Locuritas #12 Marita Salgado: El cinismo de Grecia Antigua a Lacan

Locuritas.

 

Camino a las XVII Jornadas de los CIDs del NOA “La locura de todos, el síntoma de cada uno”, desde Ciudalítica compartimos una serie de destellos de analistas del IOM2 y de la EOL, que trazan una orientación posible para este esperado acontecimiento.

 

Locuritas #12 Marita Salgado: El Cinismo desde la Grecia Antigua a Lacan

En esta ocasión preguntamos a Marita Salgado (miembro de la EOL y la AMP, Directora del CID Santiago del Estero), cómo interpela en la clínica de hoy el cinismo y cuál es la diferencia entre cinismo y escepticismo.

 

¡Los invitamos a leer!

  

El Cinismo de Grecia Antigua a Lacan

 

 Desde la filosofía

 Diógenes de Sinope, considerado uno de los fundadores de la corriente filosófica cínica, precedido por Antístenes de Atenas, Escuela surgida en Grecia antigua, (S IV A.C,), como una reacción frente a situación histórica de acentuación de una crisis.

El término cínico, Kínikoí, proviene etimológicamente del término perro, Kinoi, (can) siendo el nombre que recibían estos filósofos de una parte de la sociedad, peyorativamente, aunque Diogenes de Sínope lo adoptó con orgullo.[1].

El Perro vive junto a los hombres pero mantiene sus hábitos naturales con total impudor, Kiníkoí es natural como son los animales aunque convive en un espacio humanizado. Participa de la civilización pero desde el margen de su propia condición de Bruto

Postulaba con gestos, discursos y arengas el rechazo a las normas convencionales de la civilidad, postulaba, un retorno a lo natural y espontáneo, desligándose de las obligaciones cívicas, asistía como espectador irónico al movimiento de las calles sin gozar de derechos de ciudadanía no practicaba ningún oficio ni se preocupaba por normas y derechos, no tenía familia, no votaba ni contribuía al quehacer comunitario. Deambulaba por la ciudad como espectador irónico, mendigaba para sustentarse se contentaba con poco, su cobijo fue una gran tinaja de barro, su ajuar un burdo manto y un bastón de peregrino En su vuelta a la naturaleza tomó a los animales como modelo 

Buscaba con su farol al hombre de verdad, mientras se contenta con ser un hombre perruno, cultivaba la desfachatez, la indiferencia y la actitud impúdica. Intentando bajo esta  forma asumida, y forzada, una toma de posición crítica frente a la sociedad y sus objetivos,  escudándose en su indecencia y embrutecimiento para atacar los falsos ideales y propugnar un desenmascaramiento ideológico[2][3].

Es ante todo una carta de presentación para el desafío, la provocación y el escándalo que invitan al reto. Cuando el cínico se niega a rendir homenaje a lo respetable, lo que pretende es denunciar la inautenticidad de esa respetabilidad.

 

Desde el psicoanálisis

 

La Escuela filosófica Cínica es una referencia importante en Lacan, aunque se refiera a ella en una sola oportunidad, es retomada por Miller, en varios de sus cursos.

Es en la “Reseña del Seminario del Acto” que Lacan nombra al “saldo cínico”, como aquello que puede aparecer como un cierto beneficio del fin del análisis, allí donde el Otro desfallece. Un saldo es aquello que resta, que queda por pagar, un resto impago que podría hacer creer que el Otro no existe de ninguna manera y que el objeto es real. El saldo cínico entonces se perfila como un signo de la caída del Otro más allá de la pasión neurótica.

El analista, nos advierte Lacan, posee una llave que puede abrir al goce, en un determinado momento, pero que puede volver a usarla cerrando ese camino. Si la llave se abre, y no se vuelve a cerrar, el saldo cínico puede convertirse en una posición cínica, que, hacia el fin del análisis, puede ser transformada en una destitución absoluta del Otro, conllevando un rechazo de la castración, , siendo la posición cínica la que no paga el saldo que resta por pagar, la libra de carne, que conlleva la hiancia de la castración.

El Otro no existe pero opera, nos advierte Miller, en Donc, afirmando: “pues bien, algo cínico surge al fin del análisis, una soledad cínica que proviene de que el Otro es semblante. En tanto desaparece el Otro que los abruma, el Otro al que ustedes otorgaban el poder de abrumarlos, se comprende que se produzca un estado de entusiasmo, que se alivien, y también que esto se acompañe por un afecto de depresión que oscila durante un tiempo, como señaló Lacan. Por esta razón comprendemos la importancia — debo decir que así me justifico — de recomponer un Otro para analistas. No puede dejar de recomponerse un lugar del Otro para analistas, porque sin este Otro los analistas se vuelven locos, y pueden incluso tener tendencia a creer que ellos son el Otro. Este Otro para analistas es lo que llamamos una Escuela”.

Diógenes de Sinope, el cínico paradigmático, intentaba vivir como si el Otro no existiera, haciendo uso del goce del propio cuerpo., marcando todo su desprecio por el Otro (por el Otro sexo, por la relación sexual) entregándose en público, según dicen, a su satisfacción corporal.  Esto equivalía a decir que nada se comparaba con el goce del cuerpo propio.

En Extimidad [4] Miller afirma: Cinismo significa aquí la caída de la ilusión del Otro, que permite un acceso nuevo al goce, a un goce que Lacan llama perverso porque no implica la relación con el Otro.. El cinismo como tal es una ingenuidad porque consiste en pensar que el  que el Otro no exista significa que no funciona. Pero eso no es verdad: deducir que se puede borrar la función universal del Otro por el hecho de que no existe y que solo el goce es real, es una ingenuidad. Por esta razón Lacan indicó que el psicoanálisis vuelve imbéciles a los canallas. Y es que creen, después de un análisis, que los valores del Otro no funcionan. La vida psicoanalítica verifica esta sentencia de Lacan, es posible verificar la imbecilidad del canalla en el psicoanálisis.

Es en la vida de la Escuela, en la vida del Otro barrado que representa la Escuela, que los analistas amarrados a la transferencia de trabajo,desdela novedad que implica el discurso analítico, hacen existir, sin escepticismo, al psicoanálisis en la época que nos atraviesa, desde la herejía no sin la operatoria del Otro.

 

 

[1] García Gual, C., La secta del perro, Madrid, Alianza Editorial, 1990

[2] Ferrater Mora, J., Diccionario de filosofía, Vol. (A-D) , , Barcelona, Ariel 1994, p. 559

[3] Lacan, J., “Reseña del Seminario del Acto”, Otros Escritos, Buenos Aires, , Paidós, 2012, p. 400

Miller, J.-A, Donc, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 462

[4] Miller, J.-A., Extimidad, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 226

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