Entrevista a Graciela Esperanza*

Entrevistadores: Gabriela Agostinelli y Francisco Ruiz.

¿Qué es la Política del Psicoanálisis?

A mí me gustaría cambiar el articulo “la” por el articulo “una”, sabiendo que de todas maneras hay una política del psicoanálisis y que es la política que se sostiene y sirve al discurso analítico. Es decir, un discurso que, como dice Lacan, no tiene ninguna vocación de dominio. Cuando Lacan dice el inconsciente es la política es porque el inconsciente tiene que ver con el discurso del amo. Y, por otro lado, si la política desde Aristóteles es el arte de lo posible, una política para el psicoanálisis es aquella que, justamente, tiene en su seno lo imposible. Por lo tanto, lo específico de la política del psicoanálisis es estar al servicio de un discurso que sostiene el lugar de lo imposible como tal. Entonces, creo que todos los dispositivos de los que se vale el psicoanálisis en tanto y en cuanto estén al servicio del discurso para sostener ese imposible de saber, serán idóneos para una política del psicoanálisis.

Por eso los dispositivos se inventan. Por eso Lacan a lo largo de toda su enseñanza y Miller también, han ido inventando dispositivos que se descompletan unos a otros y que están al servicio del discurso analítico, y que cuando no lo están y no sirven caen y tienen que dar lugar a otra cosa. Por eso, en el caso de los CPCT (Centros de Psicoanálisis de Consulta y Tratamiento), cuando Miller ubicó que lejos de estar al servicio del discurso podían someterlo, degradarlo y volverlo otra cosa, dijo basta con esos CPCT. Entonces, los dispositivos están al servicio de ese discurso que tiene en su centro lo imposible de saber, lo imposible de escribir, sin ninguna voluntad de dominio. Esa es una política para el psicoanálisis. Y que respecto a la política en general, me parece que se inscribe en el punto en el que tiene que intervenir toda vez que la política pueda tener consecuencias contrarias a esa política del psicoanálisis. Es decir, en ese sentido, ningún discurso totalitario bajo ninguna de sus formas es compatible con una política del psicoanálisis, porque todo discurso totalitario obtura ese lugar de lo imposible.

¿Cuál es la diferencia entre escuela e institutos?

Bien. La escuela de Lacan tiene en su centro una pregunta: qué es ser analista. Una pregunta que al mismo tiempo se verifica imposible de contestar en términos universales. De paso digo que una política para el psicoanálisis es una política que no puede en ningún caso estar en relación a lo universal, siempre a lo singular. Entonces, en la medida en que la formación del analista se va encontrando con ese agujero, el instituto es el lugar, la instancia al lado de la Escuela, que en un principio aseguraría una formación. Como no hay una diplomatura del psicoanálisis, como el psicoanálisis no es un título, como el psicoanalista no es un profesional, sino que es el servidor de un discurso, la formación que dispensa el instituto es una formación parauniversitaria. Es decir, es como una mueca de la universidad. No por eso no tiene todo el rigor necesario para la transmisión del psicoanálisis.

Entonces, en el instituto se dispensa un saber, se ejercita una formación indispensable para la transmisión del Psicoanálisis. El lugar fundamental del instituto es el saber expuesto, es decir, para hablar de Escuela e instituto hay que poner el saber supuesto en relación o en oposición, un antagonismo al saber expuesto. No hay de lo uno sin lo otro. Es decir, un analista que sólo se autoriza por estar en el consultorio, adolece de una debilidad estructural. Un analista, si bien el saber siempre está en falla porque no hay saber sobre la relación sexual y hay una falla estructural en el saber, esto no quiere decir que no podemos saber psicoanálisis. Ese lugar del saber psicoanálisis como matema, como lugar de la transmisión, está asegurado en el instituto, no en la escuela. En la escuela es el psicoanálisis en la intención, más puro, que tiene que ver con el pase.

Recién decías, en oposición, el saber supuesto y el saber expuesto…

Es decir, el analista tiene que dar cuenta de que a pesar de la falla estructural en el saber, sabe. Sabe algo y lo puede transmitir para que el psicoanálisis se asegure su existencia también. Del lado del análisis en intención solamente no se asegura la sobrevivencia del psicoanálisis, del lado del psicoanálisis en extensión solamente tampoco. Por eso Lacan dice, en la proposición, que hay un anudamiento, una torsión y una hiancia entre ambos; entre el psicoanálisis en intención y el psicoanálisis en extensión. Que bien podríamos ponerlos en relación a la escuela y el instituto. Miller dice en algún lado algo que yo repito siempre, el instituto es el aguijón de la escuela, es decir, tiene que aguijonear la comodidad del saber supuesto. Tiene que aguijonear que el saber supuesto está habitado por la pulsión de muerte, que es algo que puede llevar a la muerte del psicoanálisis. Por eso, para que el psicoanálisis este vivo, necesita de un anudamiento a través de una hiancia.

¿Qué hay en común entre el Psicoanálisis y el arte? Entendiendo que el objeto artístico se crea desde un vacío.

No sé si sería esa la cuestión en común. Me parece que la cuestión en común yo la diría por el lado de que tanto el analista, que deviene analista por un análisis, como el objeto artístico son dos cosas que se ponen en el mundo que no estaban antes. Lo que el psicoanálisis aprende del arte, porque Lacan siempre dijo que el arte lleva la delantera -tenemos que tomar el ejemplo-, es que el arte pone objetos en el mundo. Le agrega objetos al mundo que antes no estaban y que, por supuesto, si provienen de un vacío; provienen de algo que no estaba en el Otro. Introducen una novedad. El analista como objeto también es algo que no estaba. El objeto analista es un invento de Freud y, al mismo tiempo, el analista como objeto es algo que se produce en un análisis, que no estaba, que nadie nace analista. Que no hay analista previo a un análisis, que el analista es producto de un análisis y como tal deviene un objeto que se agrega al mundo, eso diría para contestar tu pregunta. Que es un objeto inédito, como el saber psicoanalítico es un saber inédito porque habla de la falla. Entonces, el objeto analista también es un objeto inédito. Cuantos más analistas podamos agregar al mundo mejor será. El analista no es una esencia, no es un ser, es un devenir objeto producto de una cura.

En ese sentido, no sé si contesto tu pregunta pero lo pondría por ese lado, es un objeto. Es un objeto que tiene que ser versátil, que tiene que prestarse a ser objeto del fantasma del paciente;, para que a su vez el paciente pueda de suponer el saber y llegar a lo que él mismo es como objeto y, a partir de allí, saber si le interesa o no; o no le queda otra más que ser analista. Pero el objeto analista es un objeto versátil, apto para su uso. En ese sentido es distinto del objeto artístico, porque el objeto artístico no es un objeto de uso.  Pero comparten esta cosa de que son lanzados al mundo. Lacan en el seminario XXI dice: el analista no viene de la luz de Dios, sino que proviene del fuego fatuo. El fuego fatuo son esas cosas que se producen a partir de la muerte de los animales, esos humos que aparecen al lado del camino. Bueno, proviene de lo inmundo. Y no está para resolver el desorden del mundo, sino para leer en él el no-todo. Esa es la política del psicoanálisis. Para leer en el mundo el no-todo, por eso ningún discurso totalitario es compatible con el discurso analítico.

Me interesaba esta relación, de si el psicoanálisis puede ser, es digamos, un modo de que el sujeto puede bordear su pulsión también.

Si, si, esa es la practica analítica.

¿Al modo del arte? ¿Es lo mismo?

A modo de la sublimación ¿decís vos?

Sí.

Lo que pasa es que estamos hablando del objeto artístico, no del artista. Estamos hablando del objeto, jamás psicoanálisis del artista ni de la obra de arte. De lo que se agrega al mundo, de lo que está que antes no estaba. Ese es el lugar del analista, lo inédito.

Aunque Freud tiene los escritos sobre Da Vinci.

Pero Lacan no tiene esa posición, es un poco distinto de Freud en ese punto. Y Freud mismo trabaja la obra, pero no psicoanálisis del arte. Porque el psicoanálisis del arte sería el psicoanálisis aplicado al arte y ahí me parece hay un obstáculo. Es al revés, el arte nos enseña en tanto produce. El artista nos lleva la delantera y produce objetos que no son objetos de intercambio en el mercado. Aunque ahora el arte aparece cada vez más en serie, está en el mercado más que nunca y hay producción en masa de objetos de arte y los artistas ni siquiera trabajan ellos porque tienen toda una industria a su favor, que trabaja por ellos.

Entrevista realizada el 14 de septiembre del 2018 en Santiago del Estero.

*Graciela Esperanza es Psicoanalista, Médica Psiquiatra, Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (EOL-AMP). Directora del CID Bariloche, y Docente de la Maestría en Clínica Psicoanalítica de la UNSAM.

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