Un cuerpo, un afecto. - Ibañez Carlos Sebastián

En reiteradas ocasiones nos encontramos en nuestra práctica clínica, en  presencia de cuerpos con sus distintas manifestaciones: cansados, adormecidos, doloridos, afectados por fenómenos psicosomáticos etc. Siendo el rasgo más común, que los sujetos no logran asociar o relacionar  dichas manifestaciones  con nada de lo que les sucede en su vida, en su acontecer psíquico, en su historia singular, tornándose el mismo en algo enigmático y padeciente, muchas veces encallados solamente en la queja por el dolor físico y orgánico.

Pero las preguntas que nos interpela son ¿Cuál sería la apuesta del psicoanálisis frente a estos cuerpos? ¿Qué nuevo estatuto para estos cuerpos?

En primer lugar  el psicoanálisis nos enseña de la importancia  de hacer  advenir allí un sujeto, es decir, que  esta noción de sujeto no es algo que esté dado de entrada, no va de suyo, sino más bien es algo a construir, a hacer existir. ¿Qué es un sujeto? El sujeto del que hablamos en psicoanálisis es un sujeto  dividido, entre lo que dice y lo que hace, entre lo que enuncia y su enunciación, un sujeto que dice cosas más allá de lo que cree decir.  Jacques Alain Miller psicoanalista francés dirá al respecto (…) El sujeto es esa caja vacía, es ese lugar vacío donde se inscriben esas modalizaciones. Ese vacío encarna ese lugar de su propia ignorancia (…), (…) Y en este sentido el lugar de la enunciación es el propio lugar del inconsciente (…).

No obstante la apuesta de un análisis no es únicamente la de hacer advenir un sujeto dividido, barrado, afectado por algo de lo cual no sabe sino también, tal vez en un momento posterior y según la lógica de una cura, la de conectar un sujeto  a un saber supuesto, es decir, que pueda construir un saber, allí donde desconoce. Un saber sobre ese cuerpo afectado seria la apuesta de un análisis, afectado por el significante y sus consecuencias como marcas de goce.

 En relación a esto se abren otros interrogantes ¿Cómo posibilitar el pasaje de un dolor orgánico: dolor en pecho, sensaciones de asfixia, dolores de cabeza variados, reacciones en la piel y otros innumerables síntomas físicos, a “un decir” en el cuerpo?, ¿Cómo hacer de esos dolores  signo de otra cosa? ¿No es acaso ese displacer, como lo nombró Freud,  y que conocemos en psicoanálisis como angustia lo que hace de ese organismo un cuerpo Otro? ¿Acaso no estamos llamados en nuestra ética, que es la ética del psicoanálisis, a diferenciar, discriminar el dolor físico, de la angustia en la clínica de estos cuerpos?, ¿Acaso un análisis no nos enseñaría a aprender a leer  esos cuerpos y sus acontecimientos?

Pero para aprender a leer el cuerpo, en los trazos y caminos de un análisis será condición de que un sujeto, se percate que ese dolor como mera queja de un disfuncionamiento físico y/u orgánico, es signo de la presencia de angustia. Realizar ese pasaje, ese viraje será una apuesta en un análisis. Digo trazos haciendo alusión a lo que se “traza”, a lo que se “contornea”, a lo que está “entre bordes”, es decir, que desde esa marca de un sujeto, marca que inscribe una modalidad de  goce, desde ahí se pueda trazar un borde al mismo.

Freud nos dice que la angustia es lo difícil de “aprender”, con Lacan comprendemos de que  solo se la bordea, no se la puede eliminar.

Lacan nos dirá que la angustia se siente en el cuerpo, es a través del cuerpo que tenemos registro de la angustia,  por ejemplo la relación de causalidad es inmediata entre un nudo en la garganta y una situación de examen, pero en el caso de las enfermedades físicas la relación tal vez es menos evidente. Con Freud  se descubrió que el cuerpo habla  y “donde eso habla goza”. El cuerpo humano está hecho de “sustancia gozante”,  con Lacan asistimos a la idea de que “un cuerpo se goza”, es decir, que gozamos porque tenemos un cuerpo y la angustia es signo de ese cuerpo gozante. Este cuerpo que habla, por el solo hecho de hablar ya supone una relación desde el momento que alguien viene a consultarnos, habla de una relación que ya no es solamente a nivel del cuerpo anatómico,  si alguien viene a contarnos sobre los malestares en su cuerpo es porque  partimos de la base y suposición de que hay allí una relación de ese cuerpo a un Otro, algo está puesto en palabras en ese cuerpo y se dirige a un Otro.

 Para hacer advenir en el horizonte del discurso de un sujeto la presencia de la angustia, es condición sine qua non introducir la presencia y la relación al Otro en ese malestar físico del que se queja, hacer de ese dolor físico el efecto de las marcas del Otro, incidencias de las palabras sobre el cuerpo. Para ilustrar esto, tomaré un fragmento del testimonio del pase de Mauricio Tarrab, analista de  la EOL (Escuela de la Orientación Lacaniana), el cual comenta que  a propósito de “una angustia ligada al temor de morir joven, de un ataque al corazón y dejar huérfana a su hija”,  angustia que lo llevo a su primer análisis, del cual dirá (…) De inmediato un recuerdo precipita la construcción del fantasma. Es el recuerdo de un episodio de la vida de mi padre, quien en su infancia estuvo a punto de morir por una enfermedad pulmonar y que para recuperar el uso de  sus pulmones debía inflar con su soplido la cámara de una pelota de futbol (…). (…) Ser el soplo que le faltaba al padre. La fórmula identifica el ser del sujeto y define el objeto (…). (…) Un recuerdo lo mostraba casi a la letra: cuando el padre dormía la siesta el niño se acostaba a su lado atento a su respiración, en un juego donde se trataba de igualar su respiración a la del padre vigilando que la de este, no se interrumpiera (…) Se puede observar que esta fórmula de identificación, que como lo menciona el testimoniante le acarreaba una serie de síntomas como parálisis,  sensación de asfixia, y fobia en su infancia, ubicando un decir en su cuerpo.

Efectos  que como vemos, tienen como consecuencias un afecto que es la angustia, afecto que como dice Lacan “no engaña” y por lo tanto señal de lo real. Lo real en psicoanálisis es lo que no se deja tramitar ni dominar por el mundo simbólico de un sujeto, se presenta en la vida de alguien como una suerte de “palo  en la rueda” para que las cosas “no anden”, tiene la característica de una exigencia pulsional que produce una variedad de síntomas, inhibiciones, malestares y sobre todo angustia.

 Por lo tanto bordear esa angustia en un análisis, tramitarla, tendrá consecuencias en ese cuerpo gozante.

  • Integrante de CID Santiago del Estero.

 

Bibliografía

 

  • Jacques Alain-Miller, Introducción al método psicoanalítico. “Diagnostico psicoanalítico y localización subjetiva”. Paidós , 2012
  • Jacques Lacan, seminario “A Jakobson” .Paidós, 1975
  • Jacques Lacan, seminario La angustia, “Lo que no engaña” .Paidós, 2007
  • Mauricio Tarrab, Entre relámpago y escritura, testimonios de pase y otros textos. “Y el soplo de vuelve signo”. Grama, 2017

Ciudalitica | 2018

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