El recorrido de esta clase partió de los desarrollos desplegados por Lacan en el seminario XVII El reverso del Psicoanálisis, específicamente el capítulo III, “El saber, medio de goce”. El docente ubicó allí el pasaje del Cuarto al Quinto Paradigma de Goce, que señala Miller en Los paradigmas del goce situando el carácter binario de la estructura significante (S1-S2). Carácter del que parte Lacan, en el Seminario XI, para definir al sujeto como un “significante que representa a un sujeto para otro significante”. Este aspecto le brinda a la estructura su carácter fallado, en tanto la representación nunca logra ser unívoca ($). Frente a dicha condición, la remisión de un significante a otro para alcanzar la representación brinda a la estructura discursiva del sujeto un carácter circular y repetitivo. Circularidad interrumpida por lo que hace obstáculo a lo simbólico: el goce (a). Antes de un sujeto (que emerge por los efectos de nominación de las redes del significante) lo que se constata entonces es un ser afectado de goce, siendo el carácter fallado de la representación, la causa inicial que enlaza al sujeto con el saber, con los discursos. La repetición y la circularidad significante no involucran sino un plus de gozar para el sujeto, tornándose la relación con los discursos un aparato, un medio de goce.
En este sitio se deslindan dos cuestiones fundamentales que interesan al discurso analista (en su diferencia con aquellos otros discursos que distingue Lacan: el del Amo, el de la Histérica y el Universitario). La primera se refiere a la inserción de goce que se produce en el sujeto a través de las marcas primeras, fundamentales, aquellos significantes amo que signaron su emergencia. Aquella marca originaria que Lacan designó como rasgo unario, marca de goce, punto de identificación alienante del sujeto con el Otro. Este aspecto brinda a la primera operación constitutiva del sujeto una dimensión política. De ello se goza, y se sufre. La segunda, ligada a lo anterior, refiere a la recuperación de goce, de lo perdido, por medio de la repetición. En este lugar de pérdida se introduce una nueva dimensión del goce, el objeto a, que opera el pasaje de Lacan del concepto al matema como artificio capaz de formalizar este más allá, el plus de gozar que se involucra en la repetición y el punto de imposibilidad que señala la estructura de lo simbólico: un real, lo imposible en juego.
El sujeto importa en el psicoanálisis en su relación con los objetos de goce, capaces de mostrar los puntos de identificación alienantes. La relación del sujeto con los discursos, con el saber, permiten que el objeto funcione pues tanto como pérdida y como ganancia, de goce. Un saber que, en tanto medio de goce, pone al sujeto a trabajar y vela una verdad que por su estructura siempre se muestra a medias, es mediodicha. Allí la posición del analista se ubica en simetría con los objetos del goce, instaurándose como contrapunto del discurso del Amo, como Sujeto Supuesto Saber (SSS). Lo que se espera de un analista es que oriente al sujeto en su relación con el saber hacia la producción de una verdad que sólo puede decirse a medias. La posición del analista tiene que ver entonces con poder incidir en esa relación mortificante que guarda el sujeto con sus identificaciones-amo, en ese plus de goce.
Para finalizar, podría decirse que el arribo a un análisis implica el movimiento que va del goce del Otro en el sujeto a una política del síntoma, donde la dimensión sufriente señala el intersticio, el hiato, por donde la singular diferencia del sujeto puede producir una separación con lo que viene del Otro.
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Autores: Área de Biblioteca
Ciudalitica | 2018
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