*Texto desarrollado en Taller introductorio “La obsesión”, realizado en el mes de junio del 2022 en la sede del CID Santiago del Estero.
J-A. Miller en Contribución del obsesivo… concluye que la posición obsesiva anula el deseo, y todo el caso del hombre de las ratas es la constante relación entre aparición del deseo, por un lado, y una oposición al mismo, por otro. En las primeras sesiones ya Freud tiene el diagnóstico cuando dice “no es el comienzo de la enfermedad sino la enfermedad misma, una neurosis obsesiva completa […] el nódulo y el prototipo del padecimiento lo ulterior […].” (17). Afirma eso porque el paciente cuenta que a sus seis años tenía la convicción que sus padres conocían sus pensamientos, por haberlos revelado en voz alta. Tenía frecuentes erecciones que le molestaban y le confesaba a su madre pero con cierto temor. El paciente temía que la madre sepa de sus curiosidades sexuales e imaginaciones. En la actualidad, dice el paciente, deseaba ver muchachas desnudas, pero ese deseo estaba acompañado de inquietud. Inquietud que se traducía en términos de “si…entonces”. Si tengo el deseo o pienso en ver muchachas desnudas, entonces algo malo sucederá. De hecho en la primera entrevista con Freud, el hombre de las ratas lo primero que le dice es su temor a que le sucediera algo a las dos personas que más quería, su madre y su novia. Lo que aquí se observa, y lo destaca Freud, es que cada vez que en el sujeto aparece un deseo, en ese mismo momento aparece algo que se opone o contradice ese deseo. O sea, algo que no permitiría que ese deseo se realice, y si se realiza, algo perjudicial sucederá. Deseo y oposición al deseo es una cuestión permanente en el obsesivo. Aparece un conflicto ya desde niño. Hay un deseo (ver muchachas desnudas) y el solo hecho que ese deseo aparezca surge el temor de una consecuencia perjudicial (alguien querido morirá). Freud hace precisar aún más en la sesión quién sería ese alguien indeterminado. Y es el padre. Entonces, si tengo el deseo de ver desnuda a una mujer, mi padre morirá. Hay entonces elementos que describen la neurosis obsesiva: un instinto erótico y una rebelión contra el mismo, es lo mismo que decir, hay un deseo y un temor.
Es crucial la frase que tiene la forma de una proposición lógica, si… entonces. Miller lo señala como una fórmula lógica del obsesivo, es una oración condicional, y atraviesa todo el caso del hombre de las ratas, por ejemplo de la sesión en que el paciente dice “si tengo el deseo de ver desnuda a una mujer, mi padre morirá”. Esta oración condicional “si… entonces”, se repite más adelante en otra sesión en la que el paciente habla sobre la pérdida de sus anteojos. El paciente le cuenta a Freud que mientras hacía el servicio militar había perdido sus lentes. Manda a comprar unos nuevos, cuando le traen los nuevos el que le entrega es un capitán del ejército. Cuando le entrega el paquete le dice “Tienes que entregar el dinero al teniente A, él ha pagado el reembolso.” (18). En ese momento que el capitán dice eso el paciente tiene la sensación de que eso no debía hacer, pues si lo hacía, si hacía lo que el capitán le había dicho, que era devolver el dinero al teniente A, iba a recibir una sanción. Entonces, en ese momento el paciente se dice a sí mismo lo siguiente: “No devolveré el dinero, pues si lo hacía, sucedería aquello (se realizaría en su padre y en la señora la fantasía de las ratas).” (19). Estos tormentos se refieren a castigos que el capitán que le entrega los anteojos había comentado días atrás y el paciente había escuchado atentamente y hasta angustiosamente. El tormento es el castigo que era aplicado a los prisioneros y consistía en atarlos a un balde con ratas en el trasero. El capitán había contado eso noches atrás en una reunión de descanso, el paciente había escuchado, y es el mismo capitán que ahora le entrega sus anteojos y le dice “tienes que devolver el dinero al teniente A”. Esta indicación del capitán “tienes que devolver las 3,80 coronas al teniente A” provoca en el paciente una serie de combates internos bastantes atormentadores en una secuencia que va más o menos así:
1: tienes que entregar el dinero al teniente A (indicación del capitán)
2: “si devuelves al teniente A serás sancionado y te sucederá lo de las ratas”
3: debo combatir esta idea y cumplir la indicación del capitán, Entonces me pondré un mandato y un juramento y es “tienes que devolver las 3,80 coronas”.
Esta serie de mandatos y sanciones se explica muy bien cuando Lacan dice que en el obsesivo hay una prevalencia de la dimensión intrasubjetiva. Pero esta secuencia se vuelve un circuito todavía más infernal cuando el paciente al querer cumplir su mandato de devolver el dinero al teniente A, en el momento en que encuentra al teniente A, éste le dice que él no ha pagado ese paquete, no es a él a quien debe devolver el dinero. Esto que le dice el teniente A lo deja perplejo al pobre sujeto, que ya tenía bastante con tener que devolverle el dinero, y ahora el teniente A le dice yo no pagué eso, no debes devolverme a mí, sino al teniente B. Se suceden una serie nueva de acciones posibles, nuevamente unos planes, algo así como darle el dinero al teniente A, que este le entregue el dinero a la empleada de correo, la empleada al teniente B.
Por último y para ir terminando, tenemos que centrarnos en los aspectos del caso que especifican aún más la cuestión de la anulación del deseo. Es el punto central del caso. Es un caso muy largo, tiene muchos detalles, pero podemos centrarnos en este punto que anuda todos los otros. Que el deseo del sujeto se ve obstaculizado por la intervención de su padre. Su padre es aquel, que si bien es su mejor amigo y a quien más ama en el mundo, es a la vez el que no permite que su deseo se realice, es decir, perturba su deseo. Y es lo que nos posibilita decir que el deseo en el obsesivo se convierte en un deseo imposible. El temor de que su padre muera, tantas veces surgido en el paciente, que Freud traduce como deseo de muerte y odio al padre es un afecto que acompaña al paciente desde muy pequeño. El paciente describe una situación que le sucedió de joven, y es lo que desencadena el conflicto de angustia, cuando la madre le dice a él, al paciente, que un miembro de la familia le daba la mano de su hija rica, acaudalada. El estaba enamorado de otra, de una mujer humilde, pero la madre le dice más o menos que ya tenemos una mujer para vos y es rica. Esta indicación de la madre lo ubica al sujeto en la misma posición, exactamente, en que se hallaba su propio padre cuando se casó con su madre. Su propio padre en su juventud estaba enamorado de una mujer humilde y por tener que pagar una deuda se terminó casando con una mujer rica que es ahora la madre del paciente. Es exactamente la misma disyuntiva. Un conflicto entre dos elecciones: o casarse con la designada por la madre, con la joven rica, y así hacer lo mismo que hizo su padre, o bien lo contrario, casarse con la mujer que él amaba que era la mujer pobre. Freud dice que para no resolver este dilema el sujeto enferma.
El odio al padre también está relacionado a que tiempo antes de su muerte éste le dice que se oponía a su inclinación amorosa hacia esa mujer humilde. El padre no aprobaba su amor a la mujer pobre, el padre entonces se opone a su deseo. La oposición del padre no es de ahora sino de bastante tiempo atrás en la historia del sujeto. El padre le dice que se aleje de esa mujer, de la mujer que el paciente amaba, porque sino “se vería ridículo”. Este es uno de los puntos centrales del caso, los que desencadenan el conflicto. El conflicto central, entonces, es mantenerse fiel a la mujer modesta que amaba o bien seguir las huellas del padre. Porque el padre no sólo le había dicho al paciente que se vería ridículo con la mujer modesta, sino también que el padre mismo cuando era joven tuvo que abandonar el amor a una mujer modesta y casarse con una rica, la madre del paciente, para poder pagar unas deudas que tenía. Freud dice que el paciente está en identificación con su padre.
En este sentido podemos entender cuando Miller afirma la anulación del deseo, el sujeto anula su propio deseo, su deseo por la mujer modesta, para cumplir el deseo paterno. Su propio deseo se vuelve imposible. Es imposible porque alguien exterior lo prohíbe o le demanda otra cosa. También dice Miller que el obsesivo está casado con la muerte y el caso del hombre de las ratas describe este estado de cosas. El impulso hostil hacia el padre es un tema crucial en el hombre de las ratas. Su odio, su deseo de muerte justamente dirigido a quien más ama. Justamente es el afecto que no admite, y Freud se detiene varias veces en ese punto. La idea obsesiva principal, que tenía como fórmula lógica si… entonces, era la siguiente: “si me caso con la mujer a la que amo, le sucederá a mi padre una desgracia (en el más allá)” (20). La interpretación sería la siguiente: “si mi padre viviera, mi propósito de casarme con esa mujer le haría encolerizarse tanto como en aquella pretérita escena infantil, de manera que también yo me enfurecería de nuevo contra él y le desearía terribles males que la omnipotencia de mis deseos haría caer inmediatamente sobre él” (21). Entonces, el deseo se vuelve imposible de satisfacer porque hay un padre, en el hombre de las ratas, que es perturbador del goce sexual. Esta figura del padre como perturbador del goce sexual que impide la satisfacción del deseo del sujeto, no es sólo la figura del padre de la realidad, sino además, una figura de la relación del sujeto con el Otro, o sea, una construcción imaginaria y simbólica que Lacan llamó fantasma.
El conflicto que no resuelve el paciente y por el cual enferma, porque enferma para no resolver este conflicto, es cuál mujer elegir. Por eso los actos del obsesivo son siempre vacilantes e inseguros. Hay una imposibilidad de decidir sobre todo en cuestiones amorosas, “precisan la posibilidad de la muerte para resolver los conflictos que ellos dejan insolucionados” (22). En todo conflicto vital, dice Freud, acecha la posibilidad de la muerte y casi siempre de la muerte de alguien querido por él.
Dudar del propio amor
Para concluir, es al final del texto sobre el hombre de las ratas que Freud hace aseveraciones sumamente interesantes sobre la vida del obsesivo, qué sucede con la actividad del obsesivo, con sus acciones en la vida en general. Para explicar un poco esto hay que desarrollar también, además del odio al padre que antes hemos trabajado, esto es el afecto hostil al padre por haberse opuesto al amor que el paciente tenía a su amada, además de este afecto hostil al padre también tenemos el afecto hostil a su propia amada, la mujer pobre. Es decir, no sólo está el odio al padre, sino el odio a la amada misma. Freud dice “pugna entre el amor y el odio” (23). Los diversos síntomas obsesivos del paciente tienen como motor el odio a su amada: “El odio contra su amada hubo de sumarse a su adhesión al padre, e inversamente”. Los poetas, dice Freud, nos han hablado siempre de la yuxtaposición de ambos sentimientos contradictorios, pero en el obsesivo esa yuxtaposición, o sea, esa mezcla entre amor y odio es crónica. Hay una acción inhibitoria del amor hacia el odio, el amor intenta extinguir el odio pero no lo logra. Sólo logra rechazarlo de la conciencia. Freud hace referencia a la histeria y a la paranoia en relación al amor y afirma que hay un componente sádico de la libido, esto es, un componente sádico del amor. Lo interesante aquí es que el obsesivo, por esa yuxtaposición de amor y odio, se encuentra ante una ”parálisis parcial de la voluntad, una incapacidad de adoptar resolución alguna en cuanto a todos aquellos actos cuyo móvil haya de ser el amor” (24). La duda y la indecisión se extienden a toda la actividad del sujeto, pues qué actos de un enamorado, dice Freud, no se relacionan con su motivo capital. En cuanto se propone realizar algún acto empieza a dudar, duda porque percibe internamente la indecisión. Duda porque su amor está inhibido por su odio. De lo que duda, dice Freud, es de su propio amor, y esta duda se traslada y se desplaza hasta las cosas más nimias e indiferentes. Aquel que duda de su amor, solo le queda dudar de todo.
Notas
Ciudalitica | 2018
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