Presentación por Gabriela Agostinelli: Buenas tardes a todas y a todos, doy inicio a este encuentro de nuestro CID, Santiago del Estero, que cuenta hoy con la transmisión de nuestro estimado colega Cesar Mazza, de la EOL sección Córdoba. Tal como lo adelantó, Cesar va a trabajar, en esta ocasión, en torno a tres puntos. El primero es la entrada en juego de la esquizia, con la repetición y el mal encuentro. Lo real es lo más cómplice de la pulsión. El segundo punto, la función de la mancha en apólogo de Chuang Tzu y en el Hombre de los Lobos. El tercer punto, el gesto del pintor, un antecedente de la operación del semblante. Ahora sí, le doy la palabra a Cesar.
Cesar Mazza: Buenos días, muy agradecido por compartir con ustedes este espacio y vamos a arrancar directamente con el intento de entrar al texto de Lacan, su Seminario 11. Obviamente, en un punto es un imposible, porque no sé si vamos a poder lograr exhaustivamente recorrer los cuatro capítulos dedicados a la esquizia del ojo y la mirada. En un punto, consideremos que, como dice Eric Laurent, la enseñanza de Lacan es por trozos, son trozos de real. Es decir, si alguien intenta tomar, vamos a decir, intenta llegar a una unidad, llegar a una síntesis, o llegar a un todo, por supuesto que no va a captar absolutamente nada de la enseñanza de Lacan. Son trozos de real y justamente esta perspectiva tiene que ver con el encuentro, el mal encuentro. Con lo que, ya metiéndonos en estos capítulos de Lacan, con lo que va a diferenciar, tomando a Aristóteles, entre el automaton y la tyche. La tyche definida como el accidente, el mal encuentro. Ella es un punto clave para dilucidar el concepto fundamental de la repetición. Me parece importante subrayar que la repetición en términos de la tyche es un mal encuentro y nos va a dar el horizonte de lo real a esta altura de la enseñanza de Lacan.
Y, volviendo un poquito atrás, la operación de lectura que nos podemos proponer, obviamente, va a depender también de la tyche y del mal-encuentro en cada uno. Es decir, que la lectura es un acontecimiento singular. Esto es, evidentemente, una apuesta colectiva, sabiendo que justamente va a fracasar. Es decir que el asunto es cómo cada practicante, cada analizante, digamos, continúa su análisis en extensión, va a ubicarse respecto de ese mal encuentro con el texto, la enseñanza de Lacan. Porque si no se tiene en cuenta esta perspectiva, no estamos en la enseñanza de Lacan. Estamos en otra cosa, que se yo, en otro discurso. Entonces, la apuesta es que consideremos que los enunciados del texto se captan en función de la enunciación, y en la enunciación vamos a ubicar estos accidentes en cuanto a la transferencia que vamos a tener con la enseñanza de Lacan.
Bien, les decía que en el capítulo VI del Seminario 11, que se llama “La esquizia del ojo y la mirada”, vamos a ubicar en primer lugar esta diferencia, que hay una red de significantes y el retorno de esa red, eso es lo que Lacan ha distinguido como el automaton, pero la tyche no es el retorno de lo ya escrito, el retorno de lo que aparece en la red. La tyche aparece como algo del orden de lo accidental, del accidente, y en este punto, va a ser clave para introducir el término de la esquizia. Es decir que la esquizia la introducimos en función de la tyche, del mal encuentro. Lacan está tomando de La interpretación de los sueños de Freud, el sueño llamado “el sueño de los sirios” donde está en juego la situación de un padre que ha perdido un hijo, y en algún momento, en el contexto de estar velando ese hijo, se duerme y sueña que el hijo lo toma y le dice: padre, ¿no ves que ardo? Y eso es una conexión con una situación en la realidad, y esta situación en la realidad es que en el momento en que el padre está soñando en el velatorio, el hijo estuvo al cuidado de un anciano que se había dormido y parece ser que unas velas estaban quemando o estaban a punto de quemar la mortaja, toda la escena.
Lo que a Lacan le va interesando es este momento de despertar, donde fíjense que lo que se pone en juego como dimensión de lo real es lo imposible de la función del padre. Es decir que hay algo de una perspectiva de que el padre está ubicado respecto de lo real y eso es lo imposible. Esto es, hay algo que aparece demasiado tarde o demasiado pronto y eso es la dimensión de la tyche, del mal-encuentro. Y al mismo tiempo hay una invocación a una idealidad, hay una invocación a un padre ideal. Toda la operación de un análisis se puede ubicar con ese sueño. Que ese “padre, no ves…” es una invocación a una idealidad del padre, como si el padre tendría que haber visto algo que el padre no pudo ver. Es la dimensión del padre ideal. Ahora, el padre real es el padre, digamos, que no pudo estar, vamos a decir, a la altura de las circunstancias. En torno a este problema de lo real, de la tyche y de la esquizia, Lacan va dialogando con otros discursos y con una perspectiva actual en ese contexto de lo que era el psicoanálisis. Y, por supuesto, eso es algo que no está superado y eso retorna permanentemente y es el idealismo.
El psicoanálisis no es un idealismo, es un tratamiento respecto del ideal. Fíjense en el contexto del Seminario 11, que es el primer seminario que Lacan da luego de lo que él denominó su “excomunión”. Es decir, una proscripción que le llega de la internacional, de la IPA, donde él era un analista didacta, le llega la proscripción de oficiar como didacta, no seguir enseñando como venía enseñando. Entonces, eso ocurre fundamentalmente a la altura de la clase del 20 de noviembre del 1963, cuando él empieza a dar un seminario que iba a ser titulado Los Nombres del padre, y lo tiene que interrumpir. Da una única clase porque le llega la proscripción de la junta directiva de la IPA. Entonces, este seminario de los cuatro conceptos fundamentales del año 1964, es el primero que inaugura luego de ser excomulgado. Este comienzo del seminario tenemos que contextualizarlo, porque si no no entenderíamos, justamente como dice Eric Laurent, la enseñanza de Lacan como trozos de real, sino que entenderíamos a Lacan en una perspectiva idealista. Es decir, que hay siempre un emplazamiento de la palabra. En este contexto del Seminario 11, Lacan funda una nueva lógica colectiva que ya no va a ser una asociación, sino que va a ser la escuela. Por eso es que los conceptos están absolutamente marcados por este contexto.
Entonces, siguiendo un poquito más y avanzando, hay dos párrafos en lo que me quiero detener -de la página 77- donde me parece que es importante hacer un mínimo subrayado de esto. El párrafo se refiere a lo que Lacan dice en relación a la llamada actualidad de la situación de la transferencia. Me parece muy importante volver a ubicar, siguiendo un texto de Jacques-Alain Miller -que ayer lo cité, Hacia PIPOL N° 4 o 5 del año 2007, 2008-, donde dice que el psicoanálisis es una instalación móvil y el analista es un objeto nómada susceptible de desplazarse en distintos contextos. Entonces, entre otras cosas, lo que Miller está ubicando es la diferencia entre la instalación y el encuadre. Es decir que, en la orientación lacaniana, en la enseñanza de Lacan, y por supuesto esto está extraído de Freud, no se trata del encuadre o de la situación. Se trata de la instalación del dispositivo. En este párrafo, lo voy a leer de forma exhaustiva, porque me parece necesario ir respirando el texto, ir deteniéndonos. En la página 77, Lacan dice: “El aspecto cerrado de la relación entre el accidente, que se repite […].” Es decir, hay algo que se repite y no es el retorno de la red de los significantes. Se repite el accidente, lo que ya dilucidó en el capítulo anterior entre automaton y tyche. Bien, “y el sentido velado, que es la verdadera realidad y nos lleva hacia la pulsión, nos proporciona justamente la certeza de que la desmitificación de ese artificio del tratamiento que se llama la transferencia no consiste en reducirla a la llamada actualidad de la situación.”
Así Lacan va ubicando ese punto, nosotros podemos extrapolar el asunto, de la actualidad de la situación, donde podemos ubicarnos en términos de lo que es una versión del imaginario y en esa versión del imaginario está en juego la relación, digamos, dual, entre el yo y el otro, entre el yo del analista y el otro del sujeto analizante. Sería ese espacio de la realidad que distintos autores posfreudianos han entendido que es el dispositivo y que lo han llamado encuadre. Que, por supuesto, es moneda corriente en los ámbitos psi, equipos de salud mental, en fin, hay algunas personas que no dejan de sorprenderse cuando un practicante de psicoanálisis está en un hospital y se da que tiene una sesión en el pasillo o en el patio del hospital. Es decir, si está ubicado analíticamente, ahí transcurre una sesión, tyche. Es decir, salgo del consultorio, me cruzo con alguien en el pasillo y me empieza a hablar, o llega una paciente sin turno y por supuesto la secretaria, el orden medico va a decir “bueno, no, tiene que volver cuando pase la cuarentena -qué se yo- cuando sobreviva, cuando sobrevivamos”. Pero no, me lo encuentro y le digo cuénteme que le pasa, y tiene lugar, en el pasillo, un encuentro. Y eso es la presencia del analista y eso es la perspectiva de la tyche. No es que, no, el encuadre. Tiene que sacar turno y cuando pueda lo voy a atender. Bueno con algunos pacientes si se puede hacer eso, es el caso por caso. Estoy haciendo un poco una caricatura para ubicar que aquello de la actualidad de la situación dio lugar a entender que la transferencia se reducía solamente al registro imaginario, y aquí Lacan va a ubicar que está en juego en la transferencia el orden de la tyche, del mal-encuentro, del accidente y que esto nos lleva hacia la pulsión, nos abre la perspectiva de la pulsión.
Bueno, continuo con ese párrafo. Lacan dice: “La dirección señalada por esta reducción a la actualidad de la sesión, o de la serie de sesiones, no tiene siquiera un valor propedéutico. El concepto exacto de la repetición ha de obtenerse en otra dirección que no podemos confundir con el conjunto de los efectos de transferencia. Cuando abordaremos la función de la transferencia, nuestro problema será el de saber cómo la transferencia puede llevarnos al meollo de la repetición.” Entonces, va haciendo un nudo entre la transferencia, la repetición en tanto tyche o accidente y la pulsión.
Bien, en el párrafo siguiente entra en juego el término esquizia. “Por eso mismo -dice Lacan- es necesario fundamentar primero la repetición en la propia esquizia que se produce en el sujeto respecto del encuentro.” Es decir que una cosa es el sujeto del significante, el sujeto del retorno de la red del significante, del automaton, y otra cosa es cómo se produce la esquizia en el sujeto con la repetición, tyche. Dice: “Esta esquizia constituye la dimensión característica del descubrimiento y de la experiencia analítica, que nos hace aprehender lo real, en su incidencia dialéctica, como algo que llega siempre en mal momento.” Brevemente, voy a subrayar que hay una incidencia dialéctica cuando se pone en juego la esquizia y cuando nos abre el camino para ubicar lo real a la altura de este seminario.
Vamos a decir que hay, por un lado, una perspectiva que es la dialéctica, en Lacan, muy subsidiario de la enseñanza de Alexander Kojève -que fue el introductor de Hegel en Francia-, que no es una influencia más en Lacan. Lacan concurre en los años 30, aproximadamente ocho años, al seminario de Alexander Kojéve, que estaba enseñando Hegel. Entonces, es una impronta, una relación muy del orden del encuentro, de lo que años posteriores Lacan va a llamar la resonancia, entre Lacan y Kojève. Lo menciono porque siempre hay un pensamiento idealista y romántico en juego en el psicoanálisis, que considera que algunas personas son geniales, es el mito individual que la genialidad nacería solamente de un talento individual. En un punto eso es no entender nada. Obviamente que es una mentalidad, la mentalidad se impone, es un lugar de enunciación. La cuestión es que si nosotros no consideramos cómo están dichas las cosas, cómo está instalado el discurso, no estamos en el discurso analítico, estamos en otro discurso. El asunto es que nosotros usemos los otros discursos para siempre volver a instalar el discurso analítico.
Bueno, entonces, la dialéctica, la esquizia, la tyche, la repetición. Es decir que va a incidir en el proceso dialéctico, porque en algún momento Lacan, en los años 50, entendía que la transferencia era un proceso dialéctico. Mejor dicho, el tratamiento analítico era un proceso dialectico y la transferencia se subsumía a una transferencia simbólica, entendiendo lo simbólico como una dialéctica que iba a poner en juego el progreso de la verdad. Eso es un texto del año 1948, que se llama Intervención sobre la transferencia que está en Escritos 1. También entendía que hay otro tipo de transferencia que planteaba una inercia. La transferencia imaginaria planteaba una inercia a este proceso de la dialéctica. Acá va a ubicar lo real y cómo lo real va a incidir en esta dialéctica. También, entendamos que la dialéctica en el Seminario 3, dedicado a la psicosis, del año 1956, ocho años antes del Seminario 11, él menciona cuestiones que se oponen a la dialéctica. Supongamos, algo que aparece en términos del goce, algo que aparece en términos del fenómeno elemental, hablando estrictamente de la psicosis, que aparece sin dialéctica.
Por eso es muy importante el análisis personal para la lectura y para aprender psicoanálisis. Porque en un punto, podemos decir “no puedo avanzar de la página 77, porque encuentro un término que me remite a otro término.” ¡Si, por supuesto! En un punto la parte hace al todo, con que logremos captar un trozo de una página de Lacan, ya estamos. La posición neurótica es buscar una unidad, y después una síntesis, y después una comprensión, pero eso es justamente salirse de la enseñanza de Lacan. Por eso es muy importante el análisis personal en la formación. No es un cursito más que alguien puede hacer. Por eso es muy importante esta red del IOM, que apuesta a instalar el discurso analítico bajo estos medios, por este procedimiento.
Entonces, pasamos a la página 78. Les prometo que luego voy a tomar otro camino, no tanto lo que sería este ejercicio. Porque este ejercicio se llama disciplina del comentario. Hay otro tipo de procedimiento que es la perspectiva del concepto. Voy a ensayar ambos. Ahora, la otra frase que está en ese párrafo y que da pie a la vuelta de página, dice: “Precisamente por ello lo real, -fíjense que va ubicar lo que es lo real en este momento- lo real en el sujeto resulta ser lo más cómplice de la pulsión, a la cual llegaremos en último término, porque sólo el recorrido de este camino nos permitirá concebir de qué se trata.” Esta frase uno la puede aislar, porque ahí encontramos toda una cuestión que hay que entender, como señala Jacques-Alain Miller en un texto de los matemas, que en Lacan tenemos siempre una perspectiva, vamos a decir, retórica donde una de las construcciones que utiliza son los aforismos y lo interesante es que esta perspectiva retórica, aforística, está enlazada lógicamente. Hay una lógica que está en juego entre líneas, en determinados aforismos de Lacan. Por ejemplo, uno puede tomar determinados aforismos y ubicar que hay una lógica en juego.
“Lo real, lo más cómplice de la pulsión”. Esta frase es muy potente. Lo real en el sujeto resulta ser lo más cómplice de la pulsión. Acá dejo abierto, y en una de esas lo podemos retomar, lo que está en juego, fíjense, hay algo que pasa de una forma muda, en una complicidad solapada. El término complicidad es una categoría ética, es un término tomado del discurso jurídico, cuando alguien dice “es cómplice”, “es cómplice de un delito”. Hay algo en juego de la complicidad sin dialéctica, que se pone en juego con la pulsión.
Avanzando, lo que vamos a tener después es, vamos a decirlo así, una sustitución que hace Lacan de términos que daban lugar a un fenomenal malentendido. Pero no el malentendido provechoso, sino el malentendido en términos de desviación, en el contexto de la producción posfreudiana, que es lo que Lacan va a plantear a partir de la pregunta por lo traumático de la escena primaria, especialmente del hombre de los lobos. Va a sustituir el término de lo psíquico, por el termino de lo tíquico. Entonces, dice en la clase posterior que recibió el acuse de recibo de su audiencia, de que consideró que este término resultó disonante en muchos de los que estaban escuchando a Lacan, como si fuese inclusive un exabrupto. Y entonces, dice Lacan, por qué se asombran, si psíquico es el adjetivo de psique, tíquico es el adjetivo de dystychia, tyche. El punto es que él va a sustituir el malentendido de la realidad psíquica, por lo tíquico que es el adjetivo de la tyche.
Fíjense esta operación. Les había hablado antes sobre la situación de la transferencia, algo que dio lugar a ese malentendido de entender la situación de la transferencia como una situación de la realidad, y que, a su vez, a esa realidad se oponía la realidad psíquica, que es un término que está en el mismo Freud. Lacan va a ubicar un desplazamiento de los términos y dice: “de lo que se trata no es de la realidad psíquica, se trata de lo tíquico, respecto de la tyche, del accidente, dystychia, mal encuentro. Es la perspectiva que nos va a ubicar en la repetición y, obviamente, va a abrir las vías de la pulsión como lo más cómplice del sujeto en la transferencia.
El término que va a emplear es, dice en la página 78, “hay un hecho facticio” en la experiencia del hombre de los lobos contemplando la escena primaria. Este hecho facticio es la experiencia de extrañeza en la percepción y esa posición del sujeto de extrañeza cuando contempla la aparición y desaparición del pene en la escena primaria. Dice, es un hecho facticio. Es muy importante esto, porque alguien que está demasiado apurado por aprender a Lacan, se pasa de largo todas estas cosas, no se detiene a dilucidar este término. Como dice Jacques Alain Miller, dilucidar la enseñanza, el texto de Jacques Lacan. Obviamente, se necesita un poco de humor y entrarle por distintos lados. No apurarse, soportar no entender, es la disciplina que Lacan mismo señala en el Seminario 3, no comprender para poder dar lugar al golpe de la palabra, en este caso a la lógica del texto. Dejarse sorprender, digamos. Que es un término que Lacan va a utilizar en los años 70, respecto de “incautarse”. Es decir que los no incautos siempre yerran. Entonces, incautarse del texto de Lacan, va a implicar esta operación de que uno puede siempre volver por primera vez al texto de Lacan. Es una posición que tiene que ver con el uno de Heráclito, y no con una entelequia. La entrada al texto implica algo de lo que señala la frase de Heráclito, “nadie puede bañarse en el mismo río dos veces por igual”. Esto supone que hay algo que está en juego, algo nuevo que es una tyche en esa operación, no es el uno de la entelequia. Esto yo ya lo sé. No. El que no se deja incautar por el texto de Lacan, no puede leer Lacan. Por eso insisto en que la lectura tiene que ver con el análisis personal. A medida que uno avanza en el análisis personal, puede dejarse incautar por el texto de Lacan.
Volviendo a este punto, es un hecho facticio porque no se trata de la realidad del hecho, hay una diferencia y una extrapolación en la lectura que hace Lacan de lo que dice Freud, de lo que hace Freud. Una de las traducciones de facticio es artificial. No se trata de que en la escena primaria el sujeto reconstruya la realidad de los hechos, no se trata de eso. Lo tíquico no tiene que ver con reconstruir algo vivido por el sujeto. Es del orden de la experiencia, por la extrañeza que causó, pero eso no quiere decir la realidad de los hechos.
Esta posición es muy importante tenerla en cuenta porque lo que Lacan va a decir, va a poner de ejemplo para la tyche, en el capítulo anterior, es la búsqueda afiebrada de Freud como si lo real estuviera consignado en una realidad de los hechos. La búsqueda afiebrada de Freud por encontrar la escena primaria, porque con ese descubrimiento Freud, con este caso del hombre de los lobos, iba a contribuir al progreso del psicoanálisis. Lo que plantea Lacan, es que esa búsqueda afiebrada de Freud, esa tyche, provoca un mal encuentro. Hay que considerar que esa búsqueda afiebrada de Freud lo lleva, entre otras cosas, a bancar al paciente. Es decir, a organizar una colecta entre analistas para sostener económicamente al paciente, porque este supuestamente iba a contribuir a la ciencia analítica, en términos de Freud. Freud quería encontrar una realidad de los hechos, en el orden de los hechos y no en el orden de lo facticio, diríamos con Lacan, en la escena primaria.
-Hay una pregunta en el auditorio: Me gustaría preguntarle, ¿Cómo es eso de la complicidad de la pulsión sin dialéctica? ¿O la complicidad sin dialéctica de la pulsión?
Cesar Mazza: Esta pregunta es muy importante. Lo que podemos considerar como fenómeno clínico en esa complicidad es, por ejemplo, el acting out. Es decir que hay una complicidad que no entra en análisis y que, sin embargo, es transferencia, y donde la pulsión actúa, en ese destino fijado, encuentra una forma de montaje que es el acting out. Eso sería ubicar que hay una complicidad sin dialéctica. El asunto sería cómo el analista se las va a arreglar, es una transferencia salvaje, para que ese montaje vaya entrando nuevamente, o entre por primera vez, en una dialéctica.
Pasemos a otro punto donde hay una referencia que Lacan toma de un filósofo muy importante en este contexto, Maurice Merleau-Ponty. En este contexto acaba de publicarse Lo visible y lo invisible de él, y es, también, una conexión importante de Lacan con este filósofo. De casualidad, porque estaba leyendo otra cosa, hace poco encontré una clase del Seminario 8 que tiene lugar en el momento de la muerte de este filósofo, y Lacan le dedica un breve párrafo, respecto a la posición, lo que nosotros diríamos, del enseñante. Me parece que vale la pena ubicar eso. ¿Por qué? Porque no es lo mismo un autor que esté vivo, a uno que esté muerto. Nosotros no tendríamos por qué caer en un cinismo de otros discursos, donde me importa solamente la conveniencia, cumplo con esto y bien. Esta posición canalla, especialmente soy sensible a eso, no me gusta, no la comparto y justamente creo que no tiene nada que ver con el discurso analítico. Hay una separación, hay una posición muy fuerte de Lacan respecto de lo que es la posición canalla, cuyo partenaire es siempre el tonto. Incluso, habitan las dos posiciones en una sola persona. Es tonto y es canalla, cíclicamente, sin dialéctica diríamos. Por citar un juego de esa dialéctica, tendríamos una negatividad de ese goce, tendríamos una posibilidad de vaciamiento de ese goce. Justamente, en esa cuestión cíclica entre la tontería y la canallada, está planteado por Lacan en el Seminario 7, no tenemos una dialéctica.
Bien, entonces, lo que dice de Merleau-Ponty, está en la página 317 del Seminario 8 capítulo XX que se llama La abyección de Turelure -que es un personaje de la tragedia de Claudel-, es lo siguiente: “Me disculpo si, en este lugar abierto a todos, pido a aquellos que están unidos por la misma amistad que dirijan un instante su pensamiento hacia un hombre que fue su amigo, mi amigo, Maurice Merleau-Ponty, que nos fue arrebatado el último miércoles, el día de mi último seminario por la noche, en un instante, y cuya muerte nos hicieron saber algunas horas después. La recibimos en pleno corazón.” Me interesa subrayar esto, “Merleau-Ponty seguía su camino, proseguía su investigación, que no era la misma que la nuestra. Habíamos partido de puntos distintos, y yo diría incluso que aunque ambos nos encontrábamos en la posición de enseñar, era por objetivos diferentes. Él siempre había querido enseñar, y yo puedo decir que ocupo esta cátedra muy a mi pesar.”
En un punto, Lacan no es un profesor, nunca tuvo una cátedra, utiliza el semblante de profesor. Bien, eso para no confundir las cosas. Alguien puede ser profesor, pero es muy importante que no se la crea. La práctica analítica es otra cosa, ya sea como enseñante, como lector, como analista.
“Puedo decir que nos habrá faltado tiempo, debido a esta fatalidad mortal para acercar más nuestras fórmulas y nuestros enunciados. Su lugar, respecto a lo que yo les enseñó, habrá sido de simpatía. Y, créanme, durante estos ocho días, el duelo profundo que he experimentado por su desaparición me ha hecho interrogarme sobre el nivel en el que puedo ocupar este lugar, y ocuparlo de tal forma, que puedo ponerme, ante mí mismo, en cuestión.” Es una reflexión de su posición enunciativa. “Al menos me parece que de él recojo -por su respuesta, por su actitud, por su palabra amistosas cada vez que vino aquí- es una ayuda […]”. O sea que no es una fascinación idealizante, respecto de lo que puede ser un maestro o alguien que puede enseñar algo. Habla de una ayuda, es una posición humilde. Yo creo que falta mucho en el psicoanálisis esta posición. La posición del enseñante, que de alguna forma redobla por otros medios la posición del analizante.
Entonces, “[…] es una ayuda, lo cual satisface la idea que creo que teníamos en común sobre la enseñanza. Una idea que aparta lo más lejos posible toda infatuación por principio, y para decirlo todo, cualquier pedantería.” Me parece digno de subrayar esto, porque no es que Lacan cita a un autor solamente para hacer un alarde, un coqueteo intelectual; “mira lo que se”, “te lo refriego en la cara”, “me pavoneo con todo lo que se”. No, hay una transferencia en juego, donde él combate en esta amistad, con Maurice Merleau-Ponty, es el combate contra la infatuación y la pedantería. Me parece algo que no es menor y vale la pena la digresión. La cuestión que toma de Merleau-Ponty, es ya una diferencia porque, dice, no se trata de que el asunto sea entre lo visible y lo invisible, es un cuestionamiento a lo que se entiende por la forma en la tradición filosófica.
-Hay una pregunta del auditorio: Cesar, buenos días, ¿cómo estás? Lo que te quería preguntar es, cuando hablaste sobre lo tíquico y la tyche, si eso es posible entenderlo cuando, por ejemplo, Freud en los primeros historiales clínicos va captando cómo se forma el síntoma. Él habla sobre la importancia de que el sujeto empiece a sentir como una incompatibilidad, entre lo que el yo puede tolerar y un afecto. Entonces, eso produce el síntoma porque produce la censura, dice Freud, y después va a venir la represión. Esa incompatibilidad de lo que el yo puede tolerar, me parecía a mí que puede ser algo de la tyche. No sé si está clara mi pregunta.
Cesar Mazza: Sí, está clarísimo. Tal cual, va por ahí el asunto. Ahí tendríamos la dimensión de lo que, en algún momento, inclusive Freud cuando habla del fetichismo habla del escotoma, de la división que está en juego en la percepción, pero es, en términos de Lacan, la esquizia, en eso tíquico. Ahí tenemos esa dimensión de la esquizia en juego. La esquizia en juego y el camino del síntoma respecto de la esquizia. Eso podemos subrayar.
Público: Justamente, hay una división del sujeto en esta producción sintomática. Creo que también la división del sujeto es producida por Freud, cuando hace que el paciente empiece a asociar. Ahí también hay una división y me parece que ahí también hay algo del encuentro del sujeto con esto tíquico. Gracias Cesar.
Cesar Mazza: Si, tal cual. Vamos a considerar que tenemos la división del sujeto y, a su vez, tenemos la esquizia. Este es un punto del giro que va a plantear Lacan en este seminario. La división del sujeto la podemos ubicar respecto del Otro, del significante que está reprimido y retorna en el síntoma. Pero, a su vez, podemos ubicar esta dimensión de la tyche, de la esquizia donde nos abre otra perspectiva respecto de lo que es, ya no el Otro, sino lo que en años posteriores en Lacan va a ser el tema del cuerpo, que obviamente no es el cuerpo imaginario. Haciendo una extrapolación bastante brutal, haciendo este juego dialéctico. Bien, me parece muy bueno el aporte. Es la forma de aprender y estudiar el psicoanálisis, no tengan miedo a pifiarla, en pensar algo y plantearlo, no es un examen esto. Como plantea Jacques-Alain Miller, es una conversación, no es un examen en donde hay un profesor que te va a decir aprobado o desaprobado. Déjenlo para otra cosa, no sé.
-Hay una pregunta en el auditorio: Quisiera saber bien si la posición del canalla, que lo había nombrado, ¿tiene que ver con el analista o el analizante?
Cesar Mazza: ¡esperemos que no! Con el analista, esperemos que no. Está muy bien, vamos a tomar una referencia de Lacan del Seminario 17, también está en Televisión, que es una entrevista que le hace Jaques-Alain Miller. En función de lo que estábamos hablando sobre lo real, más cómplice de la pulsión, y que no admite dialéctica podemos considerar que el sujeto tiene un goce canalla y un goce tonto al mismo tiempo. Eso no quiere decir que el sujeto sea un canalla. Porque la definición de canalla tiene que ver con alguien que no se hace cargo de sus actos, no tiene ética. No se hace cargo de lo que hizo.
-Comentario del auditorio: ¿eso tiene que ver con la vida del analizante? ¿con su posición en la vida?
Cesar Mazza: Claro. No es un terrible hijo de puta o una terrible hija de puta. Es una posición de lo más común, de alguien que viene a consulta en un Audi o en un Mercedes Benz, y se te pone a llorar porque no tiene para pagar los honorarios que vos le das. Es decir, hace una exhibición en una primera entrevista de que viajó a Europa, a Nueva York. Estoy ironizando un poco la posición canalla de una persona normal y simpática, pero cuando vos le preguntas sobre determinado tema no quiere saber, o cuando le cortas la sesión se enoja, te dice ¿tan pronto terminó? O le decís, mis honorarios son tanto, se indignan como si les estuvieras robando algo. Hay una posición canalla. Lo más cómplice de la pulsión. Subrayemos esta frase de la página 77 del Seminario 11, y podemos extrapolar, porque hay una lógica en juego, respecto de la posición canalla.
Seguimos un poquito más. Fíjense que va a tomar de su amigo, Merleau-Ponty, una perspectiva y la va a ubicar respecto de lo que es la esquizia, la mirada, el campo escópico y, fundamentalmente, cómo se va a articular la angustia de castración y/o la castración a secas. Lo que va a decir es que no se trata de que hay algo invisible y visible, no es ese par. Se trata de que hay una esquicia entre el ojo y la mirada. Es decir, va a tomar una frase que es: hay una preexistencia de la mirada. Soy mirado de todas partes y sólo puedo ver desde determinado punto. Ahí hay una esquizia, en otros términos, hay una asimetría, para decirlo en una especie de sinónimo pero no es un sinónimo. Hay una asimetría en cómo está la vista, cómo se forma la visión, y cómo es la mirada. Puedo ver de acuerdo a la distribución del punto geometral, pero soy observado desde todas partes. Entonces, la mirada es preexistente a la vista. Soy mirado antes de poder ver. Como la ecografía. No nosotros que somos de otra generación, pero ahora el bebé primero es mirado, luego en algún momento va a empezar a ver. Antes de que nazca es mirado. Es decir que ahí está la dimensión de la mirada. Y dónde, en la dimensión de la mirada, lo que consideramos es que es la forma de eludir la castración. Bueno, esta es una frase muy importante a tener en cuenta.
-Una pregunta del auditorio: El bebé es mirado desde que es mancha, ¿se podría decir?
Cesar Mazza: Si, tal cual. El sujeto primero no habla, es hablado, y simultáneamente el sujeto es mirado, va a nacer como un objeto mirado, como una mancha. Entonces, vamos a considerar que para Lacan hay una función de la mancha.
Voy al apólogo de un sueño que toma Lacan, el apólogo de Chuang Tzu, en comparación con un sueño del hombre de los lobos donde hay un juego de aleteo de una mariposa. No es el sueño de los lobos, que uno lo puede conectar también. Pero el apólogo de Chaung Tzu es el siguiente. Un hombre, Chuang Tzu, ha soñado que era una mariposa. Entonces, al despertarse se pregunta si es un hombre, Chuang Tzu, que ha soñado que era una mariposa o es una mariposa que se está preguntando si es un hombre. Tenemos dos momentos donde en el momento del sueño, Lacan dice, hay ahí una certeza de que el sujeto es mariposa para nadie. Cuando se despierta tenemos una pregunta por su identidad. En esta pregunta por la identidad ya tenemos la dimensión del sujeto, porque ese sujeto esta captado en las redes del significante del Otro. Dice, es en todo caso cuando se despierta la posibilidad de preguntarse, porque Chuang Tzu no está loco. La diferencia está, tomando otro seminario de Lacan, el Seminario 9 que también habla del hombre de los lobos, en la cuestión de Napoleón. Napoleón se cree que es Napoleón, entonces ahí no tenemos la pregunta, tenemos la certeza, tenemos una identidad. En el caso del hombre de los lobos, en un aleteo que aparece de la mariposa, fíjense que lo que se pone en juego -que en Lacan luego va a ser el tema del nombre de goce y el objeto-, lo que se pone en juego con el aleteo de la mariposa es un terror, un terror fóbico. No es una pregunta, es una dimensión del goce que la ubicamos descriptivamente y clínicamente respecto de una fobia a la mariposa. Me interesa pasar al capítulo siguiente.
Como decía, Lacan se refiere al objeto en relación a los nombres de goce. Son nombres de goce, podríamos decir muy esquemáticamente, el tema del lobo para el hombre de los lobos. Eso es distinto al nombre de la persona, el nombre de goce es una singularidad. Rata para el hombre de las ratas. Y así cada uno puede tomar el nombre que tiene que ver con un objeto. En muchos casos podemos ubicar una especie que no es una especie humana, referido a un bestiario, a una fauna que se utiliza para nombrar una dimensión del goce corporal que tiene que ver con una singularidad en cada uno. Eso es muy interesante, cómo surgen en un análisis esos nombres.
-Una pregunta del auditorio: Pregunto respecto a lo que estaba diciendo sobre la función de la mirada como forma de eludir la castración, si puede retomar eso. Después, en relación a lo anterior, otra pregunta. Me gustaría, si pudiera ubicar esto de la mirada en el acto analítico, pensándolo específicamente en el pasaje de entrevistas preliminares a diván. Y siguiendo este hilo, tomando lo que dice Lacan en las respuestas de la página 85 del Seminario 11, sobre las intervenciones que tendría que apuntar a truncar en el punto de mirada última, ¿se podría pensar desde ahí el lugar del analista en la transferencia?
Cesar Mazza: Les propongo lo siguiente, voy a tomar algunas cosas y puntualmente luego voy a volver a estas preguntas, que son muy importantes, respecto de la mancha, la mirada, la castración, el diván.
Sobre la mirada, Lacan se refiere a otro gran filósofo, Jean Paul Sartre, en la página 91, donde dice que la mirada siempre es una mirada imaginada, supuesta, imaginada por mí en el campo del Otro. Eso es a propósito del que es descubierto mirando por una mirilla, el voyeur está suponiendo que hay otro que lo va a pescar espiando. Ahí está en juego es que lo que puede pasar es la vergüenza, lo atrapen o no. En base a este fenómeno, Lacan va a plantear que la mirada siempre es una mirada imaginada. Clínicamente es muy importante que aparezca la vergüenza o que no aparezca. Por ejemplo, cuando alguien comete un lapsus, durante la sesión. Se caiga, se tropiece, de olvide de algo, de pagar, que se yo. Consideremos este aspecto de la mirada imaginada en el campo del Otro, porque de no existir esta dimensión del campo de lo imaginado, tenemos la certeza. Lacan va llamar esto, en un capítulo posterior, la pantalla que se define como algo opaco. Cuando no tenemos esa dimensión de la pantalla, de lo opaco, tenemos una mirada que es transparente, una mirada que se puede atravesar, que atraviesa.
Entonces, tenemos una dimensión de la certeza, que Lacan situó en el Seminario 10 sobre la angustia respecto de la mirada. Hay un apólogo que Lacan llama la mantis religiosa, que es un relato en base a un cuadro, de un pintor que se llama Millet. En ese apólogo del Seminario 10, Lacan dice, imagínense que está ese gran bicho gigante y yo no puedo verme reflejado en sus pupilas. Entonces, sobreviene la angustia, porque el bicho me puede identificar a mí. Soy presa de ese bicho, soy presa de esa mirada. Fundamentalmente, lo que está en juego es que yo no puedo verme reflejado en las pupilas de ese bicho. Ahí hace un pase Lacan en el relato, y dice, es como, imaginando, el primitivo que necesita una máscara -a propósito de esto también menciona acá el tema de la máscara respecto de Francisco Goya-, es decir, si yo no tengo una máscara no puedo imaginarme quién soy para el Otro. Porque el asunto de la mirada que atraviesa, con la máscara hay una posibilidad de pantalla, hay una posibilidad de filtro. Es decir que el otro no me puede ver a mí, ve la máscara, va a creer que yo soy el que le muestro, la máscara.
Esto lo manejan muy bien las mujeres. Lo que Lacan llamo la mascarada femenina. Es decir que es captar un significante que viene del Otro y hacerle creer al Otro que, bueno en caso de una mujer, que ella es esa que muestra la máscara. Por eso se comprende, o un hombre debería comprender, porqué una mujer está tanto tiempo maquillándose o arreglándose frente al espejo. Porque es imaginarse quién es para el Otro, porque de no tener esa imaginación tenemos la dimensión angustiante de la mirada. Esto es importante que lo tengamos presente, la mirada siempre es una mirada imaginada. Es una mirada imaginada porque me va a permitir interrogarme y jugar con qué clase de objeto soy para el Otro, que clase de bicho soy para el Otro, que clase de mancha soy para el Otro. Acá estoy saltando al tema de la pantalla y la posibilidad de que funcione la máscara con la pantalla. En efecto, de no existir estas tenemos la angustia y, por ejemplo, en la psicosis tenemos el fenómeno de la mirada que es absolutamente devastadora. Alguien que no tiene esa posibilidad de, en términos de Lacan, de filtrar, de retractar, de opacar, lo que viene del Otro aparece en un fenómeno de invasión con la mirada.
Voy a comentarles, muy sucintamente, el apólogo propio de Lacan de la lata de sardinas, que está en el capítulo siguiente. Es una especie de reconstrucción analítica del propio Lacan, se pregunta, se interroga sobre qué clase de mancha fue en el campo del Otro. Esta perspectiva nos permite considerar que para Lacan, y en psicoanálisis, el objeto mirada no es algo solamente exterior al sujeto, sino que ese objeto está en relación de extimidad. En el sentido de que hay un aspecto que no pasa a la representación y que está en el corazón del ser del sujeto, está esa dimensión de lo real que no es representable, que no se representa. Ahí vamos a ubicar que no se trata de una relación respecto de lo que se llama, en la pintura, el realismo. El cuadro no representa o refleja una realidad. Esto es que el analista forma parte del cuadro respecto del diván y también jugando con lo que es el cuadro clínico, para hacer una diferencia con otros discursos.
Lacan reconstruye una anécdota de su juventud, cuando era estudiante y se embarcó en hacer una excursión a un pequeño pueblo de pescadores, donde él recuerda algo que para el interlocutor del momento era gracioso, pero para él no. Tenemos ahí una dimensión de la angustia. Lo gracioso era lo siguiente. Él describe el contexto, pinta el cuadro figurativo, supuestamente realista, donde dice que él, un joven estudiante universitario de la burguesía parisina, en un pueblo de La Bretaña francesa donde había pescadores y donde pudo haber sido, en ese momento la tuberculosis, otro tipo de epidemia, de enfermedad, lo más probable fuera que al verano siguiente no iba a encontrar a los mismos personajes. Iban a quedar arrasados por la enfermedad. Fíjense esta descripción. Lacan en una pequeña embarcación precaria, lo llevan de paseo y el personaje, que es Juancito Petit Joan, le dice: ¿Ves esa lata de sardina? Porque había una lata flotando en el agua. Lo gracioso es esto para Juancito, “¿Ves esa lata de sardina? Bien, ella no te ve, te mira”. Ahí tenemos la esquizia entre el ojo y la mirada, entre lo que es el campo de la visión y la mirada. ¿Por qué? Porque, entre otras cosas, lo que dice Lacan es que él era una mancha viva en el cuadro, él preso, captado por la mirada.
Pero la mirada no es intersubjetiva, la puede encarnar alguien, pero nunca va a saber quién soy, siempre es imaginada. La mirada está ubicada en un objeto, que no es un objeto humano, es una lata de sardina. Y también hay una cuestión entre la luz, que se proyecta en línea recta, es una cuestión que va ubicando Lacan, pero tenemos algo que llega al ojo de una forma refractaria, una forma siempre distorsionada. Lacan va a ubicar que está en juego el iris, el parpado, el parpado; que en el parpadeo tenemos una posibilidad de no ver, de refractar esa luz, esa mirada. Entonces, dice Lacan, que él era una mancha viva en el cuadro y que son dos momentos en esta construcción del apólogo. El primer momento es el momento de angustia, él estuvo ahí, inenarrable. Es decir que no había un sujeto para poder contar. Tiene la misma estructura del análisis. Uno fue una mancha en el cuadro, en el cuadro familiar, de acuerdo a determinados hechos, uno apareció como una mancha, inenarrable. Luego cuando se analiza, puede empezar a despejar y a dilucidar qué clase de mancha fue para el Otro, de acuerdo, por supuesto, a la propia imaginación de uno, más allá de lo que dijo papá y mamá, la hermanita, la vecina. Yo siempre fui “el tal” y en una de esas es lo que vos escuchaste, equívocamente, de lo que dijo tal. El análisis da esa posibilidad de equivocar la clasificación que viene prescripta del Otro. El análisis nos da esa posibilidad de ubicar la mancha, porque el sujeto se hace mancha al entrar en el cuadro, inevitablemente. Es una operación que se puede hacer con la mancha.
Algo que me gustaría agregar es un trabajo que se puso ahora en juego en el congreso que se iba a hacer de la AMP, sobre el sueño, una revisión sobre el hombre de los lobos y, en especial, tuve la oportunidad de conversar sobre este trabajo, con Jesús Santiago, analista brasilero, quien presentó el tema de los sueños en la última jornada de la EOL en Buenos Aires. Yo le comentaba que es muy interesante hacer un ejercicio con estos capítulos de Lacan, de una nueva versión del sueño de los lobos que tiene lugar en el paciente, el hombre de lobos, en un segundo análisis con Ruth Mack Brunswick, analista recomendada por Freud cuando termina dramáticamente la transferencia con él.
Lo que creo que me saltee de decir es que Lacan dice que esa búsqueda afiebrada de Freud, lo que va a provocar es una tyche, un mal encuentro, es decir, va a desencadenar una psicosis tardía en el hombre de los lobos. Así fue como llega al análisis con Mack Brunswick. Esto está narrado en un libro que se llama El hombre de los lobos por el hombre de los lobos, donde en uno de los capítulos habla del análisis que tiene con Ruth. Es muy interesante, porque el hombre de los lobos llega con una queja fuertísima, una angustia devastadora respecto de una sensación hipocondriaca que es tener una afección, un agujero, en la nariz. Ahí hay que anotar, lo que la brillante analista, Ruth Mack Brunswick, advierte, que el paciente dice tener la sensación de ser observado por todo el mundo, que ese agujero en la nariz podía ser observado por todo el mundo. Es decir que llega en esta presentación hipocondríaca y, por supuesto, donde tenemos una dimensión paranoica respecto de la mirada donde no opera, lo que plantea Lacan sobre la pantalla, no opera la pantalla. Porque la mirada que viene del Otro es una certeza, no es que el sujeto se puede imaginar quién es para el Otro. Tiene la certeza de que ese agujero en la nariz es observado por todo el mundo. Así llega, en las primeras entrevistas, el hombre de los lobos al segundo análisis con Ruth Mack Brunswick.
Esto lo cuenta Mack Brunswick. En el curso del análisis hay, dice, una nueva versión de, lo que Lacan va a llamar el sueño clave, el sueño de los lobos. Hay un cambio de color en los lobos, antes eran blancos y ahora son grises. Ahí hay una cuestión muy interesante en términos hipotéticos, ubicar una función de la mancha que va teniendo lugar en este segundo análisis. Entendamos, tomando la cuestión de la mariposa de Chuang Tzu, que si reemplazamos los términos, el sujeto es idéntico al objeto lobo, es idéntico a un loco, no hay equivoco en juego. El sujeto es un lobo. Tenemos esa presencia y esa dimensión de la mirada que no está sujeta a una equivocación. Acá hay dos sueños que están en juego en Ruth Mack Brunswick, dice: en el primer sueño -está en el apartado 4- los lobos antes blancos, era ahora invariablemente grises. Entonces, uno se puede preguntar, ¿qué función tiene ese cambio de color? En otro sueño, casi al final, la analista expone no solamente el cuadro del sueño, vale decir, la transcripción del relato del sujeto, sino que es importante remarcar de qué forma su presencia se incluye en la interpretación.
Cito a la analista Mack Brunswick: “el sueño del día siguiente consistió en una clarificación del sueño de los lobos. El paciente mira a través de una ventana, hacia una pradera, más allá […].” Es decir, ahí hay una posición distinta, porque ahí el paciente mira, no es mirado, en una catatonia de la imagen, es una frase de Lacan del Seminario 10. Lo que ocurre en ese sueño clave, descripto por Freud, es una catatonia de la imagen, está pasmado el sujeto, está perplejo ante la mirada de los lobos. Aquí hay una variación, es el sujeto el que mira, no que es captado y mirado. La analista transcribe lo que dice el paciente: “el sol brilla entre los árboles y salpica las hierbas con reflejos, las piedras de las praderas tienen un curioso tinte violáceo. El paciente observa en especial las ramas de cierto árbol y admira la manera como se entrelaza, no entiende cómo todavía no ha pintado este paisaje.”
No sé si sabían que el hombre de los lobos también se dedicaba a la pintura. Llegó gracias a su analista de Nueva York, Muriel Gardiner, a exponer una obra. Fíjense que aparece el tema de las ramas del árbol, entonces, sigo con la interpretación que hace la analista: “el paisaje de este sueño debe ser comparado con el sueño de los lobos, cuando tenía 4 años. Ahora brilla el sol […].” Ahí hay un tinte de la luz por vía del color, distinto. “Entonces -en el sueño clave de Freud- era de noche y la noche siempre pavorosa. Las ramas de los árboles donde antes se hallaban los aterradores lobos, ahora están vacías y hermosamente entrelazadas (los padres en el abrazo sexual). Lo que antes era aterrador y ominoso, se ha convertido en hermoso y tranquilizador. El paciente se pregunta por qué no pinto esta escena antes. Es decir, que hasta ahora había sido incapaz de admirarla.”
Me pareció que se pueden ubicar estos conceptos. Ya cambié, se habrán dado cuenta, la perspectiva, no tanto ir puntualmente y detenerme en el texto, sino ya ir haciendo extrapolaciones, pero es un uso del concepto y que me parecía importante planteárselo a ustedes. Es decir que hay una nueva presentación en función de la mancha en las nuevas versiones de sueño que tiene el hombre de los lobos en el análisis con Mack Brunswick. Un un cambio de color de los lobos y luego una posición distinta del sujeto, en el mismo sueño, que va a ver lo que ocurre en la pradera y algo muy interesante es que aparece el árbol sin los lobos. Y, además, una pregunta, una ocurrencia, una vinculación del sujeto respecto de por qué no se le ocurrió antes pintar ese cuadro. La respuesta es muy simple, porque el goce era muy real, muy presente, antes estaban los lobos, no estaba él.
Si les parece damos lugar a otras preguntas, retomo las preguntas que son muy importantes. Retomo la del diván, primero.
-Comentario del auditorio: Cesar, la cuestión de que el analista forme parte del diván, del cuadro clínico, decías vos.
Cesar Mazza: Es una frase que esta en Miller, donde presenta la cuestión de la posibilidad de contar la experiencia de relatar un caso, que el relato de un caso se hace en función del lugar de la transferencia. Consideremos, como dice Lacan en el Seminario 11, que el analista forma parte del concepto de transferencia. De acuerdo al lugar que ocupó el analista va a obtener una consecuencia en la transferencia. El asunto es que, uno se presta al juego, uno es captado por una mirada y, a veces, eso puede funcionar operativamente en el análisis y otras veces puede ser un obstáculo. Tengamos presente que nunca, por más que esté el cara a cara, nunca va a haber una reciprocidad porque lo que está en juego es una esquizia entre la mirada y el ojo, la visión. Es decir que siempre el sujeto, el analizante va a ver algo en uno que no tiene que ver con uno, pero que se pone en acto en la transferencia. Por eso es muy importante el análisis del practicante, porque si alguien viene y te dice: “y si, porque usted es -ya sea en forma negativa o simpática-, usted es tal” o “no soporto su cara, su gesto”. Uno no tendría que tomarlo personal, para eso es el análisis personal. El asunto es cómo un trozo de la mirada quedó encarnado en el goce del sujeto. Es decir, uno forma parte del cuadro del sujeto y con eso tienen que arreglárselas, con eso van a analizarlo.
Porque ese aspecto de la mirada, retomando lo del comienzo, pasara x tiempo, tal vez mucho tiempo, que está sin análisis, no entra en ninguna dialéctica y en algún momento sí puede llegar a entrar a una dialéctica. Ahora, hay situaciones muy interesantes que se han dado ahora por atender a pacientes, en algunos casos, por video llamada o WhatsApp. Se da el caso de algunos pacientes que cuentan algo que antes no lo contaron, cuando no media el imaginario de la presencia. También aparecen chistes. Como el que me hace un paciente. Él no está en diván y está hace mucho tiempo, y cada tanto aparece la pregunta de por qué no está en diván. Para mi hay razones, justamente que la mirada puede llegar a ser muy perturbadora de pasarlo a diván. No mediar una pantalla, una tracción, podría hacerse transparente. Ahora quiere videollamada y el chiste que hace, porque está acostado, es: ¡Por fin estoy en el diván! Eso fue muy gracioso, no lo quise retrucar y le dije: ¡al fin lo logró! Pero sabemos que no es lo mismo.
-Una pregunta del auditorio: Retomando la pregunta de las respuestas de Lacan en la página 85, sobre las intervenciones que tendrían que apuntar a truncar en el punto de mirada última. ¿Se podría pensar desde ahí el lugar del analista en la transferencia?
Cesar Mazza: Si, es truncar, es desbaratar, es desarmar una mirada última, porque esta pre- escrita, ubicada en algo de una primera mirada. La mirada última sería esto, lo que Lacan llama el goce sentido, donde se supondría que hay una mirada última. En la primera mirada tenemos la tyche, el mal encuentro. No estoy, no puedo verme desde donde te espero, o espero que me veas, nunca me ves donde te busco. Entonces, la tyche, la primera mirada. Y la mirada última es un sellamiento del sentido. Entonces, obviamente, hay que truncar y es una operación que tendría que ver con desbaratar, perturbar la defensa, porque esa mirada última es una defensa. Defensa ubicada en el goce sentido.
-Una pregunta del auditorio: ¿En el análisis del hombre de los lobos, con la otra analista, se podría decir que la psicosis ya estaba allí desencadenada? En relación a la certeza del orificio de la nariz, si puede ampliar ese punto.
Cesar Mazza: Efectivamente, la psicosis estaba desencadenada. Miller empezó a ubicar en una sección clínica, en los años 90, un antecedente de lo que después va a ser la psicosis ordinaria. Hay mecanismos psicóticos en el hombre de los lobos, sin que se pueda clasificar como una psicosis. Eso es en la clínica discontinuista de las estructuras, donde tenemos todavía algunas clasificaciones vinculadas al Nombre del Padre. El Nombre del Padre regula, si este no está tenemos algo del orden de la psicosis, para decirlo groso modo. Nada de esto es esquemático, porque Lacan tempranamente, leyendo al historial del caso de Freud, por supuesto, ha ubicado un fenómeno psicótico, que le llama el real sufrido, en Escritos 1. Hay un fenómeno que es equivalente a un fenómeno elemental en la psicosis, que es la alucinación del dedo cortado, supuestamente en una estructura que no es psicótica. Entonces, va a ubicar los términos en alemán, los transcribe, los comenta Lacan, el término verwerfung, traducido como rechazo, en fin. Descriptivamente es un fenómeno psicótico esa presentación hipocondriaca, tan real. El equivalente al trastorno del lenguaje, como fenómeno elemental, es el fenómeno en el cuerpo de esta hipocondría. Ruth Mack Brunswick anota es una idea fija hipocondríaca.
-Una pregunta del auditorio: Quería acotar que en el taller habíamos trabajado este caso del hombre de los lobos, muy en detalle. Patricia Soto había hecho un recorrido excelente del caso y había una parte en donde Freud ya había dado un indicio de esto, cuando decía algo como la inteligencia detenida. Había una impresión en relación a algo que ya podíamos pensar en torno a esto que estás diciendo vos Cesar, de la psicosis ordinaria. Había un elemento ahí, como Freud describe, esta actitud del hombre de los lobos en relación a la transferencia en el análisis, donde ya se podía detectar algo de esa estructura que vos señalas. Me parecía muy importante rescatar ese indicio, que Freud ya lo percibió cuando estaba en análisis con él, en relación a lo que decías y la alucinación del dedo cortado, cómo había ya elementos que hacían pensar en esta estructura, de la psicosis ordinaria.
Cesar Mazza: Si, tengamos en cuenta que es otro paradigma, de pensarlo como una psicosis ordinaria. El paradigma es no de las clasificaciones, de las estructuras en función del Nombre del Padre, sino directamente la psicosis generalizada con la fórmula de Lacan, que es que todo el mundo es loco. La diferencia es cómo cada uno se anuda y ese desanudamiento, que tiene que ver con la clínica del parletre. El parletre es algo que está desanudado, está en lo real.
-Preguntas del auditorio: Por un lado, un comentario en torno al historial de Freud, según pudimos trabajar en el taller, donde sitúa la inteligente desafectada. Por otro lado, quisiera preguntarle, si pudiera retomar la mirada como forma de eludir la castración y también la relación de la mirada con el deseo.
Cesar Mazza: Es una pregunta bastante difícil. Habría que considerar una frase de Lacan que dice que la mirada participa, por ejemplo, de la antigüedad de la joya en algún momento. Entonces, pensemos en esa frase de Lacan donde la mirada imaginada es una mirada que es un resguardo del sujeto, que está en el fantasma, es una mirada imaginada. Si la sacamos, la desmontamos a esa mirada, vamos a ver que algunos no lo van a soportar. El punto es que esa mirada imaginada va a ser aguas en el síntoma. Se va a trastocar en el síntoma. Entonces, cómo operamos con ese aspecto que está ya desarmado. El asunto es la invención del sujeto, no para que logre atrincherarse en otra defensa. Porque sabemos que eso va a fallar.
Podríamos considerar que el análisis que testimonia Patrick Monribot, un analista francés que fue AE -que tuve la oportunidad de hacerle una entrevista para la reviste Exordio-, el tema de la mirada en su propio caso, es muy importante como se da el tratamiento. En el caso de esa mirada, hay una mirada respecto de una escena infantil donde, entre otras cosas, había algo encerrado en esa mirada, y lo encerrado en esa mirada es un fenómeno llamado psicosomático, era una rinitis crónica. Lo que queda, a partir de una interpretación memorable en ese análisis, es que eso encerrado que está vinculado a la holofrase logra abrirse y ponerse en juego otra cosa. Porque en el fenómeno psicosomático tenemos una interfaz entre lo imaginario y lo real, con una lesión del órgano. Lo que queda como resto de esa mirada, ya tratada en análisis, luego del desarmado de la defensa, es un tic, lo ubica respecto del tic que queda como resto. Ese tic, que queda como “abrir bien los ojos”, hay ahí un significante materno ahí que era desorbitarse. Patrick Monribot ubica que el tic queda como una mueca de la vida. Es decir, como un signo, en términos médicos, un signo vital de la pulsión. Una forma de vivir la pulsión, en función de ese tic que queda, ineliminable, pero no hay porqué eliminarlo. Esto lo ubica respecto de dos referencias de Lacan, respecto de la mueca, justamente, en la mueca de Sygne de Coûfontaine en el Seminario 8, en la trilogía de Claudel, que es una mueca que es no, el no de Sygne. Ahí habla de la mueca de la vida. También una referencia a la mueca en Lacan en Televisión. Tenemos ahí una perspectiva de la mirada, donde ya no tenemos la cuestión que se consolida en una mirada última, en una defensa donde el sujeto se ha atrincherado. No lo tenía pensado, lo saque de la galera a esto. Hay una dimensión de improvisación que me gusta. Podría hacer todo un sermón, pero eso no es lo lacaniano.
-Una pregunta del auditorio: ¿La esquizia del ojo y la mirada, se podría entender como la separación entre el campo escópico y el equívoco? La no representación del orden de la realidad, el fantasma, cómo soy mirado, que no tiene que ver cómo me miraron en la realidad.
Cesar Mazza: Si, son varios términos, habría que despejarlos. Consideremos que es muy importante el equívoco respecto de la mirada, que ese equívoco se va a hacer por vías del juego del significante, se va a trabajar hasta donde se puede con el significante. Hay algo que de alguna forma retoma la pregunta anterior, que merece ser subrayado. Una frase sobre la mirada, que está en la página 83, en torno a que el espectáculo del mundo nos aparece como omnivoyeur. Efectivamente, este es el fantasma que encontramos en la perspectiva platónica, idealista, el fantasma de que somos observados. Somos observados es una posición fantasmática, es la mínima experiencia por más que no nos observe nadie.
Si uno va a un pueblo, porque mi padre -hablé de mi madre, ahora de mi padre, estoy reconstruyendo el tema del Edipo con Santiago del Estero-. Mi padre murió hace muchos años, lamentablemente. Fíjense, mi padre era de Ojo de agua, mi abuelo también. Culpa de ellos, estuve viajando cuatro o cinco años a Ojo de agua. Si uno tiene la mínima experiencia de pasar por la plaza del pueblo a las 3 am, salvo que estén algunos jóvenes, o algún borracho en la plaza, pero supongamos que no hay nadie, en un punto es inquietante. Yo llegaba en colectivo a las 2 am, y para ir al lugar donde paraba tenía que atravesar la plaza, es esa sensación de que alguien te está mirando, es una posición absolutamente fantasmática.
Seguimos con la frase, “en el propio nivel de la experiencia -página 83- fenoménica de la contemplación, este lado omnivoyeur asoma -dice- en la satisfacción de una mujer al saberse mirada, […]” hay ahí, la satisfacción, el goce de una mujer al saberse mirada. Y sigue “con tal de que no se lo muestren.” Ahí cambia la cosa. Porque es el tema de que se sabe mirada, porque se imagina que es mirada. Ahora, si algún pícaro le está mostrando, te vi en tal lugar. En el momento, con tal de que no se muestre, quiere decir que no haya una transparencia, que no le perturbe la mascarada. Y, por supuesto, acá tenemos una dimensión muy importante para abrir, que es el tema de saberse mirada. Ahí hay una dimensión de la erotomanía, si ponemos en juego una definición de Lacan de erotomanía, que es la convicción o la certeza, depende la estructura, de que el Otro la ama, es decir, que el Otro la mira. ¿Por qué va a saberse mirada? Eso está explicado en Lacan, en la significación del falo, cuando define el amor femenino en términos de la erotomanía.
Bueno, hay cuestiones que se abren mucho en el texto, hay cuestiones para investigar en relación a la tabla del portillo del Durero, la cuestión de la anamorfosis que no la he trabajado. Ahí está desprendido del cuadro de Los embajadores de Holbein el tema de la castración, cómo opera el -φ de la castración. Cómo la mirada es el objeto que elude la castración. En ese capítulo, Lacan va a trabajar Los embajadores de Holbein, donde por medio de ese procedimiento, que es la anamorfosis, se va a lograr ver lo que nadie quiere ver, que es la muerte. La calavera que emerge de una imagen, que el cuadro está perfecto menos esa mancha, que se puede reconstruir por medio de una mirada oblicua, que es ubicarse de una forma no de frente, sino de costado o por medio de un artefacto o un espejo cóncavo que permite a esa imagen desfigurada, reconstruirla en una imagen con forma que es la calavera. En ese procedimiento a Lacan le interesa ubicar que esas simetrías o esas supuestas armonías, se sostienen en función de algo que es la castración.
-Una pregunta del auditorio: Volviendo a la primera parte, quería preguntar si puede hablar un poco más del automaton.
Cesar Mazza: Bueno, seré muy breve, porque en realidad eso ya se ha tomado en otros encuentros.
-Comentario del auditorio: Si, me parece que como lo has referido aquí en referencia a la tyche y al automaton como repetición, la diferencia.
Cesar Mazza; Si, claro claro. Consideremos que en el automaton tenemos la vertiente de la cadena del significante, la cadena que está en el aspecto sincrónico. En el Otro, en términos de la sincronía. Es decir, está escrito y eso se pone en funcionamiento. Puesta en funcionamiento es la transferencia y es la diacronía, entonces lo que tenemos es un retorno cada de la cadena. Es la perspectiva del síntoma en tanto síntoma que se puede descifrar, porque eso es un mensaje que está cifrado. Es un momento y un aspecto importante del análisis, cuando tenemos la tyche, tenemos algo que no está escrito.
-Comentario del auditorio: La tyche vendría a aparecer como la repetición.
Cesar Mazza: Claro, como la auténtica repetición. Como algo que no está escrito, irrumpe, es un despertar, abre las vías de lo que es lo real.
-Comentario del auditorio: Cesar, quería agradecerte, porque has aclarado muchos puntos. Nosotros tenemos el grupo de lectura del seminario anual y ahí surgen muchas dudas, como lo que nos has aclarado respecto del sueño de las mariposas, lo referente a la lata de sardinas también ha sido muy esclarecedor como lo has trabajado. Igual el taller, los coordinadores han hecho un trabajo muy enriquecedor. Hemos aprendido mucho, te agradezco eso.
Cesar Mazza: Te agradezco el retorno. Nos quedó pendiente la actividad pública, el paso de Witold Gombrowicz por Santiago del Estero.
Hay una frase, me acorde, respecto de la mirada, que lo había tomado en una actividad a la que me convocaron unas personas de arte hace 10 años atrás, que fue hacer una performance en una plaza pública. Consistía en que un músico tocaba la guitarra, pero esa guitarra era distorsionada por un equipo sintetizador, por otro músico experimental. Este primer músico era un músico de blues, el otro era experimental, que fue el de la idea. Lo que yo tenía que hacer era leer un fragmento del Museo de la Novela de La eterna de Macedonio Fernández. Todo eso, en la plaza de la intendencia, a las 17:00hs, en Córdoba, en una tarima con micrófono. El asunto era que no tuviera nada que ver ni el sonido de la guitarra, ni el sonido que salía transformado por estos sintetizadores, ni el texto, ni la voz. Entonces, en un punto, yo dije por qué me metí en esto, porque fue una experiencia muy angustiante. Me da la sensación de que, una, no te escuchaba nadie y, otra, ni vos mismo tenías una resonancia de lo que estabas haciendo. Hasta que ocurrió algo imprevisto, tyche, que vino a mi ayuda. Porque, a todo esto, pasaba gente y ni nos miraba. Ese punto también. Una frase de Witold Gombrowicz dice: “bajo el fondo de la general extravagancia, mi caso pasaba desapercibido.” Ahí una referencia a la mirada. Es decir que, ante la general extravagancia, cada uno es una extravagancia, mi extravagancia ni fu ni fa, no hay porque alarmarse. Entonces, por suerte, hubo un grupo de estudiantes secundarios que estaban organizando una marcha para el día siguiente y habían repartido unos panfletos. Yo me había agarrado un panfleto y lo tenía como señalador del libro que estaba leyendo. Y yo dije, bueno, como nadie nos da bola, no pasa nada con esto, lo que voy a hacer es leer el panfleto. Empecé a leer el panfleto, que convocaba a una marcha por la ley de bosque y por el boleto estudiantil. Ahí nomás los estudiantes se vinieron, empezaron a gritar, a armar un lio. Dije bueno, ahí ya tengo la resonancia. Ahí me empecé a sentir más o menos a gusto. De todo esto hice un relato, que tiene que ver, justamente, con lo performativo, con la mirada y con Gombrowicz. Los invito a la actividad.
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Psicoanalista, Miembro de la EOL y de la AMP, coordinador del Programa de Psicoanálisis en la Cultura del Instituto de Investigación y Estudios Clínicos (CIEC), director de la revista Exordio, autor del libro La lectura y sus dobles, compilador del libro Palabras de ocasión, entrevista a German García.
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