Clase nº 5 «LA TRANSFERENCIA». Docente: Roxana Chiatti (Cba)

Clase nº 5 LA TRANSFERENCIA. Docente: Roxana Chiatti (Cba)

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Silvia Zarbá

Buenos días a todos, hoy damos inicio a la 5° clase “La transferencia” de nuestro seminario teórico clínico “El tratamiento de los síntomas hoy. Estructuras clínicas y psicosis ordinarias”. Desde ayer tenemos el placer de contar como disertante a Roxana Chiatti, Miembro de la AMP, Miembro de la EOL, directora de la EOL Sección Córdoba y Co-responsable del Departamento de Estudios de Psicoanálisis y cuerpo. Docente del programa de enseñanza del CIEC.

 

Roxana Chiatti

Un placer, muchas gracias. El tema que me ha tocado en suerte voy a decir, me gusta mucho, el tema de la transferencia se puede tomar desde muchísimas aristas, pero les digo que, leyendo a Freud, leyendo a Lacan, leyendo a Miller, sobre todo con Freud situé que finalmente la transferencia es la posición del analista. Podemos explicar el mecanismo de la transferencia, cómo funciona, pero el punto importante de eso es la posición del analista, es decir el lazo del analista y el analizante. Qué hacemos con ella, cómo maniobramos con ella desde ese lugar.

 

En el texto de Freud “Sobre la dinámica de la transferencia”, vieron que hay una serie de textos sobre el tema que tiene Freud, me voy a detener en este. Freud, ¿qué nos adelanta ahí? Fundamentalmente está preocupado, porque dice que parece un gran inconveniente del psicoanálisis el hecho de que la transferencia, la palanca más poderosa del éxito se transforme en el arma más fuerte de la resistencia. Pero inmediatamente nos aclara que no debemos atribuir esos obstáculos a la transferencia sino a la neurosis misma, es la neurosis la que engendra esos caracteres en la transferencia a partir de la resistencia que, para Freud, si lo recuerdan, tiene dos fuentes: la introversión de la libido por un motivo externo. Lacan dice no es externo, es interno. Y por el levantamiento de la represión que más adelante Miller dirá, o Freud también lo dice de un modo menos claro, se paga un precio, el analista paga un precio por el levantamiento de la represión que es la transferencia negativa. Freud dice que el levantamiento de la represión no es sin consecuencias en el lazo.

Sigo con Freud: “Mientras más claramente se prolonga una cura y más claramente el enfermo va viendo que la deformación del material patógeno no constituye por sí sola una protección contra el descubrimiento del mismo, más se servirá de la transferencia donde captará que todos los conflictos han de ser combatidos sobre ese terreno”. Es decir que anticipa que sólo bajo transferencia es posible una rectificación subjetiva.

Ahí mismo, en ese texto propone que, si bien el mecanismo de la transferencia queda explicado por la referencia a la fijación de la libido, la explicación de su actuación en la cura no la conseguimos hasta examinar sus relaciones con la resistencia. Entonces la pregunta que recorre ese texto y   que Freud está como tratando de elucidar es ¿cómo resulta la transferencia tan adecuada para constituirse en un arma de la resistencia? Tiene un desarrollo extensísimo esa pregunta que él se hace en ese texto y ¿qué podríamos decir respecto de eso? ¿a qué alude Freud con la resistencia? Nosotros, con la enseñanza de Lacan tenemos elementos para decir que Freud alude con eso a que la transferencia es repetición en acto de las imago de la infancia.

Pero Lacan, si hemos leído el Seminario 11, despega la repetición de la transferencia y la liga al objeto a. Más bien hace un binario de la transferencia con el inconsciente. En los cuatro conceptos él dice vamos a anudar la transferencia con el inconsciente y la repetición a lo real que es el objeto a en ese momento. También Lacan va a decirnos que la detención en las asociaciones a las que Freud alude en ese texto se produce por el cierre del inconsciente, y éste se cierra por la presencia del objeto a, la presencia del analista en tanto objeto a que tapa el hueco, que tapa la hiancia de la apertura del inconsciente. Pero también es el momento de la transferencia, es decir, eso tiene que ocurrir para volver a destaparse.

Entonces, primera aproximación del tema. Lacan también trabaja ampliamente los textos de Freud sobre la transferencia y hay un texto que está en los Escritos 1, que se llama “Intervención sobre la transferencia” donde Lacan toma exclusivamente el tratamiento del caso Dora transmitido por Freud, es decir, apunta más bien a la posición de Freud en el caso. ¿Qué va haciendo en ese texto? Y lo toma ¿por qué? Lacan reconoce que el caso Dora es el primer caso en que Freud reconoce que la transferencia tiene mucho que ver en el análisis. Si no hay transferencia, no hay análisis. Entonces va recorriendo una a una las intervenciones de Freud situando como él dice »varios puntos de falla» en la posición del analista, construyendo –digo yo- una especie de consejos al médico lacaniano. Entre ellos nos habla, por ejemplo, »del error fatal de posponer una interpretación», siempre en referencia al caso Dora, yo les estoy extrayendo las puntuaciones. El error fatal de posponer una interpretación porque sabemos, el león salta una vez, si lo dejamos pasar, pasó. No sabemos si habrá otra oportunidad en ese punto. También del “prejuicio sobre la homosexualidad» que lo hizo incapaz de actuar satisfactoriamente sobre ese punto, el prejuicio, vamos anotando. También nos advierte del error de dejarnos llevar por la contra transferencia desoyendo las variadas respuestas de la paciente, Dora. Lacan dice que Freud actuaba tratando de quedar bien con su amigo, el padre de Dora, mas que escuchando la enunciación de la paciente. La transferencia, dice Lacan en este texto, es un aspecto que» toma su sentido del momento dialéctico en que se produce». Esto es textual: “Momento que traduce un error del analista, aunque sólo fuese querer demasiado el bien del paciente” cuyo peligro Freud mismo ha denunciado en su texto Consejos al médico, el furor curandis.

Finalmente, para concluir ese texto, vuelve a indicarnos nuestra responsabilidad respecto del lugar que ocupamos allí y dice que “La transferencia tiene siempre el sentido de indicar la errancia y también la orientación del analista”. Es decir, es un termómetro que mide cómo va el caso. También el valor de volvernos a llamar al orden de nuestro papel: “un no actuar positivo, con vistas a la ortodramatización que quiere decir el inicio de la subjetividad del paciente”, un no actuar positivo con vistas a que la subjetividad del paciente emerja.

En el Seminario La angustia, creo que es en el capítulo de acting out y pasaje al acto, Lacan habla de Freud en este caso, de la intervención de Freud y lo pone en este capítulo porque él dice que Freud soltó el caso porque se angustió, pasó al acto soltando el caso, porque no soportó ocupar el lugar del objeto causa del deseo de la paciente. No se advino a ese lugar de objeto, seguía en la posición del padre, entonces ocupar ese lugar que hay sostener, soportar, formarse para eso, Freud no lo soportó y en lugar de angustiarse o ubicarse ahí soltó el caso y la paciente interrumpe el análisis. Es una enunciación fuerte la de ese texto que pone al analista en el banquillo, como es costumbre de Lacan.

Para retomar un poquito lo que les decía al principio, quería insistir en algunos puntos que refieren a la posición del analista en la cura, posición que no es sin la transferencia. Lo veamos desde la perspectiva de la transferencia negativa ¿lo leyeron al texto de Miller La transferencia negativa? Yo los leí especialmente para transmitírselos a ustedes ¿qué dice ahí? Nos habla de que hay un motivo de análisis que podríamos pensar que es bastante frecuente en la actualidad que es la falta de autoestima. Algo que se sitúa en una zona de evaluación que hace el sujeto sobre sí mismo respecto de un ideal, como en déficit respecto del ideal con el que sujeto se mide. La confusión, un poco lo que hablábamos anoche, contemporánea respecto de los ideales no impide que la función del ideal sea insistente. Más bien parece constituyente del síntoma pues el sujeto ubica lo que él considera su síntoma en relación a un ideal de buen funcionamiento, así debería funcionar. Ahora, lo que subyace dice Miller a la cuestión del ideal de autoestima es el agalma, la función, la noción de agalma. En la autoestima referido a un ideal está en juego la causa del deseo, pero, nos aclara Miller, un sujeto puede entrar en análisis por el lado del agalma o por el lado del palea, que es el desecho. Lo más habitual es que entre por el lado del deshecho, pero hay sujetos que entran con un exceso de agalma, gente que sufre por ser demasiado convocada, por ejemplo, demasiado admirada, que puede leerse también por el lado del desecho en algún punto, pero que provoca sufrimiento. La noción de agalma es un término de la filosofía. También cuando Lacan habla del deseo de Sócrates, para decir Sócrates es un histérico, en el Seminario de La trasferencia, Seminario 8.

En relación a la entrada por el lado del desecho, en este caso, pensando en el lazo transferencial, el riesgo es que toda palabra que le venga del analista -seguro tienen casos donde están amordazados para decir algo-  apunta al sujeto como desecho. A veces, dice Miller, esto se encuentra de una manera muy pura por lo cual el analista se encuentra reducido a no decir una palabra, a no poder decir nada dado que toda palabra puede ser interpretada por el paciente como una referencia a su estatuto de desecho. Hay varios ejemplos ahí, el error fatal que cuenta Miller de un caso suyo como analista, donde había una mujer que se deshacía en explicaciones para justificar que ella todo lo que hacía no era por maldad, nunca nombró la palabra maldad, pero le daba a entender, se leía bajo la barra, que ella le explicaba que era una buena persona, entonces Miller le interpreta “Ud. No es mala para nada”, y la paciente le dice “¿Por qué me dice mala? Yo no pienso que yo soy mala, usted es el que piensa que yo soy mala”. Es decir, empezando por la negación, usted no es mala para nada, qué enseñanza nos transmite, no devolverle al sujeto, no nombrar en el análisis esos significantes que son del orden de lo peyorativo, aunque él mismo lo nombre, usted no es un estúpido, usted no es mala, usted no es un tarado, soy un boludo, entonces “eso que usted dijo”, pero hacer existir, que el analista lo nombre y se lo devuelva al sujeto, tiene otro peso a que lo diga él. Aquí la respuesta al mensaje de desvalorización que le viene del Otro es la sospecha. La transferencia negativa dice Miller es cuando el analista está bajo sospecha. Todo lo que diga o haga puede ser mal interpretado. Que le tienen ojeriza el analizante al analista. Pero no nos olvidemos que la transferencia negativa, es necesario que haya, porque si vamos a transcurrir un análisis sólo con la transferencia amorosa no va a pasar nada, pero, una dosis, porque el amor vela. Entonces, el odio en la transferencia negativa se dirige al ser, desupone el saber en el Otro, entonces eso dosificado hace funcionar el análisis, si es puro amor… no está pasando nada.

¿Cuál es el punto al que quiere llegar con esto? Si toda interpretación puede comunicar un mensaje de desvalorización, es en tanto que una interpretación es decirle al sujeto “Usted no sabe”, de alguna manera es decirle eso, entre líneas, “tú no sabes lo que dices”. De esto se deduce, que toda interpretación en estas coordenadas puede tener el valor de desuposición de saber y aunque el analista quede en silencio puede producirse la significación de desvalorización igual porque en el análisis se respira un aire de interpretación, todo está bajo el ejido de la interpretación.

En ese tú no sabes, que es casi constitutivo de la posición del analizante, tenemos que acompañar al sujeto para que llegue a ese punto, para que desuponga, puede deconstruir toda una historia basada en malos entendidos, hace falta que acompañemos a que llegue a ese punto, el tema es cómo llega a ese punto de no sé lo que digo.

Entonces, ese momento, es el momento en que la transferencia negativa se constituye como el drama inaugural, hay algo de inaugural, de la experiencia analítica. ¿Cómo se ve la transferencia negativa en la psicosis, en la histeria y la obsesión? En la psicosis depende del caso, esta es una generalización que hago, pero ustedes verán el caso por caso. Captar que apenas se establece la relación analítica que es una relación de supuesta confianza, esto, en la psicosis, el analista se vuelve inmediatamente sospechoso, un sujeto psicótico embarcado en la experiencia analítica puede reaccionar con la transferencia negativa en consonancia con lo que Freud decía que los sujetos psicóticos no son pasibles de transferencia ,en referencia al narcicismo que no son pasibles de colocar la libido en otro objeto que no sea en sí mismo, no invisten un objeto libidinalmente que a sí mismo, había una dificultad en la transferencia después sabemos que es Freud que rechaza la psicosis y es Freud el que no quiere saber de eso.

Pero la paranoia por ejemplo presenta el estado más desarrollado de la transferencia negativa porque no solamente comienza el Otro por ser sospechoso, sino que el sujeto concluye con la certeza de que el Otro tiene malas intenciones para con él, entonces es bastante difícil el lazo transferencial en la paranoia. En esos casos cuando eso se desmadra ya no hablamos más de transferencia negativa, sino que podemos decir que hay la presencia de un delirio de persecución.

En la histeria, cuando Lacan habla de histerización del paciente, es cuando el analista logra comunicar al paciente a través de sus dichos la cosa preciosa que es, el análisis al principio agalmatizamos un poco la cosa, lo volvemos al sujeto un poco amable para el Otro, hasta que luego podemos maniobrar de otra forma. Pero dice Miller también puede ser que le comuniquemos la cosa mala que es, eso también es histerización y aclara este punto “cuánto más idealizado se encuentre el analista el sujeto se encuentra al inicio como reducido a cero ante su presencia, capturado en un no soy nada en comparación con usted”.

La estructura de la transferencia negativa, esto es importante, en que el sujeto entra en la experiencia como falta en ser, por el contrario, el analista entra en tanto que ser, ser supuestamente colmado de su falta en ser, entonces la transferencia negativa se sustenta a este nivel primario en el cual el analista se presenta como ser, como objeto agalmático, el sujeto supone que el analista tiene lo que a él le falta. Lacan ¿cómo definió este ser del analista? No como un ser de saber, como un ser fálico, sino como portando algo de lo que el sujeto se encuentra a la vez privado. Eso convoca al odio, puede convocar al odio, el odio como pasión que se dirige al ser, a diferencia del amo que se dirige a la imagen, a la forma.

¿Qué pasa en el obsesivo, en el registro de la demanda, con la transferencia negativa? Lo que se observa que el solo hecho de pedirle produce un odio terrible, y a veces uno puede estar tentado de darle la cosa para pacificar el odio que le despierta el hecho mismo de pedir, aunque también a veces el hecho de dar puede ser interpretado como un insulto ya que esa sería la prueba de que uno tiene lo que a él le falta.

Entonces ¿cuál es la manera que conviene al analista para abordar la transferencia negativa? Cuando se desencadena, uno no puede dejar de preguntarse si ha cometido algún error, lo cual no quiere decir que uno sea el amo de todo lo que pasa en el análisis, que uno es responsable de todos los acontecimientos de la vida del sujeto porque sólo somos un servidor de un dispositivo. Pero salvando ese punto, sí es necesario preguntarse si hubo algún error en juego o qué tipo de responsabilidad le cabe al analista en el asunto.

Intervención del público: Lacan en “La agresividad y el psicoanálisis” da varios ejemplos de transferencia negativa. Llegar tarde, los cambios de horario, el tema del pago…

Roxana Chiatti: Sostener el pago, los cambios de horario. Sí, la tesis número 3, las 5 tesis sobre la agresividad, en la tesis 3 habla de eso.

Hay muchos elementos que hacen que la transferencia negativa se desencadene pronto. Sería usar el semblante adecuado para que eso se dosifique un poco. Hay pacientes que entran como que están súper enamorados de su analista, bueno con ellos es más fácil. Pero hay otros que entran directamente al choque, por su propio estilo, por su propio síntoma, por su propia cosa.

Intervención del público: Cuando al paciente se le dice “usted no sabe”

Roxana Chiatti: Llegar al “usted no sabe”, no es un empuje, eso es estructural a la situación analítica, eso se produce naturalmente cuando uno interpela, interroga, cambia de rumbo los dichos del paciente, eso es una cosa que cae por su propio peso, no es que uno lo produce, no se le dice usted no sabe nada, se produce por la propia estructura de la experiencia analítica.

Entonces, avanzo un poquito con el texto “Sutilezas analíticas”, Miller ahí nos invita a retomar lo que él llama El principio freudiano del infinito, se refiere al análisis interminable, la interpretación interminable, porque hay que estar en relación a nuestro “yo no quiero saber nada de eso”, no hay que soltarse. Que uno debe elucidar su inconsciente, pero hay lo que ya sabemos, la represión primordial. Es decir que no todo puede elucidarse, no todo puede saberse, el propio caso, no todo puede vaciarse; y ese núcleo de represión originaria funciona, es decir, hay un resto que es ineliminable en ese punto, que son los puntos ciegos que dice Freud, pero se supone que nuestra relación a ese punto ciego es estar advertidos de eso. Uno puede conocer su “yo no quiero saber nada de eso”, Miller nos invita a no desanudarnos de eso, advertidos de que eso funciona, pero además él nos invita a pensar que eso tiene una función positiva en el punto en que causa la pregunta, causa el estudio, causa el interés. Entonces, el principio del infinito ¿por qué lo dice así? Porque es algo que nunca se agota, el “no quiero saber nada de eso”. Nos invita a que sigamos en relación a eso cuando enseñamos, cuando pensamos como psicoanalistas, preservar el “yo no quiero saber nada de eso” es una disciplina. Me parece, para pensar en la formación.

Hay una carta en Freud, que recibe de un colega que abrió una institución para enfermos mentales, un hospicio, muy contento de su logro, en donde Freud se demora en responderle, a alguien que le caía bien y que estaba contento de lo que había hecho. Pero él se pregunta, en relación a su yo no quiero saber nada de eso ¿por qué se había demorado? Entonces él piensa que “esos enfermos a mí no me gustan demasiado”, el rechazo por la psicosis que Freud tenía. Entonces Miller se toma de eso para decir eso es causa, no sólo es un obstáculo, una dificultad, si uno se disciplina en eso, causa.

¿Qué se pregunta Miller en el capítulo 3 de Sutilezas analíticas? ¿Cuál es el afecto que favorece a la posición del analista? Luego de un extenso recorrido por muchos afectos concluye en el desapego. No el hastío, no el entusiasmo, no la frialdad ni la indiferencia. Tampoco la apatía ni el hartazgo, sí la curiosidad, pero manteniéndonos al abrigo del “me gustas”. Cuando un paciente nos gusta mucho, que eso se pesca cuando uno controla los casos, uno puede decirle “a usted ese paciente le cae muy bien”, índice de una dificultad. Hay que mantenerse un poco a distancia del “tú me gustas demasiado” porque hay pacientes que nos encantan, ¿no? Que todo tiene efectos, y asocian libremente y no faltan y pagan y se bancan los aumentos de honorarios, nos encantan esos pacientes, el paciente perfecto.

De todos los términos recorridos él prefiere el modesto desapego que acompaña el sentido que Lacan le dio al personaje de Jean Paul como una referencia identificatoria o imaginaria para el psicoanalista, que es el guerrero aplicado. Hace lo que hay que hacer, trata de hacerlo bien, pero con apatía, alejado de las pasiones. Entonces el desapego es la posición que conviene al psicoanalista en la medida en que también su acto consiste en despegar significante y significado y reconducir ese significante a donde no se sabe lo que eso quiere decir para poder tratarlo. Tenemos que tener una gran prudencia ante las palabras que podemos pronunciar cuando estamos en esa posición porque como hablamos las lecciones son duras.

Quería un poco avanzar en la enseñanza de Lacan, en bucle, es decir que no descartamos ninguno de sus tiempos de elaboración, pero quería que trabajemos un poco el tema de la actualidad de la transferencia, que no es sin consecuencias en la práctica. La época y sus consecuencias hace que debamos aggiornarnos en la práctica y en el lazo transferencial. Los sujetos que recibimos ahora no son los sujetos que recibíamos antes, por lo tanto, no podemos seguir en la misma posición. Hay un texto muy interesante, que es de Xavier Esqué que es el presidente del próximo XI Congreso de la AMP, que se llama “Por una suposición”, me sirvió mucho para orientarme en lo que quería transmitirles.

¿Qué plantea ahí él? Por qué “Por una suposición”, ¿con qué asociamos rápidamente? Con la sospecha, o con el supuesto saber, la interpretación, todo eso. Él plantea que el psicoanálisis es una práctica que por una suposición llega a deshacer por la palabra lo que es hecho por la palabra, es una cita de Lacan del Seminario “El momento de concluir”, que es inédito. Lo hecho por la palabra, lo que a uno lo lleva al encuentro con un psicoanalista, es un síntoma, un impedimento que lo hace sufrir. Por lo tanto, un psicoanálisis desmonta por la palabra un obstáculo producido también por la palabra. El fin terapéutico del análisis es revelar la causa y la satisfacción de este síntoma, identificar eso es curarlo, no obstante, sabemos que cada analista está lo suficientemente advertido de que dicha curación opera la castración, es decir que el síntoma no se cura de manera absoluta, no se elimina, resta algo incurable. Por otra parte, como ya hemos hablado antes, la finalidad de un análisis no es curar. El analista debe abstenerse de caer del lado del furor sanandis. Un análisis es posible entonces por una suposición. He aquí el pivote como dice el Seminario 11 de la transferencia simbólica, el sujeto supuesto saber. En esta fórmula tenemos por una parte al sujeto, siempre tachado, es decir supuesto, lo que dijimos antes del sujeto falta en ser y por otra parte para poner en marcha la suposición de saber hace falta el amor, se ama a aquel que sabe de mí dice Lacan, amor que luego se transfiere al inconsciente. Cada análisis comienza como una búsqueda de la causa y de la satisfacción del síntoma, se parte de una suposición de no saber, el síntoma es un querer decir y el sujeto no sabe qué le pasa, no sabe qué es lo que eso le quiere decir. En este no sé, ya está implícita la suposición de saber, saben todos que el sujeto supuesto saber no es el analista, él sólo está investido en esta función, pero este vestido es un disfraz, el analista es el hombre de paja, el testaferro de la función sujeto supuesto saber, dice Lacan. Si el analista piensa que el traje es suyo, estamos en la infatuación. Muy lejos de la pregunta que la Escuela trabaja infinitamente que es ¿Qué es un analista? Es un semblante para permitir al sujeto llegar a la posición de no sé para saber.

Para pensar la actualidad de la transferencia, debemos tener en cuenta la distinción que hace Lacan en su última enseñanza respecto del inconsciente transferencial y el inconsciente real. Ese último, representa una sacudida en los fundamentos teóricos y prácticos del psicoanálisis, pues éste corta el familiar lazo entre inconsciente e interpretación. Existe ahora una disyunción entre inconsciente e interpretación. En el inconsciente real hay un corte, una barrera, no hay conexión, no hay relación entre S1 y S2. Nosotros sabemos que precisamente esta conexión es el fundamento de la transferencia y de la práctica misma del psicoanálisis, el mismo sujeto supuesto saber es el resultado de esta conexión entre S1 y S2, embrague necesario para producir sentido y para que se despliegue el saber supuesto de los significantes en el inconsciente, queda latente el goce y el objeto a.

Entonces ¿cómo la instalamos a la transferencia? ¿Qué queda del modo de establecerla hoy? A lo largo de un análisis el estatuto del inconsciente es transferencial, la cosa cambia desde el punto de vista del inconsciente real donde la suposición de saber no está más. El inconsciente del Seminario 11, es un inconsciente sin ser, no realizado que está por realizarse. El psicoanalista precisamente tiene la tarea de ayudar al analizante a que pueda realizarlo, él dice ahí el analista forma parte del concepto de inconsciente. Es decir, que se trata ahí de que el inconsciente se realice como saber, aunque antes de ser saber realizado es saber supuesto. Esta es la dinámica del inconsciente, es un querer ser. Ahora bien, si seguimos los desarrollos de la última enseñanza veremos que, desde otro punto de vista, podemos decir que el inconsciente ya está allí, que no es a producirse o a realizarse, no nato, desde otra perspectiva podemos decir que ya está allí, que funciona, pero gobierna a título de amo y es cierto, es así, el inconsciente que programa ya está allí, pero el que descifra y busca realizarse como saber descifrado no está en el punto de partida. Entonces un análisis va de la suposición a la realización o, dicho de otro modo, del inconsciente transferencial al inconsciente real. El inconsciente operativo, es decir, ese que se descifra sólo surge si se le agrega una finalidad significante, es decir, si se le agrega una significación, si entra en el registro de la “comunicación”, en un querer decir. Pero para eso el analista debe suponerle una intención significante, debe suponerle una significación cuando pescamos un lapsus, lo tomamos suponiendo que eso quiere decir algo, eso es una operación del analista, salvo en aquellos analizantes ya avezados en el análisis, lo toma, se escuchan, lo interpretan. Si el inconsciente del seminario 11 se quería realizar como saber, en la última enseñanza lo que tenemos en lugar del saber es la satisfacción. Dar esa satisfacción es la urgencia que preside el análisis, dice Lacan, es decir, se va por eso.

Entonces, más que demanda de saber hay pedido de satisfacción, hay exigencia de la pulsión, el saber lo añadimos a partir de la suposición, asignándole una intención al inconsciente, eso lo hacemos nosotros, los analistas hoy, siempre pero hoy más que nunca. Anoche hablaba de eso, hay una dificultad de hacer existir al inconsciente, los sujetos llegan pidiendo respuestas, en la urgencia de qué hago con esto, cómo me separo de mi pareja, la urgencia preside el análisis. Bueno, no hay otra forma de tratar eso si no es haciendo existir el inconsciente, es decir incluyendo la suposición de saber que lleva ahora más tiempo que antes, no debemos retroceder en la posición de hacerlo existir, en la urgencia no vamos a resolver nada. Además, qué dice Lacan de la urgencia subjetiva, es la intuición de un sujeto de que está al borde del agujero. Entonces cómo se trata un agujero, bordeando con lo simbólico y si no hacemos existir el inconsciente estamos fritos. Pero les subrayo que hoy más que nunca eso lleva tiempo. En la última enseñanza Lacan dice que la urgencia está siempre, más intensa menos intensa, más soportable, menos soportable, porque si lo pensamos desde esta perspectiva la intuición de que el sujeto está cerca del borde del agujero, es siempre. Pero más intensa en algunos momentos, pero no cedemos en eso. Trabajamos las dos cosas. Insisto, tenemos que llegar a que el paciente diga no sé qué hacer subjetivamente, porque una cosa es no sé qué hacer dígame qué hago, y otra cosa es no sé, no puedo con esto, del orden del síntoma es ese no sé. En la demanda de satisfacción no está en juego la castración.

Siendo nuestro artefacto la transferencia y tratándose de satisfacción más que de saber, el tema es cómo agregar el cuerpo a la transferencia. Vieron que ahora trabajamos con esa idea del cuerpo del analista en la cura. Más que poner el cuerpo hacer uso en el sentido quizá que siempre lo hemos hecho pero que hoy tiene una función más eminente, trabajar con la voz, con la mirada, con el cuerpo haciendo de límite al sujeto, es decir, una interpretación que no es por lado de la suposición del saber sino de poner… tómenlo con cuidado, pero imaginarizar, hacer visible lo no simbolizable del goce. El uso del semblante en el cuerpo. Pero, este es un tema que se puede abrir para todas partes, es una dimensión de la transferencia que es libidinal, no simbólica. Es decir que el analista pone su cuerpo a favor del trabajo así, su cuerpo, trozos o los objetos que tienen que ver con el goce de ese sujeto, no hacemos con todos lo mismo. El trabajo con la mirada y con la voz no es algo nuevo, pero en este momento tiene un estatuto de utilidad mayor, es lo que hay porque no hay demanda de saber. Hay que causarla, eso es trabajo.

Voy a transmitirles un texto que titulé “Agregarle cuerpo a la transferencia”, para decir que lo nuevo en la transferencia lo podemos constatar en la clínica y plantear algunas demandas como ejemplo.

Las prácticas de goce, son aquellas que implican un esfuerzo enorme del sujeto para encontrar una satisfacción. No era una demanda de líbreme de esto, sino de cómo lo regulo para no sufrir tanto (Publicación en Lacaniana 10, caso clínico).

En relación a la elección de objeto sexual, habrán recibido pacientes que dicen mi último novio fue un hombre, pero no me gustó cómo me trató así que ahora estoy de novia con una mujer porque me trata bien, es dulce conmigo.

Las demandas actuales, donde escuchamos cierta ausencia de represión, de sublimación, más bien cierta cuestión de demanda de satisfacción. No se trata de un saber producto del inconsciente lo que prima sino de una pragmática a favor de la satisfacción, es decir, eso se practica, se hace, del orden del verbo. Freud ya había pensado en esto cuando elaboró su texto sobre el fetichismo ¿qué dice ahí del fetichismo?, ¿qué distingue a la forma fetichista?  que Lacan lo anticipa en el Seminario 20, en la pág. 173 – 174. Dice que el objeto fetiche es un objeto que satisface prescindiendo de la palabra. El objeto fetiche por excelencia es el objeto que no habla, inerte, objetivado, objetalizado si puede decirse y coherente con una exigencia de goce que permite que la palabra quede fuera de juego. Esto dice Lacan en el Seminario 20 porque el objeto fetiche es una lectura freudiana, lo toma de Freud para decirlo.

Entonces respecto de estos nuevos goces, podríamos decir, hay una necesidad de una puesta al día que incluya lo nuevo en la práctica, empezando por librarnos de los prejuicios. Pensar que el sujeto no viene a librarse de eso, que, aunque ese no es su síntoma no viene a querer sacarse eso de encima.

Público: ¿En el caso de las drogas?

Roxana Chiatti: Es en el mismo sentido, nosotros no le decimos al sujeto deje de drogarse, pero qué hacemos, lo responsabilizamos de su consumo, que se regule, que sepa que lo que hace tiene consecuencias y que lo registre, lo responsabilizamos de su goce. No va por la prohibición ni por la regulación del consumo en ese sentido del orden sino responsable de su goce. Perdí toda la guita porque… que sepa que tiene consecuencias y que las registre, para que dosifique, regule, mientras tanto en ese caso con los toxicómanos, más que nunca, más que en todos los casos, hay que hacer existir el inconsciente, porque hay un rechazo al inconsciente que insiste.

Vuelvo sobre lo último, la dimensión libidinal se impone cada vez más para abordar estos fenómenos donde el cuerpo del analista encarna lo no simbolizable del goce, lo que no aparece en la palabra ni aparecerá. Modesto, en su intervención sabe leer lo libidinal lo que se decanta en el decir lo usa, su mirada, su voz, sus gestos, su tono, el saber del analista sobre dicho instrumento, es un instrumento.

A modo de concluir mi clase, tenemos la responsabilidad de acompañar a quienes nos consultan a regular el exceso del empuje al goce porque eso es de lo que sufren, hasta cierto punto esto es una cita del Seminario 11 que es muy enseñante para mí, siempre lo tengo presente, dice Lacan “hasta cierto punto, este penar de más es la única justificación de nuestra intervención”, es decir que ubicándonos en esta demanda de satisfacción y de esta clínica que es mucho más modesta, que no se espera de uno grandes interpretaciones geniales, si no apuntar al exceso de goce, es lo único que justifica nuestra intervención, ese penar de más del sujeto que es el sufrimiento. Esa es una anticipación de Lacan en el ’60 que es muy actual, nunca más apropiado. Entonces parafraseando lo que les decía al comienzo, en el momento de concluir, debemos saber cómo deshacer por la palabra lo que se hizo por la palabra sobre todo en una época donde reina el acto.

Muchas gracias por haberme escuchado y por sus intervenciones.

 

* Roxana Chiatti es Licenciada en Psicología (UNC); Psicoanalista; Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis; Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana; Directora de la EOL Sección Córdoba (gestión 2015 – 2017); Adherente al CIEC – Centro de investigación y estudios clínicos; Responsable del Departamento de investigación Psicoanálisis y cuerpo del CIEC; Docente del NPE (Nuevo programa de Enseñanzas), CIEC.

Ciudalitica | 2018

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«LA ÉPOCA ACTUAL COMO TIEMPO DE POSIBILIDAD E INVENCIÓN» – Entrevista a Roxana Chiatti

LA ÉPOCA ACTUAL COMO TIEMPO DE POSIBILIDAD E INVENCIÓN - Entrevista a Roxana Chiatti

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Francisco Ruiz: Mario Elkin Ramírez, psicoanalista colombiano, dijo alguna vez que existía en su país y en la época en general, lo que se llama la adolescencia satanizada. Hay una especie de empecinamiento, desde los medios de comunicación, en brindar una imagen del adolescente como un sujeto violento, peligroso, siempre al borde de los excesos ¿Cómo ve usted, a propósito de las tribus urbanas, la subjetividad y los fenómenos adolescentes en la actualidad? 

Roxana Chiatti: Sin remitirme mucho a las tribus urbanas, que serían un modo de agruparse, yo en general tengo una idea de la época, sin desconocer los efectos de la pulsión de muerte, del desamarre de lo simbólico, una idea de posibilidad. En el sentido de que puede haber lugar para la invención, puede haber lugar para un uso singular de las reglas, para los sujetos que puedan un poco consentir con eso.

 La adolescencia es un tiempo del sujeto donde se sufre mucho. Sumado al momento actual donde no hay una figura de orientación, pero aún antes habiéndola en otra época, es un tiempo de transformación donde no sólo hay cambios a nivel del cuerpo que implican procesos de acomodación, de elaboración, sino también de discursos, se cambia de discurso. Es un tiempo donde no se es niño y a la vez se pasa a adolescente… Es un momento donde hay que volver a ubicarse, e insisto, con el plus de que no hay nadie para decir “así o asá, para dónde, cómo”. Es un momento difícil y hay las diversas posiciones, las diversas respuestas de los jóvenes que buscan orientarse inventando cada uno su propio modo.

 Entonces, creo que es muy importante cómo hablarles, saber hablarles. Porque también en este cambio de discurso, de cuerpo, de pensamiento, tenemos que buscar el modo de hablarles, incluirnos en su lengua que es una lengua otra que la del adulto.

FR: Cuando dices “posibilidad” ¿Aludes a estos nuevos modos de relación, nuevos modos de lazo y no esa posición nostálgica de ciertos discursos de añorar un tiempo que ya no es?

 RCH: La posibilidad lo digo en el sentido de libertades, que pueden tener un buen o mal uso. Pero en el sentido de libertades. También podemos pensar en el costado más desamarrado de la posibilidad. De la posibilidad en qué sentido. En que ahora hay muchas. Entonces eso lleva, voy a hablar un poco de eso en la conferencia, a que la cosa se dilate. Porque hay tanto, que se evalúa cuál es la mejor y eso puede infinitizarse y dilatar un poco la asunción de una posición.  Pero con posibilidades me refiero a libertades, a modos de inventarse otros lazos.

FR: Sobre las prácticas actuales de violencia que se observan en todos los ámbitos: institucional, escolar, laboral, urbanas, domésticas. ¿Qué puede aportar el psicoanálisis para comprender estos fenómenos?

 RCH: La violencia primero no creo que sea una práctica, porque la práctica es una práctica de goce. Y la violencia me parece que es algo que se desregula, una respuesta imprevista. No un modo de vivir o una práctica que aporta una satisfacción, sino que es algo que irrumpe como respuesta a algo del otro o de uno mismo.

 ¿Qué puede aportar el psicoanálisis? Creo que lo que aporta el psicoanálisis siempre es hacerle lugar a que el sujeto emerja, se localice. ¿Y qué quiere decir eso? Hacerle lugar a la palabra, porque la violencia por lo general es algo del orden del pasaje al acto, del acting out, de la angustia, del rechazo. Entonces por un lado darles la palabra a los sujetos me parece primordial.

FR: No es una práctica, pero hoy en día se ha vuelto algo cotidiano y masificado podríamos decir.

 RCH: Sí, pero es un modo de respuesta a algo del orden de la exclusión, de la segregación, del rechazo de algo en el otro que es de uno mismo en realidad. Práctica sería algo del orden de la rutina ¿no? Y la violencia no es de rutina, si bien es algo frecuente, insistente, no es de rutina sino, insisto, un modo de respuesta.

FR: En relación a darle al sujeto la palabra, en los discursos de corte cientificista, que tienen otras vertientes teóricas más ligadas a lo biológico o a lo neurológico ¿Cuál es el debate entre el psicoanálisis y estas vertientes teóricas como pueden ser las neurociencias por ejemplo?

 RCH: Lacan habla de la forclusión del sujeto por el discurso de la ciencia. Es decir, de ningún modo se lo hace aparecer porque no hay lugar a la palabra. Hemos visto en el film, en esta serie de proyecciones que los colegas del campo freudiano están haciendo circular, una de las primeras películas (que no me voy a acordar el nombre ahora) es un recorrido de científicos que daban cuenta de sus investigaciones a nivel cerebral, a nivel de encontrar el punto de las emociones en el cerebro, el test de Sofía, experimentos en Francia, en donde sus conclusiones eran llegar a nada, no había resultados. En ese momento mi idea era que más bien se trataba de una cuestión del goce del experimentador, del goce del científico en la búsqueda de algo que no encontró nunca, más que de provocar algún efecto en el sujeto.

FR: Sin embargo, desde la ciencia se afirma que se ha encontrado algo, siempre se encuentra algún gen, o se ha descubierto algo nuevo….

 RCH: Bien, pero eso es a nivel del organismo, a nivel de lo biológico, no a nivel de la subjetividad y de los efectos de la palabra sobre el sujeto. Nosotros constatamos los efectos de la palabra sobre el sujeto sobre todo a nivel del cuerpo. Entonces me parece que hay más una perspectiva de la objetalización del lado de las neurociencias que del lado de hacer aparecer la subjetividad.

Sabrina Romera: Roxana podrías comentarnos qué es la política para el psicoanálisis.

 RCH: Bueno, la política para el psicoanálisis es el síntoma, es la política del síntoma. ¿Y qué es la política del síntoma? Podríamos decir que por un lado es aquello que hace límite a la pulsión de muerte, que genera un enigma para el sujeto mismo que sabe que eso quiere decir algo, pero no sabe qué, pero que de alguna manera en eso se dirige al otro.

FR: El síntoma para el psicoanálisis entonces no es algo que habría que eliminar o anular…

 RCH: No, una cosa son “los síntomas” de los que el sujeto se cura o los curamos, y otra es “él” síntoma para el psicoanálisis, que es el modo de gozar de cada quien, ese que le permite al sujeto vivir, hacer, lo edifica, le da un estilo.

FR: Generalmente se piensa al síntoma como algo que hay que corregir, y diversos discursos contemporáneos son prácticas o políticas que tienen esa dirección.

 RCH: Bueno nosotros también curamos a los sujetos de “sus síntomas”, pero “él síntoma” analítico es otro tipo de formación que por el contrario los ayudamos a cernirlo, a ubicarlo, a localizarlo, a identificarse con él para tomar un poco de distancia, pero es la esencia del sujeto, es lo singular de cada quien. Es un síntoma del que no lo curamos, porque no se cura, es un resto que es ineliminable, como lo enseña Lacan.

Gabriela Agostinelli: Es interesante esa diferenciación porque muchas veces se entiende que el goce es malo…

 RCH: Y hay un goce malo, y lo que hacemos es ayudar a que el sujeto pueda vaciarse de eso que lo hace sufrir. Pero queda el goce que se positiviza, el goce positivo que siempre estuvo y que acompañamos al sujeto a que lo pueda elevar. Lo ayudamos a que pueda regular los excesos del goce, a que pueda con su cosa mala hacer algo, pero resta el goce positivo.

FR: ¿Hay que regularlo con más ley, más orden, más reglas o cómo lo propones?

 RCH: No, con más ley no. Con invenciones, con la reducción del sufrimiento, la reducción de los excesos de goce porque como nos enseñaron Lacan y Freud, una copa de vino es placer, toda la botella es goce y de eso se sufre. Es un ejemplo muy naif el que acabo de dar, pero se sufre del exceso, entonces reducir el sufrimiento a medidas vivibles satisface.

FR: Hoy en día ¿hay un exceso de goce?

 RCH: Hay un imperativo de goce que es superyoico, que pide más y más para nunca satisfacerse. Entonces a eso también hace falta decirle basta. Que el sujeto pueda encontrar una satisfacción de alguna manera.

GA: ¿Qué lugar para el deseo hay?

 RCH: Es un problema con el que nos encontramos en los análisis. ¿Qué lugar para el deseo cuando hay tanta preeminencia del goce? Bueno hay que hacerle lugar, hacer operar la castración. Es justamente la castración la que tiene que ver con lo que dije recién de reducir el goce. Producir una falta de ese goce para que se deslice hacia lo positivo, para poner en relieve lo positivo que está de entrada. Hay que hacerlo existir al deseo, que no va de suyo sobre todo en esta época, y lo mismo con el inconsciente. Cuesta hacer existir el inconsciente en los análisis actuales, lleva un tiempo. Es más bien una cosa de la urgencia, del ¡ya!, de las respuestas, de los tips… y hay que abrir, hay que hacer existir el inconsciente.

SR: Roxana en relación al psicoanálisis en su vertiente institucional ¿cuál sería la diferencia entre la escuela y los institutos?

 RCH: Es algo que siempre decimos, que la escuela está habitada por un agujero al que siempre hay que estar atentos a no taponarlo. Todos los que habitamos la escuela bordeamos ese agujero, cada uno con su síntoma bordea el agujero que habita la escuela atravesada por la pregunta “¿qué es ser un analista?”

Esa pregunta en el instituto circula de otra manera, más bien circula la pregunta ¿qué es el psicoanálisis? El instituto crece y crece, cada vez más grande. En la escuela se cierra un poquito más la entrada porque hay que dar cuenta…, ya no es el trabajador decidido el que la escuela de Lacan convoca, sino más bien cuál es la relación al inconsciente que tiene ese sujeto, cuál es el deseo de escuela que ese sujeto tiene, qué puede aportar a la escuela.

 La diferencia con el instituto la sitúo más bien en relación con esas dos preguntas ¿qué es el psicoanálisis? en el instituto, que hace funcionar esa máquina que es cada vez más gigante. Podemos pensar en esa misma perspectiva al grupo de investigación y al cartel; en el grupo de investigación hay la pregunta común, la investigación de los textos, se llega a un escrito, no cambia demasiado en ese punto. Pero en el cartel hay la remitencia cada vez al rasgo, que es una investigación, pero a partir de alguna otra pregunta. Es una investigación…

  1. ¿…Más íntima?

 RCH: Más íntima depende del momento en el que uno haga un cartel, por ahí en los primeros carteles uno va con una pregunta de su propio análisis. En los carteles también hay la lectura de algún texto que te cause, o la pregunta por la clínica para leer con otros. Pero hay una dialéctica del saber que es distinta…

 GA: …la función del más uno…

RCH: …la función del más uno horizontaliza un poco los lazos. Aunque haya un más uno, que en realidad es un menos uno como nos enseña Miller en su texto Cinco variaciones de la elaboración provocada, es un más uno porque se suma al trabajo, pero es menos porque se resta en su lugar.

FR: Siendo la segunda vez que visitas Santiago ¿Cómo ves el desarrollo del psicoanálisis en general en nuestra provincia?

 RCH: Santiago del Estero es particularmente un CID numeroso, que va sumando miembros a su conjunto, eso llama la atención. Ha de haber algo de la transmisión de un deseo, deseo de formación, de inclusión que convoca.

 Yo escucho que es una comunidad muy entusiasta, siempre digo que son muy orientados. Al menos el trabajo de preparación de estos momentos del seminario donde vienen invitados, se lee en lo que le piden al docente una orientación, un deseo de hacer escuchar algo en particular. En los casos de supervisión se escucha la formación de cada uno, entonces lo celebro y los felicito.

 FR: El entusiasmo es una cualidad que motoriza muchas cosas.

 RCH: Motoriza, sí. Si bien Lacan y Miller no hablan tan bien del entusiasmo (aunque lo dije en sentido positivo) porque es algo que no perdura, algo que es fugaz. Pero motoriza si alguien está advertido de que no concluye ahí. Yo estoy a favor del entusiasmo sobre todo orientado, no el entusiasmo inopinado, sino el entusiasmo de algo bien hecho, una celebración de lo que se hizo bien, de lo que empuja hacia delante de la buena manera advertidos de que eso continúa.

El modo de funcionamiento de los CID en general en esta nueva etapa, que no es tan nueva ya, tiene de característico a todos los institutos la heterogeneidad. Ya invitar a distintos docentes en el transcurso del año y de un año al otro hace que eso se airee, que no se estanque, que no se produzca la inercia. Viene uno de aquí, otro de allá; que con sus distintos estilos hace que, si se lo sabe llevar, eso cause y nos guste venir.

 FR: Roxana muchas gracias por tu tiempo y tu disposición para esta entrevista, ha sido un gusto escucharte.

RCH: Muchas gracias a ustedes.

Agosto, 2017

* Roxana Chiatti es Licenciada en Psicología (UNC); Psicoanalista; Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis; Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana; Directora de la EOL Sección Córdoba (gestión 2015 – 2017); Adherente al CIEC – Centro de investigación y estudios clínicos; Responsable del Departamento de investigación Psicoanálisis y cuerpo del CIEC; Docente del NPE (Nuevo programa de Enseñanzas), CIEC.

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