LA OBSESIÓN – 3° parte. La destrucción del Otro.- Francisco Ruiz

*Texto desarrollado en Taller introductorio “La obsesión”, realizado en el mes de Junio del 2022 en la sede del CID Santiago del Estero.

En el seminario 5 Lacan dedica varias clases a la histeria y la obsesión. Tomaremos tres breves pasajes para intentar comentarlos y articularlos con lo que venimos desarrollando de Miller Contribución del obsesivo y con Freud sobre el hombre de las ratas. Estos pasajes de Lacan están en “El obsesivo y su deseo” y “El deseo del Otro” y contienen algunas claves de la posición del sujeto obsesivo, por ejemplo el fantasma sádico y la destrucción del Otro .

El fantasma sádico

Lo que pudimos ver en el hombre de las ratas y que aparece frecuentemente en el caso es la presencia constante de pensamientos agresivos del sujeto, por nombrar algunos, el castigo de atarle un balde con ratas a los prisioneros, castigo que cuenta el capitán y que el paciente escucha atentamente. Cuando relata eso el paciente, dice Freud, se nota un “horror ante un placer del que no tenía la menor conciencia” (1) Freud describe en el entramado de conexiones de pensamientos que se superponen en el sujeto, ese castigo sería aplicado a su amada y a su propio padre. Podemos ver también estos componentes agresivos del obsesivo cuando Freud habla sobre el impulso hostil dirigido al padre por haberse opuesto a su inclinación amorosa hacia la mujer humilde. Dice Freud, reformulando los dichos del paciente:  “si mi padre viviera, mi propósito de casarme con esa mujer le haría encolerizarse tanto como en aquella pretérita escena infantil, de manera que también yo me enfurecería de nuevo contra él y le desearía terribles males que la omnipotencia de mis deseos haría caer inmediatamente sobre él” (2)

 

Y el otro pasaje que podemos citar en relación con la agresividad del sujeto es cuando relata su impulso suicida, que es a la vez uno de los motivos por los que consulta la primera vez a Freud: “…se le ocurrió de pronto [al paciente]…¿qué sucedería si se le impusiera la decisión de cortarte el cuello con la navaja de afeitar?; …En el acto advirtió que aquella decisión se le acababa de imponer efectivamente; … Aterrado ante tan criminales estímulos, le flaquearon las piernas y cayó redondo al suelo”.(3) Desplegada la asociación libre se revela el deseo ligado a un afecto hostil separado de su verdadera representación, separación que es característica de la neurosis obsesiva. El afecto hostil era dirigido a la abuela de su amada por haber enfermado una noche. Esa noche en que enferma la abuela, su amada se encontraba a solas con el paciente y lo tiene que dejar solo. Lo tiene que dejar solo por tener que ir a cuidar a su abuela. Esto provoca el afecto hostil hacia esa abuela y el impulso de cortarse el cuello con una navaja es producto de un autocastigo por haber deseado matar a la abuela: “Mátate tú para castigarte de tales impulsos coléricos y asesinos”. (4)

Esta serie de ejemplos en el hombre de las ratas nos muestran lo que Lacan habla sobre el obsesivo. En El deseo del Otro (Seminario 5) Lacan discute con psicoanalistas que habían tratado también la neurosis obsesiva en terminos de fase sádico anal por las tendencias destructivas hacia el objeto. Aquí es con Maurice Bouvet con quien discute. Y en la clase siguiente El obsesivo y su deseo Lacan afirma la centralidad de los fantasmas sádicos en el obsesivo.

Cito a continuación:

                              “Es un dato de la experiencia común, y ocupa el primer plano de la investigación analítica de los obsesivos, la confirmación del lugar que tienen en el obsesivo los fantasmas sádicos”. (5)

Estos fantasmas, esta vida fantasmática del obsesivo, si bien están en primer plano, no se encuentran en forma manifiesta, dice Lacan, sino que “cuando vemos un obsesivo en bruto…, vemos a alguien que nos habla ante todo de toda clase de impedimentos, de inhibiciones, de obstáculos, de temores, de dudas, de prohibiciones. También sabemos de entrada que no será en ese momento cuando nos hable de su vida fantasmática, sino gracias a nuestras intervenciones terapéuticas o sus tentativas autónomas de solución…; Entonces nos confiara la invasión, más o menos predominante, de su vida psíquica por fantasmas”. (6)

La destrucción del Otro

Puede ser esta una de las afirmaciones que más anudan todos los aspectos de la neurosis obsesiva señalados por Miller, desde los pensamientos agresivos dirigidos siempre a sus objetos de amor (por ejemplo su amada y al padre), pasando por la fórmula si…entonces, donde todo acto que pueda realizar siguiendo su deseo tendría como consecuencia la muerte de alguien querido, hasta llegar a la cuestión de la anulación del deseo. Lo más importante de todo en el hombre de las ratas, dice Lacan, es el “antagonismo odio –  amor”. (7). Es lo que vimos a lo largo del caso del hombre de las ratas, la mezcla y pugna entre el odio y el amor, y el síntoma de la duda es expresión de que su amor está inhibido por su odio. Pero es sobre todo la presencia de un deseo, el deseo del propio hombre de las ratas, y algo que se opone a ese deseo. Intentaremos con esto comprender por qué Lacan afirma que el obsesivo apunta a la destrucción del Otro.

 

   A continuación tres pasajes:

            “Cuando digo que el obsesivo hace pasar su deseo por delante de todo , quiere decir que va buscarlo más allá, poniendo la mira en él, propiamente, en su constitución de deseo, es decir, en la medida en que, en cuanto tal, destruye al Otro”. (8)

               “…el obsesivo, en tanto su movimiento fundamental se dirige hacia el deseo en cuanto tal y, ante todo, en su constitución de deseo, se ve llevado a apuntar a lo que nosotros llamamos la destrucción del Otro”.

 

                     “Así, para el obsesivo todo el problema es encontrarle un soporte a este deseo – que para él condiciona la destrucción del Otro, con la cual el propio deseo desaparece”. (9)

 

Hay varios momentos en el hombre de las ratas que nos mostrarían por qué el obsesivo es llevado a apuntar a la destrucción del Otro. Estos momentos en el hombre de las ratas se refieren al padre como perturbado del goce sexual.

Nombremos tres de estos momentos:

  1. Hay un deseo (ver muchachas desnudas) y el solo hecho que ese deseo aparezca surge el temor de una consecuencia perjudicial (alguien querido morirá).  Freud hace precisar aún más en la sesión quién sería ese alguien indeterminado. Y es el padre. Entonces, si tengo el deseo de ver desnuda una mujer, mi padre morirá.
  2. O casarse con la designada por la madre, con la joven rica, y así hacer lo mismo que hizo su padre, o bien lo contrario, casarse con la mujer que él amaba que era la mujer pobre. Freud dice que para no resolver este dilema el sujeto enferma. El padre tiempo antes de su muerte le dice que se oponía a su inclinación amorosa hacia esa mujer humilde. El padre no aprobaba su amor a la mujer pobre, el padre entonces se opone a su deseo.
  1. Dice Freud: “Años después de la muerte del padre, y cuando el hijo conoció por primera vez el placer del coito, surgió en él la idea de que aquel goce era algo tan extraordinario, que merecería la pena de asesinar a su padre para conseguirlo”. (10)

Lo que se deduce de esto, y que permite comprender cuando Lacan dice que el obsesivo apunta a la destrucción del Otro, es que el Otro aquí, el padre como perturbador del goce del sujeto, impide al sujeto realizar su deseo. Solo eliminando al Otro, eliminando al padre, como muestra el deseo de muerte dirigido al padre, el sujeto realizará su deseo.

Citas

  1. Freud, S: Análisis de un caso de neurosis obsesiva (caso el hombre de las ratas), 1909. Ob. Comp. tomo 2, ed. Biblioteca Nueva – El Ateneo, 2008, pág 1447
  2. Freud, S: Idem pág 1475
  3. Freud, S: Idem: Pag 1457
  4. Freud, S: Idem: Pag 1457
  5. Lacan J: Seminario 5 Las formaciones del inconsciente, 1957-1958. ed. Paidós, 2007, pag 419
  6. Lacan J: Idem, pag 419
  7. Lacan J: idem: pag 407
  8. Lacan J: idem: pag 410
  9. Lacan J: idem: pag 411
  10. Freud, S: Análisis de un caso de neurosis obsesiva (caso el hombre de las ratas), 1909. Ob. Comp. tomo 2,ed. Biblioteca Nueva – El Ateneo, 2008, pág 1464

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