Reseña de la Tercera clase del Seminario Anual teórico clínico 2021: Entre el Uno y el Otro, el Amor
En el seminario 20 Lacan inicia su última enseñanza tomando distancia, despidiéndose, de los aportes del estructuralismo para abordar la noción de lenguaje, concepto que desde el inicio de su enseñanza fue central para distanciarse de los posfreudianos y que en el seminario 11 su estructura adquirió un lugar privilegiado para su retorno a Freud. Apoyándose en la Lingüística, Lacan entiende al inconsciente freudiano como una estructura, un lenguaje que funciona como un punto de basta de goce, un aparato anti goce. Sin embargo, aquí podría ubicarse la primera torsión que realiza Lacan en el seminario Aún. El significante es causa material del goce, mata la cosa, pero no acaba con su efecto mortificante sobre el cuerpo del ser hablante. El lenguaje comienza aparecer a partir de este seminario como un virus, un parásito que perturba al sujeto, lo trastorna produciendo goces. Una reconfiguración de la lógica de los conceptos que provoca un pasaje de la Lingüística a la Lingüistería, introduciendo un sujeto, el del inconsciente, que goza en el habla, en el parloteo.
Entre las variadas lecturas que provoca el Seminario 20, López propone una que invita a pasar por el Seminario 7. En este momento de su enseñanza Lacan concibe el goce como un mal, entraña un malestar en el Otro. No habría para Lacan efectos benéficos del bien, por el contrario, este vela lo peor. En el Seminario 7 el goce es respecto de una transgresión, tiene barreras que el sujeto puede transgredir para acceder a ese más allá del principio del placer.
En el seminario 20 de lo que se trata, es de un goce inútil, lo que no sirve para nada. Eso que hace fracasar el encuentro con el otro sexo, la no relación sexual. Solo se goza del cuerpo de uno. El goce es autista. Hay de lo uno.
Este desplazamiento del goce como un mal al goce inútil, introduce una novedad en las elaboraciones de Lacan, a esta altura de su enseñanza: esto es, un pasaje del goce a los goces, algo más allá que el goce fálico, y que en el capítulo 6 introduce bajo el título de “Dios y el goce de la mujer”. El goce de la mujer como un Otro
Absoluto domesticado a través de las distintas configuraciones históricas que reconocieron en las mujeres un peligro: el darlo todo por amor. Se trata de un goce ilimitado, infinito, que excede las posibilidades del decir, un goce del cual no se puede decir nada pues constituye un desamarre del falo como mediación simbólica. Se trata de un goce que se experimenta en el cuerpo. El testimonio de las jaculaciones místicas es aquel que permiten a Lacan leer acerca de este otro goce, el goce femenino. En particular, es el caso de Marie de la Trinité el que inspira a Lacan a dar cuenta de un goce místico en el Seminario 20.
Para finalizar podría decirse que no se trata de decirle chau al lenguaje, de despedirse de éste en tanto sigue siendo herramienta, aparato de goce. De lo que se trata es de poder “sacarnos las pulgas” del lenguaje, para arribar al virus de la lengua, en el que precipita el goce femenino, del uno solo, singularísimo.
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*Analista Practicante de la EOL-AMP. Lic. en Psicología, Docente del Depto. de Estudios sobre Adolescencia del CICBA (ICdeBA). Supervisor y Docente del Equipo de Adolescentes del Hospital Álvarez. Magíster en Clínica Psicoanalítica de la Universidad Nacional De San Martín y Autor del libro Adoles-seres. La orientación a lo real en la clínica psicoanalítica con adolescentes, editado por Grama.
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