Reseña Clase 2: “¿Qué se escucha y qué se lee en psicoanálisis?”.- Inés Contreras y Teresita Ruiz

Seminario teórico-clínico 2021 “Entre el Uno y el Otro: el amor”. Clase 2 “¿Qué  se escucha y qué se lee en psicoanálisis?”. CID Sgo del Estero.

Docentes a cargo: Inés Contreras y Teresita Ruiz (Integrantes del CID Sgo. del  Estero – Miembros de la EOL y AMP).

Aportes: Gabriela Maidana (Integrante del CID Sgo del Estero)

La docente Gabriela Maidana inicia nominando a este trabajo: “El viraje  lacaniano”, precisando que la idea del mismo es ubicar el interés de Jacques  Lacan por la palabra, de la que se ocupó a lo largo de su enseñanza y a la que  abordó desde la lingüística, la lógica y finalmente, la topología. Comenzó  precisando que desde sus primeros escritos, Lacan se esfuerza por lograr una  articulación necesaria entre palabra y escritura, la cual nos enseña que la palabra  es primera en relación a la escritura y requiere de la escritura, porque con la  escritura se fija un goce. 

Nos orientó, entonces, sobre el estatuto de la palabra en la enseñanza de Lacan,  a partir de lo que se llamó “la escucha analítica”. La cual es ubicada por la  docente como aquello que va mucho más allá de una escucha, pues implica la  interpretación a la luz de la experiencia. 

Nos recuerda que “el viraje lacaniano”, cuya nominación fue realizada por  Jacques- Alain Miller para referirse al movimiento en la enseñanza de Lacan, va  desde la palabra plena de sentido a la palabra como efecto de escritura. Ubica  allí que la primera enseñanza de Lacan sitúa la subordinación del goce al  primado del lenguaje, a la estructura del lenguaje. Entendiendo que en este  movimiento Lacan opone el eje imaginario al eje simbólico, que va del Otro al  sujeto. Esta operación de Lacan consistió en partir de la herencia freudiana,  centrándose en primer lugar en separar el desciframiento del inconsciente de las  pulsiones. Este primer movimiento pivotea, entonces, sobre la separación,  comprendiendo a las pulsiones, a la satisfacción pulsional, al goce, al yo, al  estadio del espejo, al narcicismo como aquello que forma parte de lo imaginario.  Y en torno a la estructura del lenguaje precisa el lugar de lo simbólico, lugar en

el que el sujeto se relaciona con el Otro vía la intersubjetividad y en donde se  tejen todas las relaciones posibilitadoras de la constitución de los ideales.

La docente Inés Contreras comenzó precisando la función de lo escrito. Así ubicó  que en el discurso analítico, no se trata de otra cosa sino de lo que se lee. No se  trata con él de un leer sencillamente, sino de leer una letra. Es decir que aquello  que se lee no está a nivel del yo, sino en función de una marca.

Con ella se introduce el sentido de lalangue, que es la singularidad de cada  quien, concierne, va a decir, a un goce primario. El inconsciente está hecho de  lalangue, es su materialidad, su sustancia. En un primer tiempo, entonces, se trata del goce primario y en un segundo tiempo el lenguaje y el lazo al Otro.

Se trata de un enjambre de S1 que produce un goce inaugural que marca el  cuerpo. Ahora bien, ¿cómo se articula la lalangue y el S1? De este enjambre  zumbante de S1 uno de ellos -no cualquiera- se recorta, alza vuelo y a partir de  esa extracción deviene la cadena de significantes, los S2. Ese Uno que se  extrae, el “hay Uno”, se escribe como una letra, no es cualquiera ya que algo de  la contingencia viene a escribirse en el cuerpo, una letra.

En el seminario 17, Lacan separa la función del S1, que porta en sí mismo un  goce, y el S2 que es el significante del saber. Este aparato de lenguaje funciona  en la tramitación del goce del S1, mediante un desplazamiento de los  significantes hacia el S2 y, por último, esta tramitación y distribución son  designadas como una habilidad: un saber hacer con lalangue. Es por esto que  el aparato del lenguaje, la palabra no es solo vehículo de comunicación sino de  goce.

Se trata de discernir lo que estas letras introducen en la función significante. Lo  escrito no pertenece en absoluto al registro del significante. Pues este cobra  relieve cuando lo que se oye no tiene relación. Lo que hay que leer es un  significante particular, singular, sin relación a lo que significa.

Hay una estrecha relación entre letra y escritura, comparten ambas la falta de  sentido. Lacan plantea así a la letra como lo que uno lee y a la escritura como  un hacer, que no está para ser leído. Entonces, la condición de lo escrito se  sustenta de un discurso, la letra es leída en el discurso analítico.

En este punto toma la palabra Teresita Ruiz, quien comenzó refiriéndose al Otro  sexo, distinguiendo que en la sexuación hay dos modos de gozar: un goce  referido a falo (macho) y otro no referido al falo (hembra). El Otro sexo es otro  modo de gozar. Es decir que Otro refiere así a un modo de gozar. 

Planteó, entonces, que el Seminario 20 se funda en la no relación, disyunción  del significante, el significado, el Otro, Hombre y mujer. La no relación toma de  la matemática la función. La matemática habla de una relación de proporción.  Aparece aquí la referencia al número de oro de Pitágoras, que sostiene que hay  una proporción que existe en la naturaleza. Sin embargo, este no está presente  en el ser humano, no hay programa, proporción, en la relación hombre-mujer.

Ante la pregunta ¿Qué es lo que permite hacer lazo? la docente dirá que el amor  permite hacer lazo, del Uno al Otro. Retoma la frase de Lacan “el goce del Otro,  del cuerpo del otro que lo simboliza, no es signo de amor” para decir que el goce  del Otro no es signo de amor, sino que el amor orienta a pasar por el Otro. Aquí  ya no es un velo, sino que enlaza la pulsión al Otro.

Dirá que en el partenaire síntoma se trata de una condición autoerótica: no hay  Otro, hay goce, goce del Uno. Entonces aquí el amor tiene una función inédita,  enlazar el goce con el Otro.

Se prosiguió luego a trabajar con el Testimonio de Mauricio Tarrab, “el soplo” a  partir del cual se planteó que lo que le interesa al psicoanálisis es interrogar los  efectos de goce, del significante en el cuerpo. Se trata del encuentro del  significante con el cuerpo, en su dimensión real que no se reduce al objeto. No  es el significante sino más bien lalangue, la letra. 

En cuanto a la definición de inconsciente como aquel que se encuentra  estructurado como un lenguaje, la docente refirió que el lenguaje es causa de  goce. Aquí le suma: son como letras, en el inconsciente no está sólo la palabra  y sus articulaciones, sino que se trata de letras sueltas. 

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