de desfasaje y de sesgo.

Stalin, exclamó, era un bandolero. Era un bandolero. Era un canalla y era además un cobarde innato, pero fíjense que Luis XIV no valía mucho más. Lo vi en la entrevista de Joukov, que apareció hace poco en Le Monde, acerca de la actitud de Stalin en el teléfono en ocasión de la declaración de la guerra (de Alemania a la URSS después del pacto germano-soviético). Y su vacilación para responder, su incertidumbre sobre lo que debía haber ser hecho no en la hora misma, ni en el minuto mismo, ni en el segundo mismo, sino en su pensamiento inmediato, mostró que era profundamente cobarde».

«Y si yo no tenía que hacer lo que yo debía hacer»- es así que reestablezco lo que quería decir probablemente el Doctor, pero él solo dice cobarde innato, y es así como concluye eso a partir de ese texto de Joukov, yo había leído el texto.

El volvió sobre la historia ya que estaba llegando al fin de su desarrollo y la peroración vendría luego, corta y sublime: volvió sobre la URSS y China.

«Probablemente de tanto en tanto- un Lenin en 1905-1917 y China quizás también hoy, pero la China, usted lo va a reconocer, tiene a pesar de todo otro pasado

-hay un agujero en el eterno recomienzo, y es divertido aprovechar ese agujero y en el juego de la máquina, inventar lo nuevo, no se lo impediré si eso le divierte. Pero de todas maneras usted va a fracasar…»

-«Lo que noto hasta ahora que he obtenido, dice su yerno A*, no es el fracaso, sino el éxito…»

-«…usted fracasará porque la historia desde siempre gira en redondo. Es la estructura».

Había alcanzado la conclusión, no hacía falta más que uno o dos acordes de resolución. Su yerno A˟ le proveyó la melodía.

-«¿Por qué yo fracasaré: porque soy una sola persona? ¿O bien porque soy yo?»

En ese momento dudó un instante en responder, no porque no conociera la respuesta – le bastó reflexionar un instante para conocerla-sino porque dudaba en decirla, y porque en un sentido ella era inesperada:

-«Las dos, respondió. Y agregó: «Usted es flaco, se lo he escrito, y así terminé escribiéndoselo, y ¿por qué no terminar con esto, diciéndoselo, dígaselo a usted mismo que es flaco? Más flaco que yo y yo lo soy ya bastante.»

Volvió a la carta que había escrito. No quería hacer nada más que reescribirla y su preocupación por la construcción, por el pasaje al punto y aparte, por la unidad de los apartados testimoniaban que ese discurso y esa carta llevándolos a su estructura, no eran sino una sola cosa, o más bien que no había sido nunca nada más que una carta.

Y luego, él se fue, se fue, llegó hasta la puerta y se fue, no rápidamente, ni lentamente, ni bruscamente, ni solemnemente, sino inexistente, ensimismado, ensimismado en su dolor, quizás, o quizás ensimismado en su cena, ensimismado en su fatiga, ensimismado en su verdad. Había hablado, no era más que el cuerpo que había un instante soportado, producido, soplado esta palabra y ahora era necesario borrarse sin modestia, desaparecer sin sorpresa, salir sin salida. Nos dijo adiós, o no nos lo dijo, no sé, «estaba con su cuerpo o sin su cuerpo», no sé, habiendo dicho la verdad, lo sé.

Era sin embargo la época en la que América iba a reconocer a China, y dónde el tiempo era el de la revolución.

Escrito uno o dos días después de esa noche.

Traducción: Graciela Esperanza, junio 2017.

Replicado de: http://www.icdeba.org.ar/template.php?file=La-movida-Zadig.html

Ciudalitica | 2018

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Simone Weil, Lección de política diferente

Simone Weil, Lección de política diferente

* Este título es de Jam.

Extractos / Fragmentos de la Nota sobre la supresión general de los partidos políticos

La palabra partido se toma aquí con la significación que tiene en el continente europeo. La misma palabra en los países anglosajones designa una realidad totalmente distinta. Tiene su raíz en la tradición inglesa y no puede transponerse. Un siglo y medio de experiencia lo demuestra bastante. Hay en los partidos anglosajones una idea de juego, de deporte, que sólo puede existir en una institución de origen aristocrático; todo es serio en una institución que, al principio es plebeya.

La idea de partido no entraba en la concepción francesa de 1789, sólo era un mal a evitar. Pero existió el club de los Jacobinos. Era al principio solamente un lugar para charlar libremente. No fue ningún tipo de mecanismo fatal el que lo transformó. Es únicamente la presión de la guerra y de la guillotina la que lo convirtió en partido totalitario.

Las luchas de las facciones bajo el Terror fueron gobernadas por el pensamiento tan bien formulado de Tomski: « Un partido en el poder y todos los demás en la cárcel. » Así, en el continente europeo, el totalitarismo es el pecado original de los partidos.

Por una parte es la herencia del Terror, y por otra, la influencia del ejemplo inglés que estableció los partidos políticos en la vida pública europea. El hecho de que existan no es de ningún modo un motivo para conservarlos. Sólo el bien es un motivo legítimo de conservación. El mal de los partidos salta a la vista. El problema a examinar es si hay en ellos un bien que le gane al mal y vuelva así su existencia más deseable.

Pero es pertinente preguntar: ¿hay en ellos mismos una parte infinitesimal del bien? ¿No son el mal en estado puro o casi puro?

Si son el mal, es cierto que en el hecho y en la práctica, sólo pueden provocar el mal. Es un artículo de fe. « Un árbol bueno no puede nunca traer frutos malos ni un árbol podrido frutos lindos. »

Pero primero hay que reconocer cuál es el criterio del bien.

Sólo puede ser la verdad, la justicia y en segundo lugar la utilidad pública.

La democracia, el poder de la mayoría no son bienes. Son medios con miras al bien considerados eficaces con o sin razón. Si la República de Weimar, en lugar de Hitler hubiera decidido por las vías rigurosamente parlamentarias y legales poner a los judíos en campos de concentración y torturarlos con refinamiento hasta la muerte, las torturas no hubieran tenido un aroma a legitimidad mayor del que tienen ahora. Ahora bien semejante cosa no es de ningún modo inconcebible.

Sólo lo que es justo es legítimo. El crimen y la mentira no lo son de ninguna manera.

Nuestro ideal republicano procede enteramente de la noción de voluntad general debida a Rousseau. Pero el sentido se perdió casi enseguida porque la noción es compleja y requiere un grado de atención elevado.

(…)

El verdadero espíritu de 1789 consiste en pensar, no que una cosa es justa porque el pueblo la quiere, sino que en ciertas condiciones, la voluntad del pueblo tiene más posibilidades que ninguna otra voluntad de ajustarse a la justicia.

Hay varias condiciones indispensables para poder aplicar la noción de voluntad general.

Dos deben particularmente retener nuestra atención.

Una es que al momento que el pueblo toma consciencia de una de sus voluntades y lo expresa no haya ninguna especie de pasión colectiva.

(…)

Si una sola pasión colectiva capta a un país, el país entero es unánime en el crimen. Si dos o cuatro o cinco o diez pasiones colectivas lo dividen, se dividen en varios grupos de criminales. Las pasiones divergentes no se neutralizan, como es el caso para una partícula de pasiones individuales fundidas en la masa; el número es demasiado chiquito, la fuerza de cada una es demasiado grande para que pueda haber neutralización. La lucha las exaspera. Se chocan con un ruido verdaderamente infernal que vuelve imposible escuchar ni siquiera un segundo la voz de la justicia y de la verdad, casi siempre imperceptible.

Cuando hay una pasión colectiva en un país, existe la probabilidad, para no importa cuál voluntad particular, de estar más cerca de la justicia y a la razón que la voluntad general, o mejor dicho lo que constituye su caricatura.

La segunda condición es que el pueblo tenga que expresar su voluntad con respecto a los problemas de la vida pública y no hacer solamente una elección de personas. Aun menos una elección de colectividades irresponsables. Porque la voluntad general no tiene ninguna relación con tal elección.

Si hubo en el 1789 cierta expresión de voluntad general, a pesar de haber adoptado el sistema representativo a falta de poder imaginar otro, es que hubo claramente otras cosa que eleccionesTodo lo que estaba vivo a través de todo el país – y el país entonces desbordaba vida – había buscado expresar un pensamiento por medio del órgano de los cuadernos de reivindicación. Los representantes en su gran mayoría se habían hecho conocer en el transcurso de esta cooperación en el pensamiento; seguían sintiendo el calor; sentían el país atento a sus palabras, celoso por supervisar si traducían exactamente sus aspiraciones. Durante algún tiempo -poco tiempo- fueron verdaderamente simples órganos de expresión para el pensamiento público.

Tal cosa no se produjo nunca más.

El solo enunciado de esas dos condiciones muestra que nunca conocimos nada que se parezca ni siquiera de lejos a una democracia. En lo que llamamos con este nombre, el pueblo nunca tiene la oportunidad ni la manera de expresar su opinión sobre ningún tipo de problema de la vida pública; y todo lo que escapa a los intereses colectivos se entrega a las pasiones colectivas que son de manera sistemática, oficialmente alentadas.

(…)

Para apreciar los partidos políticos según el criterio de la verdad, de la justicia, del bien público, conviene primero discernir sus características esenciales.

Se pueden enumerar tres:

Un partido político es una máquina para fabricar pasión colectiva.

Un partido político es una organización construida de tal manera que ejerce una presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos miembros del partido.

El primer fin, y en última instancia, el único fin de todo partido político es su propio crecimiento y eso sin ningún límite.

Por este carácter triple, cualquier partido es totalitario en su germen y su aspiración. Si no lo es en realidad, es sólo porque los que lo rodean no son menos totalitarios que él.

Estas tres características son verdades de hecho evidentes para cualquiera que se haya acercado a la vida de los partidos.

(…)

El fin de un partido político es algo vago e irreal. Si fuera real, exigiría un esfuerzo de atención muy grande porque una concepción del bien público no es algo fácil de pensar. La existencia del partido es palpable, evidente y no exige ningún esfuerzo para ser reconocida. De esta manera, es inevitable que en realidad el partido sea en sí mismo su propio fin.

Desde entonces, hay idolatría, porque sólo Dios es legítimamente un fin en sí mismo.

La transición es fácil. Se plantea como axioma que la condición necesaria y suficiente para que el partido sirva eficazmente a la concepción del bien público – con este propósito existe- es que tenga una gran cantidad de poder.

Pero ninguna cantidad finita de poder puede jamás de hecho ser considerada como suficiente, sobretodo una vez conseguida. Por el efecto de ausencia de pensamiento, el partido se encuentra en realidad en un estado continuo de impotencia que atribuye siempre a la insuficiencia del poder del que dispone. Aunque fuera dueño absoluto del país, las necesidades internacionales imponen límites estrechos.

Así, la tendencia esencial de los partidos es totalitaria, no sólo con respecto a una nación sino también con respecto al globo terráqueo. Es precisamente porque la concepción del bien público propia de tal o tal partido es una ficción, una cosa vacía, sin realidad, que impone la búsqueda de la potencia total. Cualquier realidad por sí sola implica un límite. Lo que no existe para nada no es nunca limitable.

Es por eso que hay una afinidad, una alianza entre el totalitarismo y la mentira.

Es verdad que mucha gente no piensa nunca en una potencia total; este pensamiento les daría miedo. Es vertiginosa y hace falta una especie de grandeza para sostenerla. Esa gente cuando se interesa en un partido se contenta con desear su crecimiento; pero como algo que no tiene ningún límite. Si hay tres miembros más este año que el año pasado o si se recaudó cien francos más, están contentos. Pero desean que esto siga de manera indefinida en la misma dirección. Nunca admitirían de ninguna manera que su partido pueda tener demasiados afiliados, demasiados electores, demasiada plata.

El temperamento revolucionario conduce a concebir la totalidad. El temperamento pequeño burgués lleva a instalarse en la imagen de un progreso lento, continuo y sin límite. Pero en los dos casos, el crecimiento material del partido se convierte en el único criterio según el cual se definen en todo el bien y el mal. Exactamente como si el partido fuera un animal con fertilizante y que el universo hubiera sido creado para hacerlo engordar.

No se puede servir a Dios y a Mammón. Si tenemos un criterio del bien, que no sea el bien, se pierde la noción del bien.

En consecuencia el crecimiento del partido constituye un criterio del bien, sigue a esto inevitablemente una presión colectiva del partido sobre los pensamientos de los hombres. Esta presión se ejerce de hecho. Se despliega públicamente. Es admitida, proclamada. Nos provocaría horror si el acostumbramiento no nos hubiera endurecido tanto.

Los partidos son organismos públicos, oficialmente constituidos de tal manera que matan el sentido de la verdad y de la justicia en las almas.

(…)

Supongamos que un miembro de un partido -diputado, candidato a la diputación o simplemente militante- se comprometa en público con esto: «Todas las veces que analice cualquier problema político o social, me comprometo en olvidar totalmente el hecho de que soy miembro de tal grupo y en preocuparme exclusivamente por discernir el bien público y la justicia. »

Estas palabras serían muy mal recibidas. Sus partidarios e incluso muchos otros lo acusarían de traición. Los menos hostiles: « ¿Entonces, por qué adhirió a un partido? » confesando así de manera ingenua que renunciamos a buscar únicamente el bien público y la justicia. Este hombre seria excluido de su partido o por lo menos perdería la investidura, no sería ciertamente elegido.

Pero además, no parece incluso posible que un tal lenguaje sea sostenido. En realidad, salvo error, nunca lo fue. Si palabras en apariencia vecinas de aquéllas hubieran sido pronunciadas, lo sería solamente por hombres deseosos del apoyo de partidos además del suyo. Entonces, semejantes palabras sonaban como una suerte de falta al honor.

En cambio, nos parece totalmente natural, razonable y honorable que alguien diga: « Como conservador » o « Como socialista, pienso que… »

Es cierto que eso no es propio de los partidos. No nos ponemos colorados tampoco al decir: « Como francés, pienso que…» « Como católico, pienso que… »

Niñas que se decían cercanas al gaullismo como equivalente francés del hitlerismo agregaban: « La verdad es relativa incluso en geometría.» Tocaban el punto central.

Si no hay verdad, es legítimo pensar de tal o tal manera ya que somos en realidad tal o tal cosa. Como tenemos el pelo negro, marrón, colorado o rubio porque somos así, pensamos también de tal o tal manera. El pensamiento, como el pelo es entonces el resultado de un proceso físico de eliminación.

Si reconocemos que hay una verdad, sólo se permite pensar lo que es verdadero. Pensamos entonces tal cosa, no porque somos en realidad franceses, católicos o socialistas sino porque la luz irresistible de lo evidente obliga a pensar de tal manera y no de otra.

Si no es evidencia, si hay duda, es entonces evidente que en el estado de conocimiento del que disponemos, la pregunta es dudosa. Si hay una débil probabilidad por un lado, es evidente que hay una débil probabilidad y así sucesivamente. En todos los casos, la luz interior otorga siempre a cualquiera que la consulte una repuesta manifiesta. El contenido de la repuesta es más o menos afirmativo; poco importa. Es siempre susceptible de revisión; pero ninguna corrección puede ser hecha sino con más luz interior.

Si un hombre, miembro de un partido, está absolutamente decidido a sólo ser fiel en todos sus pensamientos a la luz interior y a nada más, no puede comunicar esta decisión a su partido. Está entonces con respecto a él mismo en estado de mentira.

Es una situación que sólo puede ser aceptada por la necesidad que obliga a encontrarse en un partido para intervenir eficazmente en los asuntos públicos. Pero entonces esta necesidad es un mal y hay que ponerle fin suprimiendo los partidos.

Un hombre que no decidió ser fiel de manera exclusiva a la luz interior, instala la mentira en el centro mismo del alma. Las tinieblas interiores son el castigo.

Intentaríamos en vano solucionarlo con la distinción entre libertad interior y disciplina exterior. Porque entonces hay que mentir al público con cualquier candidato, cualquier elegido, tiene una obligación particular de verdad.

Si estoy a punto de decir, en nombre de mi partido, cosas que estimo contrarias a la verdad y a la justicia, ¿voy a indicarlo en una advertencia previa? Si no lo hago, miento.

De estas tres formas de mentira – al partido, al público y a sí mismo- la primera es de lejos la menos mala. Pero si la pertenencia a un partido obliga siempre, por lo menos, a la mentira, la existencia de los partidos es absolutamente, incondicionalmente un mal.

(…)

Cuando Poncio Pilato preguntó al Cristo: « ¿Qué es la verdad?» Cristo no contestó. Había contestado de antemano diciendo: « vine a traer testimonio para la verdad»

Sólo hay una repuesta. La verdad, son los pensamientos que surgen en la mente de una criatura pensante única, total y exclusivamente deseante de la verdad.

La mentira, el error -palabras sinónimas-, son los pensamientos de los que no desean la verdad y de los que desean la verdad y algo más. Por ejemplo que desean la verdad y además la conformidad con tal o cual pensamiento establecido.

¿Pero cómo desear la verdad sin saber nada de ella? He ahí el misterio de los misterios. Las palabras que expresan una perfección inconcebible al hombre -Dios, verdad, justicia- pronunciadas interiormente con deseo, sin ningún vínculo con ninguna concepción, tienen el poder de elevar el alma e inundarla de luz.

Es deseando la verdad pura y sin intentar adivinar de antemano el contenido, que recibimos la luz. Ahí está todo el mecanismo de la atención.

Es imposible examinar los problemas terriblemente complejos de la vida pública estando atento a la vez por una parte a discernir la verdad, la justicia, el bien público y por otra parte, en conservar la actitud que conviene a un miembro de tal agrupación. La facultad humana de atención no se puede concentrar simultáneamente en los dos problemas. De hecho, cuando se preocupa por uno, abandona al otro.

(…)

Cuando existen partidos en el país, tarde o temprano, resulta un estado de hecho tal que es imposible intervenir eficazmente en los asuntos públicos sin entrar en un partido y jugar el juego. Cualquiera que se interese en el asunto público, desea interesarse en ella eficazmente. Así, los que se preocupan por el bien público, o renuncian a pensar en eso y giran hacia otra cosa o pasan por el rodillo de los partidos. En este caso también, les surgen problemas que excluyen los del bien público.

Los partidos son un mecanismo maravilloso, en virtud del cual, en toda la extensión de un país, nadie se preocupa por distinguir en los asuntos públicos, el bien, la verdad y la justicia.

En consecuencia -sin una pequeña cantidad de coincidencias fortuitas- sólo se deciden y se ejecutan medidas contrarias al bien público, a la justicia y a la verdad.

Si se confiara al diablo la organización de la vida pública, él no podría imaginar nada más ingenioso.

Si la realidad ha sido un poco menos oscura, es que los partidos no habían devorado todo aun. Pero, de hecho, ¿fue un poco menos oscura? ¿No era exactamente tan oscura como el cuadro esbozado? ¿El acontecimiento no lo ha mostrado?

Hay que reconocer que el mecanismo de opresión espiritual y mental propio de los partidos fue introducido en la historia por la Iglesia católica en su lucha contra la herejía.

Un converso que entra a la Iglesia –o un fiel que delibera con él mismo y decide quedarse- comprendió los dogmas de la verdad y del bien. Pero, al franquear el umbral, profesa al mismo tiempo no ser golpeado por los anatemas sit, es decir que acepta en bloque todos los artículos de «fe estricta». Estos artículos no los estudió. Incluso con un grado de inteligencia y de cultura, una vida entera no alcanzaría para este estudio, dado que implica todas las circunstancias históricas de cada condena.

¿Cómo adherir a afirmaciones que no conocemos? Sólo basta con someterse incondicionalmente a la autoridad de donde ellas emanan.

Es por eso que Santo Thomas sólo quiere defender sus afirmaciones con la autoridad de la Iglesia, excluyendo cualquier otro argumento. Porque, dice, no hace falta más para los que la aceptan; y ningún argumento persuadiría a los que la rechazan.

Así la luz interior de la evidencia, esta facultad de discernir otorgada desde arriba al alma humana como respuesta al deseo de verdad, es desechada, condenada a tareas serviles, como sacar cuentas, excluida de todas las búsquedas relativas al destino espiritual del hombre. El móvil del pensamiento no es más el deseo incondicionado, no definido, de la verdad sino el deseo de la conformidad con una enseñanza dada de antemano.

Que la Iglesia fundada por Cristo haya así, en una gran medida ahogado el espíritu de la verdad – y si, a pesar de la Inquisición, no lo hizo totalmente es porque la mística ofrecía un refugio seguro- es una ironía trágica. Lo notamos muchas veces. Pero notamos menos otra ironía trágica. Es que el movimiento de revuelta en contra del ahogamiento de los espíritus bajo el régimen inquisitorial tomó una dirección tal que siguió el camino de los ahogos de los espíritus.

La Reforma y el humanismo del Renacimiento, doble producto de esta revuelta, contribuyeron fuertemente a suscitar luego de tres siglos de maduración, el espíritu de 1789. Resultó de ello luego de un cierto plazo nuestra democracia fundada sobre el juego de los partidos, en el que cada uno es una pequeña iglesia profana armada con la amenaza de excomunión. La influencia de los partidos contaminó toda la vida mental de nuestra época.

Un hombre que adhiere a un partido ha percibido seguramente en la acción y en la propaganda de éste cosas que le parecieron justas y buenas. Pero nunca estudió la posición del partido en relación a todos los problemas de la vida pública. Al entrar al partido acepta posiciones que ignora. De esta manera somete su pensamiento a la autoridad del partido. Cuando poco a poco vaya conociendo sus posturas las aceptará sin cuestionarlas.

Es exactamente la situación del que adhiere a la ortodoxia católica concebida como lo hace Santo Tomas.

Si un hombre dijese al pedir su carnet de afiliado: «estoy de acuerdo con el partido sobre tal, tal y tal punto; no estudié sus otras posturas y me reservo totalmente la opinión hasta que no las haya estudiado» se le pediría sin duda que vuelva más tarde.

Pero en realidad, salvo excepciones muy raras, un hombre que adhiere a un partido adopta dócilmente la actitud de espíritu que expresará más tarde con las palabras: «como monárquico, como socialista, pienso que…» ¡Es tan cómodo! porque no es pensado. No hay nada más cómodo que no pensar.

En cuanto a la tercera característica de los partidos es decir que son máquinas de fabricar pasiones colectivas, es tan visible que no puede ser establecido. La pasión colectiva es la única energía de la que disponen los partidos para la propaganda exterior y para la presión ejercida sobre el alma de cada miembro.

Textos recopilados por: Graciela Esperanza, Lito Matusevich

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El eterno Patapouf por Jacques-Alain Miller

El eterno Patapouf por Jacques-Alain Miller

1
De lo escrito en francés, no hay nada que prefiera más que esta «pequeña historia». Sería sabio no decir nada acerca de ella. ¿No es acaso tan límpida que corta el aliento? Es la medusa del Witz. Nos liberamos de ella mediante la risa.

2
Freud va a buscar sus chistes en los anales. Reflexiona acerca de las palabras ingeniosas que se destacan, lo que hace suponer que el resto del tiempo la conversación no es verdaderamente chispeante. En Voltaire, todo es Witz, estamos en el elemento mismo del ingenio, es la forma a priori de su percepción del mundo.

3
En cuatro pequeños parágrafos, está todo, como en el café de Lagoupille: una política, una metafísica (a la inversa), una lógica, una ética, y también una estética que se exhibe en el estilo.

4
Al releer en estos momentos esos monólogos llamados «mi curso», veo bien que curiosamente mi lengua –mi versión de lalengua-, lleva la marca de Moliere y de Voltaire. Jamás supe hacer las cosas oscuras- sino al trabajar mucho, en la Escuela Normal… Decir rápido siempre me pareció una virtud. Pero la rapidez no lo es todo: es necesario para que esté contento, que las relaciones entre los términos se vean. Mi palabra es una esgrima, me pongo las botas, hago molinetes, me tiro a fondo. ¿Quién está en frente? Nadie de quien yo hable. Es el eterno Patapouf, el enemigo de Voltaire.

5
Me cuesta creerlo, cuando Mauricio me dice que la Breve digresión no se existe en español. Si ese fuera el caso, estaría orgulloso de haberla puesto en circulación en la Argentina, donde podría hacer algún bien… Es cierto que apenas la «dictadura» fue denunciada, fue soberbiamente denunciada (nunca la habíamos padecido hasta ese momento) tuvimos a Robespierre y a Napoleón. Lacan no dudaba en recordar a los alemanes captatio malevolentiae, adónde los condujo el amor por la crítica hacia 1933. Lacan se ubica bajo la égida de las Luces, pero en política razonaba con frecuencia como un romántico, y junto a eso, como el más liberal del mundo.

6
Había en la École freudienne algo de los Quince-Veinte Eso tenía que ver probablemente con los alumnos de la Escuela, el director, en cambio era suficientemente volteriano como para poder haber dicho: «Prescindir del Nombre del Padre a condición de servirse de él». Pero, en fin, eso no era un éxito, ese éxito…

7
Los psicoanalistas están condenados a hablar de lo que no ven. Es por lo que ponen tanta convicción en ello, sea que tengan la fe del carbonero o que estén carcomidos por una duda de la que se esconden. Los más picaros, desde hace tiempo, no creen más en el inconsciente: de tanto servirse de él, terminan por prescindir de él. ¿Los más picaros? En psicoanálisis, son los más débiles y se convertirán necesariamente, dice Lacan, en canallas (palabra de la lengua clásica). La caza de los canallas obsesiona a Stendhal. Volteriano durante la Restauración (ver el cuento del encantador obispo de Agde persignándose frente al espejo). En lugar de hablar de lo que ustedes no ven hablen, hablen de lo que escuchan es en sustancia lo que dice Lacan, y de lo que es hablar y escuchar.

8
Están los cinco sentidos, por cierto, y luego está el fantasma, lo real del gozar, y lo real de lo simbólico. Voltaire respeta el goce, respeta las matemáticas, pero el fantasma del otro le hace reír. Dice «Miren un poco a estos imbéciles». Pero es él, el que no entiende nada de los poderes de la palabra, lo que sin embargo pone en escena la Breve digresión. Que sea con cinco sentidos de más o de menos todo es fantasma, dice Lacan. Podría ser Voltaire

9
Es el más borgiano de los cuentos de Voltaire Haría falta muy poco para que la Breve digresión se convierta en «Tlön, Upbar, Orbis, Tertius» o «El Congreso». Solamente haría falta reír un poco menos. No llorar (eso es bueno para los poetas del sentimiento trágico de la vida, de Pascal a Unamuno): tener compasión, tener compasión por sí mismo, quiero decir, lucidez. Las Luces eran los Quince-Veinte, y Voltaire, su dictador (se ha dicho). Breve digresión no habla más que de la dictadura de opinión. ¿Y si Voltaire pensaba en sí mismo?

10
Borges ciego habla sin vacilar de los colores yo lo escuché. ¿De qué debería hablar un ciego? Como todo el mundo, es un apasionado por el objeto perdido. ¿Por qué hablar de eso que está bajo la mirada, bajo la mano? Por supuesto solo se habla de lo que está fuera de alcance. Estos empiristas siempre quieren cerrarnos el pico. Voltaire era anglómano, eso lo perdió como a Wittgenstein. «Aquello de lo que no se puede hablar, hay que callarlo» esta sabiduría que es la de la Breve digresión, es un poco estrecha. En Carnap es francamente la dictadura del peón. Al menos Kant por seguir en la vía de Voltaire, agrega: «… pero uno no puede impedirse de hablar de ello» «Hablen de lo que ustedes conocen» pues bien, no se iría lejos…

11
¿Por qué está Maximiliano en el horizonte? Porque al tocar los semblantes, al sacar a luz el fundamento de semblante del lazo social, al pasar la creencia por el tamiz de los cinco sentidos con el pretexto de volver razonable a la sociedad se deslegitiman los significantes amos de la tradición, y la retribución no tarda en llegar.

Joseph de Maistre más verdadero que Voltaire… (probablemente fue volteriano, como todo el mundo antes de 1789). Sólo que, he ahí, la Restauración no funciona.

Chateaubriand ya sabe que eso se terminó para siempre, que la ideología científica derrotó a la tradición. La Revolución, en efecto, es el discurso de la ciencia en marcha, (su efecto catastrófico sobre los Franceses).

Voltaire es su San Juan el Bautista. ¿Acaso no había hecho de Newton su nuevo Evangelio? Cartas filosóficas o Cartas inglesas. A Breve Digresión, Gran Revolución.

12
En Venecia leía, en italiano, las reflexiones de un Húngaro.

Qué lamentable -dice en síntesis- que la unidad alemana se haya hecho bajo los Hohenzollern, esos toscos, groseros, advenedizos, y no en torno a los Habsburgos, que eran gentilhombres en quienes aún vivía el sentido de la res pública y de la soberanía impersonal. Con el universalismo abstracto llegó el nacionalismo y el reino fatal de los héroes. Napoleón, genuit Bismarck, que genuit Guillermo II, «falso monarca, per il quale l’escercizio del potere non é una funzione e un sistema di ruoli bensi un cimento romántico, eroico, spettacolare-, individuale» y llega Hitler. Itsvan Bibo, que se inspiró en Guillermo Ferrero sueña en 1942 con una monarquía volteriana, sueña con un rey filósofo. Paciencia, hoy es la era de «No hay nadie» (Cf, El Otro no existe y sus comités de ética).

13
El gran dolor de los liberales: «¿Por qué, por qué los hombres no permanecen dentro de los límites de la simple razón?

A excepción de los Ingleses, -que tienen con lo real una relación robusta y sana (salvo Carlyle…) que Lacan celebraba en la posguerra-, los pueblos se cuentan historias.

La tristeza de los liberales franceses debe ser colocada en el estante de los grandes afectos políticos al lado de las nostalgias legitimistas. Los Ingleses no creen en las «ideas» (los Escoceses, mucho menos, y los Americanos, en absoluto). Por esto mismo dan el tono en la IPA. Guardan sus creencias en privado, como un pequeño delirio que no le hace mal a nadie, y del que no se hace alarde. Si este realismo salubre entusiasmó a Voltaire, es porque él era francés. Inmediatamente construyó un sistema radical como pocos burlándose de todo, haciéndose el vivo. Es lo que no hacen los Ingleses justamente: una vez que las «ideas» se volvieron costumbres y entraron en el orden de las cosas, ellos las respetan como cosas que existen.

En cuanto al sublime «no» de 1940, deja en el lugar los cálculos menudos. La Anglomanía no es la «anglitud».

14
Los Ingleses, ¿dejarán algún día de servirse del viejo significante real? Es la apuesta del folletín que apasiona todavía este verano. El discurso de la ciencia encuentra su realización en las aventuras sexuales de Lady Di.

La dialéctica tiene esas ironías. Pascal lo llama «la nariz de Cleopatra» (es de Voltaire). La dialéctica siempre es irónica, y en Hegel en primer lugar, como lo ilustró Queneau. El domingo de la vida quiere decir que ya no hay más retóricos para engañarlos: fin de los poderes de la palabra, fin de la historia, fin de «la breve digresión», (la pre –historia) podemos empezar a dormir. El sueño lógico-positivista y liberal: cada palabra en su lugar, todos consumidores, deshuesados como Valentín.

15
La Breve digresión es el Enchiridion del no-incauto ¿Qué es el no-incauto? Aquel que se burla de los poderes de la palabra. Cree que no hay sino semblante. Esta creencia es errónea, y por es allí que es débil, yerra, y que, psicoanalista (y por ende, especula con los poderes de la palabra), se convierte en un canalla. Lo real en juego se le escapa, se lo vela su risa. Voltaire, sin embargo, sabe que no se corta con eso, ver el topos del último párrafo, su cláusula infinitizante. Cuando termina, eso recomienza- después de un blanco, riverrun, past Eve and Adam´s.

¿Por qué esta repetición? ¿Por qué volverse «entusiastas», en lugar de mantenerse «apacibles y afortunados»? La ceguera del cuento, es la castración. Siempre tenemos un sentido en menos. Es lo que «no hay relación sexual» quiere decir.

16
Esta Breve digresión es una blasfemia. Los ojos están para no ver. El vidente siempre es ciego (Tiresias). «Yo quisiera saber lo que ven los ciegos», dice un psicótico (citado por Roger Wartel).La tontería de las sátiras es desconocer la fuerza de las cosas ausentes. Lacan no insistió en la vía de «Situación del psicoanálisis en 1956 » «…se hizo escuchar, intrigó, formó entusiastas; finalmente se lo reconoció como jefe de la comunidad». ¡Dios mío!, pero si es toda la historia del psicoanálisis… Y quizá, toda la Historia, teoría de increíbles carismáticos, seguidos por sus interminables cohortes burocráticas-cuando su «breve digresión» funcionó. La cuestión es únicamente durar. Cuando el artificio está un poco gastado se vuelve utilizable por el gentleman, como lo indica la anécdota de Brummel…

Afortunadamente, para el psicoanálisis, eso arrancó mal.

17
O bien todo no es más que teatro de sombras, opéra buffa, escenografía de semblantes, o bien, hay lo real. Quizá lo real ama al semblante, así como lo Absoluto quiere estar cerca de nosotros (Hegel).La trayectoria analizante de la impotencia a lo imposible lleva simultáneamente de lo trágico a lo cómico. El pase es el Witz, incluso el Limerick: le hace falta un pequeño guiño (el ojo japonés de Florencia). Como el sordo de Voltaire, uno se aferra a su propio real, que es justamente lo que no puede conocer… Si todo fuese falso semblante, sofística, estafa, aún quedarían las matemáticas. Stendhal no respetaba más que eso. Para él se es matemático o canalla,- o bien emotivo, un poco tonto, como sus héroes ¡Ah! Hacer al psicoanalista matemático… fue el sueño lacaniano.

18
La astucia, tenacidad y valentía en Voltaire. Él ya había hecho todo, en el 1789 no hubo sino que despejar. ¡Cómo se merece el odio de Joseph de Maistre! Admirable potencia del escéptico combatiendo, la de nuestro Lucien. Sorprendente entusiasmo del incrédulo (gozaba con reventar los odres). Fue celebrado por el mismo mundo del que él fue la ruina (no había querido eso…).

19
«Suspende» tu juicio allí donde falta la experiencia sensible, y todo andará mejor. La utopía liberal, la disciplina lógico-positivista, prolongan la ascesis antigua. Es una manera de arreglárselas con el Otro tachado- a falta del saber, renunciar al acto.

Erasmo, Montaigne, Voltaire. Descartes no tiene su lugar en la serie, porque él «cree en lo real» (pero también conoce la potencia de los semblantes sociales y dice: no tocarlos). El psicoanálisis es cartesiano, no volteriano. El Cogito vale para el ciego, nada le prohíbe las matemáticas, tampoco el diván.

20
El hospicio para ciegos transformado en asilo de locos. La lección de Voltaire, sin la sátira, se puede resumir en un chato: «Aténganse a los hechos», que terminará por producir un señor Homais y, en el mejor de los casos, el delirio positivista. (Auguste Compte loco como una cabra… Visiten su «Chapelle de l’Humanité», en París, donde a veces se reúne nuestro Collège franco-brasileño). La ficción se aferra al hecho como una garrapata a la piel de un perro. Bentham más verdadero, más sabio, más Confucio, más práctico que Voltaire, porque es un jurista.

21
«La razón a partir de Freud» es completamente diferente. Es algo así como: las Luces más el objeto a, para decirlo a lo Lenin, que decía: «Los Soviets más la electrificación», salvo que con la electricidad los Soviets todavía se sostenían; después fue: «La electrónica, menos los Soviets…».

22
Es la hora del almuerzo. Pienso en un Witz, que debe estar en el Spicilège de Montesquieu, y dice aproximadamente: «Ustedes se impiden dormir para hacer filosofía, mientras que habría que hacer filosofía para dormir bien.»

Divertimento de este domingo 17 de agosto de 1997, en París.

Este texto fue publicado en el N° 49 de la revista Ornicar? Boletín del Campo Freudiano.

Una versión comentada de este mismo texto por Jacques Alain Miller se encuentra en su la última lección de su curso El partenaire-síntoma, pág. 469-89.

Traducción revisada por Graciela Esperanza

Replicado de: http://www.icdeba.org.ar/template.php?file=La-movida-Zadig.html

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Voltaire, Breve digresión

Voltaire, Breve digresión

La primera impresión del texto es de 1766, en El filósofo ignorante, publicada en Ginebra en lo de los Cramer.

En los comienzos de la fundación de los Quince-Veinte[1] se sabía que ellos eran todos iguales y que sus asuntos se decidían por la pluralidad de voces. Distinguían perfectamente al tacto la moneda de cobre de la de plata; nunca para alguno de ellos un vino de Brie pasó por uno de Bourgogne. Su olfato era más fino que el de sus vecinos que tenían dos ojos. Razonaban perfectamente a partir de los cuatro sentidos, es decir, conocían todo aquello que les estaba permitido saber; vivían apacibles y afortunados tanto como los Quince-Veinte podían serlo. Desgraciadamente uno de sus profesores pretendió tener claras nociones sobre el sentido de la vista; se hizo escuchar, intrigó, formó entusiastas; finalmente se lo reconoció como jefe de la comunidad. Empezó a juzgar soberanamente acerca de los colores, y todo se perdió.

Ese primer dictador de los Quince-Veinte armó un pequeño Consejo, con el cual se volvió el amo de todas las limosnas. Gracias a este medio, nadie se atrevió a resistirlo. Decidió que todas las vestimentas de los Quince-Veinte eran blancas; los ciegos le creyeron; sólo hablaban de sus bellas vestimentas blancas, aunque no hubiera una sola de ese color. Todo el mundo se burló de ellos; acudieron a quejarse al dictador, que los recibió muy mal; los trató de innovadores, de espíritu fuerte, de rebeldes, que se dejaban seducir por las opiniones erróneas de los que tenían ojos y que osaban dudar de la infalibilidad de su amo. Esta disputa dio origen a dos partidos. Para aplacarlos, el dictador sacó un decreto por el cual todas sus vestimentas eran rojas. No había un solo traje rojo en Quince-Veinte. Se burlaron de ellos más que nunca. Nuevas quejas de parte de la comunidad. El dictador se enfureció, los demás ciegos también; disputaron mucho tiempo y la concordia sólo se restableció cuando a todos los ciegos se les permitió suspender su juicio sobre el color de sus ropas.

Un sordo al leer esta pequeña historia confesó que los ciegos se equivocaron al opinar sobre colores; pero se mantuvo firme en la opinión de que sólo a los sordos les corresponde opinar de música.

Traducción: Graciela Esperanza, a partir de la versión publicada en la movida Zadig n°1.

NOTAS

  1. Nombre Hospicio fundado en París por Saint Louis, para la atención de los ciegos.

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Clase nº 5 «LA TRANSFERENCIA». Docente: Roxana Chiatti (Cba)

Clase nº 5 LA TRANSFERENCIA. Docente: Roxana Chiatti (Cba)

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Silvia Zarbá

Buenos días a todos, hoy damos inicio a la 5° clase “La transferencia” de nuestro seminario teórico clínico “El tratamiento de los síntomas hoy. Estructuras clínicas y psicosis ordinarias”. Desde ayer tenemos el placer de contar como disertante a Roxana Chiatti, Miembro de la AMP, Miembro de la EOL, directora de la EOL Sección Córdoba y Co-responsable del Departamento de Estudios de Psicoanálisis y cuerpo. Docente del programa de enseñanza del CIEC.

 

Roxana Chiatti

Un placer, muchas gracias. El tema que me ha tocado en suerte voy a decir, me gusta mucho, el tema de la transferencia se puede tomar desde muchísimas aristas, pero les digo que, leyendo a Freud, leyendo a Lacan, leyendo a Miller, sobre todo con Freud situé que finalmente la transferencia es la posición del analista. Podemos explicar el mecanismo de la transferencia, cómo funciona, pero el punto importante de eso es la posición del analista, es decir el lazo del analista y el analizante. Qué hacemos con ella, cómo maniobramos con ella desde ese lugar.

 

En el texto de Freud “Sobre la dinámica de la transferencia”, vieron que hay una serie de textos sobre el tema que tiene Freud, me voy a detener en este. Freud, ¿qué nos adelanta ahí? Fundamentalmente está preocupado, porque dice que parece un gran inconveniente del psicoanálisis el hecho de que la transferencia, la palanca más poderosa del éxito se transforme en el arma más fuerte de la resistencia. Pero inmediatamente nos aclara que no debemos atribuir esos obstáculos a la transferencia sino a la neurosis misma, es la neurosis la que engendra esos caracteres en la transferencia a partir de la resistencia que, para Freud, si lo recuerdan, tiene dos fuentes: la introversión de la libido por un motivo externo. Lacan dice no es externo, es interno. Y por el levantamiento de la represión que más adelante Miller dirá, o Freud también lo dice de un modo menos claro, se paga un precio, el analista paga un precio por el levantamiento de la represión que es la transferencia negativa. Freud dice que el levantamiento de la represión no es sin consecuencias en el lazo.

Sigo con Freud: “Mientras más claramente se prolonga una cura y más claramente el enfermo va viendo que la deformación del material patógeno no constituye por sí sola una protección contra el descubrimiento del mismo, más se servirá de la transferencia donde captará que todos los conflictos han de ser combatidos sobre ese terreno”. Es decir que anticipa que sólo bajo transferencia es posible una rectificación subjetiva.

Ahí mismo, en ese texto propone que, si bien el mecanismo de la transferencia queda explicado por la referencia a la fijación de la libido, la explicación de su actuación en la cura no la conseguimos hasta examinar sus relaciones con la resistencia. Entonces la pregunta que recorre ese texto y   que Freud está como tratando de elucidar es ¿cómo resulta la transferencia tan adecuada para constituirse en un arma de la resistencia? Tiene un desarrollo extensísimo esa pregunta que él se hace en ese texto y ¿qué podríamos decir respecto de eso? ¿a qué alude Freud con la resistencia? Nosotros, con la enseñanza de Lacan tenemos elementos para decir que Freud alude con eso a que la transferencia es repetición en acto de las imago de la infancia.

Pero Lacan, si hemos leído el Seminario 11, despega la repetición de la transferencia y la liga al objeto a. Más bien hace un binario de la transferencia con el inconsciente. En los cuatro conceptos él dice vamos a anudar la transferencia con el inconsciente y la repetición a lo real que es el objeto a en ese momento. También Lacan va a decirnos que la detención en las asociaciones a las que Freud alude en ese texto se produce por el cierre del inconsciente, y éste se cierra por la presencia del objeto a, la presencia del analista en tanto objeto a que tapa el hueco, que tapa la hiancia de la apertura del inconsciente. Pero también es el momento de la transferencia, es decir, eso tiene que ocurrir para volver a destaparse.

Entonces, primera aproximación del tema. Lacan también trabaja ampliamente los textos de Freud sobre la transferencia y hay un texto que está en los Escritos 1, que se llama “Intervención sobre la transferencia” donde Lacan toma exclusivamente el tratamiento del caso Dora transmitido por Freud, es decir, apunta más bien a la posición de Freud en el caso. ¿Qué va haciendo en ese texto? Y lo toma ¿por qué? Lacan reconoce que el caso Dora es el primer caso en que Freud reconoce que la transferencia tiene mucho que ver en el análisis. Si no hay transferencia, no hay análisis. Entonces va recorriendo una a una las intervenciones de Freud situando como él dice »varios puntos de falla» en la posición del analista, construyendo –digo yo- una especie de consejos al médico lacaniano. Entre ellos nos habla, por ejemplo, »del error fatal de posponer una interpretación», siempre en referencia al caso Dora, yo les estoy extrayendo las puntuaciones. El error fatal de posponer una interpretación porque sabemos, el león salta una vez, si lo dejamos pasar, pasó. No sabemos si habrá otra oportunidad en ese punto. También del “prejuicio sobre la homosexualidad» que lo hizo incapaz de actuar satisfactoriamente sobre ese punto, el prejuicio, vamos anotando. También nos advierte del error de dejarnos llevar por la contra transferencia desoyendo las variadas respuestas de la paciente, Dora. Lacan dice que Freud actuaba tratando de quedar bien con su amigo, el padre de Dora, mas que escuchando la enunciación de la paciente. La transferencia, dice Lacan en este texto, es un aspecto que» toma su sentido del momento dialéctico en que se produce». Esto es textual: “Momento que traduce un error del analista, aunque sólo fuese querer demasiado el bien del paciente” cuyo peligro Freud mismo ha denunciado en su texto Consejos al médico, el furor curandis.

Finalmente, para concluir ese texto, vuelve a indicarnos nuestra responsabilidad respecto del lugar que ocupamos allí y dice que “La transferencia tiene siempre el sentido de indicar la errancia y también la orientación del analista”. Es decir, es un termómetro que mide cómo va el caso. También el valor de volvernos a llamar al orden de nuestro papel: “un no actuar positivo, con vistas a la ortodramatización que quiere decir el inicio de la subjetividad del paciente”, un no actuar positivo con vistas a que la subjetividad del paciente emerja.

En el Seminario La angustia, creo que es en el capítulo de acting out y pasaje al acto, Lacan habla de Freud en este caso, de la intervención de Freud y lo pone en este capítulo porque él dice que Freud soltó el caso porque se angustió, pasó al acto soltando el caso, porque no soportó ocupar el lugar del objeto causa del deseo de la paciente. No se advino a ese lugar de objeto, seguía en la posición del padre, entonces ocupar ese lugar que hay sostener, soportar, formarse para eso, Freud no lo soportó y en lugar de angustiarse o ubicarse ahí soltó el caso y la paciente interrumpe el análisis. Es una enunciación fuerte la de ese texto que pone al analista en el banquillo, como es costumbre de Lacan.

Para retomar un poquito lo que les decía al principio, quería insistir en algunos puntos que refieren a la posición del analista en la cura, posición que no es sin la transferencia. Lo veamos desde la perspectiva de la transferencia negativa ¿lo leyeron al texto de Miller La transferencia negativa? Yo los leí especialmente para transmitírselos a ustedes ¿qué dice ahí? Nos habla de que hay un motivo de análisis que podríamos pensar que es bastante frecuente en la actualidad que es la falta de autoestima. Algo que se sitúa en una zona de evaluación que hace el sujeto sobre sí mismo respecto de un ideal, como en déficit respecto del ideal con el que sujeto se mide. La confusión, un poco lo que hablábamos anoche, contemporánea respecto de los ideales no impide que la función del ideal sea insistente. Más bien parece constituyente del síntoma pues el sujeto ubica lo que él considera su síntoma en relación a un ideal de buen funcionamiento, así debería funcionar. Ahora, lo que subyace dice Miller a la cuestión del ideal de autoestima es el agalma, la función, la noción de agalma. En la autoestima referido a un ideal está en juego la causa del deseo, pero, nos aclara Miller, un sujeto puede entrar en análisis por el lado del agalma o por el lado del palea, que es el desecho. Lo más habitual es que entre por el lado del deshecho, pero hay sujetos que entran con un exceso de agalma, gente que sufre por ser demasiado convocada, por ejemplo, demasiado admirada, que puede leerse también por el lado del desecho en algún punto, pero que provoca sufrimiento. La noción de agalma es un término de la filosofía. También cuando Lacan habla del deseo de Sócrates, para decir Sócrates es un histérico, en el Seminario de La trasferencia, Seminario 8.

En relación a la entrada por el lado del desecho, en este caso, pensando en el lazo transferencial, el riesgo es que toda palabra que le venga del analista -seguro tienen casos donde están amordazados para decir algo-  apunta al sujeto como desecho. A veces, dice Miller, esto se encuentra de una manera muy pura por lo cual el analista se encuentra reducido a no decir una palabra, a no poder decir nada dado que toda palabra puede ser interpretada por el paciente como una referencia a su estatuto de desecho. Hay varios ejemplos ahí, el error fatal que cuenta Miller de un caso suyo como analista, donde había una mujer que se deshacía en explicaciones para justificar que ella todo lo que hacía no era por maldad, nunca nombró la palabra maldad, pero le daba a entender, se leía bajo la barra, que ella le explicaba que era una buena persona, entonces Miller le interpreta “Ud. No es mala para nada”, y la paciente le dice “¿Por qué me dice mala? Yo no pienso que yo soy mala, usted es el que piensa que yo soy mala”. Es decir, empezando por la negación, usted no es mala para nada, qué enseñanza nos transmite, no devolverle al sujeto, no nombrar en el análisis esos significantes que son del orden de lo peyorativo, aunque él mismo lo nombre, usted no es un estúpido, usted no es mala, usted no es un tarado, soy un boludo, entonces “eso que usted dijo”, pero hacer existir, que el analista lo nombre y se lo devuelva al sujeto, tiene otro peso a que lo diga él. Aquí la respuesta al mensaje de desvalorización que le viene del Otro es la sospecha. La transferencia negativa dice Miller es cuando el analista está bajo sospecha. Todo lo que diga o haga puede ser mal interpretado. Que le tienen ojeriza el analizante al analista. Pero no nos olvidemos que la transferencia negativa, es necesario que haya, porque si vamos a transcurrir un análisis sólo con la transferencia amorosa no va a pasar nada, pero, una dosis, porque el amor vela. Entonces, el odio en la transferencia negativa se dirige al ser, desupone el saber en el Otro, entonces eso dosificado hace funcionar el análisis, si es puro amor… no está pasando nada.

¿Cuál es el punto al que quiere llegar con esto? Si toda interpretación puede comunicar un mensaje de desvalorización, es en tanto que una interpretación es decirle al sujeto “Usted no sabe”, de alguna manera es decirle eso, entre líneas, “tú no sabes lo que dices”. De esto se deduce, que toda interpretación en estas coordenadas puede tener el valor de desuposición de saber y aunque el analista quede en silencio puede producirse la significación de desvalorización igual porque en el análisis se respira un aire de interpretación, todo está bajo el ejido de la interpretación.

En ese tú no sabes, que es casi constitutivo de la posición del analizante, tenemos que acompañar al sujeto para que llegue a ese punto, para que desuponga, puede deconstruir toda una historia basada en malos entendidos, hace falta que acompañemos a que llegue a ese punto, el tema es cómo llega a ese punto de no sé lo que digo.

Entonces, ese momento, es el momento en que la transferencia negativa se constituye como el drama inaugural, hay algo de inaugural, de la experiencia analítica. ¿Cómo se ve la transferencia negativa en la psicosis, en la histeria y la obsesión? En la psicosis depende del caso, esta es una generalización que hago, pero ustedes verán el caso por caso. Captar que apenas se establece la relación analítica que es una relación de supuesta confianza, esto, en la psicosis, el analista se vuelve inmediatamente sospechoso, un sujeto psicótico embarcado en la experiencia analítica puede reaccionar con la transferencia negativa en consonancia con lo que Freud decía que los sujetos psicóticos no son pasibles de transferencia ,en referencia al narcicismo que no son pasibles de colocar la libido en otro objeto que no sea en sí mismo, no invisten un objeto libidinalmente que a sí mismo, había una dificultad en la transferencia después sabemos que es Freud que rechaza la psicosis y es Freud el que no quiere saber de eso.

Pero la paranoia por ejemplo presenta el estado más desarrollado de la transferencia negativa porque no solamente comienza el Otro por ser sospechoso, sino que el sujeto concluye con la certeza de que el Otro tiene malas intenciones para con él, entonces es bastante difícil el lazo transferencial en la paranoia. En esos casos cuando eso se desmadra ya no hablamos más de transferencia negativa, sino que podemos decir que hay la presencia de un delirio de persecución.

En la histeria, cuando Lacan habla de histerización del paciente, es cuando el analista logra comunicar al paciente a través de sus dichos la cosa preciosa que es, el análisis al principio agalmatizamos un poco la cosa, lo volvemos al sujeto un poco amable para el Otro, hasta que luego podemos maniobrar de otra forma. Pero dice Miller también puede ser que le comuniquemos la cosa mala que es, eso también es histerización y aclara este punto “cuánto más idealizado se encuentre el analista el sujeto se encuentra al inicio como reducido a cero ante su presencia, capturado en un no soy nada en comparación con usted”.

La estructura de la transferencia negativa, esto es importante, en que el sujeto entra en la experiencia como falta en ser, por el contrario, el analista entra en tanto que ser, ser supuestamente colmado de su falta en ser, entonces la transferencia negativa se sustenta a este nivel primario en el cual el analista se presenta como ser, como objeto agalmático, el sujeto supone que el analista tiene lo que a él le falta. Lacan ¿cómo definió este ser del analista? No como un ser de saber, como un ser fálico, sino como portando algo de lo que el sujeto se encuentra a la vez privado. Eso convoca al odio, puede convocar al odio, el odio como pasión que se dirige al ser, a diferencia del amo que se dirige a la imagen, a la forma.

¿Qué pasa en el obsesivo, en el registro de la demanda, con la transferencia negativa? Lo que se observa que el solo hecho de pedirle produce un odio terrible, y a veces uno puede estar tentado de darle la cosa para pacificar el odio que le despierta el hecho mismo de pedir, aunque también a veces el hecho de dar puede ser interpretado como un insulto ya que esa sería la prueba de que uno tiene lo que a él le falta.

Entonces ¿cuál es la manera que conviene al analista para abordar la transferencia negativa? Cuando se desencadena, uno no puede dejar de preguntarse si ha cometido algún error, lo cual no quiere decir que uno sea el amo de todo lo que pasa en el análisis, que uno es responsable de todos los acontecimientos de la vida del sujeto porque sólo somos un servidor de un dispositivo. Pero salvando ese punto, sí es necesario preguntarse si hubo algún error en juego o qué tipo de responsabilidad le cabe al analista en el asunto.

Intervención del público: Lacan en “La agresividad y el psicoanálisis” da varios ejemplos de transferencia negativa. Llegar tarde, los cambios de horario, el tema del pago…

Roxana Chiatti: Sostener el pago, los cambios de horario. Sí, la tesis número 3, las 5 tesis sobre la agresividad, en la tesis 3 habla de eso.

Hay muchos elementos que hacen que la transferencia negativa se desencadene pronto. Sería usar el semblante adecuado para que eso se dosifique un poco. Hay pacientes que entran como que están súper enamorados de su analista, bueno con ellos es más fácil. Pero hay otros que entran directamente al choque, por su propio estilo, por su propio síntoma, por su propia cosa.

Intervención del público: Cuando al paciente se le dice “usted no sabe”

Roxana Chiatti: Llegar al “usted no sabe”, no es un empuje, eso es estructural a la situación analítica, eso se produce naturalmente cuando uno interpela, interroga, cambia de rumbo los dichos del paciente, eso es una cosa que cae por su propio peso, no es que uno lo produce, no se le dice usted no sabe nada, se produce por la propia estructura de la experiencia analítica.

Entonces, avanzo un poquito con el texto “Sutilezas analíticas”, Miller ahí nos invita a retomar lo que él llama El principio freudiano del infinito, se refiere al análisis interminable, la interpretación interminable, porque hay que estar en relación a nuestro “yo no quiero saber nada de eso”, no hay que soltarse. Que uno debe elucidar su inconsciente, pero hay lo que ya sabemos, la represión primordial. Es decir que no todo puede elucidarse, no todo puede saberse, el propio caso, no todo puede vaciarse; y ese núcleo de represión originaria funciona, es decir, hay un resto que es ineliminable en ese punto, que son los puntos ciegos que dice Freud, pero se supone que nuestra relación a ese punto ciego es estar advertidos de eso. Uno puede conocer su “yo no quiero saber nada de eso”, Miller nos invita a no desanudarnos de eso, advertidos de que eso funciona, pero además él nos invita a pensar que eso tiene una función positiva en el punto en que causa la pregunta, causa el estudio, causa el interés. Entonces, el principio del infinito ¿por qué lo dice así? Porque es algo que nunca se agota, el “no quiero saber nada de eso”. Nos invita a que sigamos en relación a eso cuando enseñamos, cuando pensamos como psicoanalistas, preservar el “yo no quiero saber nada de eso” es una disciplina. Me parece, para pensar en la formación.

Hay una carta en Freud, que recibe de un colega que abrió una institución para enfermos mentales, un hospicio, muy contento de su logro, en donde Freud se demora en responderle, a alguien que le caía bien y que estaba contento de lo que había hecho. Pero él se pregunta, en relación a su yo no quiero saber nada de eso ¿por qué se había demorado? Entonces él piensa que “esos enfermos a mí no me gustan demasiado”, el rechazo por la psicosis que Freud tenía. Entonces Miller se toma de eso para decir eso es causa, no sólo es un obstáculo, una dificultad, si uno se disciplina en eso, causa.

¿Qué se pregunta Miller en el capítulo 3 de Sutilezas analíticas? ¿Cuál es el afecto que favorece a la posición del analista? Luego de un extenso recorrido por muchos afectos concluye en el desapego. No el hastío, no el entusiasmo, no la frialdad ni la indiferencia. Tampoco la apatía ni el hartazgo, sí la curiosidad, pero manteniéndonos al abrigo del “me gustas”. Cuando un paciente nos gusta mucho, que eso se pesca cuando uno controla los casos, uno puede decirle “a usted ese paciente le cae muy bien”, índice de una dificultad. Hay que mantenerse un poco a distancia del “tú me gustas demasiado” porque hay pacientes que nos encantan, ¿no? Que todo tiene efectos, y asocian libremente y no faltan y pagan y se bancan los aumentos de honorarios, nos encantan esos pacientes, el paciente perfecto.

De todos los términos recorridos él prefiere el modesto desapego que acompaña el sentido que Lacan le dio al personaje de Jean Paul como una referencia identificatoria o imaginaria para el psicoanalista, que es el guerrero aplicado. Hace lo que hay que hacer, trata de hacerlo bien, pero con apatía, alejado de las pasiones. Entonces el desapego es la posición que conviene al psicoanalista en la medida en que también su acto consiste en despegar significante y significado y reconducir ese significante a donde no se sabe lo que eso quiere decir para poder tratarlo. Tenemos que tener una gran prudencia ante las palabras que podemos pronunciar cuando estamos en esa posición porque como hablamos las lecciones son duras.

Quería un poco avanzar en la enseñanza de Lacan, en bucle, es decir que no descartamos ninguno de sus tiempos de elaboración, pero quería que trabajemos un poco el tema de la actualidad de la transferencia, que no es sin consecuencias en la práctica. La época y sus consecuencias hace que debamos aggiornarnos en la práctica y en el lazo transferencial. Los sujetos que recibimos ahora no son los sujetos que recibíamos antes, por lo tanto, no podemos seguir en la misma posición. Hay un texto muy interesante, que es de Xavier Esqué que es el presidente del próximo XI Congreso de la AMP, que se llama “Por una suposición”, me sirvió mucho para orientarme en lo que quería transmitirles.

¿Qué plantea ahí él? Por qué “Por una suposición”, ¿con qué asociamos rápidamente? Con la sospecha, o con el supuesto saber, la interpretación, todo eso. Él plantea que el psicoanálisis es una práctica que por una suposición llega a deshacer por la palabra lo que es hecho por la palabra, es una cita de Lacan del Seminario “El momento de concluir”, que es inédito. Lo hecho por la palabra, lo que a uno lo lleva al encuentro con un psicoanalista, es un síntoma, un impedimento que lo hace sufrir. Por lo tanto, un psicoanálisis desmonta por la palabra un obstáculo producido también por la palabra. El fin terapéutico del análisis es revelar la causa y la satisfacción de este síntoma, identificar eso es curarlo, no obstante, sabemos que cada analista está lo suficientemente advertido de que dicha curación opera la castración, es decir que el síntoma no se cura de manera absoluta, no se elimina, resta algo incurable. Por otra parte, como ya hemos hablado antes, la finalidad de un análisis no es curar. El analista debe abstenerse de caer del lado del furor sanandis. Un análisis es posible entonces por una suposición. He aquí el pivote como dice el Seminario 11 de la transferencia simbólica, el sujeto supuesto saber. En esta fórmula tenemos por una parte al sujeto, siempre tachado, es decir supuesto, lo que dijimos antes del sujeto falta en ser y por otra parte para poner en marcha la suposición de saber hace falta el amor, se ama a aquel que sabe de mí dice Lacan, amor que luego se transfiere al inconsciente. Cada análisis comienza como una búsqueda de la causa y de la satisfacción del síntoma, se parte de una suposición de no saber, el síntoma es un querer decir y el sujeto no sabe qué le pasa, no sabe qué es lo que eso le quiere decir. En este no sé, ya está implícita la suposición de saber, saben todos que el sujeto supuesto saber no es el analista, él sólo está investido en esta función, pero este vestido es un disfraz, el analista es el hombre de paja, el testaferro de la función sujeto supuesto saber, dice Lacan. Si el analista piensa que el traje es suyo, estamos en la infatuación. Muy lejos de la pregunta que la Escuela trabaja infinitamente que es ¿Qué es un analista? Es un semblante para permitir al sujeto llegar a la posición de no sé para saber.

Para pensar la actualidad de la transferencia, debemos tener en cuenta la distinción que hace Lacan en su última enseñanza respecto del inconsciente transferencial y el inconsciente real. Ese último, representa una sacudida en los fundamentos teóricos y prácticos del psicoanálisis, pues éste corta el familiar lazo entre inconsciente e interpretación. Existe ahora una disyunción entre inconsciente e interpretación. En el inconsciente real hay un corte, una barrera, no hay conexión, no hay relación entre S1 y S2. Nosotros sabemos que precisamente esta conexión es el fundamento de la transferencia y de la práctica misma del psicoanálisis, el mismo sujeto supuesto saber es el resultado de esta conexión entre S1 y S2, embrague necesario para producir sentido y para que se despliegue el saber supuesto de los significantes en el inconsciente, queda latente el goce y el objeto a.

Entonces ¿cómo la instalamos a la transferencia? ¿Qué queda del modo de establecerla hoy? A lo largo de un análisis el estatuto del inconsciente es transferencial, la cosa cambia desde el punto de vista del inconsciente real donde la suposición de saber no está más. El inconsciente del Seminario 11, es un inconsciente sin ser, no realizado que está por realizarse. El psicoanalista precisamente tiene la tarea de ayudar al analizante a que pueda realizarlo, él dice ahí el analista forma parte del concepto de inconsciente. Es decir, que se trata ahí de que el inconsciente se realice como saber, aunque antes de ser saber realizado es saber supuesto. Esta es la dinámica del inconsciente, es un querer ser. Ahora bien, si seguimos los desarrollos de la última enseñanza veremos que, desde otro punto de vista, podemos decir que el inconsciente ya está allí, que no es a producirse o a realizarse, no nato, desde otra perspectiva podemos decir que ya está allí, que funciona, pero gobierna a título de amo y es cierto, es así, el inconsciente que programa ya está allí, pero el que descifra y busca realizarse como saber descifrado no está en el punto de partida. Entonces un análisis va de la suposición a la realización o, dicho de otro modo, del inconsciente transferencial al inconsciente real. El inconsciente operativo, es decir, ese que se descifra sólo surge si se le agrega una finalidad significante, es decir, si se le agrega una significación, si entra en el registro de la “comunicación”, en un querer decir. Pero para eso el analista debe suponerle una intención significante, debe suponerle una significación cuando pescamos un lapsus, lo tomamos suponiendo que eso quiere decir algo, eso es una operación del analista, salvo en aquellos analizantes ya avezados en el análisis, lo toma, se escuchan, lo interpretan. Si el inconsciente del seminario 11 se quería realizar como saber, en la última enseñanza lo que tenemos en lugar del saber es la satisfacción. Dar esa satisfacción es la urgencia que preside el análisis, dice Lacan, es decir, se va por eso.

Entonces, más que demanda de saber hay pedido de satisfacción, hay exigencia de la pulsión, el saber lo añadimos a partir de la suposición, asignándole una intención al inconsciente, eso lo hacemos nosotros, los analistas hoy, siempre pero hoy más que nunca. Anoche hablaba de eso, hay una dificultad de hacer existir al inconsciente, los sujetos llegan pidiendo respuestas, en la urgencia de qué hago con esto, cómo me separo de mi pareja, la urgencia preside el análisis. Bueno, no hay otra forma de tratar eso si no es haciendo existir el inconsciente, es decir incluyendo la suposición de saber que lleva ahora más tiempo que antes, no debemos retroceder en la posición de hacerlo existir, en la urgencia no vamos a resolver nada. Además, qué dice Lacan de la urgencia subjetiva, es la intuición de un sujeto de que está al borde del agujero. Entonces cómo se trata un agujero, bordeando con lo simbólico y si no hacemos existir el inconsciente estamos fritos. Pero les subrayo que hoy más que nunca eso lleva tiempo. En la última enseñanza Lacan dice que la urgencia está siempre, más intensa menos intensa, más soportable, menos soportable, porque si lo pensamos desde esta perspectiva la intuición de que el sujeto está cerca del borde del agujero, es siempre. Pero más intensa en algunos momentos, pero no cedemos en eso. Trabajamos las dos cosas. Insisto, tenemos que llegar a que el paciente diga no sé qué hacer subjetivamente, porque una cosa es no sé qué hacer dígame qué hago, y otra cosa es no sé, no puedo con esto, del orden del síntoma es ese no sé. En la demanda de satisfacción no está en juego la castración.

Siendo nuestro artefacto la transferencia y tratándose de satisfacción más que de saber, el tema es cómo agregar el cuerpo a la transferencia. Vieron que ahora trabajamos con esa idea del cuerpo del analista en la cura. Más que poner el cuerpo hacer uso en el sentido quizá que siempre lo hemos hecho pero que hoy tiene una función más eminente, trabajar con la voz, con la mirada, con el cuerpo haciendo de límite al sujeto, es decir, una interpretación que no es por lado de la suposición del saber sino de poner… tómenlo con cuidado, pero imaginarizar, hacer visible lo no simbolizable del goce. El uso del semblante en el cuerpo. Pero, este es un tema que se puede abrir para todas partes, es una dimensión de la transferencia que es libidinal, no simbólica. Es decir que el analista pone su cuerpo a favor del trabajo así, su cuerpo, trozos o los objetos que tienen que ver con el goce de ese sujeto, no hacemos con todos lo mismo. El trabajo con la mirada y con la voz no es algo nuevo, pero en este momento tiene un estatuto de utilidad mayor, es lo que hay porque no hay demanda de saber. Hay que causarla, eso es trabajo.

Voy a transmitirles un texto que titulé “Agregarle cuerpo a la transferencia”, para decir que lo nuevo en la transferencia lo podemos constatar en la clínica y plantear algunas demandas como ejemplo.

Las prácticas de goce, son aquellas que implican un esfuerzo enorme del sujeto para encontrar una satisfacción. No era una demanda de líbreme de esto, sino de cómo lo regulo para no sufrir tanto (Publicación en Lacaniana 10, caso clínico).

En relación a la elección de objeto sexual, habrán recibido pacientes que dicen mi último novio fue un hombre, pero no me gustó cómo me trató así que ahora estoy de novia con una mujer porque me trata bien, es dulce conmigo.

Las demandas actuales, donde escuchamos cierta ausencia de represión, de sublimación, más bien cierta cuestión de demanda de satisfacción. No se trata de un saber producto del inconsciente lo que prima sino de una pragmática a favor de la satisfacción, es decir, eso se practica, se hace, del orden del verbo. Freud ya había pensado en esto cuando elaboró su texto sobre el fetichismo ¿qué dice ahí del fetichismo?, ¿qué distingue a la forma fetichista?  que Lacan lo anticipa en el Seminario 20, en la pág. 173 – 174. Dice que el objeto fetiche es un objeto que satisface prescindiendo de la palabra. El objeto fetiche por excelencia es el objeto que no habla, inerte, objetivado, objetalizado si puede decirse y coherente con una exigencia de goce que permite que la palabra quede fuera de juego. Esto dice Lacan en el Seminario 20 porque el objeto fetiche es una lectura freudiana, lo toma de Freud para decirlo.

Entonces respecto de estos nuevos goces, podríamos decir, hay una necesidad de una puesta al día que incluya lo nuevo en la práctica, empezando por librarnos de los prejuicios. Pensar que el sujeto no viene a librarse de eso, que, aunque ese no es su síntoma no viene a querer sacarse eso de encima.

Público: ¿En el caso de las drogas?

Roxana Chiatti: Es en el mismo sentido, nosotros no le decimos al sujeto deje de drogarse, pero qué hacemos, lo responsabilizamos de su consumo, que se regule, que sepa que lo que hace tiene consecuencias y que lo registre, lo responsabilizamos de su goce. No va por la prohibición ni por la regulación del consumo en ese sentido del orden sino responsable de su goce. Perdí toda la guita porque… que sepa que tiene consecuencias y que las registre, para que dosifique, regule, mientras tanto en ese caso con los toxicómanos, más que nunca, más que en todos los casos, hay que hacer existir el inconsciente, porque hay un rechazo al inconsciente que insiste.

Vuelvo sobre lo último, la dimensión libidinal se impone cada vez más para abordar estos fenómenos donde el cuerpo del analista encarna lo no simbolizable del goce, lo que no aparece en la palabra ni aparecerá. Modesto, en su intervención sabe leer lo libidinal lo que se decanta en el decir lo usa, su mirada, su voz, sus gestos, su tono, el saber del analista sobre dicho instrumento, es un instrumento.

A modo de concluir mi clase, tenemos la responsabilidad de acompañar a quienes nos consultan a regular el exceso del empuje al goce porque eso es de lo que sufren, hasta cierto punto esto es una cita del Seminario 11 que es muy enseñante para mí, siempre lo tengo presente, dice Lacan “hasta cierto punto, este penar de más es la única justificación de nuestra intervención”, es decir que ubicándonos en esta demanda de satisfacción y de esta clínica que es mucho más modesta, que no se espera de uno grandes interpretaciones geniales, si no apuntar al exceso de goce, es lo único que justifica nuestra intervención, ese penar de más del sujeto que es el sufrimiento. Esa es una anticipación de Lacan en el ’60 que es muy actual, nunca más apropiado. Entonces parafraseando lo que les decía al comienzo, en el momento de concluir, debemos saber cómo deshacer por la palabra lo que se hizo por la palabra sobre todo en una época donde reina el acto.

Muchas gracias por haberme escuchado y por sus intervenciones.

 

* Roxana Chiatti es Licenciada en Psicología (UNC); Psicoanalista; Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis; Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana; Directora de la EOL Sección Córdoba (gestión 2015 – 2017); Adherente al CIEC – Centro de investigación y estudios clínicos; Responsable del Departamento de investigación Psicoanálisis y cuerpo del CIEC; Docente del NPE (Nuevo programa de Enseñanzas), CIEC.

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«LA ÉPOCA ACTUAL COMO TIEMPO DE POSIBILIDAD E INVENCIÓN» – Entrevista a Roxana Chiatti

LA ÉPOCA ACTUAL COMO TIEMPO DE POSIBILIDAD E INVENCIÓN - Entrevista a Roxana Chiatti

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Francisco Ruiz: Mario Elkin Ramírez, psicoanalista colombiano, dijo alguna vez que existía en su país y en la época en general, lo que se llama la adolescencia satanizada. Hay una especie de empecinamiento, desde los medios de comunicación, en brindar una imagen del adolescente como un sujeto violento, peligroso, siempre al borde de los excesos ¿Cómo ve usted, a propósito de las tribus urbanas, la subjetividad y los fenómenos adolescentes en la actualidad? 

Roxana Chiatti: Sin remitirme mucho a las tribus urbanas, que serían un modo de agruparse, yo en general tengo una idea de la época, sin desconocer los efectos de la pulsión de muerte, del desamarre de lo simbólico, una idea de posibilidad. En el sentido de que puede haber lugar para la invención, puede haber lugar para un uso singular de las reglas, para los sujetos que puedan un poco consentir con eso.

 La adolescencia es un tiempo del sujeto donde se sufre mucho. Sumado al momento actual donde no hay una figura de orientación, pero aún antes habiéndola en otra época, es un tiempo de transformación donde no sólo hay cambios a nivel del cuerpo que implican procesos de acomodación, de elaboración, sino también de discursos, se cambia de discurso. Es un tiempo donde no se es niño y a la vez se pasa a adolescente… Es un momento donde hay que volver a ubicarse, e insisto, con el plus de que no hay nadie para decir “así o asá, para dónde, cómo”. Es un momento difícil y hay las diversas posiciones, las diversas respuestas de los jóvenes que buscan orientarse inventando cada uno su propio modo.

 Entonces, creo que es muy importante cómo hablarles, saber hablarles. Porque también en este cambio de discurso, de cuerpo, de pensamiento, tenemos que buscar el modo de hablarles, incluirnos en su lengua que es una lengua otra que la del adulto.

FR: Cuando dices “posibilidad” ¿Aludes a estos nuevos modos de relación, nuevos modos de lazo y no esa posición nostálgica de ciertos discursos de añorar un tiempo que ya no es?

 RCH: La posibilidad lo digo en el sentido de libertades, que pueden tener un buen o mal uso. Pero en el sentido de libertades. También podemos pensar en el costado más desamarrado de la posibilidad. De la posibilidad en qué sentido. En que ahora hay muchas. Entonces eso lleva, voy a hablar un poco de eso en la conferencia, a que la cosa se dilate. Porque hay tanto, que se evalúa cuál es la mejor y eso puede infinitizarse y dilatar un poco la asunción de una posición.  Pero con posibilidades me refiero a libertades, a modos de inventarse otros lazos.

FR: Sobre las prácticas actuales de violencia que se observan en todos los ámbitos: institucional, escolar, laboral, urbanas, domésticas. ¿Qué puede aportar el psicoanálisis para comprender estos fenómenos?

 RCH: La violencia primero no creo que sea una práctica, porque la práctica es una práctica de goce. Y la violencia me parece que es algo que se desregula, una respuesta imprevista. No un modo de vivir o una práctica que aporta una satisfacción, sino que es algo que irrumpe como respuesta a algo del otro o de uno mismo.

 ¿Qué puede aportar el psicoanálisis? Creo que lo que aporta el psicoanálisis siempre es hacerle lugar a que el sujeto emerja, se localice. ¿Y qué quiere decir eso? Hacerle lugar a la palabra, porque la violencia por lo general es algo del orden del pasaje al acto, del acting out, de la angustia, del rechazo. Entonces por un lado darles la palabra a los sujetos me parece primordial.

FR: No es una práctica, pero hoy en día se ha vuelto algo cotidiano y masificado podríamos decir.

 RCH: Sí, pero es un modo de respuesta a algo del orden de la exclusión, de la segregación, del rechazo de algo en el otro que es de uno mismo en realidad. Práctica sería algo del orden de la rutina ¿no? Y la violencia no es de rutina, si bien es algo frecuente, insistente, no es de rutina sino, insisto, un modo de respuesta.

FR: En relación a darle al sujeto la palabra, en los discursos de corte cientificista, que tienen otras vertientes teóricas más ligadas a lo biológico o a lo neurológico ¿Cuál es el debate entre el psicoanálisis y estas vertientes teóricas como pueden ser las neurociencias por ejemplo?

 RCH: Lacan habla de la forclusión del sujeto por el discurso de la ciencia. Es decir, de ningún modo se lo hace aparecer porque no hay lugar a la palabra. Hemos visto en el film, en esta serie de proyecciones que los colegas del campo freudiano están haciendo circular, una de las primeras películas (que no me voy a acordar el nombre ahora) es un recorrido de científicos que daban cuenta de sus investigaciones a nivel cerebral, a nivel de encontrar el punto de las emociones en el cerebro, el test de Sofía, experimentos en Francia, en donde sus conclusiones eran llegar a nada, no había resultados. En ese momento mi idea era que más bien se trataba de una cuestión del goce del experimentador, del goce del científico en la búsqueda de algo que no encontró nunca, más que de provocar algún efecto en el sujeto.

FR: Sin embargo, desde la ciencia se afirma que se ha encontrado algo, siempre se encuentra algún gen, o se ha descubierto algo nuevo….

 RCH: Bien, pero eso es a nivel del organismo, a nivel de lo biológico, no a nivel de la subjetividad y de los efectos de la palabra sobre el sujeto. Nosotros constatamos los efectos de la palabra sobre el sujeto sobre todo a nivel del cuerpo. Entonces me parece que hay más una perspectiva de la objetalización del lado de las neurociencias que del lado de hacer aparecer la subjetividad.

Sabrina Romera: Roxana podrías comentarnos qué es la política para el psicoanálisis.

 RCH: Bueno, la política para el psicoanálisis es el síntoma, es la política del síntoma. ¿Y qué es la política del síntoma? Podríamos decir que por un lado es aquello que hace límite a la pulsión de muerte, que genera un enigma para el sujeto mismo que sabe que eso quiere decir algo, pero no sabe qué, pero que de alguna manera en eso se dirige al otro.

FR: El síntoma para el psicoanálisis entonces no es algo que habría que eliminar o anular…

 RCH: No, una cosa son “los síntomas” de los que el sujeto se cura o los curamos, y otra es “él” síntoma para el psicoanálisis, que es el modo de gozar de cada quien, ese que le permite al sujeto vivir, hacer, lo edifica, le da un estilo.

FR: Generalmente se piensa al síntoma como algo que hay que corregir, y diversos discursos contemporáneos son prácticas o políticas que tienen esa dirección.

 RCH: Bueno nosotros también curamos a los sujetos de “sus síntomas”, pero “él síntoma” analítico es otro tipo de formación que por el contrario los ayudamos a cernirlo, a ubicarlo, a localizarlo, a identificarse con él para tomar un poco de distancia, pero es la esencia del sujeto, es lo singular de cada quien. Es un síntoma del que no lo curamos, porque no se cura, es un resto que es ineliminable, como lo enseña Lacan.

Gabriela Agostinelli: Es interesante esa diferenciación porque muchas veces se entiende que el goce es malo…

 RCH: Y hay un goce malo, y lo que hacemos es ayudar a que el sujeto pueda vaciarse de eso que lo hace sufrir. Pero queda el goce que se positiviza, el goce positivo que siempre estuvo y que acompañamos al sujeto a que lo pueda elevar. Lo ayudamos a que pueda regular los excesos del goce, a que pueda con su cosa mala hacer algo, pero resta el goce positivo.

FR: ¿Hay que regularlo con más ley, más orden, más reglas o cómo lo propones?

 RCH: No, con más ley no. Con invenciones, con la reducción del sufrimiento, la reducción de los excesos de goce porque como nos enseñaron Lacan y Freud, una copa de vino es placer, toda la botella es goce y de eso se sufre. Es un ejemplo muy naif el que acabo de dar, pero se sufre del exceso, entonces reducir el sufrimiento a medidas vivibles satisface.

FR: Hoy en día ¿hay un exceso de goce?

 RCH: Hay un imperativo de goce que es superyoico, que pide más y más para nunca satisfacerse. Entonces a eso también hace falta decirle basta. Que el sujeto pueda encontrar una satisfacción de alguna manera.

GA: ¿Qué lugar para el deseo hay?

 RCH: Es un problema con el que nos encontramos en los análisis. ¿Qué lugar para el deseo cuando hay tanta preeminencia del goce? Bueno hay que hacerle lugar, hacer operar la castración. Es justamente la castración la que tiene que ver con lo que dije recién de reducir el goce. Producir una falta de ese goce para que se deslice hacia lo positivo, para poner en relieve lo positivo que está de entrada. Hay que hacerlo existir al deseo, que no va de suyo sobre todo en esta época, y lo mismo con el inconsciente. Cuesta hacer existir el inconsciente en los análisis actuales, lleva un tiempo. Es más bien una cosa de la urgencia, del ¡ya!, de las respuestas, de los tips… y hay que abrir, hay que hacer existir el inconsciente.

SR: Roxana en relación al psicoanálisis en su vertiente institucional ¿cuál sería la diferencia entre la escuela y los institutos?

 RCH: Es algo que siempre decimos, que la escuela está habitada por un agujero al que siempre hay que estar atentos a no taponarlo. Todos los que habitamos la escuela bordeamos ese agujero, cada uno con su síntoma bordea el agujero que habita la escuela atravesada por la pregunta “¿qué es ser un analista?”

Esa pregunta en el instituto circula de otra manera, más bien circula la pregunta ¿qué es el psicoanálisis? El instituto crece y crece, cada vez más grande. En la escuela se cierra un poquito más la entrada porque hay que dar cuenta…, ya no es el trabajador decidido el que la escuela de Lacan convoca, sino más bien cuál es la relación al inconsciente que tiene ese sujeto, cuál es el deseo de escuela que ese sujeto tiene, qué puede aportar a la escuela.

 La diferencia con el instituto la sitúo más bien en relación con esas dos preguntas ¿qué es el psicoanálisis? en el instituto, que hace funcionar esa máquina que es cada vez más gigante. Podemos pensar en esa misma perspectiva al grupo de investigación y al cartel; en el grupo de investigación hay la pregunta común, la investigación de los textos, se llega a un escrito, no cambia demasiado en ese punto. Pero en el cartel hay la remitencia cada vez al rasgo, que es una investigación, pero a partir de alguna otra pregunta. Es una investigación…

  1. ¿…Más íntima?

 RCH: Más íntima depende del momento en el que uno haga un cartel, por ahí en los primeros carteles uno va con una pregunta de su propio análisis. En los carteles también hay la lectura de algún texto que te cause, o la pregunta por la clínica para leer con otros. Pero hay una dialéctica del saber que es distinta…

 GA: …la función del más uno…

RCH: …la función del más uno horizontaliza un poco los lazos. Aunque haya un más uno, que en realidad es un menos uno como nos enseña Miller en su texto Cinco variaciones de la elaboración provocada, es un más uno porque se suma al trabajo, pero es menos porque se resta en su lugar.

FR: Siendo la segunda vez que visitas Santiago ¿Cómo ves el desarrollo del psicoanálisis en general en nuestra provincia?

 RCH: Santiago del Estero es particularmente un CID numeroso, que va sumando miembros a su conjunto, eso llama la atención. Ha de haber algo de la transmisión de un deseo, deseo de formación, de inclusión que convoca.

 Yo escucho que es una comunidad muy entusiasta, siempre digo que son muy orientados. Al menos el trabajo de preparación de estos momentos del seminario donde vienen invitados, se lee en lo que le piden al docente una orientación, un deseo de hacer escuchar algo en particular. En los casos de supervisión se escucha la formación de cada uno, entonces lo celebro y los felicito.

 FR: El entusiasmo es una cualidad que motoriza muchas cosas.

 RCH: Motoriza, sí. Si bien Lacan y Miller no hablan tan bien del entusiasmo (aunque lo dije en sentido positivo) porque es algo que no perdura, algo que es fugaz. Pero motoriza si alguien está advertido de que no concluye ahí. Yo estoy a favor del entusiasmo sobre todo orientado, no el entusiasmo inopinado, sino el entusiasmo de algo bien hecho, una celebración de lo que se hizo bien, de lo que empuja hacia delante de la buena manera advertidos de que eso continúa.

El modo de funcionamiento de los CID en general en esta nueva etapa, que no es tan nueva ya, tiene de característico a todos los institutos la heterogeneidad. Ya invitar a distintos docentes en el transcurso del año y de un año al otro hace que eso se airee, que no se estanque, que no se produzca la inercia. Viene uno de aquí, otro de allá; que con sus distintos estilos hace que, si se lo sabe llevar, eso cause y nos guste venir.

 FR: Roxana muchas gracias por tu tiempo y tu disposición para esta entrevista, ha sido un gusto escucharte.

RCH: Muchas gracias a ustedes.

Agosto, 2017

* Roxana Chiatti es Licenciada en Psicología (UNC); Psicoanalista; Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis; Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana; Directora de la EOL Sección Córdoba (gestión 2015 – 2017); Adherente al CIEC – Centro de investigación y estudios clínicos; Responsable del Departamento de investigación Psicoanálisis y cuerpo del CIEC; Docente del NPE (Nuevo programa de Enseñanzas), CIEC.

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