Gabriela Agostinelli: ¿Por qué Lacan aborda las pasiones?
Patricia Moraga: Las pasiones permiten conectar el inconsciente con lo real del goce. El goce es en el propio cuerpo, pero los afectos, que son efectos de lalengua en el cuerpo, conectan el goce (que es en el propio cuerpo) y el Otro. Entonces, los afectos conectan con lo que escapa al decir, y en este punto el inconsciente es, para Lacan, efecto de lalengua. Por eso él dice que el inconsciente está hecho de Unos y que en él está implicado el goce.
Al comienzo de su enseñanza, define el inconsciente diciendo que está estructurado como un lenguaje, el sujeto del inconsciente es un vacío, efecto de los significantes, y no tiene identidad. Lacan introduce el cuerpo mediante las pulsiones. Eso permite articular un inconsciente que no es solamente el que se descifra, un inconsciente que él llama parlêtre y que es el inconsciente más el cuerpo.
GA: ¿Qué lugar tiene el deseo en la última enseñanza?
PM: El deseo y el amor se articulan con el Otro, se dirigen al Otro. En el amor, el sujeto busca lo que le falta en el campo del Otro. El goce, en cambio –sobre todo, el goce presentado como un exceso, goce autista–, es en el cuerpo y puede prescindir del Otro. La interpretación, si conmueve la fijeza del goce (la fijeza del sentido fantasmático), produce un nuevo lazo con el Otro.
GA: ¿Cuál es la diferencia entre el goce y la satisfacción?
PM: Ésa es la hipótesis de mi tesis de maestría: interrogo qué es lo que cambia y lo que no cambia en el nivel del goce. La idea de que el goce y la satisfacción son distintos es algo que tomo del Prefacio al Seminario 11, de 1976, “El espacio de un lapsus”, donde Lacan dice que vamos al análisis por una urgencia, eso es lo que nos empuja a un análisis, y esa exigencia se experimenta como un goce en exceso que provoca sufrimiento y malestar. Esto lleva a preguntarse cómo se terminan los análisis. Y una de las claves por las cuales alguien da por terminado un análisis es haber logrado transformar lo que era un exceso (como insatisfacción) en otra cosa, y poder decir: “Estoy satisfecho”.
La satisfacción implica un cambio en el modo de gozar. Lo que se presentaba como padecimiento, mortificación y exceso, da lugar a un nuevo modo de gozar, permite al sujeto extraer de su goce una nueva satisfacción.
De hecho, en El lugar y el lazo Miller dice que los AE, que han hecho la experiencia de un final de análisis, tienen que incluir en su testimonio de qué está hecho su lazo libidinal con el psicoanálisis. Se espera que al final de un análisis se produzca un analista. Entonces, ¿de qué modo se sirve, como analista, de lo que extrajo de su análisis?
Ahora bien, la pregunta de la tesis era qué es lo que cambia y lo que no cambia en el modo de gozar. El análisis apunta a cernir un goce, ese goce singular opaco y fuera de sentido que se localiza en el síntoma. El síntoma del principio no es el mismo que el síntoma al final del análisis. Al respecto, Lacan decía, ya en 1974, que el síntoma tiene dos caras: una cara de sentido (la cara significante, que se articula con el Otro y se descifra) y la cara real, que es el goce opaco al sentido. Aquello que impide servirse del síntoma, hacer uso del mismo, es justamente el fantasma, el goce fantasmático. Construir y atravesar el fantasma implica, entonces, que el goce sentido y el goce en exceso fantasmático sea localizado y tratado, a fin de que el sujeto pueda desprenderse de ese goce que le suponía al Otro y que le provocaba padecimiento, lo cual habilita un uso del síntoma ya vaciado del sentido fantasmático. Hay que ver, caso por caso y puntualmente, qué fue lo que llevó a cada uno al análisis, cuál fue su urgencia, porque no esto es un “ideal del final del análisis”, no hay una norma, porque no hay “el” analista. Pero podemos decir que el goce sentido (o el sentido gozado) se reduce.
El goce fálico también está implicado en el síntoma, y es mortificante; va por el lado del Uno, y la interpretación apunta a equivocar ese Uno para reducir el goce fálico. J.-A. Miller propone reducir el síntoma al puro acontecimiento de cuerpo, como acontecimiento de goce que se produce por un decir. Eso implica también tomar una distancia del sinthome, de tal manera que uno puede saber que no es idéntico al sinthome. La distancia permite manipularlo, servirse de él.
¿Qué es lo que no cambia? La investigación de la tesis deja la pregunta abierta. Si tomamos los testimonios del final de análisis, hay analistas que muestran, por ejemplo, que lo mortificante del goce se perdió. Para otros, en cambio, la mortificación no se perdió, pero se redujo el dolor. Por ejemplo, Suzanne Hommel dice que el dolor se le redujo y que la mortificación no desapareció: no desapareció por completo el modo en que ella fue afectada por lalengua, pero el análisis se lo tornó más soportable, vivible. Entonces, se supone que el tratamiento de los diferentes modos de goce abre a un goce más vivible, a un goce de la vida, sin tanto padecer, sin utilizar el propio goce para sostener al Otro, para hacerlo existir. Es un goce a disposición, más libre, ligado a la vida.
GA: ¿Qué lectura puede hacer acerca del movimiento hacia el campo de la política propuesto por Miller?
PM: Miller observa que antes se pensaba que la posición del analista era la neutralidad, pero ésa es una utopía. Un analista en esa posición está muerto, como el sujeto del inconsciente, que no tiene vida si no es por el goce. Y Lacan señala justamente que la cuestión es que el analista opere de la buena manera con la función del deseo. Entonces el deseo del analista tiene que causar la máxima diferencia, apuntar a la máxima diferencia entre el ideal y el objeto a. En el Seminario 24, Lacan dice que un analista, para intervenir, se orienta por lo real, y en este punto no hay neutralidad. Miller lo retoma y dice que, así como la práctica analítica no se basa en un analista muerto, el psicoanálisis tiene que hacerle la contra a lo real de distintas maneras, y debe intervenir, desde el psicoanálisis, en la política, no desconocer lo real en juego en el lazo social. En la práctica analítica se pone en juego, cada vez, el encuentro con un deseo decidido, con un cuerpo vivo.
GA: Teniendo en cuenta que el psicoanálisis se diferencia de otros modos de investigación donde los criterios de validación científica se basan en lo comprobable o empírico, ¿cómo funcionan en la investigación psicoanalítica la rigurosidad y la precisión epistémica?
PM: Esta pregunta no sólo atañe a saber si una tesis sería válida o no según los requerimientos de las ciencias, sino que es más amplia y más profunda: ¿qué es lo que valida o no al psicoanálisis?
El psicoanálisis no es una ciencia. Lacan muchas veces lo dijo. Esto no implica que carezca de principios. Los tiene, y son fundamentales. El psicoanálisis tiene un método, y ese método es riguroso. Pero como no apunta a lo universal, no puede haber una casuística universal. Es imposible que la haya, lo que no implica que no pueda ser validado y argumentado, lógica y rigurosamente, caso por caso. Entonces, mi tesis parte de una hipótesis, la diferencia entre el goce y la satisfacción, y de un problema: cuál es el tratamiento que el psicoanálisis da al goce –porque todas las estructuras clínicas ya son tratamientos del goce.
Me refiero al goce que Freud denominaba traumático, el encuentro con lo sexual. Para Lacan, lo traumático es el lenguaje, el choque de las palabras contra el cuerpo. Ese encuentro tiene efectos, un efecto de agujero y un efecto de goce. Lo traumático tiene un tratamiento dado por las estructuras. Un tratamiento del goce traumático es el síntoma, otro es el fantasma, y también el Nombre-del-Padre es algo que permite significar ese goce como fálico y abrochar el significante y el significado. Cada estructura (neurosis, perversión y psicosis) trata el goce a su manera. Si no cuenta con el Nombre-del-Padre, es una invención singular del sujeto. Por eso la ultima enseñanza de Lacan se orienta por la psicosis. En ese punto, las invenciones son singulares, como el sinthome de cada uno, que no vale para todos.
De ahí la pregunta: ¿Cuál es el tratamiento especifico que da el psicoanálisis al goce sin ley (traumático), diferente al que le dan las estructuras (el síntoma y el fantasma)? Ése es el punto. Para poder saber cuál es el tratamiento especifico que da el psicoanálisis, primero situé distintos paradigmas del goce en la enseñanza de Lacan. Por ejemplo, cuando Lacan propone el pase para el analista de la Escuela en 1967, busca resolver el problema que lo acompañó durante toda su enseñanza: ¿Cómo se articula el significante con la libido? Son problemas cruciales. En esa proposición dice que se articula en el objeto a y la castración. Es un modo de articular el efecto mortificante del significante (la castración, la pérdida de goce) con un plus-de-gozar (el objeto a). Es una forma de resolverlo.
Es el problema del psicoanálisis: cómo incidir en el modo de gozar con la palabra, ya que el psicoanálisis no tiene otro instrumento que el significante. El Uno no tiene sentido, pero es el lenguaje. El sujeto es efecto del lenguaje, el trauma es efecto del decir, y el inconsciente son los efectos del lenguaje en un sujeto.
En síntesis, creo que la rigurosidad en la investigación psicoanalítica está en situar un problema, rastrearlo a lo largo de la enseñanza de Lacan, y hacer una hipótesis. Si queremos sostener la validez del psicoanálisis en relación con la ciencia (las neurociencias, por ejemplo), hay que hacerlo desde la rigurosidad propia de nuestro campo.
Nuestras joyas, nuestra manera privilegiada de encarar una investigación, son los testimonios de los AE (Analistas de la Escuela), porque son los que ponen a prueba el psicoanálisis. El pase no pone a prueba al pasante, sino al psicoanálisis. Las respuestas deben rastrearse una por una.
GA: ¿Cuáles han sido las dificultades durante este proceso de investigación?
PM: Hay dificultades que tienen que ver con lo metodológico, porque no estamos acostumbrados a hacer tesis de maestría o de doctorado, y eso exige cumplir con ciertos requisitos.
El metodólogo dice hay que circunscribir un problema. Es importante cernir, lo más posible, el problema que queremos investigar. Cuanto más acotado esté, mejor es. Cuanto más amplio sea, más posibilidades de perderse hay. Hacer las hipótesis, situar nuestras preguntas, nos orienta. Deleuze decía que solamente vale la pena escribir una tesis si tenemos una pregunta, un problema que resolver. Si no hay pregunta ni problema, no hay para qué escribir una tesis.
Hay momentos en que nos topamos con problemas y no sabemos para dónde ir. En esos momentos, me sirvió tomar distancia de la tesis, y luego leerla de otro modo, con cierta ajenidad. Hablar con el director también puede orientarnos. Mi mayor dificultad surgió de tener la costumbre de hablar a otros que hablan la misma jerga. Cuando eso ocurre, damos ciertas cosas por sentadas, pero en una tesis no hay que dar nada por sentado, hay que explicar todo como si el otro no conociera nuestro idioma ni supiera nada del tema: no sabe qué es el significante, ni el objeto, ni la pulsión. Entonces, tenemos que explicarlo, y eso requiere un esfuerzo de formalización y de argumentación.
En particular, me sirvió mucho hacer un índice. En el proyecto de tesis, explicitamos la hipótesis, el problema, y los objetivos que queremos alcanzar, y eso nos sirve como guía para hacer la tesis. Porque a veces nos extraviamos. Graciela Brodsky, mi directora de tesis, a veces me decía: “Pero ¿cuál era la hipótesis? ¿No era otro el problema? Volvamos”.
Hice un primer índice que me sirvió como esqueleto. Yo escribía y luego metía esos escritos en el índice como si estuviese formado por casilleros, cajones, en los cuales ubicaba el contenido. No escribí todo de un tirón. Un día escribía algo del capítulo 5, otro día algo del 1, o del dos… Una vez concluida la tesis, notamos que hay que modificar el índice, ordenarlo de otro modo. Pero el índice es como el esqueleto, la estructura del edificio. Por eso vale la pena hacerlo. Cuando notamos cierto extravío, retomamos el índice.
GA: Ayer dijiste que has trabajado mucho en las conclusiones.
PM: Si. Como es una tesis, hay que explicitar qué se confirmó y qué no se confirmó de las hipótesis. También cuáles quedan como preguntas abiertas y como posibilidades de investigación. Que una tesis deje preguntas abiertas y abra posibilidades de investigación es bueno. Entonces fue necesario un esfuerzo, en las conclusiones, para cernir a qué impasses había arribado la tesis. Allí advertí que me faltaba dar otra vuelta al problema de la interpretación, porque era importante la pregunta por el tratamiento, que el psicoanálisis hace del goce. Eso abre el campo a investigar la doctrina de la interpretación.
En mis conclusiones, quien empujó y puso en tensión los problemas fue Graciela Brodsky. Cuando yo quería soltar la tesis y decir basta, ella me empujó de la buena manera.
* Patricia Moraga es psicoanalista, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Escuela de la Orientación Lacaniana, docente de la Facultad de Psicología (UBA), y magister en Clínica psicoanalítica de la Universidad Nacional de San Martin. Es además autora del libro “El goce y el tratamiento de la satisfacción”.
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